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Capítulo 14

Mariposas en el estómago, nervios constantes, ganas de volver a verle aumentando... voy a perder la cabeza de esta manera. Siempre me pregunto, ¿cómo acabará esto? ¿Final feliz o triste?

Porque siento que estoy en una lucha constante con mis sentimientos. Quiero hacerme a la idea de que esto igual puede que no termine en nada, que quizás termine cansándome de solo vernos para acostarnos y ya, porque sí, hay gente a la que le va más eso y puedo soportarlo. Pero solo por un tiempo, no toda la vida. Es como si volviéramos al mismo circulo que antes, cuando solo lo hacíamos a oscuras. Necesito saber si esto no es algo temporal y si puedo dejar que mis sentimientos se desarrollen o si tengo que reprimirlos.

Estoy hecha un completo lio y me gustaría poder hablarlo sin que parezca desesperada o algo por el estilo. Tampoco quiero atosigarlo o meterle presión, solo conocer si estamos en la misma onda.

A Donna hoy tampoco he podido engañarla, sabe cuando estoy preocupada por algo y a veces da hasta miedo. ¿Cómo puede conocerme tanto? ¿O es que soy muy transparente? En fin, le he contado un poco la situación sin mencionar nada de nuestro pasado en la aplicación, cosa que, aunque ella sabe que la usé, prefiero no decir a la ligera que nos conocemos por ese tipo de quedadas. Su opinión ante mi calvario es que debería hablarlo con él como personas maduras, y sí, en eso estaba pensando. Mi problema es: ¿Cuándo debo hacerlo?

— ¡Hola cariño! —saluda mi madre con mucha ilusión en sus palabras, acaba de entrar en la pastelería despertándome del trance, hoy no hay demasiada clientela.

— ¿Mamá? ¿Cómo tú por la ciudad?

— Tenía cosas que hacer, así que le dije a tu padre que me acercara antes de que se fuera a trabajar.

— ¡Hola, Celia! Hacía tiempo que no te veía por aquí —habla Donna con alegría al salir de la cocina con la bandeja que dejé dentro del horno hace unos minutos.

— ¡Donna! ¿Cómo estás? ¿Te da mi hija muchos quebraderos de cabeza?

— Alguno que otro, pero la quiero igual —brama mientras coloca los dulces y pasa a atender a un cliente.

— Pues qué sorpresa más agradable. —Vuelvo la atención a mi madre—. ¿Todo bien? 

— Bien, bien. Venía a decirte que mañana hay partido, estarán todos para cenar en casa, ¿vendrás?

— Claro, siempre y cuando, quien tú ya sabes, no asista.

— No irá, no te preocupes. Se lo he dejado claro a Axel.

— Bien, entonces iré.

— Vale, mañana nos vemos, cielo.

— De acuerdo, mamá, ¡ten cuidado al volver!

Al día siguiente, conduzco a hasta mi casa esperando que todo salga bien y que no sea una comida como la última. Ojalá no tener que mentirles más, pero mucho me temo que no habrán olvidado el tema de que tengo novio, como es obvio.

He llegado algo más tarde a propósito y por eso todos están ya aquí. Abro la puerta con mis llaves y me adentro en el interior. Lo primero que escucho al entrar es básicamente el sonido de la misa particular de mi casa: El fútbol. Así es, aquí es como una religión. Todos viendo fútbol disfrutando en familia y comentando los partidos. Todos menos yo. Y son prácticamente las razones principales de nuestras reuniones. Los Kansas City Chiefs son como el Dios al que todos adoran y les da igual si les derrotan, nunca pierden la fe.

Yo personalmente, me considero atea de esta religión y no conozco absolutamente nada sobre ella.

Cuando entro en el salón, mi padre, mis hermanos, mi cuñada y mi sobrino, están distribuidos alrededor de la televisión sin pestañear una sola vez. Hasta el pequeño está interesado, aunque no entienda nada.

— ¡Hola a todos! —saludo. Sin si quiera mirarme, todos me saludan a la vez. Sin embargo, Axel se levanta para revolverme el cabello con una mano mientras que en la otra sostiene un botellín de cerveza.

— ¡Eh! —sujeto su mano para intentar frenarle.

— Hola, enana —me dedica una sonrisa torcida. Por muy pesado que sea, es el único que me presta atención por encima del fútbol.

Una vez doy a todos por saludados, aunque ni si quiera me hayan prestado una pequeña mirada, voy a la cocina para saludar a mi madre.

— Hola, mamá —la saludo con beso y observo lo que está preparando.

— ¡Sky, cariño!

— ¿Te ayudo?

— No hace falta, casi he acabado.

— Bueno, traje un bizcocho que se ha quedado sin vender hoy y para mañana no estará igual de bueno.

— ¡Bien! Déjalo sobre la encimera. Y no te preocupes, lo dejé todo preparado para no perderme gran parte del partido.

— Está bien, iré con los demás, avísame si necesitas algo.

— Descuida.

Vuelvo al salón para acompañar al resto de la familia, que continúan reunidos alrededor de la televisión bastante atentos.

— ¿Qué estáis viendo? —cuestiono para molestarles, es obvio que sé qué están viendo.

— Fútbol y deberías sentarte a verlo con tu padre.

— Bueno, vale —me siento en uno de los huecos que quedan en el sofá al lado de mi padre quien pasa uno de sus brazos sobre mi hombro para acercarme a él —. ¿Y quién juega? 

— Los Chiefs de Kansas contra los Broncos de Denver —contesta mi hermano—, pero a ti no te gusta el fútbol, ¿no?

— No, pero puedo preguntar, ¿no?

— Estás en tu derecho —ríe alzando el botellín en mi dirección.

— Fui a un partido de los Chiefs hace meses y lo pasé bien, aunque no entendiera nada.

— Pues vaya, tendremos que ir tú y yo la próxima vez. Yo te lo explicaré todo —sugiere Emma, mi hermana pequeña.

— A ti a parte del fútbol, fijo que te gusta algún jugador —intento picarla, aunque para mi sorpresa me da parte de razón asintiendo con la cabeza.

— Bueno, no soy de piedra —ambas reímos, estoy con ella en eso—. Me parecen guapos Tyreec, Harrison Brown y... —se pone pensativa—. ¡Oh! Y cómo olvidar a Asher Jackson, Dios, es guapísimo.

— Vale, no sé quién es ninguno —concluyo.

— Te aviso cuando los enfoque la cámara, aunque con el casco va a ser complicado que los veas bien.

— Está bien...

— ¡Mira ese es Tyreec! —Emma casi atraviesa la tele con su dedo intentando decirme quien era uno de los que antes había mencionado que le parecía guapo.

— No está mal, lo que puedo ver, claro.

— Qué pesadas... —se queja Axel.

— ¡Algo tendrá el fútbol que me interese! —respondo.

— ¡Oh! ¡Jackson, a por el touchdown, vamos! —grita Axel dándome un susto.

— ¡Sky! ¡Ven un momento! —grita mi madre desde la cocina.

— ¡Voy!

Me levanto del sofá dejándolos con su querido fútbol y me dirijo a la cocina.

— ¡TOUCHDOWN DE JACKSON! —gritan todos desde lejos.

Ayudo a mi madre en lo que me pide y después voy llevando cosas a la mesa. Todos han empezado a reunirse alrededor de la mesa y la tele ya está apagada.

— ¿Y el partido?

— Acabó, ganaron los Chiefs —me informa mi padre quien ya se sienta en la mesa.

— Ah, qué pena y yo que quería verlo —ironizo.

Comemos mientras hablamos un poco de nuestro día a día y escuchamos a Regina contar las aventuras de Marcus en su vida. Estar con mi familia me da la vida, contarnos lo que hemos hecho durante la semana y reírnos de nuestras cosas, comer juntos... Sé que poca gente disfruta de su familia, por ello doy gracias por poder contar con ellos para todo. Aunque nos falta nuestro referente, nuestro hermano mayor, Noah, para estar todos juntos.

— Entonces... Sky, lo de tu "novio", como quieras llamarlo, ¿sigue en pie? —sabía que pasaría esto, mi hermana es la más cotilla del mundo. Me quedo pensativa durante unos segundos porque no quiero mentirles, pero tampoco quiero que me vean desesperada por tener un novio que hasta me lo tengo que inventar. Y si digo que es mentira, Axel se lo dirá a Finn que seguramente es lo que quiere escuchar. No pienso dejar que él se salga con la suya.

— Eh... sí, quedamos mucho y eso, pero todavía estamos conociéndonos.

— ¡Preséntanoslo! —grita la adolescente.

— Emma, todo a su tiempo. Aun no son pareja oficialmente —riñe mi madre.

— ¿Y cómo se llama? —vuelve a cuestionar.

— ¿Y para qué quieres saberlo? Cotilla —A veces quiero tapar la boca a mi hermana pequeña por ser tan entrometida.

— Venga, dejadla —interviene mi padre en mi defensa.

— Gracias, papá.

Terminamos de comer y no dejamos de reír recordando viejos momentos, sobre todo de Axel pues es el que más accidentes tenía de pequeño y al ser la más cercana a su edad, recuerdo todos y cada uno de ellos. Poco después, nos despedimos y vuelvo a casa para ir directa a la cama, los días se me hacen demasiado pesados últimamente. 

Suena el despertador, son las once de la mañana, queda inaugurado mi día libre, he decidido dormir más. Pienso declarar el día de hacer el vago, prepararé tortitas con un café, leeré uno de mis libros de amor que tanto me gustan y después unas cuantas películas, puede que también duerma siesta, sí.

Dicho y hecho, preparo las tortitas con mi café, necesitaba un rato para mí. Me pongo mis gafas de vista, que uso para estar en casa, pongo mi cabello en un recogido cómodo y no pienso quitarme el pijama. Ordeno un poco la casa y justo después me tumbo a leer. Es tan relajante esto.

Sin embargo, un sonido estridente osa romper mi tan preciado momento y éste proviene de la puerta de entrada. Ha sonado el timbre.

— ¡¿Qué?! —digo para mí misma.

¿Pero quién será ahora, en un día como hoy? Justo ahora que me estaba quedando dormida, maldita sea.

Me levanto para abrir, pero antes miro por la mirilla visionando la figura de alguien, pero está oscuro como para adivinar quién es. Me decido por abrir con cuidado. Sin embargo, una vez lo hago, la persona se me lanza y me da un beso en los labios con mucho entusiasmo.

— ¿¡James!? ¿Pero qué haces aquí? —cuestiono con sorpresa una vez me separo. Entonces recuerdo que hoy no me he esmerado absolutamente nada en mi aspecto el cual es horrible y digno de estar en casa. Me apresuro en buscar rápidamente un cojín del sofá con el que taparme la cara—. ¡NO ME MIRES!

— ¿Qué? ¿Por qué dices eso? —seguro que me está deslumbrando con su perfecta sonrisa.

— Porque estoy horrible —me aferro aún más al cojín. Son estas las situaciones donde una desea que la tierra se haga un hoyo bien grande para poder meterme ahí abajo y dejar que ésta me trague.

— ¿Y por qué vas a estar horrible? Si tú eres preciosa.

— Así, no.

— ¿He visto unas gafas? —dice acompañado una risita.

— ¡AH! ¡No!

— Venga, déjame ver.

— ¡Que no!

— Confía en mí, veras que me vas a gustar más.

— ¿Pero cómo que vienes a estas horas? ¡Podrías haber avisado!

— Era una sorpresa, quería verte en mi día libre —me quedo sorprendida, me parece un gran gesto por su parte que dedique su día libre a verme a mí, pero podría haber avisado. Me quita el cojín aprovechando que estaba desprevenida y me tapo la cara con mis manos—. Venga, Sacher, no seas tonta, ¿qué puede ocurrir?

— ¡Que no te guste! ¿Y acabas de llamarme por mi apodo en esa estúpida aplicación?

— Creo que es un apodo que te define bastante. Vamos, no digas eso, estoy seguro que no vas a dejar de gustarme porque lleves gafas y un pijama. Mira, no necesito que tengas un pelo bien peinado, ni que estés maquillada para estar mejor y sé que te pones ropa ajustada solo para que yo me fije en ti. También sé que no eres así y no necesito todo eso, seguro que me gustas tal y como eres.

— ¿Estás seguro?

— Completamente.

Se acerca a mí, coge mis manos que aún están tapando mi cara, las separa lentamente mientras yo mantengo mis ojos cerrados.

— Abre los ojos —me susurra, le hago caso y los abro, veo su sonrisa brillante—. Eres perfecta, tus ojos son preciosos y me encantas.

No puedo evitar sonrojarme, siempre lo consigue. Veo como poco a poco inclina su cabeza y cierro los ojos para sumergirme en sus labios. Comienza a caminar aun con sus labios junto a los míos hasta que mis pies se topan con el sofá dando lugar a que me desplome hacia atrás con él acabando sobre mí apoyando sus brazos a mis costados. Me deshace de mis gafas apartándolas sobre la mesa de café al lado del sofá, y besa mi cuello con besos cortos mientras mete sus manos por debajo de mi pijama. Susurra en mi oído lo guapa que soy y mi corazón bombea cada vez más rápido sintiendo que va a salir en cualquier momento.

La verdad es que, dentro de mis planes para hoy, no estaba tener sexo con el tío buenorro con el que me veo, pero logro adaptarme enseguida a este repentino cambio. Una vez más, acabamos extasiados, desnudos y sudados en uno de nuestros encuentros, con la diferencia de que esta vez es sobre mi sofá. Él se deja caer a un lado pegado a mí cuando la tele se enciende con una voz más elevada de lo normal provocando que ambos nos asustemos y a consecuencia de ello pegue un ridículo grito.

— Le habrás dado con el mando —río ante la cómica situación.

— Ehm... creo que lo tengo en la espalda —lo busca con la mano—. Sí, aquí está.

Lo cojo para quitarle volumen y me tumbo sobre él descansando un poco. Me poso sobre su pecho acariciándolo con la yema de los dedos y notando cómo besa mi frente. Cierro los ojos ante el cariño que me otorga y disfruto de este momento tan cálido entre nosotros. Y seguiría siendo relajante si no fuera por el extravagante sonido de mi tripa que rompe toda la magia.

— ¿Tienes hambre? —interroga con una sonrisa.

— Pues sí... ha roto este precioso momento —me sonrojo—. ¿Tú quieres comer?

— Vale.

Nos levantamos del sofá aun desnudos, sintiendo un poco de vergüenza a pesar de la de veces que nos hemos visto ya. Así es que me tapo con mi camisa de pijama y me pongo mis bragas.

— Me vestiré y saldremos a algún sitio, no tardo —anuncio comenzando a caminar hacia mi habitación, pero entonces noto que él me coge del brazo impidiendo que continúe andando.

— ¿No podemos quedarnos aquí? ¿Comer aquí?

— Ah, pues... sí, está bien, además hace un día un poco feo. ¿Qué te gustaría comer? No tengo mucho, pero algo podré hacer.

— Lo que tú quieras, intentaré ayudar, aunque no sé cocinar nada.

— ¿No? Entonces... ¿Qué comes en tu casa?

— Me hacen la comida.

— ¿Quién?

— Una muj... ¡Mi Madre! Ella me manda comida.

— ¿Enserio? —Río—. ¿Y piensas aprender algún día?

— Si me enseñas, aprendo.

— Hmmm... podría ser interesante.

— Pero hagamos lo que sabes realmente hacer.

— ¿El qué?

— Una tarta Sacher.

— ¿Quieres que hagamos una tarta Sacher ahora? —suelto una risa, pero veo que no está de broma—. Está bien. Haremos la mejor tarta Sacher que jamás hayas probado. Pero tienes que ayudarme.

— ¿Y si no que me harás? —sonríe enseñando toda su dentadura lo que produce que me sonroja de nuevo—. Será mejor que empecemos ya.

— Pero vístete primero, porque si no, me desconcentras y todo saldrá mal —me dedica una mirada llena de lujuria, lo cual desestabiliza todo mi interior.

Empezamos por cocinar el almuerzo, solo me quedaba un paquete de macarrones, algunas verduras entre las que estaban el tomate y algo de carne picada, con todo eso solo pueden salir pasta a la boloñesa y así la hicimos. A la misma vez, guío a James para que comeience a hacer la tarta. No voy a mentir, me sentía toda una chef como los que salen en los programas de televisión.

— Vale, coge el chocolate y fúndelo en ese recipiente al fuego —él me mira confuso y suelto una carcajada—. Solo tienes que coger el chocolate negro, ponerlo dentro y darle al fuego.

— Vale, ya lo he pillado.

— Tienes que cocinar más, no puede ser que no sepas cómo fundir el chocolate

Él hace lo que le pido y lo hace lo mejor que puede. Al comenzar con la harina, no sé cómo, termino con toda la cara llena, resulta que James me había echado a propósito, con la excusa de que es como aparece en las películas, así que le contesté de la misma forma y no paramos de reír. Cuando la tarta está lista para hornear, empezamos a comer la pasta.

— Tampoco lo he hecho tan mal, ¿no?

— Bueno, aun puedes mejorar —le miro a los ojos hasta que él se da cuenta y yo rápidamente desvío la mirada sonrojándome—. Gracias por haber venido.

— Un placer —sonríe.

— ¿Y cuándo podré ir a tu casa? Tengo curiosidad por saber dónde no cocinas.

— Bu-bueno... no sé, supongo que cuando quieras.

— ¿Supones?

— Es decir, tendría que ordenar primero y adecentarla porque soy un desastre...

— Seguro que no es para tanto —animo, pero no se muestra muy seguro—. Venga, ¡probemos la tarta!

Saco la tarta y la termino con la mermelada justo en el centro. Corto un pedazo quedando perfectamente hecha y la sirvo en dos platos. Comemos un poco y resulta que está buenísima, finalmente no lo ha hecho tan mal. Después de comer nos fuimos al sofá y nos sentamos acurrucados.

—Ten, pon lo que quieras —le ofrezco el mando de la tele.

Él la enciende apareciendo las noticias del día, justo empieza la sección de deportes y me acuerdo del partido de anoche de los Chiefs, no pude ver cómo era el que le gusta a mi hermana y fue el que hizo el touchdown. 

"Anoche los Chiefs de Kansas tuvieron una victoria en el Arrowhead Stadium, gracias al touchdown del quarterback, Asher Jackson, en el último minuto"

Queriendo ver el rostro del jugador que tanto idolatra mi hermana, a punto estuve de verle hasta que de repente, la imagen se ve interrumpida por otro canal.

— ¡No, espera! No cambies —intento coger de nuevo el mando, sin embargo, él no me lo deja tan fácil—. Déjamelo un momento.

— No —responde alejándome del control de televisión.

— ¿Por qué? —arrugo las cejas intentando alcanzarlo.

— Porque... por... tu dijiste que no te gustaba el deporte así que mejor busco otra cosa —responde algo nervioso.

— ¡Pero da igual! Ponlo otra vez, solo serán unos segundos.

— No —dice con una sonrisa de medio lado.

— Cambia.

— Tú me diste el mando, ¿no?

— ¡Dame!

Él empieza a ponerlo en alto para que no lo cogiera con una sonrisa, pero empiezo a escalarle hasta que consigo cogerlo por fin y poder cambiar de canal al que estaba antes.

"Los Patriots consiguieron también la victoria ante los Bills..."

— Vaya, no he llegado a tiempo —digo desanimada.

— ¿Por qué de repente te interesa el fútbol?

— No es eso, solo quería ver una cosa.

— ¿Qué cosa?

— Uno de los jugadores que le gusta a mi hermana pequeña, solo por curiosidad. Creo que era Jackson, lo puedo buscar en internet...

— ¡¿Quieres ver una película?! ¿Cuáles te gustan?

— Pues me apaño con cualquiera —me vuelvo a acurrucar a su lado y James pasa su brazo a mí alrededor.

Él apretó el botón de Netflix en el mando, y entre tantas películas, pusimos una de comedia, aunque ya la he visto, pero no me importa si puedo quedarme así.

Me quedo dormida sin darme cuenta, pero James me despierta con pequeños besos y cuando abro los ojos veo la oscuridad de la noche por lo que me sobresalto.

— ¡¿Cuánto he dormido?!

— Solo unas horas, yo también he dormido algo.

— Para un día que vienes y me duermo toda la tarde.

— No importa. Me gusta verte dormir —yo no puedo evitar sonrojarme, pero mucho—. Te has puesto colorada —se mofa.

— ¡Normal! Tú eres el único culpable de eso —digo con cara de enfado. Él me sonríe y poco a poco se acerca para darme un beso—. Quédate a dormir, por favor, solo hoy.

— No puedo...

— ¡Por favor! Nunca he dormido contigo... déjame solo una noche, haz que mi deseo se haga realidad... —le pongo ojitos para que acceda.

— Bueno... no me puedo resistir a ti y a tus deseos, pero es posible que no duermas hoy —me sonríe pícaramente—. Te aviso que me tengo que levantar muy temprano para poder ir a trabajar.

— No te preocupes, yo también tengo que hacerlo, ¿entonces te quedarás?

— Sí.

— ¡Bien! —grito para después abrazarlo fuerte. 

Su móvil comienza a sonar, estaba encima de la mesa de café, en la pantalla aparece un nombre y es de una chica: Zoë.

No puedo evitar pensarlo. ¿¡Quién es esa!?





🅰️🅰️🅰️

¿Quién será?

👀

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