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CAPÍTULO 11: ¿QUÉ HACES AQUÍ?


BETTY

El enfado me duraba todavía por la mañana y no me apetecía ver a mi hermano a primera hora de la mañana. Pero debía de atender unas cuantas consultas antes de ir a casa de Adam para poder proseguir con la terapia.

Para mi gran suerte, no escuchaba a mi hermano merodeando por la casa así que agradecí que él entrase a trabajar mucho antes que yo. Cuando puse los pies en el suelo, noté que algo se me pegaba en la planta de los pies; era un trozo de papel cuya letra conocía bien.

Perdona al idiota de tu hermano, sabes que te quiero, aunque nunca te lo diga. Sabes bien que soy de hechos y no de palabras.

Colin

No pude evitar sonreír ante las tonterías de mi hermano, a fin de cuentas, él fue el único que siempre estuvo a mi favor en las buenas y en las malas. Cuando mi madre se divorció y dejó de hablarme, él siempre estuvo apoyándome e intentando reconciliarnos a mi madre y a mí, pero cuando ella llamaba por teléfono era para hablar con Colin y no conmigo.

El paso del tiempo me ayudó a aceptarlo así que el sufrimiento era menor que cuando era más joven y pensaba que simplemente estábamos pasando una mala racha como familia, pero, cuando decidí el camino que tomaría no recibí el apoyo esperado.

Mi padre se volcó en exceso en mí porque, según él, no era una buena terapeuta ni nunca conseguiría un nombre en el mundo de las figuras conocidas, pero eso realmente no me importaba. Por mucho que intentó meterme en el mundo de los famosos donde él se movía de forma habitual, yo me negaba porque no soportaba lo vacíos que eran ese tipo de personas.

En algunas ocasiones, mi padre intentaba emparejarme con algún actor famoso el cual él trataba para que mis apellidos comenzasen a ser reconocidos, pero eso era más por él que por mí. Lo más gracioso de todo es que, tanto odiar ese mundo podrido de dinero que acabé casada con uno y, además famoso. Desde que Gabriel consiguió escalar puestos en la industria de los negocios, siempre salía en algún canal de televisión para hablar del imperio que había creado. Me ofreció en más de una ocasión asistir con él a la televisión para presentarme formalmente como su esposa, pero siempre me negué porque no quería ser un objetivo público.

Cuando salí del dormitorio al no estar Colin, aproveché y me quedé en pijama con el cabello despeinado. Cuando estaba sola era un auténtico placer para ser quien era sin que nadie se metiera conmigo o mis pintas mañaneras. Así que en mi pijama de seda de tirantes y pantalón corto un poco más largo que una de mis bragas del cajón de color negro, llené mi taza de humeante y delicioso café. El néctar que cada mañana despertaba mis sentidos me sacaba una sonrisa a pesar del terrible sueño que tenía. La paz que emanaba en casa era gracias a que mi hermano no estaba fastidiándome a cada segundo como era habitual en él y podía disfrutar del bendito silencio de cuando el sol comienza a salir.

Justo cuando iba a sacar las tostadas del tostador, tocaron la puerta principal y en seguida pensé que a Colin se le había olvidado algo.

-Algún día perderás la cabeza, enano-Dije tras abrir la puerta, pero no era Colin sino Gabriel, que me miraba con media sonrisa y una rosa en sus manos. las manos me temblaron y la garganta me ardía pensando en la bomba que iba a soltarle porque estaba a punto de descontrolarme, ¿Le pegaba un bofetón? ¿Le daba un portazo en las narices? ¿Le insultaba? ¿Una combinación de todas?

Opté por darle un buen portazo, pero él se olió mi intención. Me empujó al interior del apartamento y cerró con llave aprovechando que me había caído al suelo. Las llaves se las guardó en el bolsillo para evitar que yo me escapara; comenzaba a sentir un profundo miedo al verlo en mi piso sin nadie que pudiera ayudarme y a una hora que todos estaban trabajando.

Él me tomó en brazos a pesar de que me movía intentando que no me tocara, pero él era mucho más alto y fuerte que yo así que me levantó del suelo como si yo fuera una pluma.

-De verdad que odio tener que entrar así a tu casa mi reina, pero no me coges las llamadas ni me respondes los mensajes. Sé que estamos divorciados, pero yo no me olvido de ti, lo eres todo para mí-Me dijo mientras me tenía en contra de mi voluntad en el sofá entre sus brazos. Él había ido al gimnasio y eso se notaba por el enorme tamaño de sus brazos. Además, su aspecto era más varonil al haberse dejado un poco de barba de tres días y su vestimenta no era tan formal como antes.

Llevaba una camisa blanca ligeramente abierta sin corbata y unos pantalones ceñidos elegantes de color gris. No podía evitar escuchar saltar mi pecho de un sitio a otro mientras que él me miraba de esa forma que él bien sabía me provocaba que la tensión se disparara.

-No sabes lo que te deseo, Betty; ha sido demasiado tiempo extrañando tu piel y tus besos, el ardor de sentirte sobre mi cuerpo.

Si él seguía por ese camino temía no poder controlarme. No podía dejar que sus labios alcanzasen los míos porque si no sería más difícil. Reuní todo el valor que me quedaba y le empujé para poder rodar por el suelo y escaparme de sus brazos.

Él no se esperaba que saliera corriendo cuando estaba bajo el influjo de su magnetismo seductor, pero bastante poca cosa me había sentido tras la humillación que sufrí por parte de él. Cuando se levantó del sofá con la intención de ir a por mí de nuevo, le señalé con el dedo de forma amenazante:

- ¡No te me acerques Gabriel, de hecho, no vuelvas a pisar mi casa de nuevo!¡Ya me demostraste el amor que me tenías así que no quiero ninguna muestra de tu "amor" porque no me vale!

-Pero mi reina, déjame decirte...

- ¡No Gabriel, ya es muy tarde, así que si no quieres problemas lárgate de aquí!

Cuando intentó acercarse, hice un movimiento rápido y saqué una sartén del fregador que acababa de lavar. Parecía una guerrera defendiendo su territorio, solo me faltaban las pinturas de guerra en la cara.

-Betty por favor, cálmate y hablemos, por favor amor mío...

Cuando dio varios pasos en mi dirección, agité la sartén de forma amenazadora; no dudaría en usarla.

Pero a Gabriel pareció hacerle gracia viéndome de esa guisa con una mueca de molestia en mi rostro de persona humana que se acababa de despertar. Un sonido de teléfono que no era el mío hizo que Gabriel mascullara una serie de palabrotas, tomando el teléfono de su bolsillo para contestar. Tras no entender ni jota del idioma que hablaba Gabriel, colgó malhumorado y me miró con tristeza.

-Lo siento mi reina, pero tengo una emergencia en el trabajo, pero quiero hablar contigo y no dudes que lo conseguiré. Sabes bien que soy muy cabezota y más con lo que me interesa.

Gabriel intentó coger un mechón de mi pelo, pero le di un manotazo antes de alejarme, diciéndole con asco:

-Y no olvides que yo no soy de olvidar las traiciones y las mentiras, así que yo ahorraría esos esfuerzos en algo más productivo, como, por ejemplo, buscarte a otra que aguante lo poco hombre que eres.

Gabriel se giró en dirección a mi puerta sin poder decir nada; se le veía realmente molesto, pero no me importaba nada. Tras abrir la puerta, echó un último vistazo en mi dirección, diciéndome con un tono decidido:

-Yo siempre logro lo que quiero, Betty y tú no serás una excepción.

-Inténtalo, ejecutivo de los cojones

Y con un corte de mangas él se fue con una frustración que me hizo caer rodando al suelo de risa.

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