Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

6. Extrañamente cautivante.

Annabella

Me remuevo incomoda en la cama, tengo calor y necesito despertar, he dormido demasiado y tengo hambre. Parpadeo hacia la luz de la ventana, confundiéndome al saber que están abiertas. ¿Yo las cerré anoche? Estoy segurísima que sí, suelto un bostezo y me doy la vuelta.

Diviso una figura masculina sentada en la silla junto a la ventana, no me asusto porque sé de quien se trata. Suspiro, cierro los ojos otra vez y empuño la sábana antes de hablar.

—Mierda —finjo un gruñido—. Ya estoy muerta o el demonio vino a visitarme a mi habitación.

—Buenos días, Anne —responde, sin embargo.

—¿Qué quieres, Dom? —me siento en la cama y lo miro, aunque no logro divisar correctamente su rostro, teniendo en cuenta su lejanía.

No veo una mierda.

—¿Haremos lo mismo de siempre, Annabella? —cuestiona y yo ruedo los ojos.

—Buenos días, Dominic.

Me arrastro por la cama y me pongo de pie, voy hacia el baño, pero ni siquiera llegué a entrar porque me estrellé contra el marco de la puerta y mi hombro es quien recibe el golpe. Suelto un siseo de dolor y me llevo una mano al hombro.

Gruño y me devuelvo hacia la mesita de noche, pero mis lentes no están ahí, frunzo el ceño.

—¿Buscas esto? —dice la voz de Dominic detrás de mi, doy un respingo y giro a verlo.

Sigue sentado, pero ahora tiene un objeto entre sus manos. Entrecierro mis ojos y me doy cuenta de que tienen mis anteojos.

—¿Me los das? —aprieto la mandíbula para no gritar.

—Ven a buscarlos —responde simplemente, aún tengo una mano sobre mi hombro, el cual duele—. Ven, Anne, sabes que no muerdo —el muy maldito está sonriendo, lo sé—. A menos que tú quieras, claro.

—Púdrete —le digo y camino hacia él, tiendo mi mano libre, no me los da—. Dominic...

—Siéntate —señala sus piernas, niego—. No es una pregunta, dulzura.

Me muerdo el interior de la mejilla, teniendo presente que puedo ponerme mis lentes de contacto, pero el magnetismo entre los dos me lleva hacer cosas estúpidas, como estas.

Pongo mis manos en sus hombros y me siento a horcajadas sobre su regazo, frente a frente, su rostro a centímetros del mío. Me regala una sonrisa torcida, mi estómago se aprieta y tengo que bajar la cabeza cuando siento mi rostro arder.

Sus manos sostienen mi rostro, sus dedos acarician mis mejillas, sus labios tocan los míos. Un beso dulce, lento y pausado. Su lengua me pide pase libre y yo se lo concedo, llevando mis manos a su cuello, metiendo mis dedos en su cabello. Gimo bajito cuando una de sus manos sostiene mi cintura y me presiona contra su entrepierna, aprieto sus hombros y suspiro sobre sus labios.

—Dom... —jadeo sintiendo sus labios en mi cuello, chupando y mordiendo mi piel.

—¿No te gustan estos buenos días? —«¡Sí, por supuesto que me gustan!» Estoy a punto de gritarle que si, pero me contengo.

—¿Qué estas haciendo? —mis caderas se mueven por vida propia sobre su erección.

—Besando a mi esposa, ¿Acaso no puedo? —su voz es un detonante, un bálsamo que logra excitarme demasiado.

Deja de besarme, detiene mis caderas, observa mis ojos. Besa mi mejilla, la comisura de mis labios y la punta de mi nariz. Vuelve a tomar mis anteojos y se encarga de ponerlos en mi rostro con cuidado, vuelve a sonreírme.

—Almorzaremos en la casa de mis padres —dice mirándome, frunzo el entrecejo.

—¿En su casa? —asiente, acaricia mis piernas suavemente—. ¿No vendrán?

—Pensé que querrías salir hoy —pellizca mi mejilla, rodea mi cintura con su mano.

Bajo la mirada, mi nariz se arruga, suelto una risita burlona.

—¿Desde cuándo te importa lo que yo quiera? —le pregunto a su iris marrón, su mandíbula marcada se aprieta.

—Te gusta verme de mal humor, ¿No es así? —sonrío maliciosa, acaricio barba recién cortada.

—Digamos que te ves más guapo —muerdo mi labio inferior ante su cínica sonrisa.

Pasa sus dedos por mi hombro, su ceño se frunce levemente.

—Te quedará un moretón —dice, se inclina y besa la parte enrojecida de mi piel, mis poros no tardan en erizarse—. Arréglate, tienes dos horas.

—Que considerado el Sr. —Digo con sorna cuando me levanta de su regazo.

Vuelve a su usual seriedad y sale de la habitación, cerrando con llave. Gruño frustrada, este hombre me va a matar de un infarto.

[...]

Busqué un top de tirantes color rosa pastel, unos jeans claros y unas Vans blancas. Lo único que hice fue arreglar un poco mi flequillo y aplicarme brillo labial, y un poco de perfume.

Hace meses que no salimos, bueno, que yo no salgo, porque él siempre está en su empresa o quién carajos sabe dónde y yo bueno, creo que no hace falta decir más.

Salgo del baño justo cuando siento la puerta de la habitación abrirse, para encontrarme con mi apetecible esposo, vistiendo unos jeans azules y una camisa blanca hasta los codos.

Jesucristo, este hombre...

—¿Lista? —asiento y agarro mi abrigo blanco de peluche, camino hacia la puerta, pero él aún sigue ahí—. Estás encantadora.

—Yo... gracias —carraspeo y asiento.

Escucho su risa, mi ceño se frunce.

—Eres tan tímida para unas cosas y tan experta en otras —mi rostro es un tomate rojo, vuelve a sonreír—. Vamos.

Salgo primero y camino lentamente por el pasillo, siento su mirada sobre mi, pero trato de ignorarlo y es terriblemente imposible hacerlo. Bajo las escaleras con rapidez intentando poner una gran distancia entre nosotros, salimos de la casa y la camioneta de Armand, el chófer de Dominic.

—Buenos días, Sra. —saluda amablemente abriendo la puerta trasera para mí.

—Buenos días —musito en voz baja, protegiéndome en el interior del vehículo.

Dominic sube detrás de mí y ocupa su lugar a mi lado, el auto se pone en marcha y nos sumergimos en un largo silencio.

—Daniela está un poco extraña —comenta llamando mi atención—. ¿Sabes lo que le pasa?

—¿Extraña? —pregunto un poco confundida, asiente mirando su teléfono—. ¿De que manera?

—Agresiva —guarda su teléfono y me observa, suelto una risita.

—Ella es así, solamente saca las garras cuando es necesario —explico—. ¿Qué te hizo ahora?

—Solo me llamó esta mañana, pero la noté muy brusca.

—Solo le caes mal, no te preocupes —le resto importancia ocultando mi sonrisa.

—Normalmente, le caigo mal a muchas personas —luce divertido, y aunque me parece extraño, le sigo el juego.

—Sí, es un efecto natural que causas en las personas.

—Ponte el cinturón —ordena, ruedo los ojos y hago lo que me dice.

—Esta es la última orden que a acato de tu parte —lo señalo.

Una media sonrisa aparece en sus labios y sorprendiéndome, entrelaza nuestros dedos y lleva mi mano a su boca, dejando un delicado beso en el dorso. Mi pulso se acelera y no puedo desviar mi mirada de la suya, y ese extraño cosquilleo que siempre se hace presente cuando él está conmigo, vuelve a mi estómago.

El trayecto es tranquilo, para mí sorpresa, se envuelve en un silencio cómodo y poco familiar, pero se siente bien. Dominic se dedica a jugar con mis anillos de matrimonio y darle una que otra caricia a mis nudillos. Yo, por otro lado, me propongo a mirar por la ventana las calles de Sydney, porque sinceramente, no sé que pensar de esta extrañamente cautivante faceta de Dominic Whittemore.

Para cuándo llegamos, la madre de Dominic nos recibe con los brazos abiertos, en especial a mi, diciéndome lo feliz que le hace tenerme en su casa. Daniela es la segunda en abrazarme y estrujarme hasta casi dejarme sin aire. Sin embargo, mi suegro fue otra cuestión, que con solo un apretón de manos me dio la bienvenida.

—Emiliano vendrá esta tarde —Mauricio se dirige a su hijo cuando se sienta en uno de los sofás.

—¿O'Connor? —Dom luce confundido cuando se sienta junto a mi y coloca su gran mano en mi muslo.

—Queremos negociar un terreno, serviría de mucho para abrir una cadena de hoteles —le responde, soy consciente de la otra mano de Dom en mi nuca, enviando corrientes eléctricas por todo mi cuerpo.

Mierda, doy un respingo.

—Ahora vuelvo —digo bajito, Dominic me da una mirada cargada de malicia y las mejillas se me ponen rojas.

Me pongo de pie y camino hacia la cocina, con suerte, Daniela está bebiendo agua.

—Contigo quería hablar —me dice la castaña—. ¿Qué son todos esos roces disimulados de allá afuera?

—No lo sé —me paso las manos por los brazos sintiendo la piel de gallina—. Desde esta mañana está actuando así.

—¿Y que hay de ti? —se cruza de brazos—. ¿Estás feliz por el cambio?

—Realmente, no lo sé —suspiro—. Tengo miedo, es extraño verlo tan cariñoso, y no quiero volver a ilusionarme y después decepcionarme —bajo la mirada, sabiendo que no es la primera que él se comporta así y a la semana, actúa como si yo no existiera.

Me mira con los ojos entrecerrados, como si estuviera ideando un plan macabro, y luego, sonríe con malicia cuando lo consigue.

—Tengo una idea —sonríe, toma mi mano y me lleva al patio trasero y ambas nos ubicamos en un mueble de madera—. Dale una muestra de lo que puedes darle y que no encontrará en ninguna otra parte.

—¿Cómo haré eso? —arrugo el entrecejo.

Sedúcelo, haz el amor con él, saca todas tus cartas y ponlas sobre la mesa —comienza y sonríe maliciosa—. Eres la mujer de sus sueños, Anne, usa eso a tu favor. ¿No duermen juntos? Sigue así, hazlo sentir mal cuando no te toque, haz que venga a ti como un cachorro abandonado y enamóralo a tu antojo —toma una lenta respiración—. Él necesita saber lo que hacen las noches sin ti, que necesite que lo toques, que lo ames. Eres hermosa, inteligente, dale una lección que jamás olvidará.

[...]

El almuerzo fue entretenido, no voy a decir mentiras, la pasamos realmente bien. La familia de Dominic siempre me ha apoyado, y tratado como uno de los suyos, independientemente de todo el drama del dinero y de mis padres.

Theresa me ha dado cientos de consejos para llevar la casa, pero ella no sabe que su hijo me tiene como una prisionera en mi habitación y solo me deja tomar aire una vez por semana. Pero no le quito la ilusión y dejo que me instruya, Daniela no para de contarme sobre un chico que conoció en una fiesta y lo lindo que es con ella. Mauricio ha estado hablando con su hijo la mayor parte de la tarde de negocios, mientras que, en los momentos libres, Dom se acerca y me besa, las mejillas, la punta de la nariz, la frente y las manos. Es como si estuviera reconstruyendo la imagen horrenda que él mismo ha creado en mi cabeza. Y lo logra, al comportarse tan dulce conmigo, tan atento, es estúpido, pero no siempre es malo un poco de cariño.

En un instante, me voy al baño, solo me toma unos segundos, pero para cuando salgo, Emiliano O'Connor ha llegado a la casa, pero no viene solo.

Natasha Williams viene con él.












Oh, oh.

¿Están impactados?

Yo sí.

¡Voten y comenten mucho!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro