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34. La vida se me iba de las manos.

Dominic

Instantes.

Todo está bien, las cosas marchan de una manera coordinada y certera, no se desvían nunca y todo se mantiene en perfecto orden. Sin embargo, la vida se puede tornar oscura de un instante a otro, y de la peor manera en la que se puede imaginar.

Solo fue un instante, unos segundos en los cuales mi mundo se paralizó completamente y se tambaleó bajo mis pies.

Un instante en el que sentí que la vida se me iba de las manos.

Fueron los instantes más largos de toda mi vida, nada tenía sentido para mí, no podía moverme, solo estaba el sonido catártico de mi respiración y el leve zumbido de mi corazón latiendo lentamente.

Su cuerpo era una pluma cuando la sostuve entre mis brazos, cuando me manché con su sangre, cuando observé su rostro pálido y herido. Esa imagen me perseguiría de por vida, porque estaba a un maldito instante de perder a lo que le daba todo el sentido a mi existencia.

Estaba rememorando lo ocurrido hace unas horas.

El auto deteniéndose frente a la casa. La furgoneta entrando a más dar. Los disparos. La sangre. Anne inconsciente entre mis brazos.

Mi cabeza iba a mil por segundo, no podía concentrarme en una cosa a la vez, todo llegaba a mi mente de sopetón. Apreté mis manos rojas por la sangre de Anne en puños, apreté la mandíbula, cerré mis ojos. No podía creer lo que estaba pasando, no quería creerlo, no podía aceptar que mi esposa estuviera en un quirófano por cuatro impactos de bala.

Y, aun no puedo procesarlo por completo, menos al estar aquí, sentado en una sala de espera de un hospital.

—¿Dom? —escuché la voz de Daniela, levanté la mirada para poder verla—. ¿Qué es lo pasa?

—Es más complicado de lo que parece, Dani, pero no sé cómo explicar lo que ocurrió hace un rato —suspiro, ella se sienta junto a mí para abrazarme.

—Ella estará bien, Dominic —escondo mi rostro en su cuello, intentando atraer un poco de calma a mi cuerpo, incluso cuando el mismo está completamente tenso—. Annabella es una de las mujeres más fuertes que he conocido, ella saldrá de estas como de muchas otras, ya verás.

—Intento pensar así, créeme —suspiro, me alejo de ella, miro sus ojos verdes y su cabello corto—. Pero es difícil después de verla ensangrentada y completamente inconsciente.

Hizo un puchero y me miró con todo el amor que tenía, suspiró y besó mi mejilla.

—¿Quieres que te ayude con algo? —negué, me observó con detenimiento—. Te buscaré algo de ropa y vendré otra vez, ¿Sí? —se puso de pie—. Mamá está en la recepción, espérame aquí.

—No me moveré de aquí —sonrió en comprensión.

La vi alejarse y desaparecer por el pasillo.

—¿Qué otra cosa sigue, Dominic? —cuestiona mi padre de pronto, mi ceño se frunce—. Ya le dispararon a Annabella, ¿Qué más falta? ¿Qué te maten a ti?

—¿Puedo saber qué demonios te pasa? —gruño mirándolo apoyado contra la pared—. ¿Estás escuchándote? Le dispararon a mi esposa, ¡A mí esposa!

—Sí, la hija del maldito que te tiene en la mira, ¿Qué más esperas? —sisea.

Negué, sonriendo con ironía.

—Será mejor que no sigas diciendo eso, porque no quiero faltarte el respeto, papá —musito, apoyando mis codos sobre mis rodillas.

—Debiste terminar con esto cuánto antes, esa muchacha no es más que un dolor de cabeza —estoy perdiendo los nervios, a un respiro de explotar—. Con tantas mujeres que estarían a tu altura, ¿Por qué esa chiquilla?

—¡Porque la amo, papá! —es todo lo que digo, ganándome una mirada sorprendida de su parte—. No sé si comprendes lo que es amar a una persona, pero te diré una cosa: si estuviera en mis manos elegir, daría la vida por estar yo en ese quirófano y que ella estuviera completamente bien.

Se quedó mudo, estaba sorprendido y yo también.

Jamás creí expresar mis sentimientos y emociones en voz alta, pero como todos dicen: «Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde» Y no sé si estoy perdiendo a la mujer de mi vida ¿Qué sentido tenía ocultar lo que sentía por ella? Era estúpido.

Mi padre no dijo nada más y lo agradecí bastante, no estaba dispuesto a tolerar sus impertinencias y mucho menos tenía ganas de seguir discutiendo con él.

—Cariño, ten, un café te hará bien —mamá puso su mano en mi hombro, tendiéndome un vaso de cartón. Suspirando lo acepté, pero lo cierto era que tenía un nudo en el pecho que apenas y me dejaba respirar—. Tranquilo, todo estará bien.

Dejé el vaso a un lado en el suelo y me puse de pie, la gente tenía que dejar de decir que todo estaría bien, no podía seguir escuchado eso. Tenía que ser optimista, pero era difícil cuando habían pasado dos horas y Annabella aún seguía en cirugía, y más cuando yo no tenía noticias de ella.

Busqué mi teléfono y marqué el número de Charly, necesitaba poner mi atención en una sola cosa.

—¿Señor?

—¿Sabes lo que está pasando? —me apoyé contra la pared.

—Sí, señor. Lamento lo que le ocurrió a la señora Annabella —suspiro.

—Necesito que averigües quien está detrás de todo esto —casi gruño—. Quiero al responsable tras las rejas, pudriéndose en lo más profundo de una celda.

—Estoy en ello —informa—. ¿Cree usted que se trate de Alexander?

—No me sorprendería. —Digo con desgana.

—¿Dom? —la voz de mi madre me hace levantar la mirada, logrando que mi alarma se active cuando veo al doctor junto a ella.

—Encárgate de todo, Charly, mantenme informado.

—Como ordene, señor.

Cuelgo y camino con rapidez hacia ellos, tratando me mantener la compostura.

—Doctor —estrecho su mano—. Dominic Whittemore.

—Spencer Falcon —asiento.

—¿Cómo está mi esposa?

—Estable, acabo de ingresarla a sala de recuperación —inicia, suspira mientras me observa fijamente—. Seré sincero con usted, Sr. Whittemore, el panorama fue muy desalentador, hubo una perforación en el abdomen que logró rozar gran parte del hígado, ocasionando que perdiera mucha sangre, por suerte logramos detener la hemorragia a tiempo. —Contengo la respiración, apretando los puños a cada lado de mi cuerpo—. Con base al impacto en la pierna izquierda, la bala que perforó no logró tocar ninguna artería o tendón importante y logramos extraerla, de igual forma ocurrió con la herida en el hombro derecho. Sin embargo, me tiene muy preocupado el disparo que recibió en el pecho, ya que logró rozar el pulmón izquierdo. También hubo hemorragia, no obstante, luego de detenerla logramos extraer la bala y sellar la laceración que provocó el impacto.

Me paso las manos por el rostro, inhalando profundamente para no perder la cordura. ¿Cómo carajos es que Annabella sigue con vida después de todo esto?

—¿La recuperación cómo será? —es todo lo que logro preguntar.

—Las heridas del hombro y de la pierna estarán en perfectas condiciones más tardar en una semana, por otra parte, el pulmón y el hígado estarán en revisión constante. Las laceraciones normalmente sanan entre dos o tres semanas, pero quiero mantenerla sedada hasta entonces, no quiero correr el riesgo de que la fisura del pulmón se convierta en un neumotórax y se compliquen ambos pulmones.

—Bien, haga lo que sea necesario —el asiente.

—Su esposa es una guerrera, señor Whittemore, ella estará bien.

—¿Cuándo podré verla? —cuestioné con rapidez.

—Dentro de una hora, más o menos —responde—. Estaré al pendiente de su estado, con permiso.

Solo pude asentir cuando lo veo darse la vuelta y desparecer por el pasillo, pues el nudo que tenía en la garganta no paraba de crecer. Di un paso atrás, dispuesto a alejarme de cualquiera que quisiera hablarme.

Vuelvo a apoyarme contra la pared, cerrando los ojos para tratar de convencerme a mí mismo que todo está bien.

Annabella está bien.

No la estoy perdiendo.

No la estoy perdiendo.

Ella está bien.

Está conmigo.






Ustedes lo pidieron.

Aquí, el añorado sufrimiento de Dominic Whittemore.

¡Voten y comenten mucho!

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