Capítulo 2
La habitación está completamente a oscuras y siendo sincera, no invita a querer entrar, pero claro, forma parte de las reglas no encender la luz. No me queda otra que dejar atrás el pasillo y entrar en el interior agarrada del asa de mi bolso, el que pienso usar como arma si se diera el caso. Todo mi ser queda en el interior de la habitación y me decido por dar unos pasos más soltando el manillar de la puerta, ocasionando que ésta se cierre ella solita. ¿Esto es una quedada a ciegas o una película de terror? Porque parece más lo segundo y no me gusta nada. Me quedo plantada sin mover un solo músculo, y si lo pienso, resulta ridícula esta situación: yo sola, de pie y a oscuras en mitad de una habitación de hotel. ¿Debo hacer algo en especial? ¿Una palabra clave o algo? Al menos mi vista se está acostumbrando a la oscuridad y logro ver las siluetas de los muebles gracias a la poca luz que nos ofrece la ciudad, a pesar de estar las cortinas echadas. Al fondo se encuentra una cama grande, o eso parece, y a su alrededor hay algunos muebles más.
Tampoco parece que haya nadie, no escucho nada, ni si quiera un movimiento o algún indicio de que alguien camina por la habitación. No sé bien que hacer. Estoy en una habitación a oscuras y posiblemente sola. ¿Habré sido engañada? ¿Y si es una broma? ¿Y si me quieren secuestrar?
Me atrevo a dar unos pequeños pasos más adelante, ya sea por introducirme aun más o dejar claro que estoy aquí esperando, pero sigue sin ocurrir nada. Qué extraño es todo esto, tanto, que comienza a darme miedo esta situación. Y tampoco es que esté siendo la mejor experiencia de mi vida.
Si no hay nadie, ¿por qué seguir?
A mi consciencia no le está gustando nada la idea de estar encerrada en una habitación de hotel, con un desconocido y a oscuras. Hay cientos de cosas que pueden llegar a hacerme en esta situación y ha sido algo completamente voluntario.
Me estoy arrepintiendo de haber aceptado venir, no he pensado en las cosas que podrían suceder. Dios, soy una inútil.
Comienzo a abrir mi bolso el cual contiene mi móvil con el que pretendo usar la linterna para por lo menos encender la luz. Sin embargo, en ese momento alguien me agarra por detrás lentamente, pasando sus manos por mi cintura. Casi grito y le golpeo con el bolso al sentirlo, no es nada agradable que comience así, sin ni si quiera avisar.
De pronto me veo envuelta entre los brazos del misterioso chico, aun encogida por el susto. De un momento a otro mi espalda comienza a entrar en calor en cuanto su torso desnudo entra en contacto conmigo a través del vestido. El corazón comienza a bombearme con fuerza, nunca he dejado que nadie ajeno llegara a interferir en mi espacio personal y no creo que esté respondiendo de la mejor forma. Y estoy segura de que él debe de haberlo notado por el cambio en su respiración. Sin embargo, aún mantiene sus manos sobre mi cintura y no tarda en comenzar a subirlas lentamente, delineando mis curvas como si así pudiera estar imaginándome. Éstas frenan justo debajo de mi pecho y prosigue por mis brazos desnudos llegando hasta la parte superior de mi espalda. Los vellos se me ponen de punta por el deslizamiento de piel con piel y he de decir que, aunque resulta una situación extraña, algo ha despertado en mí.
Aun con los dedos sobre mi espalda, da con mi cabello el cual desciende por ella y no duda en echarlo hacia un lado. Es entonces cuando continua con las caricias ya sin obstáculos y descansa sus cálidos dedos sobre la parte inferior de mi espalda. Estos comienzan a ascender lentamente encontrándose con la cremallera del vestido y se toma la libertad de echarla hacia abajo sin dificultad alguna. Para mi sorpresa, sus labios se colocan sobre mi piel ahora descubierta y todo mi cuerpo se pone en alerta tras detectar el rastro húmedo sobre mi espalda erizada.
Sus manos vuelven a mis caderas, presionando más su cuerpo con el mío y gracias a la fina tela del vestido, sé cómo la tiene de dura. Vaya que sí.
Esto es una locura. Puedo decirle que ha sido un error, puedo echarme atrás cuando quiera y no contarle esto jamás a nadie. Pero, por alguna razón, una parte de mí menos juiciosa quiere seguir dejando que un chico al que no puedo verle la cara, me toque de esta forma y comprobar hasta dónde puede llegar.
De perdidos al río, dicen.
Presiona sus labiossobre la parte del cuello que ha dejado libre. Por mi parte, echo la cabezahacia un lado para dejarle más espacio y permitiéndome bajar la guardia ycerrar los ojos, disfrutando de sus pequeños mordiscos. Sus manos hacencírculos sobre mi vientre, tentando la zona prohibida y provocando aún máscalor en mi cuerpo.
— ¿Es la primera vez que usas la aplicación? —me susurra en mi oído sin dejar de acariciarme. Su voz es algo ronca, sensual y adictiva.
— Ahá... —musito— Sí... —repito más claro para después morderme el labio inferior a causa de sus caricias, las cuales están cada vez más cerca del punto clave.
Escucho cómo suelta una risa nasal, y casi puedo imaginarme cómo sería su rostro mostrándomela.
— Se nota —responde sobre mi cuello, el cual vuelve a devorar.
— ¿Por qué? —me atrevo a preguntar, tampoco esperaba que eso pudiese notarse.
—Puedo sentir la falta de satisfacción en este cuerpo.
—Nunca la tuve —admito.
—Eso se puede solucionar.
Me da la vuelta con un rápido movimiento solo para tenerlo de frente, aunque no pueda verme. Gracias a mi torpeza con los tacones y a la acción tan brusca, casi estoy por caerme a un lado si no fuera porque a él se le ocurre agarrarme con uno de sus brazos a tiempo, apretándome contra su cuerpo. Puedo oler su aroma, y resulta ser demasiado sexy. Dios bendiga las colonias de hombres sobre la piel de los hombres.
—Quítate la ropa —ordena en un susurro que provoca un tsunami sobre mi ropa interior.
¿Qué me quite la ropa? Joder, ni si quiera Finn fue tan directo. Pero, aun así, no debo sentir vergüenza, estamos a oscuras y tampoco podrá ver cómo me la quito más allá que lo que la luz de ambiente nos ofrece.
¿Querías experiencias nuevas más allá del simple misionero? Pues toma, tú.
Trago saliva en lo que mis temblorosas manos comienzan a bajar los tirantes del vestido. Bajo uno sin pensarlo mucho, pero el segundo me cuesta algo más. Sin embargo, quiero hacerlo, quiero cometer esta locura y ya está decidido. Me bajo el segundo tirante y el vestido, que ya tenía la cremallera abierta y se deja caer al suelo. Hoy decidí no ponerme el sujetador puesto que iba a ser visible, por lo que solo me quedan los tacones y las braguitas, unas de encaje rojas que de poco sirve mencionar puesto que no las va a ver. Tiro de ellas hacia abajo sintiendo algo de frio e incomodidad, sé que él debe de estar viendo mi silueta como yo veo la suya y está esperando pacientemente mientras me observa.
Cuando toda mi ropa queda en el suelo y yo estoy como Dios me trajo al mundo en mitad de una habitación a oscuras, el chico comienza a moverse.
—Antes, necesito conocer cómo es tu cuerpo. —Da un paso hacia mí. Siento su mano acariciar un lateral de mi rostro, de arriba abajo y de forma muy sensual—. Y qué le gusta que le hagan —murmura al lado de mi oído para que pueda escucharlo bien. Solo con esto tengo la boca completamente seca—. Debo conocer tu rostro, tus labios... —Su mano baja levemente hasta pasar su dedo pulgar sobre ellos, demorándose más en el inferior. Entonces sustituye su dedo por sus labios, y joder qué labios.
Todo aflora en mí en este mismo instante. Si ya estaba lo suficientemente preparada para todo, me he dado cuenta de que eso que sentía no era nada en comparación a lo que me provoca tener sus labios sobre los míos. Y algo me dice que esto es solo el principio.
Su beso es lento y pausado. Explorando cada parte de nuestros labios, a lo que debo decir que se complementan de maravilla. Pellizca mi labio inferior y posteriormente el superior, con una elegancia que provoca que mi centro tiemble ante este simple contacto. Pero es que eso no queda ahí, se intensifica a mil cuando abro levemente la boca e introduce su lengua de lleno en ella. Casi pierdo la respiración.
Nunca había besado a otro chico, y tras esto, no sé por qué no lo hice antes.
El misterioso chico continua con su trayectoria pasando su mano por mi cuello, baja por mi clavícula y se detiene justo sobre uno de mis pechos, provocándome algo parecido a una descarga eléctrica en mi entrepierna acompañado de un leve gemido que evito exponer por timidez.
—Estoy ansioso por conocer tus pechos —los agarra con más deseo, y sentir sus manos sobre ellos es una sensación satisfactoria y acalorada. Los masajea, los estruja y los junta entre sí con ambas manos mientras yo cierro cada vez más las piernas ante el deseo que está provocando en mi interior—. Tus pezones... —los acaricia con el dedo pulgar dando lugar a que cada vez estén más duros, y entonces siento como pasa su lengua sobre ellos como si fuese un perro lamiendo un trozo de carne. No puedo evitar soltar un gemido, uno de tantos que he intentado reservarme. Continúa bajando sus manos desde mi vientre hasta pasarse al lado trasero—. No nos olvidemos de tu culo, es bien redondo y puesto en su sitio, me gusta poder agarrarlo. —Así lo hace, lo agarra con ambas manos e incluso pasa un dedo en el interior de la línea central, es aquí donde le otorgo otro gemido—. Pero, estoy ansioso por conocer tu coñito.
Sin si quiera avisar, introduce su mano en mi entrepierna, acariciándome hasta introducir sus dedos en mi interior. Todos los gemidos que he intentado no dejar salir, lo han hecho todos a la vez. Estaba deseando que lo hiciera, que me tocara ahí y no me equivocaba, estoy a punto de correrme solo por esto. Sus dedos lo tienen bastante fácil para salir y entrar gracias a toda la humedad que él mismo ha causado. Pero todo lo bueno se acaba ya que decide sacar su mano, cuando estaba a punto de tener mi primer orgasmo.
—Estas tan mojada...
—Es por tu culpa —me permito decir entre jadeos y gemidos.
—¿Por mi culpa? ¿Es mi culpa que nadie antes haya sido capaz de ponerte cachonda? No, novata, no. Culpa a quien no te ha dado lo que querías —dice eso último en un susurro tremendamente sexy y detesto que tenga razón—. Pero, gracias a eso, voy a poder disfrutar de ti y de tus jugos. —No dice nada más, pero puedo escuchar cómo está lamiendo algo y no me hace falta la luz para saber qué. Vuelve a introducir sus dedos en mi interior, para sacarlos de nuevo. Como si de un pintalabios fuese, pinta los míos con mi esencia, para después besarlos y no dejar rastro alguno—. Sabes demasiado bien, novata, y si fuese por mí, te lo comería todo. Sin embargo, soy un caballero y prefiero ir poco a poco.
Coge mis manos y las coloca a los costados de su cara. Puedo notar algo de barba, como de dos días. Su mandíbula es delgada y definida, eso me da una leve idea de cómo es.
—Ahora te toca a ti —susurra haciendo vibrar mis manos—. Vamos, explórame, eres libre.
Me tomo un momento para asimilar eso. Me está pidiendo que tantee cualquier parte de su cuerpo, que descubra todo de él como ha hecho conmigo. Suerte que no puede verme, porque debo parecer un tomate y si no quiero que siga pensando que soy una novata, debo intentar mantener mis nervios. Trago saliva y comienzo a moverme.
Me tomo la libertad de subir y pasar las manos entre su cabello, lo tiene corto, algo más por los lados que por arriba. Vuelvo a bajar, pasando por sus ojos y sus labios. Estaba en lo cierto son gruesos, no demasiado pero sí para disfrutar besándolos. No lo pienso demasiado y lo atraigo a mí para volver a probarlos, esta vez con más intensidad abriendo la boca lo suficiente para dar paso a mi lengua y viceversa, convirtiéndose en todo un festival. Deja un resquicio de sabor en mi boca, a algo mentolado y de pronto se ha convertido en mi sabor favorito. Me permito dejarme llevar por la situación sin pensar demasiado en mis acciones, porque de repente quiero probarlo todo y comienzo por su cuello, mordisqueándolo con mis labios dejando un rastro húmedo en su piel. Mis manos continúan su aventura investigando sus brazos, los cuales se encuentran musculosos y fuertes. Por no hablar de sus pectorales, donde mi lengua busca lamer sus pezones al igual que hizo conmigo y pronto hacen presencia para mí. Continúo surcando sobre sus abdominales y no me puedo quejar en absoluto porque solo con el tacto puedo imaginarme lo bien detallado que está este chico. Pero al continuar un poco más abajo, me encuentro con algo que no recordaba y que rompe con el ardiente recorrido.
—Bájamelos —demanda como si supiera lo que estaba pensando.
No necesito que me lo diga dos veces cuando ya me estoy me estoy arrodillando delante de él para poder hacerlo de una forma más cómoda. Pero antes de eso, recorro sus piernas con mis manos haciéndole sufrir un poco hasta que al fin puedo sentirlo. Su tronco se encuentra bajo la tela de su calzoncillo y está deseando salir, sobre todo cuando lo acaricio suavemente de arriba abajo. Suelta algunos gruñidos bajos a causa de ello que me provocan demasiado, es una señal de que le está gustando, pero necesita más. Entonces agarro el elástico y poco a poco tiro de ellos hacia abajo, lo suficiente como para que su pene erecto salga disparado liberándose de la presión. Me tomo unos segundos en los que él termina de quitárselos para entonces tomar su miembro entre mis manos. Es grande, duro y rugoso, no me puedo quejar porque no verlo es incluso mejor ya que solo debo hacerme a la idea mediante el tacto. Y eso hago, lo recorro por completo, impregnándolo de su propio fluido.
—Lámelo, vamos —vuelve a ordenar desde ahí arriba. Con él sujeto en mi mano, saco la lengua para lamer la punta con lentitud, como si quisiera disfrutarlo antes de que se acabara—. Eso es, lámelo como si fuese tu helado favorito. —Sus palabras son demandantes, pero me enloquecen por completo y no me importan en absoluto. Posteriormente me decanto por lamer su largura y eso lo hace estremecerse además de soltar algunos gemidos. Lo hago más rápido, de arriba abajo, a la derecha y a la izquierda para terminar por chupar la punta como si fuese una piruleta.
Termino con su entrepierna y vuelvo a ponerme de pie y estar a su altura. Entonces sus manos vuelven a mi cuerpo, agarrándome de la nuca para poder besarme con ganas y ansia. Mordidas de labios, lengua con lengua y mucha pasión. Sin esperarlo, agarra mis nalgas y me levanta del suelo caminando hasta que me deja con cuidado sobre la cama.
Con una de sus manos, se encarga de abrirme las piernas mientras se recuesta a mi lado. Introduce su dedo de nuevo en el interior de mi vagina, y se deslizan por toda mi intimidad, deteniéndose en mi clítoris a quien mima en especial. Su lengua pasa de estar metida en mi boca a lamer uno de mis pechos, en lo que sus dedos entran y salen de mí con avidez. Y si todo esto ya estaba desatando un conjunto de descargas eléctricas en mi cuerpo, los sonidos que lo acompañaban hacen que me vuelva completamente loca. Y es que es lo único que suena en la habitación además de mis gemidos, su boca succionando mi pezón y mis jugos al estar en movimiento gracias a sus dedos. Todo es un conjunto maravilloso para que termine estallando en un orgasmo prácticamente perfecto. Y debo decir que jamás me había sentido así.
Nunca pensé que iba a tener un orgasmo de verdad con un desconocido al que no iba a poder ver ni su rostro ni su cuerpo, pero el simple hecho de experimentar con el tacto, lo ha convertido en toda una experiencia inolvidable, por no decir ardiente. ¿Podría decirse que me he vuelto a desvirgar? Porque es así como me siento.
—Tu novio no te tenía satisfecha —sube a la altura de mi cara, volviendo a besar mi cuello, lo que hace que llegue a mí el olor de su colonia, algo que me gusta.
— Ya veo que no —respondo aun recomponiéndome de la reciente excitación—. Joder...
— ¿Te ha gustado?
— Mucho. Me da vergüenza admitirlo, pero creo que nunca había disfrutado tanto del sexo.
— Pues esto solo ha sido un pequeño aperitivo.
— ¿Hay más? —cuestiono alzando las cejas aunque no pueda verlas.
—Esta noche eres mía.
Me susurra al oído antes de levantarse y alejarse de mi lado. Mierda, solo con eso ya vuelvo a estar activa de nuevo buscando más placer. Escucho sus pasos y algo de trasteo, y si mi sentido del oído no me defrauda, creo que está poniéndose el preservativo. Segundos después lo vuelvo a tener delante, pero no se ha colocado sobre la cama y gracias a poder ver su silueta, sé que está de pie.
—Date la vuelta.
Obedezco sin dudarlo, y comienzo a movilizar mi cuerpo para esta vez tener mis pechos sobre la cama. Una vez lo hago, sus manos se agarran a mi cintura y tiran de todo mi cuerpo hacia él, dejando solo la mitad sobre la cama mientras que mis rodillas rozan el suelo. Vuelve a abrirme las piernas para tenerme a su completa disposición y gimo al sentir la punta de su miembro paseándose desde la cavidad de mi culo hasta mi clítoris unas cuantas veces.
—Relájate, ponte cómoda, quiero que disfrutes como nunca.
Respiro con los ojos cerrados, dejando totalmente mi cuerpo a un lado y apoyando una de mis mejillas sobre la cama para estar más cómoda. No me había dado cuenta de que estaba rozando mi entrada hasta que decide penetrarme de una vez hasta llegar al fondo. No soy enteramente consciente de las respuestas que da mi cuerpo, pero estoy segura de que mis ojos se pusieron blancos en lo que soltaba el gemido más fuerte hasta el momento. Todo en mí es empujado hacia arriba con cada estocada, convirtiéndose en algo repetitivo lleno de placer. No he dejado de gemir a la par que él hasta que, gracias a la rapidez de sus movimientos y la fricción de mi clítoris contra la tela de la cama, ambos llegamos al orgasmo de una forma u otra.
La habitación ha pasado del jolgorio, al silencio adornado con nuestras fuertes respiraciones. Esto ha sido algo inédito en mi vida y me estoy alegrando mucho de haber dado el paso, aunque no fuese de la mejor manera.
El misterioso sale de mi lentamente segundos después, y cuando pensé que aquí terminaba todo, me gira de nuevo volviendo a quedar mi espalda sobre la cama y él entre mis piernas. Se inclina sobre mí para meter la cabeza en mis pechos y comérselos de todas las formas posibles. Y solo con eso ya me tiene de nuevo preparada para más por muy extasiada que me encuentre. Asciende su para besarme en los labios de nuevo y susurrarme al oído:
—Vamos, una tercera vez.
Y con eso, vuelve a introducirse en mí, follándome con más fuerza y otorgándome su calor a mi cuerpo, lo suficiente para que minutos después llegáramos de nuevo al éxtasis. El chico termina cayéndose sobre mí totalmente rendido, al igual que yo, intentando recuperar el aliento perdido tras tantos quejidos. Finalmente se echa a mi lado tumbado en la cama, ambos sudados, cansados, pero sobre todo satisfechos.
Pasan los minutos y ninguno dice nada más, supongo que esto ha terminado del todo. ¿Qué se supone que debemos hacer ahora? O más bien, ¿qué debería hacer ahora?
—Gra-gracias. —Es todo lo que se me ocurre para romper el silencio y he decir que no estoy muy orgullosa una vez sale de mi boca.
—Igualmente, es un placer. Puedes dormir aquí si quieres, la habitación es toda tuya hasta mañana a las doce del mediodía —le escucho decir mientras se levanta.
Solo puedo ver su cuerpo sombrío, pero sé que se está vistiendo y cuando lo hace, se va hacia la puerta y sale de la habitación.
Cuando me quedo completamente sola, me doy media vuelta entre las sábanas con una sonrisa en mi cara.
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