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Capítulo 32

Es un extraño sentimiento lo que provoca que mi corazón bombee, y cada vez más fuerte. Mis pies actúan solos, caminando de un lado para otro y esperando a que la puerta se abra. Supongo que no tendría que estar nerviosa, o sí. Al final es conocer a alguien que forma parte de él, es su hija y eso es importante. Si esto me lo hubiera dicho con una semana de antelación, estaría mentalmente preparada, pero ahora con solo una noche de diferencia, no puedo dejar de pensar en todo lo malo que puede ocurrir.

Estoy punto de perder los nervios, cuando escucho cómo la puerta del garaje se abre, lo que hace que suelte el aire que tenía retenido durante demasiado tiempo. Paro en seco mi paso y coloco mis brazos a mi espalda esperando la llegada de ambos al salón, donde me encuentro. Escucho la voz de Asher desde la lejanía, hasta que entra en la sala con la niña más mona, rubia y de ojos azules que he visto en mi vida, en sus brazos.

— ¡Hola! —digo entusiasmada con un tono algo infantil.

— Anya, ella es Sky. Dile hola. —Asher la mira completamente enamorado, el amor paternal es increíble y me encanta verle así.

— Hola, Ekai. —Suena en la habitación en un tono bajito, con timidez, pero con ternura.

— Dile cómo has venido a ver a papá.

— ¡En un avión! —responde con entusiasmo apretando aún más el perro de peluche que agarra con sus manos.

Lleva puesto un abrigo de color lila con capucha de pelo que hace más volumen que su cuerpo, unos vaqueros ajustados a sus piernas, una camiseta blanca y su rubio cabello está recogido en dos moños que dejan caerse como las hojas de las palmeras. Por no hablar de sus labios y mejillas rosadas que le dan color al tono blanquito de su piel. Es absolutamente adorable.

Una sonrisa amplia sale de mis labios, acompañando a Asher el cual sonríe orgulloso de que su pequeña diga la palabra. De pronto, los ladridos provenientes del jardín, llaman nuestra atención. Nubi, con su gran capacidad auditiva, escucha la voz de Anya y la saluda con efusividad.

¡Nubi! —grita la pequeña queriendo bajarse de los brazos de su padre.

Él la deja en el suelo y Anya corre hasta el ventanal dónde se encuentra el perro, queriendo abrirlo para salir junto a él.

No hay que dejarla sola con Nubi, es demasiado grande y ella muy pequeña. Yo la cogeré, tu sujeta al perro —me indica y hago lo que me dice, atravieso la puerta e intento sujetar a Nubi del collar como puedo, tranquilizándole con caricias.

— ¡Hola, Nubi! —saluda la pequeña una vez pasa al jardín, saludando al perro ya relajado.

— Ves como todo va bien. —Se dirige Asher a mí, estrujando con una mano mis mejillas, dejando mis labios como los de un pez y los besa con una sonrisa.

— Lo sé, sí, no tiene por qué ir mal. —Me tranquilizo a mí misma.

Asher se ausenta un momento para ir a por los juguetes de perro que normalmente usan con Nubi. Durante unos breves minutos, Anya y yo nos quedamos solas junto al perro, ella apenas me mira, está demasiado centrada en el animal, se nota que disfruta mucho con él. Se parece a su padre en la forma y color de los ojos, aunque aún tiene que crecer más para notar con certeza el parentesco con sus padres.

Cuando Asher vuelve, Anya comienza a coger juguetes para jugar con el perro. Asher intenta que me una y me animo poco a poco, no quería quitarles este momento de padre e hija, sé que no se pueden ver muy a menudo. Cogemos una pelota y se la lanzo con cuidado a Anya para que ella se la lance al perro que corre a por ella. Al hacerla rebotar, ella la agarra con sorpresa y parece gustarle, así que insiste una y otra vez en que lo hagamos de nuevo. Finalmente acabo derrotada de tanto moverme, quizás me venga bien, después de todo estoy haciendo ejercicio. Me siento feliz porque creo que le caigo bien y que realmente me estaba preocupando por nada, solo debía comportarme como lo hago con mi sobrino. Igual algún día debería organizar una quedada para que jueguen juntos.

La cocinera nos avisa de que la comida está lista, así que asistimos sin hacerla esperar. Mientras comemos, intento hablar con Anya, preguntas sencillas y mostrándome muy interesada por todo lo que me cuenta. Asher no deja de sonreír, le estamos haciendo muy feliz en estos momentos y me alegro, lástima que tenga partido.

Después de comer, Anya se queda dormida en el sofá junto a Nubi, creando una imagen demasiado tierna. Pero por desgracia, Asher tiene que irse en este momento.

— Recuerda que sobre las siete vendrá un coche a recogeros, tenéis que estar preparadas —asiento—. Si ella quiere, puede ponerse la camiseta de fútbol, está sobre su cama. No olvides los pases. Despertará en una media hora, no suele dormir más y dale algo de merendar —continúa dándome indicaciones a las que asiento sin parar.

— De acuerdo, lo tengo todo memorizado. No tienes de qué preocuparte, cuidaré bien de ella.

— Sobre todo, pasadlo bien —me besa—. Cuando acabe el partido, esperadme en el lugar donde vais a ver el partido. Al ser tu primera vez, les diré que os guíen para que no te pierdas.

— Bien —vuelve a besarme para caminar hacia la puerta que da paso a la cochera, directo a un partido muy importante y decisivo, entonces recuerdo que algo se me olvidaba—. ¡Asher! —se gira de inmediato y yo acudo a él—. Mucha suerte.

— La voy a tener en las gradas mirándome y animándome, no tengo de qué preocuparme.

Sonrío y vuelvo a besarle. Él nos considera su suerte, y está convencido de que hará un buen partido solo con tenernos allí. Espero que eso suceda y le dé la motivación que necesita para realizar esfuerzos.

Me siento en el sofá a un lado de la pequeña a la espera de que despierte. Como Asher dijo, no pasa mucho más de media hora cuando comienza a despertarse. Observa con los ojos aun pegados, a Nubi, que parece saludarla acercando su hocico a ella, provocándole una sonrisa. Le dejo su espacio para que se despierte del todo, algo que aprendí de mi sobrino Marcus. Suelen estar de mal humor recién levantados y en el fondo los entiendo, a nadie le gusta que le hablen nada más despertar. Su pelo está algo despeinado, sus ojos están levemente hinchados y sus mejillas aún están rojas. Y aun así está mona. Ojalá ser como ella cuando me despierto cada mañana.

Ella se levanta del sofá y camina hacia un baúl que decora la sala. Lo abre sacando muñecos de dentro, se acerca a mí tendiéndome uno de ellos y le sonrío mientras lo acepto. Supuse que quería jugar, y eso hicimos por un buen rato. Sin embargo, a pesar de que todo pintaba ir sobre ruedas, los niños son propensos a cambiar de humor radicalmente y ella no iba a ser menos.

— ¿Papi? —pegunta mientras camina por la casa en su búsqueda, procuro ir tras ella para que no tropiece o suba por las escaleras sola.

— Anya, cariño, tu padre se ha ido. Iremos después a verlo jugar al fútbol —digo con una voz dulce y tranquila, sonando lo mejor posible para no alterarla.

— ¡No! ¡Yo quiero ir con mi papi! —grita corriendo lejos de mí.

— Vamos a ir con tu papi, pero aún no empieza el partido, tenemos que esperar e ir después.

— ¡No! ¡Tú no!

Genial, me odia.

Calma, Sky. Aunque eso me ha dolido un poco, tengo que pensar que sigue siendo una niña y tengo que tener el control sobre esto.

— ¡No quiero que esté tú! ¡Quiero a mi papi! —vuelve a gritar mientras la persigo por la casa.

Tras seguir su camino allá donde fuera, finalmente se tira al suelo y comienza a llorar, entonces se me pasa por la cabeza tirarme yo y llorar también, porque estas situaciones no son las mismas cuando se trata de una niña que no tiene nada que ver contigo salvo que estás saliendo con su padre.

— ¡Ya, ya! —exclamo comenzando a ponerme nerviosa—. Joder... —susurro bajo para que ella no lo escuche y me paso una mano por la cara intentando pensar qué hacer. Pienso en sus gustos y en lo que me dijo Asher sobre ella, puede que sea mi única vía de escape—. ¿Te gusta el chocolate, Anya? —sueno como una secuestradora llamando la atención de un niño, pero ello logra captarla y asiente con lágrimas en los ojos—. ¿Qué es lo que te gusta con chocolate?

— Cookies —responde con voz mocosa.

— ¡Cookies, qué ricas! Busquemos cookies —le ofrezco mi mano y ella se levanta del suelo para tomarla—. ¿Crees que papá habrá comprado cookies para nosotras?

Le hablo mientras caminamos a la cocina cogidas de la mano. No tengo ni idea de dónde están las cosas en esta casa, normalmente cuando quiero cocinar, la mujer que cocina me ayuda a buscarlo todo. Reviso cada armario en busca de algo dulce, doy con algunas cosas, pero ella las rechaza todas, solo quiere cookies y lamentablemente no hay rastro de ellas. Podríamos hacerlas caseras, pero las galletas es un proceso que requiere que la masa repose durante muchas horas, normalmente toda una noche, así que no es una opción. Sin embargo, sé que en la pastelería tengo algo de masa congelada que podríamos usar para hornearlas. ¿Será mala idea que la lleve hasta allí? Tengo las llaves del lugar, tendríamos la cocina para nosotras y podríamos estar aquí para antes de las siete. No creo que a Donna le importe que haya estado allí un domingo, mañana le explicaré todo.

— Anya, ¿quieres ir a hacer cookies conmigo? —Me agacho para estar a su altura.

— ¡Sí! ¿Podemoz hacer una cookie con forma de Nubi?

— ¡Claro, de lo que quieras!

— ¡Bien! —grita ilusionada.

Le coloco el abrigo que traía puesto esta mañana y cojo las llaves de la pastelería antes de salir a la cochera. Me encargo de coger una silla para niños que tiene Asher en su coche y la coloco en el mío. Cuando las dos estamos montadas, le pido que me diga una canción para el viaje y conduzco hasta la pastelería aparcando donde normalmente lo hago. Cuando estamos dentro, me aseguro de volver a cerrar la puerta para que nadie pueda molestarnos. Ella está ilusionada por el lugar, y por hacer las cookies. Gracias a Dios he dado con la tecla para hacer que se olvidara de su padre unas horas.

Saco la masa del congelador y la pongo a descongelar en el microondas. Mientras, le busco un delantal, sé que había alguno pequeño por ahí, los sobrinos de Donna a veces venían a cocinar y ella les compró uno. Le hace mucha ilusión llevar uno al igual que yo y sobre todo el poder hacer sus propias galletas. La coloco a mi lado subida a un taburete, amaso un poco la masa antes de repartirla en diferentes bolitas. Le enseño a cómo aplastarla y lo cierto es que lo imita bastante bien con sus pequeñas manos. Saco algunos moldes de formas que tenemos, y ella quiere hacer una galleta con cada uno de ellos, así que trabajamos en ello hasta que acabamos con toda la masa.

— ¡Mira, Ekay! —Señala a la última galleta a la que le ha dado forma—. Es como mi papi, una estrella.

— Sí... —Me pilla por sorpresa, no esperaba que ella fuera consciente de eso, aunque supongo que lo habrá escuchado en infinidad de sitios y por un montón de personas, sin ser consciente de lo que supone ser una "estrella" y que está relacionado con la fama. Lo cierto es que envidio su inocencia—. ¡Una estrella, como tu papi! ¡Te ha quedado preciosa! ¿Y si esta se la guardamos para él?

— ¡Sí!

Al terminarlas, las colocamos en una bandeja con mucho cuidado, y posteriormente la meto en el horno ya precalentado. Cuando se da cuenta de que no llega para verlas cocerse, me pide que la coja alzando sus bracitos y así mirar cómo se van haciendo. No deja de mirar ni un solo segundo, y yo no puedo dejar de mirar su perfil, tiene unas pestañas increíblemente largas, unos mofletes gorditos lo cual hace que su nariz y sus labios se vean muy pequeños entre ellos. Es tan mona, quisiera estrujarla y darle mucho amor, pero antes debo dejar que ella se muestre realmente a gusto conmigo.

Cuando salen, le advierto de que están muy calientes y que hay que dejar que se enfríen un poco. Mientras, preparamos un batido de chocolate con leche, teniendo una merienda completamente chocolatada y solo de chicas.

— ¡Están riquícimas! —exclama cuando las prueba.

— Sí, eso es porque las has hecho tú. Eres muy buena cocinera —la elogio sacándole una gran sonrisa—. Ahora iremos a ver a tu padre jugar, ¿te gusta ir a ver partidos?

— ¡Sí! Mi papi es el mejor.

— Lo es, sí. Por eso vamos a ir a verle, para animarle, y le gritaremos que es el mejor.

— ¡Sí! —levanta las manos, entusiasmada.

Al terminar de merendar, saco una caja donde poner las galletas y llevárnoslas de forma segura de vuelta a la casa. Por suerte, llegamos justas para poder cambiarle de ropa, la he vestido con la ropa que había encima de la cama y ella está súper contenta con la camiseta puesta. Por el momento parece que todo está bien, solo espero que veamos el partido sin incidencias. Camino hasta la habitación de Asher y me encuentro con lo que menos esperaba. Una camiseta roja está sobre la cama al igual que estaba la de Anya en su habitación. Sobre ella, hay una nota que pone:

«Sé que no te gusta el fútbol, pero me haría ilusión verte con una camiseta con mi nombre.»

Sonrío y me llevo la nota a mi pecho. No es la primera vez que me pongo una camiseta con su nombre, hace poco Kenzie me recordó que yo llevé su nombre cuando fuimos al partido juntas. No puedo creer que, en parte, la fantasía de Kenzie, no estaba muy fuera de lugar. Parecía una tontería que una chica con la camiseta de un jugador, hiciera que éste se enamorara de ella, y me burlé de Kenz por eso. Pero sí, se ha cumplido, aunque no como pensábamos. Nuestra historia es diferente y a quien se lo cuentes, no podría creerlo porque es totalmente absurdo. Conocer a un famoso futbolista a través de una aplicación para follar, sí, es muy absurdo, pero no imposible.

Anya entra en la habitación mientras me coloco la camiseta sobre una básica de color blanco, de lo contrario, probablemente acabaría helada allí mismo. La pequeña se pone contenta al ver que las dos vamos igual vestidas, con la camiseta de su padre y eso provoca que yo también lo esté, recordando sus palabras: "Sus chicas favoritas".

No me queda tan grande como la de Kenzie, de hecho, me queda perfecta. Puedo acostumbrarme a esto del fútbol y es posible que me especialice de aquí a un mes con todo esto de los partidos.

Escucho que llaman a la puerta, así que cojo el bolso con todo lo necesario: los pases, agua, pañuelos, móvil, entre otras cosas que suelo llevar en mi bolso. Cargo a Anya en brazos y camino hasta el coche que nos espera en la puerta, el chófer es muy amable y se encarga de montar a la pequeña además de guardar mi bolso en la parte trasera. Los cristales están tintados para que nadie pueda ver quien está dentro, lo cual agradezco.

Al llegar a la zona del estadio, veo cómo hay un montón de gente fuera, una marea roja y blanca, celebrando el día de partido. Todo está lleno, a pesar de que aún queda una hora para que comience y ni si quiera han abierto las puertas aún. Esto no es lo mismo que verlo desde casa con mis padres y hermanos, aquí todo se ve de otra forma y se vive más intensamente. El coche entra por un lugar distinto, es como una puerta trasera con bastante seguridad, el chófer se encarga de enseñar algo a los guardias y nos deja pasar sin problemas. Es un parking con bastantes coches de alta gama aparcados, lo más probable es que sean los de los jugadores y empleados de este lugar.

Bajamos cuando el vehículo se detiene y el conductor nos abre las puertas, dándome el bolso de vuelta además de sacar a Anya. Vuelvo a cargar con la pequeña cuando un hombre trajeado se nos acerca con una sonrisa amable.

— Señoritas, acompáñenme por aquí —señala el camino para que pasemos delante, después se adelanta para llamar a un ascensor al que subimos en cuanto llega—. Le aconsejo que lleve el pase puesto cuando lleguemos arriba, no es necesario que la pequeña lo lleve.

— ¡Oh! Sí, por supuesto.

Nerviosa, dejo a Anya en el suelo y saco del bolso mi pase para colocármelo en el cuello. Soy bastante torpe con estas cosas, no suelo ser vip en ningún sitio así que no sé cuál es el procedimiento y no me gustaría darle problemas a Asher.

Al llegar arriba, vuelvo a coger a la pequeña en brazos y sigo al hombre trajeado, atravesando a mucha gente bien vestida o con las camisetas al igual que nosotras. Me siento pequeña entre toda esta gente, estoy segura de que se tratan de personas importantes, que trabajan en la industria y todos sabemos el dinero que genera todo esto. Sin embargo, aquí estoy yo, una simple estudiante de cocina y pastelera a tiempo parcial, que apenas puede llegar a final de mes, entre toda esta gente que, lo más probable es que nunca pertenecieron a mi mundo.

Acabo de tener un chófer personal, he entrado por la parte trasera dónde solo entra gente importante y ahora una persona me está guiando hacia mi asiento. Me siento realmente extraña y casi puedo escuchar la voz de Kenzie diciéndome que deje de pensar y disfrute.

Tras un largo camino, acabamos frente a una puerta que, al abrirse, nos muestra una habitación con algunas personas ya en el interior. El hombre que nos ha guiado nos desea un rato agradable y se marcha. Es un lugar amplio, con sofás, mesas, sillas y hasta abundante comida y bebida. Los que ya estaban aquí, conversan mientras beben o comen algo. Algunos caen en mi presencia y aunque no los conozca de nada, los saludo con educación. No puedo sentirme más perdida en estos momentos. ¿Qué es este sitio?

Dejo a Anya en el suelo y es ella la que responde a todas mis preguntas cuando se acerca a las ventanas a las que no había prestado atención. Y claro, resulta que, desde esas ventanas, es donde veremos el partido. Hay asientos de color rojo acolchados, para poder disfrutarlo sentados o en cambio, podemos verlo de pie. Y las vistas son completamente ideales, puedo ver todo el campo al completo desde aquí.

Santa madre, nada que ver con los asientos en los que estuvimos Kenzie y yo.

Anya se sube en uno de los sillones y se pone de pie en ellos. Descubro sus preciosos ojos buscando a su padre que aún no ha salido al campo. Dejo el bolso en el asiento a su lado y cojo mi móvil para hacer fotos y le mando algunas a Axel y a Kenzie para darles envidia. Anya ve que hago fotos y ella quiere hacer algunas, así que le dejo mi móvil para que las haga y después nos entretenemos con selfis, o probando efectos de Instagram, estoy segura de que a Asher le encantarán.

Finalmente, el tiempo de espera se pasa volando, y el partido está por comenzar. Salen todos los jugadores a calentar antes del juego. El estadio ya está completamente lleno, observando y animando a sus jugadores. Intento buscar a Asher entre ellos para señalárselo a Anya, hasta que por fin veo al jugador con el número diez a su espalda y encima el nombre de "Jackson".

— ¡Allí está papá! —señalo eufórica, con las mismas ganas que ella tiene de ver a su padre.

La pobre pequeña no sabe bien a dónde señalo, pero intento explicárselo lo mejor posible y finalmente lo ve. Grita varias veces intentando llamar su atención, pero le explico que hay mucha gente gritando y que es imposible que la escuche. Se le ve completamente concentrado en el juego, y parece llevar pintado en la cara dos rayas negras bajo sus ojos, justo como aquel día en la pastelería y al parecer algo que lleva todo el equipo. No lo voy a negar, me encanta verlo con el uniforme, pero no puedo tener fantasías sexuales al lado de su hija, definitivamente no.

Una vez empieza el partido, Anya y yo gritamos juntas apoyándolo. Me causa risa su forma de apoyar a su padre y ello provoca que quiera estrujarla de nuevo. Durante el partido, mantengo mi mirada sobre el número diez, al cual siempre le pasan el balón cuando comienza una jugada si es que le toca a los Chiefs comenzar la jugada, y busca la forma de pasársela a otro jugador o evadir jugadores hasta llegar a la zona de touchdown. Sufro bastante cuando lo tiran y casi me da un paro cardiaco cuando todos se le echan encima para intentar quitarle el balón. Nunca había vivido este juego de esta forma, y está siendo algo angustioso de ver, sobre todo cuando deben ganar para pasar a la siguiente ronda.

Me sorprende la habilidad de Asher para pasar entre jugadores con el balón en mano, corre bastante rápido y es escurridizo. Ahora entiendo por qué tienen tanta fe en él, y eso le da la fama que tiene. Además del buen ojo al pasar el balón a sus compañeros, consigue hacerlo en el momento oportuno la mayoría de las veces. El equipo contrario es el Houston Texans, los cuales se lo ponen difícil y han conseguido hacer touchdown en varias ocasiones. El partido llega a su fin con la victoria de los Chiefs con cincuenta y un puntos, y los Texans con treinta y uno. Asher ha hecho dos touchdowns, en los que grité como una loca, y ha dado varios pases para que otros compañeros hagan el resto, otorgándole la victoria al equipo. Me siento muy orgullosa de estar aquí hoy presenciando todo, estoy segura de que le hemos dado fuerzas y la motivación suficiente.

Una vez los jugadores se marchan del terreno de juego, la gente comienza a salir del estadio, pero nosotras nos quedamos aquí tal y como dijo Asher. Mientras, esperamos sentadas en uno de los sofás de la habitación ya vacía. Anya se sienta sobre mis piernas pillándome por sorpresa, y ambas esperamos a que su padre aparezca mientras seguimos probando efectos con la cámara, algo que le gusta bastante y nos divertimos.

Pasada una media hora, levanto la mirada del teléfono y le veo de pie frente a nosotras, a unos metros, observándonos con una sonrisa. No puedo evitar sonrojarme y dedicarle también una tímida.

— Anya, mira quien es —la aviso apartando el teléfono de su vista. Rápidamente se baja de mis piernas y corre hacia su padre que la recibe agachado y con los brazos abiertos para después cargarla.

— ¡Papi! —grita ella de la ilusión—. ¡Te hemos vizto jugando!

Me encanta su forma de hablar, a veces no pronuncia bien algunas letras en las palabras y eso la hace ser más tierna, me la comería a besos.

— ¿Sí? ¿Y cómo he jugado? —le pregunta con un tono más infantil.

— Muy bien, Ekay ha gritado mucho —me señala con su pequeño dedo, una aclaración que por mucho que me avergüence, es cierta, aunque podría haber obviado esa información. Él desvía su mirada hacia mí y yo la evito porque sé que reirá de mí, debo estar toda roja.

— Ah, ¿sí? Entonces lo habéis pasado bien las dos.

— ¡Sí! Hemos hecho cookiez en un sitio con mucho chocolate y te hemos guardado una.

— ¿Habéis hecho cookies? —Vuelve a mirarme con una amplia sonrisa—. Sky es una muy buena cocinera, la próxima vez me apunto también. Estoy deseando probarlas.

Deja a Anya en el suelo, cogiéndola de la mano y se acerca a mí con una sonrisa torcida, sé perfectamente que está pensando.

— Así que has gritado mucho... —susurra cerca de mi rostro—. Espero que haya sido mi nombre, no el de otro jugador.

— Pues no, ha sido al equipo, que no se te suba a la cabeza —miento para molestarle.

Agarra mi mandíbula y me atrae a él para estampar sus labios sobre míos y evitar que siguiera hablando.

— Habrás estado animando al equipo, pero te queda genial la camiseta con mi nombre —me echa un ojo de arriba abajo mordiendo su labio inferior. Coloco un dedo en su pecho para empujarlo hacia atrás.

— Te recuerdo que estamos en un lugar público y que hay una menor presente.

— Tienes razón, es mejor reservarme para luego. ¿Ha ido todo bien?

— Sí, bueno, ha habido una pequeña crisis, pero hicimos galletas en la pastelería. Espero que no importe que la haya llevado allí.

— Confío en ti plenamente, Sky, sé que vas a cuidar de ella como lo haría yo —acaricia mi mejilla volviendo a hacerme sonrojar. Se agacha y carga con Anya poniéndola a nuestra altura—. ¿Qué dices Anya, llevamos a Sky con nosotros a casa, o la dejamos aquí?

— No, ¡la llevamos casa con nosotroz! —dice ilusionada levantando las manos sacándome una sonrisa.

Asher se acerca a mi oído antes de comenzar a andar y susurra:

— Le gustas.







Me gustas, ¿te gusto? 🤪


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