FLASHBACK
5 años antes
Annabella
Abro mis ojos, despertándome agitada y sudorosa. Las manos me tiemblan, las piernas me arden y el corazón me palpita con fuerza.
Estoy en una habitación oscura, lo sé, pero no logro ver casi nada.
¿Dónde están mis anteojos?
Estoy en el suelo, una de mis manos esposada a algún mueble que no logro ver. Me arde la piel, me duele la garganta, me siento pegajosa y sucia.
Tengo miedo, miedo de lo que dijo papá, de que sea verdad.
«Es la única salida, Anne. Eres tú, o toda la familia. ¿Quieres ver morir a tus hermanos? ¿A tu madre o a mi?»
Sollozo, no sabiendo exactamente a qué me iba a atener. Estaba asustada de que algo realmente horrible pudiera pasarme.
«¿Sabes lo peligroso que es seguir ocultándonos? ¿Sabes lo arriesgado que es ir por ahí sin protección? Esas personas son peligrosas, necesitamos que alguien nos respalde, y él es nuestra única alternativa. ¿Estás dispuesta?»
¡No! Definitivamente no lo estaba. Solo tengo veinte años, pero eso no tiene validez para mis padres. Esos que me dejaron a mi suerte.
¿Qué pasará conmigo ahora?
Me sobresalto, la puerta se abre y una figura sobresale ante la luz que entra por la nueva abertura.
Es un hombre, alto, con buena complexión anatómica, pero no logro ver su cara.
—¿Q-quien eres? —mi voz es un hilo, tembloroso y bajo—. ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué...?
—Las preguntas las hago yo —es una voz autoritaria, profunda, ronca y baja.
Se me erizan los pelos de la nuca, por mi espalda baja una corriente eléctrica, una que me aterra y me alivia al mismo tiempo.
—¿Cómo es tu nombre? —preguntó.
—Annabella —suspiro, pegando mis piernas a mi pecho.
—¿Tu apellido?
—Hamilton.
—¿Sabes por qué estás aquí?
Si, porque mi padre está hasta el cuello de deudas y yo soy la carnada para el pez gordo.
—No —miento, no logro ver bien su rostro, pero parece estar sonriendo.
—No sabes mentir —ríe, es un sonido muy bajo, pero potente—. ¿Por qué estás aquí, Anne?
—Mi papá, él... tiene deudas y...
—Yo las pagaré por él —termina por mí—. Estoy salvándole el pellejo a toda tu familia, pero tengo que tener una garantía —explica—. Esa eres tú.
—¿Qué quieres? —cuestiono aterrada.
—Que seas mi esposa.
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