Capítulo 13
— ¡¿Que qué con el chico de los hinchables?! —exclamo alertando a todas las personas que intentaban tomarse algo tranquilamente.
Hacía tiempo que Kenzie y yo no teníamos una quedada para ponernos al día, entre unas cosas y otras lo único que podíamos hacer era trabajar. Por suerte, encontramos un hueco libre en nuestras tan apretadas agendas.
— Tienes una suerte Kenz, todos los chicos que conoces hacen cosas super bonitas para conquistarte.
— ¿A que sí? Pero este chico ha ido a otro nivel, no esperaba que hubiese preparado una cena en ese castillo hinchable. Hizo que me sintiera realmente una reina. Pero no te preocupes, seguro que pronto darás con alguien que haga estas cosas.
— Bueno... —saco una sonrisa especial acordándome de James, puede que no seamos nada, pero oye, en algo estamos.
— ¡Venga, cuéntamelo! —exclama pegándome un puñetazo en mi brazo, así es ella de bruta—. ¿Lo has conocido en clases? Ya sabía yo que ahí alguien debía de estar echándote miraditas y tú siempre que no.
— Para el carro, amiga, que yo sepa no le gusto a nadie de mi clase —toco mi brazo dolorido.
— Vaya... ¡En la pastelería! —Me señala con su dedo índice mientras saca una sonrisa pícara.
— Técnicamente... sí, en la pastelería.
— ¡Ay, Dios! Pero, ¿a qué te refieres con "técnicamente"?
— Pues a que, en realidad, ya te he hablado de él.
Abre la boca en formando una "o" y al instante, cae en la cuenta de quién le estoy hablando.
— ¿El chico de la aplicación? ¿Acaso has vuelto?
— No, no he vuelto.
— ¿Entonces?
Aparece una sonrisa nerviosa en mi rostro, mordiendo mi labio inferior y Kenzie vuelve a abrir la boca pues sabe perfectamente que algo ha sucedido.
— ¡Cuéntamelo! —grita en mi oído dejándome sorda.
— Vale, está bien. Siento no habértelo contado antes, pero quería hacerlo en persona —me recoloco en la silla—. A ver, un día, ese chico, se presentó en la pastelería —Kenzie se lleva una mano a la boca—. Y no fue casualidad, él vino a verme a mí.
— No puede ser... ¿Y cómo sabes que es él?
— Créeme, sé perfectamente cómo es su voz y su olor, si algo bueno tiene el hacerlo a oscuras, es que haces más uso de los otros sentidos. Además, cómo lo hace...
— ¡¿Qué lo hicisteis allí, en la pastelería?! —asiento con una tímida sonrisa—. Estoy alucinando... Resulta que al chico le gustas después de todo.
— Eso parece.
— Y como es obvio, después de los últimos meses, tú sientes algo por él.
— Me gustaría decir que solo es atracción, pero creo que lo que estoy empezando a sentir es más fuerte de lo que creía.
— Oh, oh... Esto es malo.
— Por ahora puedo sobrevivir. No sé lo que siente por mí, así que no nos alarmemos.
— No me preguntes por qué, pero no estoy tan segura de ello. Bueno, ¿y cómo es él? ¿Cómo se llama?
— Pues... se llama James, y es entrenador de fútbol, entrena a niños. Es rubio, alto, ojos azules que enamoran y su cuerpo es de escándalo, a veces pienso que es demasiado para mí.
— Dios, sí que es fuerte lo tuyo. ¿Tienes alguna foto? Con esa descripción, ahora quiero verle.
— Ahora que lo dices, sí. La tiene en su foto de perfil —Saco mi teléfono del bolso y busco su chat en los mensajes, pero al llegar me llevo una gran desilusión—. Mierda, se la ha cambiado. Ahora solo sale la foto de un perro.
— Espero que no sea ese al que te tiras —comenta entre risas a lo que me sumo—. No pasa nada, ya me lo presentarás. Si todo va bien con nuestros nuevos chicos, podremos hacer una quedada en pareja. ¿Quieres otro refresco? Invito yo.
— ¡Sí a todo!
Finalmente fueron más de un solo refresco, hasta que Kenzie recibió una llamada de trabajo y tuvimos que separarnos.
Hoy es mi día libre en la pastelería por lo que la tarde la dedico a las tareas domésticas a las que apenas puedo dedicarme y la casa ya estaba hecha un desastre. Una vez acabo con ellas, se me ocurre que quizás debería avisar a James de hacer algo, lo estoy echando en falta desde la última vez y eso que solo han pasado unos días.
Yo: ¡Hola! Me preguntaba si podías quedar esta noche para tomar algo.
Con el mensaje enviado, pongo una serie en la televisión y me quedo tumbada viéndola. Tras unos minutos recibo una contestación.
James: Ya estaba deseando que me lo dijeras. Propongo yo el lugar si no te importa.
Yo: De acuerdo, espero que sepas elegir.
James: No te preocupes. ¿A las ocho, en el portal de tu casa?
Yo: Perfecto. Allí te espero.
Doy saltos de alegría mentales. Tenía muchas ganas de volver a verle.
Acudo a la ducha rápidamente pero no sin antes escoger un conjunto mono, se trata de una falda larga con un color rosa precioso, para la parte de arriba un top de tirantes blanco ceñido que deja libre la parte de la barriga y un escote que se adapta a mí a la perfección, a pesar de que no tengo demasiados pechos. Este conjunto lo eligió Kenzie cuando estuvimos de vacaciones, para mí era algo vergonzoso y fuera de mi estilo. Pero, estoy probando nuevos estilos y he descubierto que no están tan mal.
Una vez lista, decido ir bajando para esperarle. Cojo el móvil mientras, para revisar los mensajes que tengo cuando un coche frena delante, la ventanilla comienza a bajar y allí está él. Me acerco sonriente y me subo a su coche.
— ¡Hola! —exclamo algo ajetreada.
— Hola. Estás preciosa —dice mirándome de arriba abajo. Mis colores comienzan a hacer acto de presencia a pesar de que intento mantenerme estable, pero es imposible si un guaperas me dice algo así.
Tampoco puedo dejar de mirarle mientras conduce, es cierto que estoy comenzando a sentir cosas algo fuertes por él, no hay otra forma de explicar lo que me pasa. Pero es que sus ojos me pierden en un mundo que desconozco, estaría suspirando todo el día.
— ¿Sky? —desvía la mirada un segundo hacia mí para después devolverla a la carretera.
— ¿Qué? —Despierto de la fantasía en la que me había metido pensando en mis cosas y eso al parecer le causar gracia.
— Te decía que si tienes hambre.
— ¡Oh! Perdona. Y sí, tengo hambre. ¿Dónde vamos?
— A un restaurante.
Llegamos al lugar, es un sitio sofisticado al que nunca había venido. Está algo a las afueras, pero parece como si lo hubieran inaugurado hace dos días. Apenas hay personas y las mesas están distribuidas de tal forma que hay bastante intimidad de lo que normalmente un restaurante te aporta. Y el menú promete bastante. Me gusta su elección.
Nada más llegar, James habla con el camarero y nos dirigen a la mesa. La luz es algo tenue, nos iluminan sobre todo las velas que decoran el centro de la mesa y la decoración está inspirada en las islas tropicales.
— Es bonito el lugar.
— Sí, me lo recomendó un amigo y quise venir a probar.
— Es genial. Solo falta que la comida sea igual de satisfactoria. A ver que tenemos... —Cojo la carta y observo los platos que ofrecen.
— Como buena cocinera que eres, puedo dejarlo a tu criterio.
— Vale, déjalo en mis manos —Escojo entre los platos los que me llaman más la atención y decidimos compartirlos. Cuando el camarero acude a nuestra mesa, pedimos lo que queremos y éste se marcha con una sonrisa en la cara—. Una pregunta que siempre me ronda por la cabeza... ¿Tú no eres de aquí verdad? Tu acento es levemente diferente a los de esta zona.
— Eres muy observadora —sonríe enseñando su blanca y perfecta dentadura—. Adivina.
— Pues a ver, diría que es un acento más bien del este. ¿Nueva York?
— No, pero estas cerca.
— Entonces diré que Boston.
— Premio. Aunque mi familia realmente es de California.
— ¿Te mudaste?
— Sí, por el trabajo de mi padre, nos mudamos toda la familia cuando yo apenas tenía tres años.
— Así que prácticamente eres todo un bostoniano.
— Sí, salvo por los veranos que visitaba a mis abuelos. Ojalá hubiera vivido allí más tiempo.
— ¿Y cómo has acabado aquí?
— Trabajo —levanta los hombros—. ¿Y tú?
— Nací y crecí en Kansas City —digo con orgullo.
— Una kanseña muy atractiva —sonrío ante su cumplido y conectamos miradas que dicen mucho más que las palabras.
— Aquí tienen los entrantes. —El camarero nos interrumpe la conexión antes de que a alguno se nos ocurriese lanzarse a besar al otro—. ¡Que aproveche!
— Gracias —digo no muy contenta, aunque cuando miro la comida se me pasa al instante, está muy bien presentado.
— ¿A ti no te gusta mucho el deporte no? —cuestiona antes de meterse comida en la boca.
— Bueno, suelo correr a veces, y he jugado al tenis en ocasiones, pero con mi trabajo y las clases, no tengo tiempo. En general no entiendo nada de ningún deporte y menos en el fútbol, todos mis amigos y familiares, ven y hablan de los partidos, pero yo suelo desconectar en ese momento. A veces creo que soy extraña.
— Bueno, no eres la única en el mundo. A mí si me gusta, es el deporte que... entreno.
— Podría ser tu alumna algún día, ¿no crees?
— Cuando quieras.
Comemos y hablamos de lo buena que está la comida en lo que sigue llegando el resto de platos que hemos pedido.
— Por lo que sé de ti, trabajas en una pastelería famosa en la ciudad y cocinas de lujo, pero has dicho algo de clases —retoma la conversación.
— Sí, asisto al Kansas Culinary Center, es como la universidad de la cocina. Mi sueño es cocinar con los más grandes chefs que existen y quien sabe si abrir mi propio restaurante.
— Interesante. Y ahora entiendo que todo lo que comimos el otro día estuviera tan delicioso. Serás una gran chef.
— Gracias —me sonrojo y continúo comiendo.
— Me dijiste que tu novio no te tenía muy satisfecha, ¿no? Cuando empezamos a... ya sabes.
— Bueno, ahora ex novio, y no, no me tenía muy satisfecha a niveles generales.
— ¿Qué pasó?
— Estuvimos saliendo ocho años, cuando empezamos éramos muy jóvenes y estábamos en el instituto. Así que, solo conocía lo que él me hacía y lo que hacíamos juntos. Por eso al terminar con él quise tener nuevas experiencias y conocer nuevas cosas que antes no pude experimentar.
— Bueno, yo puedo darte nuevas experiencias si es lo que quieres.
— Lo cierto es que ya lo has hecho, pero... puedes seguir enseñándome.
— ¿Y qué he hecho yo?
— Pues fuiste el que me dio el primer... creo que tuve mi primer orgasmo de verdad en mucho tiempo. La experiencia de usar una de esas aplicaciones que jamás pensé que llegaría a usar y nunca lo habría hecho si no fuera porque mi amiga me veía muy mal. Me animaste a salir para seguir yendo a esa habitación de hotel, y tener más emociones contigo. Y ahora estoy aquí en un restaurante contigo para conocerte mejor y ello me ha animado a ponerme este tipo de ropa además del maquillaje sintiéndome yo misma, porque antes ni si quiera me preocupaba por mí, así que... Unas cuantas cosas.
— ¿Y todo eso lo causé yo?
— Pues sí, digamos eres una especie de motivación. Y la verdad es que he cambiado muchísimo a como era antes, me siento más abierta, aunque creo que todavía tengo mucho que superar y cambiar. Bueno... y tú... ¿porqué de repente esa aplicación?
— Tuve varias relaciones. Y ninguna acabó bien. No sé, sentía que quizás yo soy el problema. Si no soy capaz de mantener una relación madura, al menos sé que puedo darles a chicas lo que simplemente buscan y nada más, no saber nada de ellas, ni ellas de mí.
— ¿Y cómo es que estás aquí?
— ¿Sinceramente? No tengo ni idea. Estoy dejándome llevar porque me llamaste la atención. Como ya te dije, tú fuiste la única que se quedaba solo para hablar y a veces, lo necesitaba. Hablar de cualquier cosa menos de mí. Además, quisiste conocerme a pesar de que nunca me habías visto en persona y no sabías nada de mi vida personal. Pensé que todo era diferente a otras veces. Así que... aquí estoy.
— Es raro —concluyo sonriente una vez asimilo toda su declaración.
— ¿El qué?
— La manera de conocernos.
— Distinta de todas las demás historias, ¿no crees? Eso lo hace especial —me sonrojo y asiente tímidamente—. ¿Nos podemos ir ya?
— Claro.
Pagamos la cuenta y nos subimos al coche en dirección a mi casa. Íbamos callados y era incómodo, él pone la radio quizás para romper el silencio. Empieza a sonar la canción de Bad Guy de Billie Eilish, es una canción que me gusta y la empiezo tararear, él al ver que me gusta empieza a cantar para hacerme reír hasta que lo consigue y me uno a él. Me río a carcajadas al ver como la imita, tanto, que no dejan de salirme lágrimas de la risa que me estropean un poco el maquillaje. Que triste es cuando te das cuenta de que hace muchísimo tiempo que no me reía como ahora. Al terminar la canción, sigo sin dejar de reír, él se contagia de mi risa y adoro como ríe, ¿qué hay de él que no me guste?
Llegamos aparcando en el pequeño parking del bloque donde también se encuentra mi coche. Tal vez si hubiéramos bebido sería la razón por lo que no paramos de reír, pero no es el caso.
— Vale, vale paro ya.
— Yo también —digo aun riéndome—. Gracias por traerme, me lo he pasado muy bien.
— Yo igual.
Nos miramos una última vez a los ojos mientras comienza a acercarse lentamente, yo le sigo y cuando estamos cerca, inclina la cabeza rozando sus labios con los míos mordiéndolos con lentos movimientos. Cuando nos separamos, me doy cuenta de que quiero seguir besándole, no quiero que se vaya de mi lado.
— Aún es temprano... ¿quieres subir a mi casa?
Mira su reloj un momento y vuelve su mirada a mí.
— Está bien.
Bajamos del coche andando hasta llegar al ascensor. En él resulta que viene un vecino para subir también, James se pone de espaldas al señor empezando a poner caras intentando imitarlo y yo no puedo aguantarme la risa. Al salir el hombre, estallo al fin y creo que, si sigo riéndome a sí, tendré agujetas en la barriga mañana.
— Oye, no puedo reír más, para —advierto agotada intentando recuperar el aire.
— Vale —responde conteniéndose.
Me dirijo a mi habitación tumbándome en mi cama para quitarme los tacones que tanto estaban molestándome. Él me sigue y se sienta a mi lado. Cuando termino de acomodarme, juguetonamente me lanzo sobre él para besarlo con todas las ganas que tenía acumuladas. Se convierte en una especie de juego para ambos, revolcándonos en la cama entre más risas y deshaciéndonos de nuestra ropa poco a poco.
— ¿Quieres vivir ahora una nueva experiencia? —cuestiona con una sonrisa malévola.
— Pues... vale —acepto no muy segura de qué quiere decir con eso.
— ¿Tienes lazos o algo por el estilo?
Su pregunta me pilla por sorpresa. No esperaba que en estos momentos fuese a preguntar algo así y me puedo hacer una idea de lo que está pensando.
— Ahm... Sí, para el pelo.
— ¿Puedes traerlos?
— Claro.
Camino hacia el baño donde rebusco en los cajones donde se encuentran aquellos lazos que compré un Halloween que Kenzie y yo nos disfrazamos de animadoras asesinas o algo por el estilo. Finalmente, los encuentro al fondo de un armario junto con más abalorios que he usado en alguna fiesta que otra. Vuelvo junto a él y se las lanzo a lo que James responde con una sonrisa.
— Genial. Túmbate.
— ¿Qué vamos a hacer? —interrogo en lo que me acomodo de nuevo en mi cama posando la cabeza sobre la almohada.
— ¡Shh! Me has dicho que querías experiencias nuevas, ¿no?
— S-sí...
— Pues haz lo que yo te diga.
Agarra una de mis manos por la muñeca y la rodea con la cinta haciendo un nudo, luego hace otro nudo en el cabecero de la cama. Hace lo mismo con mi otra mano quedando así ambas atadas a la cama lo que me impide moverlas.
— ¿Habías hecho algo así antes? —susurra en mi oído a lo que yo niego con la cabeza—. Bien, pues ahora yo soy el que manda, y mi cometido es hacer que te encante.
Comienza quitándome el sujetador, siendo una de las pocas prendas que llevaba puestas. Al ver mis pechos al descubierto se lanza a por ellos, besándolos y mordiéndolos. El simple hecho de que no pueda utilizar las manos me tortura y lo hace todo mucho más excitante puesto que no puedo tener parte de control en la situación. Rodea mis pezones con su lengua provocando que me retuerza a consecuencia y gimiendo con cuidado.
Pasa sus labios a mi vientre y crea un camino de besos hacia abajo mezclado con la cálida sensación de sentir su respiración sobre mi piel. Desnuda la parte inferior de mi cuerpo y me estremezco al sentirme libre de prendas. Con delicadeza, separa mis piernas para mostrarme ante él al detalle. Uno de sus dedos viaja a través de los pliegues, impregnándose de mis flujos ya presentes y al sacarlo me lo muestra para después metérselo en la boca.
Por si no fuera suficiente ver esa escena para sentirme de lo más estimulada, James comienza a bajar su cabeza y encajarla entre mis piernas. Ni si quiera me ha rozado cuando ya estoy regodeándome y luchando con mis propias manos. Cuando menos lo espero, la punta de su lengua me recorre comenzando por abajo y se demora más en la zona del clítoris.
Mierda, este sufrimiento me está matando y es mucho peor cuando me dedica una mirada satisfactoria. Le gusta verme luchar contra el placer. Repite la misma acción de nuevo y yo solo quiero siga, pero es evidente que no lo hace.
— ¿Qué es lo que te pasa? —provoca con una sonrisa ladina.
— Quiero que lo hagas de una vez —ruego.
— ¿El qué?
— ¡Pues que metas ya la lengua!
— ¿Cómo? ¿Así?
Vuelve a dar solo una lamida a lo que gimo deseando más, pero me deja con las ganas. El simple hecho de no poder empujar su cabeza hacia mi interior es exasperante.
— Más, mucho más. Lámelo, chúpalo o cómetelo, pero hazlo ya y no pares —suplico sin ser muy consciente de lo que estoy diciendo y dejándome llevar por el gozo.
— ¡Ah! Ya entiendo.
Su lengua vuelve a deslizarse ente los labios vaginales pero esta vez no piensa para. Hace todo cuanto le he pedido y solo provoca que me retuerza en todas las direcciones sin poder utilizar mis manos. Consigue que llegue al extremo desmoronándome, pero eso no queda ahí cuando decide meter sus dedos y volver a encender la llama. Una vez nota que vuelvo a estar preparada, se coloca la protección me folla duro, haciéndome lo que más desea y prescindiendo de mis manos.
Extasiados y satisfechos acabamos sobre mi cama intentando recomponer la respiración. Y ahora es cuando comienzo a sentirme adolorida por mantener los brazos en la misma posición durante minutos.
— Oye... ¿puedes soltarme ya? —pido entre risas.
— Depende.
— ¿Depende de qué?
— Si me dejas darte un beso, te suelto.
— ¿Cuándo te he negado algo así?
Sonríe y se acerca juntando su nariz con la mía para besarme, pero esta vez es un beso mucho más suave y delicado. Me libera de las cintas dejándome libre para después acomodarse a mi lado de nuevo.
— ¿Te ha gustado la experiencia?
— Me ha encantado.
— Me alegro, preciosa.
— ¿Vas a seguir enseñándome?
— Claro que sí, solo si tú quieres.
— Si es contigo, lo que sea —nos sonreímos.
— Debo irme, es tarde, mañana tengo que entrenar.
— Oh, claro. No sabía que los niños entrenaran temprano.
— Sí, bueno, es un programa con el que se trabaja con los colegios —responde mientras comienza a levantarse.
— Entiendo. ¿Y por qué no te quedas esta noche? —me siento en la cama tapándome con la sábana mi cuerpo.
— No puedo, lo siento —fue a coger su boxer de la mesita y comienza a vestirse. Siento que el ambiente se ha quedado algo frio y no me gusta nada. He pasado de estar feliz a sentirme incómoda en cuestión de minutos—. Nos vemos, preciosa.
Me da la sensación de que esto no está yendo como yo pensé que sería. No sé, quizás me precipito y no es que pida que forjemos la relación y nos pongamos la etiqueta. Pero, tampoco creo que estemos enfocando esto de la misma forma.
Antes de irse, coloca ambos brazos sobre el colchón y se acerca para darme un beso de despedida para después salir por la puerta.
Al menos somos de esos que se dan besos de despedida.
Holii 🤗
¿Os va gustando? Cuéntenme que os leo 👀
Gracias por estar aquí 💜
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