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Capítulo 12

Hola, preciosa, no sé si te acuerdas de mí —bromea pícaramente el chico al otro lado de la línea.

— Ahm... Déjame pensar —Entro en el baño para estar más en privado y libre de la cotilla de mi jefa—. ¡Ah, sí! El chico que entró a la pastelería la otra noche. Cómo olvidarlo.

Escucho cómo ríe soltando el aire por la boca y chocando con el micrófono del teléfono.

He estado esperando tu llamada.

— Ya... y yo la tuya. No quería molestarte.

Tú nunca me vas a molestar —me sonrojo nada más escuchar esas palabras, porque eso ha sido totalmente fuera de broma por el cambio en su tono de voz a uno más serio.

— Bueno y, ¿qué... qué tal? —cuestiono sintiendo un revuelo en mi estómago.

Bien, pensando en ti.

Ay señor, perdóname por estar tan caliente con solo esa declaración.

— ¿Enserio o solo lo dices para agradarme?

No puedo hablar más enserio.

Me muerdo el labio inferior pensando en que sus palabras van derretirme hasta ser un líquido viscoso en el suelo que Donna tenga que limpiar, y por no hablar de las mariposas que no pueden formar más jolgorio. Estoy totalmente perdida.

— Yo también he estado pensando en ti —me armo de valor por contestar, ¿en qué momento he vuelto a los dieciséis? Solo falta el cable del teléfono para enroscarlo en mi dedo.

¿Y cuándo puedo verte?

— Cuando quieras.

¿Esta noche?

— Vale, esta noche.

En tu casa, ¿puede ser?

— Perfecto —respondo sin pensarlo demasiado—. Te mando mi dirección por mensaje.

Tengo ganas de besarte, de acariciarte...

— ¿Sabes que me estás poniendo tan roja como un tomate? —declaro entre risas.

Se contagia uniéndose a mí en una carcajada y es tan tierna que consigue calmar un poco mis nervios.

Eres genial, Sky. Te veo esta noche.

— Allí te espero, adiós... —apenas puedo darle a la tecla roja de la pantalla táctil de lo alterada que estoy en estos momentos.

Aún colorada, corro a enviarle la dirección por mensaje y espero que sepa llegar.

Yo: ¿Sabes dónde es?

James: Creo que sí. Pero, ¿puedes esperarme en la puerta por si me pierdo?

Yo: Claro.

James: ¿A las siete?

Yo: A esa hora saldré de trabajar, mejor a las ocho.

James: Bien. Tengo ganas de ti (:

Yo: Yo también :D

Apago la pantalla para después llevarme el móvil al pecho. No me puedo creer que me esté pasando esto, me siento dentro de una película de comedia romántica y me encanta. Salgo del baño para volver al trabajo, pero no puedo borrar mi sonrisa pícara de la cara, y claro está que eso me delata. Es por eso que cierta persona no deja de mirarme con el ceño fruncido observando cada uno de mis movimientos, sobre todo porque nunca me había quedado tanto rato en el baño y con el móvil en la mano.

— Pero, ¿qué hacías? —interroga después de todo.

— Nada, solo he ido al baño —sueno casual, como si no fuese nada del otro mundo.

Intento no unir miradas porque eso me delatará por completo y no habrá vuelta atrás. Apresuro el paso cuando paso por su lado, aunque su voz vuelve a interponerse.

— ¿Con el móvil? —vuelve a cuestionar con escepticismo.

— Pues sí, no es nada raro. ¿Tú no lo haces? Cuando... ya sabes.

— No. Y hasta donde yo sé, tú tampoco en este horario. Dime, qué pasa, anda y déjate de rodeos conmigo.

— No se te escapa ni una —suspiro, resignada—. Estaba hablando por teléfono.

— ¿Con quién?

— Con un chico...

— ¿Un chico? Ahora esto se pone interesante —dice con alegría acomodándose sobre el mostrador y cruzándose de brazos esperando a que prosiga—. ¿Dónde lo has conocido?

— En un bar cuando estaba con mis amigas —improviso.

— Ajá... ¿Y cómo se llama?

— James.

— Vaya, con que por eso estabas tan contenta. Estaría bien que conociera a James. Capté a Finneas nada más escucharle hablar y no me equivoqué.

— Tampoco estamos saliendo, solo vemos a ver qué pasa. Pero te prometo que serás la primera en conocerlo.

— Así me gusta. Tienes que tener cuidado niña. ¿Y qué? ¿Qué quería?

— Donna, ¿no te han dicho que eres demasiado cotilla?

— Muchas veces, pero, ¿ves que me importe?

Tengo que explicarle que hemos quedado esta noche en mi casa y no ha escatimado en advertirme que me ande con ojo. En realidad, creo que ha sido bueno habérselo contado a ella, me siento más protegida y estoy segura de que no se morderá la lengua en dar su opinión cuando lo conozca.

Llega el momento del cierre y tras terminar de ordenarlo todo para el día siguiente, salgo hasta mi coche para llegar a mi casa a prepararme antes de que venga. Jamás me había arreglado tan rápido, solo me deja media hora para hacerlo y lo cierto es que me las he apañado bastante bien, cada día me sorprendo más de mí misma. No llevo ningún atuendo especial, total, si nos va a sobrar la ropa.

Peino un poco mi pelo y me lo echo hacia atrás con la mano. Normalmente uso una trenza o un recogido, por lo que pocas veces me veo de esta manera y tengo que decir que me siento bien hoy. Me miro en el espejo y como he dicho, estoy demasiado decente para haber tenido tan poco tiempo.

Compré algo de cena, fácil y rápido de preparar, son unos espaguetis al pesto, es lo único que se me ocurre con lo que tengo en la cocina, y de postre, tengo dos trozos de tarta de fresa de la pastelería, hecha por mí esta misma tarde.

Todo improvisado nuevamente, al parecer con este chico todo es un poco así, pero me gusta.

Acaban de dar las ocho y como nací impaciente, bajo para esperarlo en la entrada del bloque de apartamentos. Fuera comienza a refrescar por las noches, así que decido ponerme algo que abrigue antes. Y gracias a Dios que lo hice porque está tardando más de lo que pensé. Pasan quince minutos y nada. Espero que no le haya surgido nada, aunque tampoco he recibido ningún mensaje. Pero bueno, son casi quince minutos, no es tanto, ¿o sí?

Repito: soy una impaciente.

Entonces veo por fin a alguien venir hacia mí, pero no es quien yo pensé que sería. Es un hombre con una gorra y gafas de sol. Puede que no parezca algo raro así de primeras, pero lo es una vez es de noche. Cada vez se acerca más a mí y me está dando miedo estar sola, tal vez me secuestre. La calle está vacía y ahora mismo no es muy segura. Está claro que viene hacia aquí y no me suena que sea uno de mis vecinos.

El corazón va a mil, me giro para comenzar a meter la llave en la cerradura de forma disimulada y meterme dentro del edificio, pero estoy tan nerviosa que no logro hacerlo. Escucho que detiene el paso detrás de mí y no puedo evitar darme la vuelta sin apenas aire en mis pulmones para ver quién es o qué quiere. Sin embargo, solo lo veo quitándose la gorra y las gafas de sol, demostrando que no es nadie de quien deba preocuparme siendo solo James.

— ¡Eres tú! Por Dios, ¿por qué vas vestido como si fueses a secuestrar a alguien?

— Es que venía a secuestrarte a ti por un rato —comienza a reír provocando que me sonroje un poco.

Tras un suspiro por el susto que tenía en el cuerpo, me lanzo a abrazarle sin pensarlo demasiado porque quizás ha sido demasiado invadir su espacio, pero él me lo devuelve con agrado y siento calorcito entre sus brazos.

— ¿Subimos? —cuestiono una vez me separo de él. James asiente, por lo que me doy la vuelta para abrir la puerta esta vez a la primera y sin presiones.

Ambos subimos al ascensor que nos llevará a la planta donde está mi apartamento y le doy al botón de subir. Vivo en la sexta planta y suele tardar bastante en llegar al piso indicado. Nos echamos unas miradas sin saber bien qué hacer o decir, reprimiendo risas nerviosas y en un silencio algo incómodo, nunca sé qué tipo de conversación es la adecuada en estos casos. James despega su espalda de una de las paredes del ascensor y se coloca frente a mí lentamente. Nos miramos a los ojos durante unos segundos, solo los desvía hacia mis labios y deja claras sus intenciones. Casi en un movimiento involuntario me los relamo preparándome para el momento y él agacha la cabeza para acercarse a mis labios pidiendo permiso para besarme, cosa que acepto sin dudarlo. Parece un beso a modo de saludo, relajado, demorándonos en cada mordida y disfrutándonos como nunca hasta que llegamos a la planta indicada.

Tras sonar el leve sonido que nos indica que hemos llegado, las puertas se abren y James se separa volviendo a mis ojos y dedicándome una sonrisa tímida. Avanzamos por el pasillo para llegar a mi puerta y mientras la abro siento la mirada de James por todo mi cuerpo. Entro en el interior de mi pequeño apartamento y me coloco detrás de la puerta para dejar que pase.

— Mi piso es bastante pequeño, lo sé. Pero es cómodo —admito algo avergonzada.

— No importa, así está bien, es perfecto.

Me quito la chaqueta delante de él y lo que no esperaba es que se quedara observando la acción desviando sus ojos de arriba abajo por mi cuerpo, tampoco es que lleve puesto nada especial, aunque debo decir que solo con esa mirada comienzo a sentir calor ahí abajo.

— ¿Tienes hambre? —interrogo con la intención de cortar un poco esta tensión sexual que hemos generado en el ascensor.

— Sí, de ti.

Se acerca a mí de nuevo, pero esta vez para levantar mi cuerpo del suelo a lo que yo me enredo en su cadera. Me besa con ansia y deseo, mordiendo mis labios con hambre acompañado de su lengua eventualmente, que juega con la mía. Emprende la búsqueda de mi habitación que no tiene mucha perdida ya que se ve desde la entrada. Una vez allí, me recuesta sobre mi cama y tras varios besos más en mis labios, baja con ellos por mi cuello y termina en mis pechos, besando y mordiendo por encima de la ropa.

Mi respiración comienza a ser profunda y acelerada, está claro que mi cuerpo ya siente el calor suficiente con solo dos gestos y estoy más que preparada para lo que se viene. Sube la falda que llevo puesta para tocar mis glúteos y masajearlos mientras se encarga de mimar el resto de mi cuerpo con sus labios. Me encargo de quitar su camiseta y proseguir con la mía, desechándola por la habitación. Después de varios despojos más, ambos quedamos en ropa interior sobre mi cama. James está sobre mí, apoyado sobre un brazo en mi cama y mostrándome cómo se mete los dedos de su mano libre en la boca. Ésta viaja hacia la zona baja de mi cuerpo, la desliza sobre mi piel hasta que se cuela por debajo de mis bragas hasta meterse entre los pliegues de mi vagina y comenzar a acariciarla.

— Estas ya húmeda —susurra en cerca de mi oído con una voz sensual y adictiva.

— Lo sé, es por tu culpa —consigo decir entre jadeos.

Continúa dándome placer mientras explora otras zonas con su boca y consigue que tenga un orgasmo cuando le agarro la mano para que se mueva justo como necesitaba. Me coloco encima demostrando que ahora es mi turno, lisonjeo su erección atrapada por encima de sus calzoncillos y eso parece martirizarle. Finalmente la libero para darle el placer que se merece entre gemidos por su parte y llega al orgasmo antes de lo que esperaba, desmoronándose sobre mi piel. Cojo un pañuelo de los que tengo en mi mesita de noche y de paso un preservativo que le lanzo. Comienza a ponérselo delante de mí en lo que le ofrezco miradas algo juguetonas que le sacan una sonrisa.

— ¿Quieres ser mía? —susurra con voz ronca cuando se posa sobre mí, cerca de mis labios.

— Sí... —ruego.

— ¿Solo mía?

— Solo tuya.

Lo hacemos sobre mi cama disfrutando de cada segundo que pasa y me he dado cuenta de lo mucho que adoro ver su expresión cuando está disfrutando, tanto así, que siento la necesidad de darle todo de mí. Y puede que no me gusten los posesivos y que es evidente que estábamos bromeando, pero en estas situaciones resulta ser excitante saber que él es solo mío y que yo lo soy para él.

Nos separamos y quedamos tumbados sobre mi cama como llegamos al mundo, reponiendo fuerzas. No puedo creer que lo haya hecho con el chico misterioso en mi habitación, hace dos semanas diría que esto jamás iba a ocurrir, y madre mía si ha ocurrido. Creo que el sexo es aún mejor ahora que sé cuál es su aspecto.

— Ha sido genial —suelto a la vez que el aire por la boca.

— Porque te he hecho mía —bromea, aunque de igual forma yo me sonrojo al escuchar esas palabras—. Y como vea que alguien te pone las manos encima, se las va a ver conmigo.

No puedo evitar echarme a reír al escucharlo, no le pega para nada ser el típico tío posesivo.

— ¿Enserio?

— No me pongas a prueba —alega en un intento de amenaza, pero al final rompe a reír conmigo.

— Oye... —comienzo a hablar de nuevo.

— Dime, preciosa.

— Ahora enserio, tengo hambre.

— Yo también.

Me levanto de la cama buscando mis bragas y me tomo la libertad de coger su camiseta colocándomela sobre mi piel desnuda, huele demasiado a él. Voy a la cocina a cocer la pasta mientras que termino de preparar la salsa. Unos minutos después, estoy sirviendo los platos cuando siento que rodea mi cintura con sus brazos e introduce su rostro en mi cuello, notando que solo está con su ropa interior puesta.

— Siéntate y comamos.

Camino hasta la mesa donde suelo comer a solas, y coloco los platos delante de las sillas. Solo con oler el aroma que desprende el plato, mi estómago me recuerda que necesita alimentarse. James se sienta el primero en la mesa y observa cómo sirvo agua en los vasos.

— Ven aquí —Tira de mi muñeca cuando a punto estaba de ir a ocupar mi lugar, provocando que me deje caer sobre su regazo.

— Así no vas a comer cómodo —afirmo entre risas.

— Pues yo creo que estoy bastante cómodo.

Observo la seriedad con lo que lo dice y termino por dedicarle una leve sonrisa de aceptación. Decido coger el tenedor que tenía al lado de su plato y enrollo los espaguetis en él.

— Ten, pruébalos —Le doy a probar y parece que le gustan por su expresión, abre demasiado los ojos.

— Tú lo tienes todo, ¿no? Eres genial cocinando.

Comemos entre besos, caricias y risas, pero sin apenas conversación. Esto es justo lo que quería, sé que estoy en una fase demasiado cursi, pero momentos así es lo que siempre he querido tener con alguien y con esto dejo claro que con Finn jamás ha sido de esta forma. Siempre que intentaba ser más cariñosa, decía cualquier comentario estúpido que rompía la magia.

Cuando terminamos, nos movemos al salón, en el que vemos una película que echan por la televisión, aunque realmente estoy más atenta a sus labios a los que amo morder.

— Oye es tarde, debería irme —rompe el momento con sus palabras, pero lo entiendo, yo también debería acostarme.

— ¿Cuándo te veré? —cuestiono acariciando su pecho.

— Cuando tú me lo pidas, preciosa.

— Entonces... ¿solo tuya? —rodeo su cuello con mis brazos, mostrando una sonrisa picarona.

— Solo mía —esas palabras me derriten cuando además miro sus ojos que tienen un brillo especial. Siento cómo mi corazón late diferente, estoy nerviosa, pero... ¿por qué?

Creo que esto se está empezando a poner interesante para mi corazón.




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