Capítulo 27
Leo la carta una y otra vez, la leí por la noche, en clase e incluso en el trabajo, intentando encontrar sentido a todo esto. Él sabía que le diría que solo le prometí una cita, estoy segura, y por eso se las ha apañado para que tengamos otra. Esto solo ocasiona que no deje de reír como una adolescente a la que su crush le envía cartas, ¿qué pretende hacer con todo esto? No voy a mentir, resulta que estoy entusiasmada de nuevo y me gusta conocer a Asher, es un buen chico después de todo.
Deseo terminar de trabajar lo antes posible puesto que Asher viene por mí a las ocho, lo que significa que tengo que estar preparada. ¿Cómo será su casa? No me puedo creer que me esté preguntando esto otra vez. Un hogar puede decirme muchas cosas sobre él. Tengo demasiada curiosidad por su vida, aunque ya sé algunas cosas, como que tiene una hija, por ejemplo. Y debo decir que eso me pilló por sorpresa, aunque no me parece un problema. Probablemente todas las respuestas están a una búsqueda en internet, pero prefiero que él me lo muestre y que me lo cuente todo.
Estoy por terminar de vestirme. Mientras espero, reviso los mensajes de mi móvil y me doy cuenta de que ha vuelto a poner una foto suya en su perfil. Eso me da que pensar, porque probablemente se la quitó para evitar que se la enseñara a nadie, y eso me lleva a aquella vez que estuve a punto de enseñársela a Kenzie. Si se la hubiera enseñado, todo esto habría sucedido mucho antes y estoy segura que habría sido distinto puesto que apenas nos habíamos conocido, quién sabe si le habría dado otra oportunidad en ese momento. Ahora estoy hecha un lio. Hemos compartido muchos momentos juntos, y al final no importa que no me dijera que era un jugador famoso, porque creo que sigue siendo el mismo chico que era cuando estaba conmigo. No sé, ¿realmente tengo de darle tanta importancia si ya conozco las razones?
Mi móvil comienza a sonar de forma breve, es una notificación y es de él. Acaba de llegar a y está abajo esperando. Rápidamente me coloco el abrigo y me dispongo a abrir la puerta. Pero para mi sorpresa, al abrirla, me encuentro de cara con esos ojos azules claros.
— ¡Ah! —grito del susto y a consecuencia de ello, se ríe—. ¿¡No ibas a esperar abajo!? Dios, qué susto.
— No podía esperar más —dice mostrando su dentadura en una sonrisa cautivadora.
Por los santos, ¿por qué empieza tan pronto a derretirme el corazón y a hacer que las piernas me tiemblen? No voy a ser capaz de llegar a su casa a este paso.
— Pero si acabas de... —intento explicar la velocidad con la que ha subido, pero termino riéndome con él—. ¡Menudo susto me has dado!
— Lo siento —deja de reír y arquea las cejas.
— Vale, perdonado. Vámonos.
— Las señoritas primero —dice dejándome espacio para pasar y bajamos juntos en el ascensor.
— El coche está allí, vamos —andamos unos metros, hasta llegar delante de un Ferrari rojo que impresiona nada más verlo. No era el coche del otro día, definitivamente. Él saca las llaves para abrirlo y suena un sonidito—. Vamos, sube.
— E-este... ¿¡Este es tu coche!? —suelto sin pensar, lo cual ahora me avergüenza.
— Sí —afirma con una sonrisa ladina—. ¿No te gusta?
— Bueno, no soy una fan de estos coches, pero tampoco le haría feos si me lo regalaran. Debe de ser caro.
— La verdad es que lo es, pero me gustan estos coches.
Me abre la puerta del copiloto y me subo, segundos después, Asher se sienta en el lado del conductor y arranca el coche en dirección a su casa. En la radio, suena una canción que a mí me encanta y que comienzo a tararear. Asher se une a mí, pero decide cantar, provocando que lo mire con extrañeza. Él aun así continúa cantando elevando el tono cada vez más, invitándome a unirme a él. No puedo evitar reírme, hasta que, finalmente consigue que cante también. Ambos nos reímos mientras cantamos hasta que termina la canción. Recuerdo que esto mismo pasó una vez cuando apenas solo nos estábamos conociendo y ahora después de todo lo que ha pasado, seguimos riendo como aquella vez. Inevitablemente lo comparo con Finn, puesto que jamás hemos reído de esta forma juntos, ni si quiera al principio. Sé que él es de otra condición y lo entiendo, pero esto me ha llevado a pensar que con quien quiero estar, es con alguien como lo es Asher.
— No sabía que te gustara esta canción —río.
— Aun te quedan cosas por descubrir de mí, Sacher.
— Además, cantas muy bien, Star.
— Qué más quisiera. Ojalá cantar tan bien como lo haces tú, preciosa —confiesa, consiguiendo que me sonroje.
Entramos en uno de los vecindarios más caros de Kansas City dónde las casas son enormes y solo la cocina podría ser mi piso entero. Creo que he pasado dos veces en mi vida por aquí, una vez fui a llevarle un gran pedido de dulces de la pastelería a una clienta que iba a hacer una merienda con sus amigos. Y la segunda es ahora mismo.
— Nada que ver estas casas con la que me enseñaste, eh —bromeo.
— Lo sé, perdona. Esa casa era de un amigo, me la dejó por esa noche. Me resulta vergonzoso haberte enseñado una casa que no era mía.
— Por eso no tenías ni idea de donde estaban las cosas —suelto una carcajada.
— Sí, pero hoy lo sabré, no te preocupes —me enseña sus dientes en una amplia sonrisa.
— ¿Vas a cocinar? ¿O el verdadero Asher sigue sin saber cocinar?
— Siento decir que en eso te dije toda la verdad. Había pensado que mi cocinera nos haga algo.
— ¿Cocinera? No, no, tienes que aprender, Asher.
— Está bien. ¿Y si me enseñas a hacer algo? ¡Podríamos hacer la pasta que me hiciste ese día en tu casa!
— ¿Quieres hacer la pasta? —levanto una ceja—. Pero si eso es muy fácil.
— Por favor... Es lo primero que probé de tu cocina. Será nuestra comida especial.
— Vale, si te hace ilusión, te enseñaré a hacerla.
Entramos en la cochera donde aún tiene dos coches más de la misma gama, solo esta zona ya me impresiona. Subimos unas escaleras y entrando por una puerta llegamos a un pasillo que da a un enorme salón. Todo está muy bien decorado, con muchos tonos blancos y grisáceos y de estilo moderno, no esperaba menos de una casa en un lugar así. Lo que más me gusta es la iluminación, gracias a esos enormes cristales que dejan entrar luz. Los sofás son enormes, al igual que la televisión que hay frente a ellos. Y a pesar de las miles de cosas que me sorprenden, lo que más llama mi atención es una foto que ocupa toda una pared. En ella aparece él junto a una niña pequeña rubia, no se la ve bien puesto que la foto está retocada con colores muy llamativos, al estilo pop art.
— ¿Esa es tu hija? —pregunto nada más verla.
— Sí.
— Es guapísima.
— Gracias, lo es y no es porque sea su padre —me dedica una sonrisa tierna—. Ya podemos empezar, si quieres —dice mientras me tira un delantal, por suerte tengo bien mis reflejos y lo cojo al vuelo.
Camino tras él hasta llegar a la cocina, que claramente es la cocina de mis sueños. Quedo alucinada con absolutamente todo, los electrodomésticos, la encimera, la amplitud... Ojalá algún día pueda tener algo parecido para poder crear mis platos y no es que en mi cocina no se pueda, pero la comodidad aquí es distinta.
— ¿Te gusta la zona de trabajo? —me despierta de mi alucinamiento.
— Demasiado.
— Puedes usarla cuando quieras, seguro que la aprovechas más que yo.
— Sería genial —me adentro aun más en ella palpando absolutamente todo—. Espero que tengas los ingredientes.
— Los tengo —parece como si estuviera muy seguro.
— ¿Estás seguro?
— Sí, los mandé a comprar antes.
— Así que ya tenías pensado que íbamos a hacerlo.
— Era una opción —se encoge de hombros—. ¿Empezamos?
— Hoy empiezas tú, Asher. No pienso ayudarte, seré la chef y dirigiré esta cocina. Saca los ingredientes —le ordeno, a lo que él me responde asintiendo.
— ¡Sí, chef! —se pone serio y rebusca en su cocina
Son ingredientes bastante habituales, pero cabía la posibilidad de que no los tuviera. Sin embargo, él los mandó a comprar, así que no supone un problema. Cuando los agrupa sobre la encimera de la isla de cocina, me doy cuenta de que no solo los tiene todos, sino, que son de primera calidad. Conseguir un buen vino blanco, puede salirte bastante caro, y por no hablar de la calidad de las verduras, tienen pinta de ser cogidas esta misma mañana.
Empiezo a darle instrucciones. Sacar una olla y poner a hervir agua, es la tarea más básica y sencilla en la cocina, pero eso no quiere decir que no pueda salir mal. Hacer una salsa boloñesa no es solo picar los ingredientes y echarlos a la sartén. Una salsa de origen italiano, merece mucho cariño en su elaboración, y por ello debe hacerse de la forma tradicional, y está comprobado que sale mil veces con más sabor. Sigo dándole indicaciones y él las acata bastante bien. Intercambiamos miradas, rozamientos, sonrisas, lo cual no deja de causar una inestabilidad en todo mi ser, pero aguanto como puedo para que se quede con todo el proceso.
Con la salsa ya hecha y bien elaborada, le mando a sacar la pasta del agua y así lo hace. Aprovecho para removerla un poco más, obteniendo ese olor que la carne picada con las verduras puede ofrecer, provocando que, en el interior de mi boca, comience a salivar y mi apetito se active. No la pruebo, prefiero dar mi veredicto junto a la pasta. Una vez creo que está lista, cojo el utensilio que he usado para remover y procedo a echarlo en el fregadero que se encuentra a mi espalda. Pero para mi sorpresa, cuando me giro, tropiezo con Asher y el cucharon se estampa sobre su camiseta dejando una gran mancha roja.
— ¡Ay, Dios! ¡Lo siento! —me tapo la boca con una mano, sintiéndome realmente mal por haberle manchado su camiseta, seguro que costará demasiado y yo se la he estropeado a pesar de llevar delantal, soy un auténtico desastre.
Me hago a un lado y corro a buscar un paño mojado para limpiársela, pero antes de poder dar dos pasos, me agarra de la muñeca y me acorrala contra la isla de cocina. Está cerca, demasiado, tanto, que el aire de su respiración la siento chocar contra mi piel. Nos miramos a los ojos como si fuesen los mismísimos polos opuestos que se atraen.
— Acabas de manchar mi camiseta.
— Lo siento —repito con nerviosismo, no por su camiseta, si no por su cercanía.
— Vas a tener que pagar un precio por ella, y no hablo de dinero —exige seductoramente, y automáticamente sus ojos bajan a mis labios.
— No sé en qué estás pensando, pero es una mala idea. —Intento huir, pero sus brazos están a ambos lados.
— Una mala idea fue mancharme esta camiseta tan cara —hace énfasis en la penúltima palabra, sonando irónico.
— Nada que un buen lavado no solucione.
— Lo sé, pero es que manchar la camiseta de una persona como yo, tiene un precio —bromea.
Comienza a inclinar la cabeza y se acerca a mis labios lentamente. Lo último que quiero es que se salga con la suya solo por un pequeño accidente de los míos, así que miro a mi alrededor buscando algún tipo de distracción, hasta que mis ojos caen sobre la olla hirviendo donde la pasta continúa cociéndose a pesar de que le dije que la sacara.
— ¡Mierda, Asher! ¡No has sacado la pasta! —grito alarmándole y consiguiendo mi objetivo, mi libertad.
Asher acude rápidamente a coger el escurridor y vierte la pasta en él, dejando salir el agua que traga el sumidero del fregadero.
— Te has librado esta vez, Sacher. La próxima no fallaré —me amenaza con su dedo, a lo que yo le respondo sacándole mi lengua.
Coloca dos platos sobre la encimera y reparte los tallarines entre los dos. Posteriormente coge el recipiente con la salsa y echa una cantidad moderada. Para finalizar, coge unas hojas de albahaca y las posiciona en el centro, encima de la salsa.
— Vaya, nada mal el emplatado —señalo con sorpresa.
— No me subestimes, nunca. Comamos.
Caminamos hacia la mesa, la cual estaba puesta antes de que llegáramos. Asher coloca los dos platos y después me deja escoger entre los vinos que tiene en su vinoteca, escojo uno tinto, es el mismo que escogería con una buena lasaña o cualquier cosa que acompañe la salsa boloñesa. Él no empieza a comer puesto que espera a que yo dé mi veredicto, así que cojo un tenedor y enrollo los tallarines con la salsa en ellos, para después llevarlos a mi boca y saborearlos bien.
— La pasta está un poco pasada —digo con intención de molestarle, no está al dente, pero está bien—. Sin embargo, ¡la salsa la has clavado! —le dedico una sonrisa que le relaja.
Se lleva una mano a su pecho cerrando los ojos y soltando el aire por su boca, no sé si es un payaso o si estaba realmente tenso por saber qué tal lo había hecho.
— He tenido una buena chef guiándome. —Sonríe de forma arrogante.
— ¿Has aprendido algo?
— Por supuesto, la próxima vez lo haré sin tu ayuda, ya lo verás.
— Eso espero. —Continúo comiendo cuando se me ocurre seguir haciéndole preguntas sobre él—. Oye, Asher... ¿Cómo es California? Nunca he ido.
— Pues es un sitio con buen tiempo, playas, surf, ya sabes. El resto espero poder enseñártelo yo mismo algún día. —Seguidamente me mira y sonríe.
— ¿Echas de menos estar allí?
— Bueno, voy cuando tengo vacaciones para estar con mis amigos y familia. Pero también me gusta estar aquí, porque estoy avanzando con mi carrera futbolística y tengo nuevas experiencias, algo nuevo. Llegué aquí soltero, con nueva liga, nuevo equipo, gente nueva, y fue como estar en un punto de partida, ¿sabes? Una nueva vida. No quería hacer lo mismo que hacía antes, por eso en parte decidí probar la aplicación y creo que el resto ya lo sabes. —Le devuelvo una sonrisa desviando mi mirada hacia abajo.
— ¿Cuál es tu sueño a cumplir? Perdona si esto parece una entrevista, pero quiero conocerte bien y a veces se me ocurren preguntas tontas, aunque eso ya lo sabes.
— Nunca dejes de preguntarme cosas, las responderé todas con sinceridad —afirma con seriedad, lo que me da confianza—. Respondiendo a tu pregunta, supongo que lo normal para un futbolista, conseguir muchos méritos en lo mío, además de tener una vida estable y ser feliz.
— Eso está muy bien, pero creo que te falta algo.
— ¿Qué?
— Aprender a cocinar —le echo en cara provocándole una carcajada.
— Vale, ok, lo tendré en cuenta. —Levanta ambas manos.
— Es importante —menciono entre risas.
— ¿Por qué?
— Porque, piensa que te quedas encerrado en una cocina, con un montón de ingredientes que solo puedes comer si los cocinas. Si no sabes cocinar, te morirás de hambre.
Nos reímos juntos un rato, se le ve demasiado guapo así, relajado, escuchando mis tonterías.
— Piénsalo. Es realmente importante.
— Sí, sí, pero lo haré si me enseñas tú, como lo has hecho hoy. He disfrutado bastante.
Le respondo con una tímida sonrisa.
Comimos, hablamos un poco más y nos conocemos más a fondo. Me cuenta cómo son sus entrenamientos, sus rituales antes de comenzar un partido, anécdotas, qué significó para él comenzar a tener fama y todo lo malo que conlleva. Su vida es demasiado interesante, le estaría escuchando por horas.
— Ahora vuelvo —se excusa al terminar de comer—. No hace falta que recojas nada, acomódate donde quieras.
— Vale.
Me levanto de la silla y empiezo a investigar su casa. Es enorme. Jamás he estado en una casa así, es normal que curiosee. Tiene muchas fotos con su hija donde puedo verla mejor, en algunas se la ve muy bebé y era realmente tierna. No sé cómo será su madre, pero me da que se parece a Asher, ya que la niña es muy rubia y blanquita de piel, una tremenda monada. Sigo visualizando mi entorno, uno de los ventanales da a la calle y está abierto, así que decido cruzarlo. Descubro que hay una piscina con luces y la noche se ve preciosa, doy unos cuantos pasos mirando a mi alrededor cuando me sorprende un gran perro. Me quedo inmóvil de inmediato, está echado en el suelo cuando me ve aparecer y se trata de un labrador retriever de color crema, siempre quise tener uno de pequeña. Pensé que se tiraría a por mí y entonces haría el ridículo del siglo huyendo del perro. Pero en el momento en el que me acerco con cuidado y me agacho para dejar que huela mi mano, éste no pone reparos y accede a olerla para posteriormente mostrarse muy cariñoso conmigo, dejando que lo acaricie. Me siento en el filo de la piscina cruzando mis piernas y al mirar al agua, puedo ver reflejada la luna en ella. El perro se tumba a mi lado y busca más caricias a las que no puedo negarme.
— Se llama Nubi. —Me sorprende una voz a mi espalda. Me giro para ver a Asher apoyado sobre el ventanal.
— ¿Qué?
— Mi perro —señala con la mirada— se llama Nubi.
— ¡Ah! Es muy simpático.
— Me sorprende.
— ¿Por qué?
— Porque normalmente le ladra a todo el que viene que sea desconocido, a mis amigos, incluso a mis padres, la única que se libra es mi hermana y mi hija. Le tenía especial odio a mi ex.
— ¿Enserio? Pues parece que le he caído bien. —Continúo acariciándolo. Asher se sienta a mi lado en la piscina haciéndonos compañía—. ¿Por qué Nubi?
— Buena pregunta —ríe, lo cual me da más curiosidad—. Es por el dios egipcio con cabeza de perro, Anubis. Ese iba a ser su nombre en un principio, pero cuando mi hija empezó a llamarle, estaba con sus primeras palabras y solo era capaz de decir Nubi, me pareció mejor nombre.
— ¡Oh, que tierna! ¡Me encanta! Un placer conocerte, Nubi. —Le agarro de ambos lados de la cabeza, haciéndole carantoñas.
Hay silencio por parte de ambos y no puedo evitar mirarle de reojo, parece perdido en sus pensamientos mientras observa la luna llena. Puede que quizás esté pensando en todo, tanto como yo lo he estado haciendo desde nuestra cita.
— No me mentiste —interrumpo la armonía silenciosa que habíamos creado. Él se gira hacia mí levantando ambas cejas sin saber bien a qué me refiero—. Sí que te llamas James.
— Sí, o eso pone en mi documento de identidad. Pero, todos me conocen como Asher y no estuvo bien decirte un nombre por el que no me identifican, eso es como mentir, al fin y al cabo. De hecho, muy pocas personas saben que tengo un segundo nombre, ni si quiera aparece en internet.
— Oh, vaya, pues es un honor ser una de las pocas personas que lo sabe, aunque no en las mejores condiciones.
— Lo siento... —Agacha la cabeza para mirar sus inquietas manos.
— Bueno, al menos no hubo tantas mentiras como yo pensé. Podría haber sido peor, no sé, que estuvieras jugando conmigo para después reírte de mí, o que realmente usaras la aplicación cuando estábamos juntos.
— Eso no quita el hecho de que intenté mantener una vida que no era la mía, solo para asegurar mi identidad. Es ridículo.
— Puede que yo hubiese hecho lo mismo —comento llamando su atención—. No sé cómo es ser famoso, pero tiene que ser una tortura pensar que cualquiera puede jugártela y desconfiar de todos los que entran de nuevas en tu vida. Y entiendo que tu mayor temor pudiera ser que cuando supiera quien eras, fuese a la prensa contándole que usabas una aplicación para tener sexo. O que me perdiera en tu fama.
— ¿A dónde quieres llegar?
— Pues, que te perdono.
— ¿De verdad? —cuestiona arrugando sus cejas.
— Sí. Supongo que no soy tan rencorosa y que debes caerme muy bien.
— Joder...
— ¿Qué?
— Es que, no me lo creo. Ya estaba asimilando que de ésta no iba a salir ileso. Porque yo nunca he sido así, ¿sabes? Nunca he tenido que mentir y habértelo hecho a ti, me hace sentir la peor persona del mundo.
— Pues créetelo, Asher. Y tras conocerte después de tantos meses, sé que no eres esa clase de persona y que si lo hiciste fue por una razón de peso de la que te arrepientes.
— Gracias, aunque creo que no merezco lo que me estás diciendo.
— No seas tonto.
— ¿Crees que podríamos volver a como estábamos antes?
— Pues... no sé. Quizás debas preguntar directamente, como cuando éramos adolescentes.
— ¿Funcionaría?
— Prueba.
— Vale. —Cambia su postura dirigiéndola hacia mí y traga saliva—. Sky, lo que siento por ti es muy fuerte y no he tenido nada tan claro en toda mi vida que querer estar contigo. ¿Para qué seguir alargando esto cuando podemos hacerlo oficial y vivir el momento sin perder ni un solo maldito segundo más? Si tus sentimientos son recíprocos, ¿tendrías el placer de ser mi novia?
Valoro cada una de sus palabras, lo dice con el corazón y todo su cuerpo tembloroso lo demuestra. Hay personas que no merecen ser perdonadas, que no merecen tener más oportunidades, pero él se las merece todas y cada una de ellas. Y tiene razón, ¿para qué vamos a perder más el tiempo?
— Son recíprocos. Encantada seré tu novia —afirmo dedicándole una amplia sonrisa y con el corazón bombeando frenéticamente. Sin embargo, por su parte, se ha quedado de piedra y llega un punto en el que debo pasarle una mano frente a sus ojos—. ¿Asher?
— ¿Ya está? Creí que querrías pensarlo y...
— No quiero pensar más —susurro acercándome a él, y le demuestro lo segura que estoy de la mejor forma posible.
Agarro el cuello de su camiseta, ya cambiada, y lo acerco a mí hasta que estampo mis labios sobre los suyos para besarle. La luna llena nos brinda una iluminación de lo más romántica, no se escucha nada salvo el ligero movimiento del agua al entrar en contacto con la leve brisa creando ondas en su superficie. Asher está nervioso y casi siento cómo absorbo cada una de sus preocupaciones cuando muerdo sus suaves labios, deleitándome de su sabor tan armonioso. Reacciona cuando coloca sus manos sobre mi mandíbula, acercándome más a él y haciendo de este beso, un recuerdo más longevo.
— ¿Por qué no te había cocinado antes? —Es todo cuanto dice al separamos mientras nos miramos a los ojos a una corta distancia, lo cual me saca una amplia sonrisa.
Sin dejar de mirarnos, ambos reímos y nos damos cuenta de que esto es el verdadero principio de algo emocionante y bonito, que espero que dure para siempre.
Pero, ¿será cierto? 🤔
¿Qué podría salir mal?
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