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XXIX.


Si Dante y Susana han aprendido algo del pasado es que nunca debes tener la guardia baja, porque aunque estaban en aquel picnic como "parte de la familia", también estaba en parte obligados.

Si alguna vez te has sentido incómoda en tu propia piel, con tu familia sabrás identificarte con la sensación y situación por las que los dos estamos pasando.

Paseamos por la habitación, Dante me lleva de la mano y cuando se cansa, entrelaza su brazo con el mío pero jamás me deja andar sola. Y sé lo agradezco, cada que puede me besa la mano, suavemente masajea el dorso de mi mano y me sonríe cuando nuestras miradas se encuentran.

Cuando las cosas se ponen difíciles esto es lo que una mujer quiere de su pareja, apoyo incondicional, aún con la familia. Porque jamás debes soportar comportamientos misóginos, ataques o chantajes emocionales, de nadie.

Mucho menos provenientes de la familia.

Y si es así, siempre hay opciones, aunque tengas que elegir entre uno y otro.

Estábamos algo cansados de hablar de lo mismo una tonelada de veces ya.

"¿Cuándo se van a casar?"

"¿Cuántos hijos planean tener?

"¿Vas a seguir trabajando en Empresas Hamilton?"

Esa última pregunta sé la hicieron a Dante mientras las mujeres que me veían me miraban con desprecio. Dante sonrió y contesto que si querían saber eso, tendrían que esperar. El tiempo acomodaría todo como debía.

Supongo que eso es lo único que les importaba a personas tan superficiales como estas. Todas las mujeres ostentan maquillajes en sus rostros de unos cuantos miles de pesos, sus bolsos, ropas y joyería cuestan más de lo que yo he podido ganar en toda una vida.

¿Cuál es el propósito de presumir que puedes gastar todo este dinero, en frente de todas estas personas? Quizás una de ellas sé salve de mis prejuicios, o al menos eso pensaba hasta que me topé con un engaño de aquellos en el baño de mujeres.

Todo parecía normal, una señora me pidió ayuda para ponerse un abrigo, alego que tenía frío dentro de la propiedad pero que era demasiado modesta para pedir que bajaran la calefacción a alguno de los dueños del inmueble.

No debí caer.

Dante no debió de dejarme sola tampoco, solo me soltó unos segundos para llevarme al baño. Me dejó en la puerta y entré sola.

Y esto solo era prueba de que yo jamás entraría en este mundo, ni si quiera jugando. Y no quiero hacerlo.

La señora al salir del baño comenzó a gritar a quien fuera que le pudiera escuchar que yo había intentado robarle mientras estábamos en el baño, que la jalonee y que casi le rompía su costoso abrigo de piel. Todo, porque tenía una costura suelta.

Nunca bajes la guardia, Susana, nunca.

Dante se acercó a toda prisa para salvarme, pero estaba algo lejos conversando con un viejo amigo de la familia, asumo, que de negocios y como si hubiese sido enviado de los cielos por Dios, Samuel apareció.

—Por supuesto que eso no es así, señora —Samuel se colocó entre la señora y yo. Haciendo que ella no pudiera gritar o insultarme más. Y no es que yo no pudiera defenderme pero es que ya no quería pelear más con ellos.

Por mi bien y de nuestra salud mental como pareja.

—¿Cómo puede hablarme de esa manera? Yo soy una dama.

—Y como la dama que seguramente es, debería de guardar la apariencia y el decoro y no estar haciendo estas "escenitas" que no le quedan, ¡señora! —A diferencia de la señora, Samuel no levanto la voz en ningún momento para decirle esas palabras.

Él solo se acercó lo más que pudo y sé las saltó directamente a la cara, luego me jalo del brazo suavemente hasta que me alejo lo suficiente del ojo del huracán. De inmediato Dante vino a encontrarnos a medio camino.

—¿Estás bien? —Me pregunto poniéndose a mi lado, me tomó de la mejilla derecha y de la cintura, llevó su mano directamente a mi vientre y con ello la boca de Samuel cayó hasta el suelo.

—¿Estás...? —Dante no le dejó completar la frase. Él asintió.

Siempre he despreciado que se hagan escenas de celos en las relaciones, y está esperaba no fuera a convertirse en una guerra de meadas de esas.

—Lo estoy —contesté segura.

—Ya veo —contesto él serio. Cerró la boca y trago saliva— no quiero entrometerme, pero ¿por qué han venido aquí hoy?

—Supongo que por la misma razón que has venido aquí tú. Por curiosidad. —Respondí segura.

—Somos masoquistas. —Completo Samuel, como si hubiese leído mi mente, como solía hacerlo—. Sin embargo también creo que cuando se trata de familia, los tres sabemos que siempre existe la duda razonable y esa es la que nos hace ceder por amor, aunque a veces se ponga en riesgo nuestra salud mental al hacerlo.

Dante nos llevó a los tres a los jardines de la casa, y una vez que llegamos Samuel nos contó lo mucho que le había sorprendido está invitación de parte de la familia Hamilton.

Sus padres, como muchos miembros de la alta sociedad de la ciudad, habían sido invitados numerosas veces a estas reuniones, pero decidieron no asistir a ninguna de ellas.

Yo sé porque, pero Dante aunque creía entenderlo no lo veía con acciones, así que use palabras para hacérselo ver.

—Mi amor, los padres de Samuel no son nada como tus padres. Son amorosos, atentos, respetuosos y lo más importante es que toman las decisiones de sus negocios, juntos.

Él me observo con todo el amor del mundo para mí a través de sus ojos. Y me dedico una sonrisa animada.

—Lo veo.

Luego le di las gracias como correspondía a Samuel.

—Gracias, no habría salido con vida de esa señora de no haber sido por ti —le ofrecí mi mano y él la tomó solo estrechándola, viendo claramente ahora el límite que nos separaba y respetándome. Y también a Dante.

Podrían no caerse muy bien que digamos, pero el respeto lo es todo para mí, a pesar de los sentimientos.

Y agradecía infinitamente que Samuel hiciera eso.

—Sí, gracias —repitió Dante para él, luego le ofreció él su mano.

Samuel dudo unos segundos pero luego sé la estrecho. Mínimo había esperanza para los tres.

—Creo que mi trabajo aquí ya está hecho, me voy, cuídala porque si no tiene a muchos que lo harían por ella sin dudarlo. Yo incluido.

—Lo prometo —le observé con amor y devoción y luego le sonreí a manera de despedida a Samuel.

A mi gran y primer amor.

No siempre el amor de tu vida y tu alma gemela son la misma persona, pero me alegra que él haya sido el primero en muchos aspectos.

Dejé ir a aquel que un día vi como esas dos cosas, como el amor de mi vida y como mi alma gemela, ahora en paz.

Cuando Samuel nos dejó solos, una idea se sembró en lo más iluminado de mi ser.

—Sabes una cosa, hay una fantasía que siempre quise realizar y que hasta ahora no he podido hacer con nadie.

—¿Cuál es esa Srita. Ávila?

—Tener sexo en la casa de los padres de mi novio, y qué mejor que hacerlo donde fue tu hogar por toda una vida.

—Créeme Susana este nunca pudo haber sido mi hogar antes y desde que las tengo a ustedes en mi vida, hogar significa mucho más para mí.

Subimos las escaleras laterales de la casa, jugueteando un poco en el camino. Torpemente nos besábamos cada que podíamos, pero con cuidado de no caer por las escaleras tampoco.

Dicen que una mujer embarazada tiene un incremento en el deseo sexual, bueno yo no sé las otras, pero si tuvieras un hombre como el que yo tengo, quisieras hacerlo todo el tiempo como yo con él.

Además, no puedes quedar más embarazada de lo que ya estás mientras lo haces.

Llegamos a la parte de arriba de la escalera, y si vamos por el pasillo llegaremos a los dormitorios, esto de acuerdo a lo que me dijo Dante cuando me hablo un poco de la casa principal de su familia. Una señora del personal de la casa nos ve y no hace contacto con nosotros mientras nos deja pasar como si nada.

Entendido, para ella no somos nada. Fantasmas es mucho. Es muda y sorda si sus patrones se lo piden.

Y si los invitados quieren tener sexo salvaje con sus esposas o prometidas en sus viejas alcobas, ella no dirá nada. Y si lo dice y nos descubren a mitad de medio polvo me voy a molestar no porque me descubran sino porque eso no nos dejaría terminar como nos gusta.

Que va de la Susana que comenzó esto.

Venganza o amor, ¿Tú que elegirías?

Me hice esta pregunta antes, cuando comenzábamos este juego. Pero ahora ya no es un juego, o al menos, es uno que sin duda alguna quiero jugar tanto como me sea posible.

En la cama, en un escritorio o sobre de él.

Dentro de un viejo cuarto o bodega de limpieza.

Han sido tantos nuestros breves encuentros hasta ahora que sería imposible numerarlos todos y peor aún clasificar de mejor a peor. Porque todos han sido espectaculares.

Tener sincronía y magia con tu pareja fuera de la cama/habitación es una cosa, pero tenerla siempre dentro. Es la perfecta combinación para la mujer de hoy.

Nosotras también queremos sexo, y libertad, frenesí en algunas ocasiones y seguridad en otras. Pero lo que más queremos es amor desmedido, abnegación y respeto por nosotras mismas y nuestras capacidades.

Derechos e igualdad.

Y amor.

Y ahora elegí amor. Lo elegí a él y a nosotros.

—¿Cuál era la tuya?

—Sabes, no creo que mis padres sean del tipo sentimentales que dejan todo lo que su hijo ha dejado atrás dentro de su antigua habitación.

Le jalo de la camisa por el cuello con una mano y con la otra le pido con la mano que me diga a donde debo llevarle.

—Detrás de ti, la tercera puerta mi amor.

Le conduzco a ella, paso la mano libre por la perilla y la giro, esta cruje un poco pero cede y dentro esta la habitación más prefecta que he visto nunca.

No tiene ningún tipo de poster de bandas juveniles, de música, deportes o arte. De hecho no hay nada colocado en esas paredes, están solas y lisas. Es deprimente que un chico como imagino que era Dante hubiese creído tan cerrado.

Tan limitado.

Todos tenemos derecho a expresarnos y durante la juventud es cuando mejor sé le da al ser humano, colocamos de todo en nuestras habitaciones porque es el lugar donde mejor se nos da estar.

Es como nuestro refugio de bombas personal.

Lloramos a escondidas dentro, reímos y bailamos cuando nadie nos ve.

Pero... él no pudo hacerlo. Casi me pongo a llorar al saber eso.

—¿De verdad está era tu habitación?

—Me equivoque, ellos si guardaron todo como lo dejé desde la última vez que estuve aquí.

—Que fue... ¿cuándo?

—Tenía cerca de veinte años cuando me mude a mi primer departamento, ese mismo día comencé a dirigir una empresa de la familia Hamilton.

—Y eso es todo lo que has hecho desde entonces.

—Y eso es todo lo que he hecho desde entonces. —Me mira, y veo la lástima que él mismo se tiene por todo esto.

Observa la habitación con melancolía y yo sin dejarle ir por el cuello le atraigo hasta mi boca.

—Es hora de comenzar a jugar.

Podemos hacer esto de dos maneras la rápida y tosca o la lenta y tierna. No tenemos tiempo así que mientras le beso desabrocho por la parte de atrás el vestido que llevo, es suelto desde la cintura para que no sé me notará el vientre abultado, pero no demasiado como para que dé el efecto contrario.

Y él era solo una camisa blanca, pantalones caqui en azul marino lisos, zapatos e piso color café y ya.

A veces odio como ellos solo se ponen tres prendas y están listos, mientras que nosotros necesitamos de media docena para vernos presentables.

Desabrocho un botón en la parte de los tirantes y bajo el cierre, él sigue besando mi boca con ferocidad mientras con una mano me sostiene para que no caiga al suelo y me haga daño, con la otra sube una de mis piernas hasta sus caderas.

Entiendo el gesto y trepo la otra sin dudar, él la atrapa de inmediato.

Con ello, me eleva ligeramente, tomó su cabeza entre mis manos mientras le beso apasionadamente. Mi cabeza sobresale por encima de los dos, y como él lo sabe con más precisión que yo le dejó que nos guie a la cama, pero ahí no nos quedamos y yacemos acostados haciendo el amor.

No, yo me siento a horcajas en sus piernas mientras él como puede mete una mano por debajo y se abre la cremallera.

No es necesario que los dos estemos desvestidos para poder tener intimidad ahora.

Por ello no me quitó el brasier, lo dejó para él y por si quiere tomar la iniciativa y desabrocharlo él mismo.

Lo nota, y sonríe.

—Apuesto a que esto me toca a mí hacerlo.

—Por supuesto, sino quien más —digo gimiendo contra su boca.

Baja uno de los tirantes jalándolo con su mano derecha y va depositando besos pequeños pero cargados de inminente pasión por el camino que traza.

Gimo.

No puedo evitarlo, aunque realmente quiero gritarlo, gritar que le amo para que todo el mundo en la casa, invitados, servidumbre y sus arrogantes y estirados padres lo escuchen.

Y nunca puedan poner en duda que lo que tenemos es más fuerte que todos, que ellos y nosotros mismos.

—¡Dios mío! —Gimo contra su boca.

—Vamos... grita mi nombre Susana... —Él comienza con las embestidas dentro de mí.

—Hazlo ya, por favor, te lo suplico... —Tengo la garganta seca y apenas las palabras me salen estallo de placer y calor.

¿Por qué siempre hace tanto calor en nuestros encuentros en la cama?

No me importa en lo absoluto mientras pueda tenerle siempre que pueda así para mí.

—¡Dante! —Grité cuando entró lo profundo de mi cuerpo. La sincronía se queda corta con esta sensación que siento. Entra y sale tan rápido, está vez, sé lo he pedido así por este encuentro cuando veníamos para la habitación.

Que no quedé tiempo para miedos, o para respirar. Éxtasis en todo su esplendor.

—No tenemos tiempo para perder mi amor... —Estoy de acuerdo con él. Ni siquiera noté cuándo o cómo se bajó los pantalones.

¿O es que acaso lo hice yo y no me acuerdo?

Embestida tras embestida, me hace vibrar, sudar y temblar. Así es como debe ser siempre.

Siempre, Tú, Yo y Nosotros mi amor.

Siempre.



Y hasta aquí nos quedamos por el día de hoy...


Espero que les guste la actualización de cuatro capítulos de esta semana, y si es así no se olviden de votar, comentar y seguirme en mis redes sociales para ver las últimas actualizaciones, así como avances exclusivos de todas mis historias.

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