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Capítulo 3

Entra algo de claridad por las ventanas a través de las cortinas cerradas, es una señal de que ha amanecido. Al principio no sé bien dónde me encuentro, no entablo relación con nada y no recuerdo haber visto estas paredes y esta decoración. Pero entonces recuerdo lo que sucedió anoche y es normal que esté desubicada, no pude ver nada de la habitación si estaba a oscuras. Y estaba con ese chico. ¡Y madre mía que chico! Una sonrisa amplia aparece en mi rostro al recordar todo lo que viví y no se desvanece, sigue intacta.

Fue increíble, definitivamente lo necesitaba. Kenzie no podía estar más en lo cierto. Puede que al principio desconfiara y no es para menos. Pero la forma en la que él lo llevó todo fue perfecto y sin lugar a dudas, me ofreció una experiencia que no olvidaré al menos en un tiempo. Lo mejor de todo es que no pensé en Finn y en su infidelidad, o bueno, puede que solo lo tuviera en mente para confirmar que no se esforzaba en absoluto cada vez que ese chico me tocaba.

Estiro todo mi cuerpo entre sábanas. Siento que me encuentro en muy buena forma, he dormido durante toda la noche y estoy descansada. Me levanto enrollándome con la sábana de la cama y observo toda la habitación con más detalle y, lo más importante, con luz. Tiene las típicas cosas de una habitación de hotel, pero se nota la diferencia de la calidad de las estrellas que posee.

Mis cosas se encuentran tiradas en el suelo, justo donde todo comenzó. Y entre ellas está mi bolso al que acudo a recoger para poder buscar mi teléfono en él, y al encenderlo, compruebo que tengo más mensajes que en toda mi vida. Algunos son de grupos de clase, otros de mi madre y la gran mayoría, de Kenzie. Lo cierto es que llevo varias horas sin dar señales de vida, y lo más probable es que comiencen a llamarme en pocos minutos. Presiono sobre el icono de los mensajes y justo comienza a escribirme mi jefa preguntando por mi paradero. Ello hace cuestionarme qué hora es y para mi desgracia, es demasiado tarde, debería haber llegado a mi trabajo hace una hora. Empieza a cundirme el pánico y a punto estoy de salir de la habitación aun con la sábana enrollada en mi cuerpo.

Miro a mi alrededor buscando mi ropa: mis braguitas a un lado, mi vestido por otro y por último mis tacones. Termino de vestirme como sea, sin si quiera mirarme al espejo, y salgo de la habitación. Puede que lo lógico hubiese sido ducharme, pero no hay tiempo para la higiene.

Voy lo más rápido que puedo al trabajo y en estos momentos doy gracias a Dios por tener una jefa tan ejemplar. Llevo varios años trabajando en la pastelería, ella me conoce bastante bien y sabe que nunca he llegado tarde antes, así que es normal que esté preocupada. Ni si quiera tengo tiempo de ir a mi casa, cambiarme de ropa e ir al trabajo, por lo que no me queda otra que ir así y coger uno de los uniformes de cocina que hay de repuesto en el establecimiento.

Conduzco bastante estresada por los malditos atascos de la mañana y por si no voy ya tarde, tiene que ocurrir esto. A veces pienso en que el mundo se pone en mi contra en el peor momento, tengo un don para estas cosas.

Al llegar, entro por la puerta trasera para no dar una mala imagen al negocio y nada más entrar, me topo de cara con ella, la jefa de este lugar, era justo lo que pretendía evitar. Me lanza una mirada de arriba abajo y después se cruza de brazos.

—¡Por fin apareces! Pensé que te había pasado algo serio. Pero... por las pintas parece que algo ha pasado, pero no serio. ¿De dónde vienes, señorita? —comenta extrañada a la vez que un poco enfadada. A veces siento que es mi madre la que me está hablando.

Donna fue la mujer que una vez probó mis famosas empanadillas y me contrató como cocinera de esta pequeña pastelería hace dos años. "El rincón de Donna", es un lugar especial, y no solo por los pasteles, si no, por su dueña. Para mí es como mi segunda madre, pero a la vez una de mis mejores amigas. Es una mujer con bastante genio, franca y humilde. Alguien a quien admirar sin lugar a dudas. Por no hablar de su gran estilo, su pelo rubio ceniza siempre está recogido en un moño abundante y desenfadado. Aunque ya tiene una edad, apenas tiene arrugas y va maquillada siempre, aunque vaya a pasar el día en casa. Siempre he pensado que, en su juventud, pertenecía a ese grupo de chicas que vestían al estilo pin-up.

—Siento muchísimo llegar tarde, pero vengo... —río como si fuera de repente una adolescente de dieciséis años— Del paraíso.

Comienza a reírse conmigo, aunque no creo que le haga ninguna gracia.

—¿Cómo dices? ¿Te has drogado? —vuelve a ponerse seria.

—Creo haber dicho que vengo del paraíso, no que haya ido a drogarme —replico para después comenzar a bailotear por toda la trastienda de la pastelería.

—Bien, pues, ¿te drogaron en el paraíso? —pregunta de nuevo levantando una ceja.

—¡Que no! Simplemente, estoy feliz —sonrío.

—Y más que de costumbre... Algo que me extraña, porque me enteré de lo que pasó entre Finn y tú.

—¡Ah, ya! Mataré a Kenzie por contártelo. Pero, da igual, ya es pasado. —Continúo bailando restándole importancia.

—¡Fue hace dos días, Sky!

—Lo sé, pero ya pasé página, deberías aprender.

—Vale, ¿qué mosca te ha picado? —se vuelve a cruzar de brazos—. Debe de haber una razón por la que entres por la puerta a las diez de la mañana cuando entramos a las ocho, que vengas con ropa de fiesta y con una GRAN sonrisa en tu cara que no deslumbraba desde hacía mucho tiempo. —Suspiro. Ella abre los ojos junto con la boca mientras me señala con su dedo índice—. ¡Oh!... tú... tú has follado.

—¡¿QUÉ?! Cómo... cómo... pero ¿cómo le dices eso a una empleada? —Le doy más drama al asunto.

—Skylar, que no nací ayer, dime la verdad. —Vuelve a levantar una ceja, se le da demasiado bien esa expresión.

Finjo parecer que no sé de qué habla, pero al momento, la cambio sacando mi sonrisa nuevamente, enseñando toda mi dentadura y eso es suficiente para que me delate a mí misma.

—¡Lo sabía! Cuéntame cada detalle.

—¡Pero jefa! Es usted una cotilla.

—¡Oh, por Dios! Ahora te vas a sorprender. ¡Y no me llames de usted! Vamos, cuenta niña.

Dice tras sentarse en una de las sillas que tenemos en la trastienda para descansar en los momentos donde no hay clientela o cuando esperamos a termine la horneada.

—Bueno, pero no puedo contarte mucho, porque no sé nada del chico, ni si quiera le vi la cara, me dio lo que buscaba y... estoy feliz. —Vuelvo a enseñar mis dientes.

—¿¡Cómo!? —Abre mucho los ojos—. ¿Cómo se te ocurre hacerlo con un chico al que no le viste la cara? Alguien debe de haberte echado algo en la copa, eso seguro.

—Te digo que nadie me ha drogado —repito sin muchas ganas.

—La Sky que conozco evitaba la palabra sexo a toda costa. Te ponías como un tomate, incluso cuando te hablaba de mis experiencias con mi Ralph.

Ralph es su marido, ella siempre me cuenta sus anécdotas y a veces tengo que pedirle que me las cuente otro día, porque si fuera por ella, estaría hablando todo el día.

—Bueno sí... Es que siempre he pensado que son cosas más personales —levanto los hombros.

—Eres muy inocente —añade.

—¡Oye!

—¡Oh! Venga, siempre has estado con Finn, ¿cierto? —Asiento—. Eso está bien, siempre y cuando ambos os esforzarais por hacer que la llama nunca se apague, y ese fue vuestro mayor error. Hace dos meses si te dijeran que te has tirado a alguien a quien no le has visto la cara, ¿qué dirías?

—No le creería —digo siendo obvia.

—Ahí lo tienes. Es por eso por lo que me sorprende todo esto. Mira, solo quiero que estés bien, que esto no te haga hacer locuras que desconoces y puedan dañarte.

—No las haré, estaré bien, no te preocupes.

Acabamos la conversación cuando entra un cliente y ella debe acudir a atender. Por mi parte, entro en el baño tras haber cogido ropa para cambiarme. Durante mi turno de trabajo, dedico el tiempo a preparar mis deliciosos dulces. Puede que esté estudiando para ser una cocinera renombrada de la alta gastronomía, pero actualmente trabajo en una pastelería, así que no me queda otra que dedicarme exclusivamente a preparar pasteles, tartas, entre otros aperitivos. Por lo general ayudo en la cocina, pero siempre se necesita alguna mano para atender. Esta pastelería es muy querida en esta ciudad, lleva aquí décadas y ha sido un negocio familiar que se ha ido heredando generación tras generación. Finalmente ha caído en manos de Donna, la cual tiene los cincuenta largos y ni un solo hijo a quien heredar el futuro de esta pastelería. Ella a veces bromea con que yo la heredaré, y aunque para mí sería un auténtico placer, yo tengo otros objetivos en mente y no tendría tiempo para llevar este lugar.

La jornada ha ido como siempre, horneo unas cuantas cosas y me uno a atender a los clientes, muchos son diarios, otros vienen a menudo y algunos son extranjeros que vienen a probar. Cuando termino, no tardo en recoger y limpiar la cocina, para después regresar a casa tras un largo día.

En cuanto empecé a ganar algo de dinero, me mudé a un pequeño apartamento alquilado, con una cocina, un baño, un dormitorio y un salón-comedor, todo en pequeño, ideal para una sola persona. Sin embargo, me esfuerzo en decorar, aunque no es que tenga mucho dinero para eso, voy poco a poco. Quizás algún día pueda ahorrar y vivir en una casa, con una amplia cocina donde expresarme con libertad.

Me pongo el pijama y me acomodo en el sofá mientras veo algo en la tele. Alcanzo mi móvil para ver todos mis mensajes y Kenzie está entre ellos, antes de leerlos se me ocurre llamarla para contarle lo sucedido la noche anterior.

—¡Sky! —responde con alegría, a esta chica nunca la encontrarás triste.

—¡Kenzie!

—¿Qué tal? Has tardado en llamarme, ¿cómo estás hoy?

—Bien. Bastante, diría —no puedo evitar soltarlo acompañado de una pequeña sonrisa pícara.

—¿Cómo? ¿Qué quieres decir?

—Pues... que al final, lo hice —confieso en voz baja a causa de la vergüenza.

—¡¿Qué?! —grita de tal forma que despego el móvil de mi oreja—. No me lo creo.

—Pues es la verdad.

—Estoy alucinando ahora mismo. ¡Cuéntamelo todo!

Le narro todo lo sucedido la noche anterior, no quería entrar en detalles escabrosos, pero al final todo concluye en que he hecho cosas que nunca habría imaginado hacer. Ni con Finn ni con nadie, en realidad. Siempre había tenido dudas sobre si experimentar y salir un poco del sexo convencional, porque imaginaba que era algo para los más lujuriosos. Y Finn tampoco pidió innovar en lo que al acto sexual respectaba, por lo que yo tampoco me esforcé demasiado. Kenzie no dejaba de alucinar y es que yo tampoco termino de creerme que fuese yo la que viviera aquello. Es algo realmente raro en mí y no tenía ni idea de que existía esta parte tan abierta a realizar estar locuras.

—Bueno y eso es todo. Me quedé a dormir en la habitación y esta mañana he llegado una hora tarde al trabajo. —Concluyo mi explicación de los hechos con un suspiro.

—Me alegro mucho de que lo hicieras, Sky. Y sé que dices la verdad por tu tono de voz, estás más contenta que de costumbre —reímos—. Bueno, ahora a seguir con tu nueva vida y a abrirte al mundo que te has estado perdiendo con ese desgraciado.

¡Estoy de acuerdo! Por cierto, ¿buscaste los billetes?

—¡Ya están comprados nena! Nos vamos en agosto. También tengo el hotel y transporte y todo nos está saliendo a un buen precio. Estoy deseando pisar las playas de Croacia y olvidarme de parejas atacadas por el día de su boda o los caprichos de última hora.

—Vaya, no hacía falta que te ocuparas de todo tú sola.

—¿Quién mejor que yo? A ti siempre te dejo el tema de los restaurantes y sitios que visitar, se te da bastante mejor que a mí. En cuanto lo tenga todo confirmado, te pasaré un documento con todo para que vayas guiándote.

—Es sorprendente lo bien que compaginamos. De acuerdo, yo estoy deseando probar la comida local.

—Cambiando de tema, tengo dos entradas para ver a los Kansas City Chiefs en el Arrowhead Stadium. Sé que no te gusta el fútbol y que no tienes ni idea, pero, ¿podrías venir conmigo, por favor? No quiero ir sola, y no tengo a nadie con quien ir. Sabes las ganas que tengo. ¡Porfi, porfi!

—Podrías ir con mi padre, él te lo agradecería —bromeo.

—Ay, no me digas eso. ¿Qué hago yo con tu padre?

—Es broma... Pero, ¿de verdad no conoces a nadie a quien le guste? ¿Y con mi hermano?

—Tu hermano me cae bien, pero creo que sería algo extraño, ¿no crees? Iría con el mío, pero tiene trabajo y estará en otro estado. Por eso, mi mejor opción es mi mejor y estupenda amiga.

—No me apetece rodearme de forofos que solo gritan cosas que no entiendo.

—¡Por favor, por favor... porfi! —suplica.

Pongo los ojos en blanco y suspiro.

—Bueno... sólo porque te debo una por lo de la aplicación y la organización del viaje.

—¡Ah! ¡Muchas gracias, de verdad! ¡Me muero! —chilla de alegría— Te amo. Eres increíble.

—Deja el peloterío para ese día. Que, por cierto, ¿cuándo es?

—Dentro de justo dos semanas.

—¿En domingo? Bueno, pues habrá que apuntarlo en la agenta. —Escucho como suelta otro chillido a lo que yo respondo con una carcajada—. Oye voy a ponerme una serie, ya hablamos. Descansa, un beso.

—Que descanses tú también, reina.

El fútbol es una religión en mi familia. Siempre que hay partido, se celebra una barbacoa para después ver juntos ese dichoso deporte, todos menos yo. Siempre lo he odiado, no es lo mío. Sin embargo, siempre que puedo, acudo a las reuniones familiares, porque los amo con todo mi ser y, aunque no veo el fútbol, por lo menos paso tiempo con ellos.

Antes de ponerme la serie que estaba viendo, decido ir a la cocina a por un poco de agua. Cojo un vaso, abro el grifo y vierto el agua en él. Al beber, noto que una gota cae en la zona de mi pecho. Una gota que limpio con la yema de mi dedo, y sin saber bien por qué, me recuerda a las caricias del chico misterioso. Ello ocasiona un escalofrío en mí, sintiendo sus dedos recorrer mi cuerpo. No puedo evitar cerrar los ojos al recuerdo.

Dios mío, esto me está afectando más de lo que creía.

Abro los ojos y mi respiración es profunda, nunca había tenido esta sensación. Me siento diferente, tal vez tenga fiebre, quizás deba dejar la serie para otro día y meterme en la cama.

Casi dos semanas después, como cualquier día me levanto y hago mi rutina de todos los días: me ducho, desayuno, lavo mis dientes y salgo de casa directa a la escuela de gastronomía para ir a clase. Hoy me toca práctica, por lo que he necesitado llevarme el uniforme para cocinar. Cuando tenemos este tipo de clases, la mañana se me pasa volando, siempre serán mejores que un profesor hablando sin parar hasta quedarme dormida.

Al término de clases, voy directa a mi trabajo, en el cual suelo almorzar y pasar toda la tarde. En conclusión, mis días en los que tengo clase y trabajo, son una completa mierda. No tengo tiempo ni para respirar. Así que, cuando acaba mi jornada lo único que quiero es llegar a casa para descansar en condiciones y hacer el absoluto vago mientras veo algo en la tele o leo un libro. Sin embargo, para mi desgracia, el día se vuelve oscuro cuando justo en mis narices y caminando en mi dirección, se encuentra Finn con... ¿su nueva novia?

Joder, no han pasado ni dos malditas semanas.





¿Cómo va la cosa? ¿Os va gustando?

Espero que sí 😳

No olvidéis darle de vuestra magia, y presionar a la estrellita⭐

Beshos😘

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