FLASHBACK
Una luna de miel
Annabella
Estoy asustada, mi corazón no ha dejado de palpitar desenfrenado dentro de mi pecho. Desde que llegamos a la famosa suite nupcial, la piel se me puso de gallina y el miedo se apoderó de mi.
¿Qué se supone que haremos? ¿Hacer el amor como cualquier otra pareja normal? ¿Dormir abrazados como personas que se aman? No, definitivamente no.
Sigo en medio de la habitación, estática, con el vestido de novia aún puesto, sin saber que hacer exactamente.
La puerta de abre, doy un respingo en mi lugar y me doy la vuelta. Él me mira unos segundos, no parece estar de buen humor, pero tampoco parece molesto. Aunque es contradictorio, pues siempre lo he visto serio.
Se quita la corbata y el saco para dejarlo sobre la silla junto a la puerta. Se encamina hacia mí y se detiene a unos pasos de mi cuerpo, observándome de arriba abajo.
—Eres preciosa —me sonrojo, bajo la mirada abrazándome a mi misma.
Lo escucho caminar a mi alrededor, sus dedos elevan mi barbilla.
—Cualquier hombre estaría encantado de tenerte —acaricia mi mejilla, baja sus dedos por mi cuello.
Se inclina, pasea su nariz por mi mandíbula, cierro los ojos, suspiro.
—No soy un hombre que deja pasar las oportunidades que se le presentan —murmura, acariciando mis hombros con sus nudillos—. Pero hoy haré una excepción contigo —abro los ojos, me encuentro con su iris marrón a centímetros de mi rostro—. Te haré mía cuando decidas entregarte a mí por voluntad propia —golpea suavemente mi nariz con su dedo índice, me giña un ojo—. Solo entonces nos conoceremos de esa forma.
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