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XXIV.


—Soy una loca, tonta y... —Dante vino hasta mis labios antes de que pudiera seguir disculpándome por mi locura.

Porque eso es. Locura, solo eso puede explicar cómo es que me dejé llevar por la culpa. Sé que Ness no habría querido que yo fuera infeliz, insegura y loca, que mi dolor y culpa se trasformarán en perdición.

Ella hubiera querido que fuera feliz y que encontrará la redención que tanto he estado deseando, como... desde siempre.

Aunque fuera con Dante Hamilton.

Nos separamos de nuestro beso, para mirar hacia abajo. Prendida en la pierna de su padre, Aura nos devuelve la más grande de las sonrisas.

—¿Mami puedo ir a jugar con esos niños?

Llevé mi mirada, no muy lejos un grupo de niños de diferentes edades estaban jugando a las escondidas. Mi amiga, la madre les vigilaba como siempre como un halcón. No solo cuidándolos de los peligros que los pudieran alcanzar aún dentro de las puertas del lugar, sino de ellos mismos, si es que fuera necesario.

Por ello, asentí, sonreí y supe que como yo no hay lugar en donde estuviera más segura que esté.

—Por supuesto mi cielo.

La niña no me devolvió la mirada, solo corrió lejos a jugar con los niños que al verla la recibieron gustosos y curiosos de que ella quisiera en un primer lugar jugar con ellos.

Como ya dije, algunos niños, al ser del sistema no confían rápidamente en otros. Sobre todo si eres lo que ellos llaman "un niño normal". Pero aquellos niños eran unos inocentes, por sus rostros llenos de alegría y brillo pude saber que no sabían nada de cómo era el mundo en realidad detrás de estas puertas. Su mayor preocupación debía de ser comer, ver televisión y jugar un rato por las tardes.

Sin contar hacer las tareas de la escuela, en las que las madres superioras y menores de la escuela a donde iban todos estos niños de la casa hogar les pedían.

Además los tiempos no eran para nada como cuando yo crecí aquí. Esto es algo que nunca le he dicho a nadie, pero cuando tengo un poco de dinero libre a fin de mes lo envío como donativo anónimo, sé que no es nada en comparación a lo que estos niños necesitan, en cuestiones de dinero.

Pero es todo lo que podía hacer para ayudarlos antes.

Miré a Dante, pero no ahora.

—Y...

—Y...

Ninguno de los dos sabía que decir.

—¿Quieres ver dónde crecí?

—Por supuesto mi amor.


***


Paseamos por un largo rato por todo el lugar, le enseñé mis lugares preferidos y los lugares donde más tuve miedo de estar. Le compartí relatos de travesuras que hice junto a los niños que siempre lideraba y me seguían ciegamente, sin dudarlo.

Le conté de cómo me caí de un árbol a los doce años por rescatar a un gato que se quedó atrapado entre unas ramas al querer bajar. Y de la cicatriz que me quedo por aquel acto tan heroico.

Todo el tiempo me escucho, observo y cuando podía besaba mi mano, mi frente y el espacio entre mi cuello y mi rostro.

También le conté como nos quedamos con ese gato, lo adoptamos porque como nosotros, los niños de ese lugar. No tenía a nadie en el mundo, ni a donde ir ni por quien ser amado.

Y todos merecíamos amor en este mundo.

—¿De verdad hicieron todo eso por un gato?

—Sí, bueno a mí siempre me han gustado los animales. Uno de mis más grandes pesares es no poder tener uno para que Aura se crie con ese mismo amor por los animales como yo, mientras crecía.

—¿Y por qué no hacemos eso?

—¿Qué?

—Tener una mascota, juntos.

Quise decir que no, objetar que no teníamos dinero suficiente para eso. Pero no era sí.

Y sí realmente quería entregarme a esto con miedo, debía de dejar de poner excusas para eso.

—¿Por qué no?

Ambos sonreímos de acuerdo por fin, después de semanas de no hacerlo.

Nos fuimos a casa pasadas las cuatro de la tarde, tomados de la mano subimos al auto de Dante, aquella aparatosa camioneta que otras veces nos había acompañado en otras aventuras.

Ahora nos estaba llevando a nuestro castillo de en sueño, donde si elegía quedarme estaría rodeada de amor, atenciones y nada más que sinceridad. Si elegía quedarme y no huir más del amor, tendría como dijo mi vieja amiga antes, la familia que por toda una vida soñé tener siendo una niña del sistema.

Tendría esa oportunidad para tomarla, como no la tuve antes.

Por supuesto que sé que haría un niño como yo, con el mismo pasado que el mío en una situación como está. No dudaría en tomar la decisión.

Pero entonces que hago con la duda sembrada por Ness dentro de mi cabeza y corazón. No es lo mismo que dudar del amor que le tengo a Aura, a mi bebé que aún no nace o al mismísimo Dante.

No tiene nada que ver con ellos, pero es al mismo tiempo más intenso porque ella era mi todo antes de ellos, mi conexión con ella no sé la puede llevar el tiempo ni tampoco se me puede pedir que la dejé archivada en un cajón en lo profundo de mi mente solo por ser feliz.

Ese es mi mayor miedo ahora, con esta felicidad inminente que no sé detiene por nada ni nadie para entrar en mi vida y que me asusta tanto como el no poder respirar dentro de una piscina oscura.

Pero es que tú me soltaste, apostaste todo lo que teníamos, me obligaste con tu partida a buscar amor en otras partes, llenarme de lo que éramos en el pasado y conformarme con lo poco que tenía en el presente solo por no tenerte.

Entonces si fuiste tú la que se fue, ¿por qué soy yo la que se siente culpable? Porque es a mí la que la pena me mata, me devano los sesos al repasar todo lo que ocurrió en ese último día donde estuviste conmigo, pensando que una sola palabra o acción hubiera hecho la diferencia.

Debo dejarte ir o no podré más... con la felicidad, soltar el pasado duele, como una pesada roca posada en nuestros hombros que con el paso del tiempo duele más y más.

Por eso debo dejarte ir Ness.

Cuando la mano de Dante me ayuda a bajar del auto, me siento ligera. No plena aún, pero mejor.

Sé que aunque el día está terminando para algunos, para nosotros cuatro está comenzando a brillar apenas.


***


Desde que Dante y yo comenzamos a vivir nuestra vida juntos nos ha tocado superar todo tipo de retos como pareja. No es nada fácil o difícil pasar por algunos cambios.

Sobre todo porque son inevitables, hasta puedes retrasarlos todo lo que quieras pero al final estos te alcanzarán porque deben ser, deben pasar.

Como por ejemplo, está mañana he sido regañada por un miembro del personal porque me he metido a la cocina de la casa de Dante a hacer el desayuno. Yo no le he visto nada de malo, en cambio Dante se puso fúrico.

Claro, después de ver como yo le miraba ha bajado la guardia. Puse ambas manos en mis caderas, levanté mi ceja derecha y le observé con total calma.

Una vieja maestra de la casa hogar, solía decir que lo mejor que puedes hacer para demostrarle a un hombre que la ha cagado y que es hora de disculparse (aunque no tenga toda la culpa) es esta postura. Y ha funcionado.

Por ello la he implementado cada que uno de los dos está por pasarse en una discusión.

Quiero decir que esta fue la única regla que tuve que implementar, pero no. Como una mujer adulta, sensual necesitada de afecto como lo soy yo del Señor Hamilton he recurrido a una de las más bajas tácticas para mantenerle a raya cuando sé me pone todavía más difícil.

Y es que ninguna mujer me va a negar que recurrir al sexo es una de las mejores tácticas cuando no se está llegando a nada en una discusión con tu hombre. Además, si peleas con semejante hombre como lo es Dante Hamilton, desplegar tus dotes femeninos puede ser lo único que logre calmarle a él.

Y también a ti.

El amor es un campo de batalla.

Y lo mejor de todo, es que aunque él sabe perfectamente que juego estoy jugando sigue queriendo caer.

Porque si vamos a buscar el cielo, lo mejor será hacerlo juntos cariño.

Porque ya no estamos asustados nunca más, ¿verdad mi amor?

Aunque los dos sabemos perfectamente que son juegos, son serios. Estamos atados el uno al otro mientras tocamos nuestros cuerpos con todo lo que podemos.

Así es el amor, ser dos sin dejar de ser uno. Intensidad en cada toque, en cada palabra y promesa que sé le da a su pareja.

—Sabe Señorita Ávila, desde que te conocí y vi dentro de tus ojos me quedé ahí, y es que he esperado toda una vida por ti aún sin haberte conocido... —Besa el espacio entre mis ojos, en el puente entre mi nariz, donde comienza en nacimiento de mi cabello.

Repasa con sus dedos aquellos espacios que ningún otro hombre ha querido explorar con detenimiento.

Y aunque comenzó como un juego, como sexo ardiente y casual, ahora es hacer el amor para los dos. Nos tomamos el tiempo de prendarnos del otro mientras gemimos y llegamos al orgasmo.

Explotamos en amor y dicha.

—He esperado toda una vida por ti mi amor, y ahora es el momento de que lo sepas.

Por eso me entrego en cuerpo y alma como solo una mujer que ama a plenitud puede hacerlo.

Como solo mi corazón puede amarle a él y solo a él.



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