27. Te daré mil más.
Annabella
Dormí dos horas y fue realmente reconfortante, necesitaba dormir y dejar que mi mente descansara un rato. Logré abrir los ojos otra vez cuando Dominic me susurró al oído que, si quería estar lista antes de la ocho, debía levantarme.
Me desperecé y me di un baño, primero me hice unas ondas en el cabello y después me maquillé, me apliqué una crema corporal que tenía brillitos dorados y perfume. Luego busqué mi precioso vestido dorado, era largo y con una abertura en la pierna desde el principio del muslo.
Era divino, y ameritaba unos buenos tacones dorados que se amarraban por sobre el tobillo, un poco debajo de la pantorrilla. Una vez vestida, terminé por arreglarme el cabello y me puse unas argollas redondas doradas también.
Alisé el vestido con mis manos mientras me miraba en el espejo, mordí mi labio inferior, me sentía y me veía realmente preciosa, me sonreí y tomé el pequeño bolso de mano en donde solo tenía mi teléfono y mi labial. Mis tacones resonaron por el piso pulido bajo mis pies, haciendo eco por todo el lugar, logrando que mi apuesto esposo se girara en mi dirección una vez que estuve en la habitación.
—Mírate, eres una diosa —murmura con tanto sentimiento que las mariposas comienzan a bailar en mi estómago—. No hay mujer en este mundo más hermosa que tú.
—¡Basta! —reí, viéndolo acercarse a mí con una sonrisa en los labios—. Harás que me sonroje.
—Me encanta que te sonrojes —puso sus grandes manos en mi cintura—. Te ves tierna, no se puede comparar tu lado pervertido.
—Uy, no es como si fuera la malota en la cama, ¿O sí? —paso mis manos por sus brazos, acercándome a él.
—Eres una fiera —besa mis labios castamente, me observa embelesado—. Tengo algo para ti.
—¿Qué es? —pregunté ansiosa, él lo notó y besó mi mejilla.
—Te encantará —me guiñó uno de sus ojos, mordí mi labio inferior. Del bolsillo de su pantalón sacó un pequeño estuche cuadrado de color azul marino—. ¿Qué significa el girasol para ti?
—El girasol es el símbolo del sol, y representa el amor y la admiración —murmuro, da otro paso hacia mí y abre la cajita, mi corazón se detiene—. Pero también la felicidad, la vitalidad, el positivismo y la energía... ¡Oh, por Dios, Dominic!
—Te amo, Anne —dice, mostrándome el precioso collar de Allurez con un girasol en el medio, es de oro con un pequeño diamante—. Amo que seas tan positiva, que seas optimista y que no desistas cuando algo te importa, y te admiro. Te admiro por el simple hecho de estar conmigo después de todo lo que te he hecho, admiro que tengas un corazón tan enorme como para perdonarme y seguir amándome después de tanto.
—Cariño —sollocé antes de sujetar su rostro y besarlo, una y otra vez—. Te amo, te amo demasiado. Sé que has cometido errores, que tenías un plan desde un principio, pero... detrás de todo eso solo me has protegido como nunca nadie lo ha hecho, y te amo por eso.
Volví a besarlo, sus brazos me apretaron a su cuerpo y sentí como mi corazón se hinchaba de felicidad.
—Todos merecemos otra oportunidad, Dom —su frente se apoyó contra la mía—. Ya te di una, y te daré mil más.
—Te amo —volvió a decirme, sonreí con los ojos llenos de lágrimas—. No llores, dulzura, no es momento de llorar.
—Es que soy muy feliz, dentro de todo el drama con mi padre y mis hermanos, soy muy feliz —trato contenerme, no obstante, una lágrima rodó por mi mejilla—. Aun no comprendo por qué son así conmigo, y por eso eres la única persona con la que cuento realmente, y por eso te amo, por estar ahí aún y cuando todos ya se han ido.
—Yo no voy a irme, no te dejaré —sostiene mi rostro con una de sus manos, mirándome directamente a los ojos y en este instante, sí creo en eso de que los ojos son la puerta del alma—. No me iré a ninguna parte, no si tú no puedes venir conmigo.
Lo abracé, escondí mi rostro en su cuello y me impregné de su fuerte perfume masculino, cerré mis ojos y me perdí en la calidez de sus brazos que eran mi hogar.
[...]
Habíamos llegado al Burj Khalifa a eso de las ocho y treinta de la noche, era sorprendente e increíblemente alto, me dio mareo de tan solo mirar hacia arriba. Me daba vértigo y mucho más al enterarme que iríamos al piso 90 para la dichosa celebrando del cierre del trato de Dominic, y luego al piso 134 a la suite corporativa que era de su propiedad.
Qué extraño, ¿no? Mi esposo tenía toda una suite para él, la verdad es que no me sorprendió en lo absoluto, solo que me sentí extraña al no saberlo.
—¿Por qué no sabía que tienes una suite para ti mismo? —le cuestioné cuando estábamos en la mesa del amplio salón donde se llevaba a cabo la reunión, él me miró.
—Porque nunca salió el tema a colocación —puso su mano en mi muslo, acariciando mi piel con sus dedos—. ¿Por qué?
—No es nada, solo que no creí que tuvieras una —me encojo de hombros, él me sonríe—. ¿Qué?
—Eres muy curiosa —rodé los ojos, él se inclinó un poco y mordió mi hombro desnudo, solté una risita y un quejido al mismo tiempo—. Hueles delicioso.
—Yo soy deliciosa —le dije con picardía, dejó un beso en dónde antes estuvieron sus dientes.
—Eso ya lo sé —me sonrojo inmediatamente, él sonríe.
—Dominic, por favor —pongo mi mano sobre la suya, deteniendo el recorrido que él inicia por mi muslo.
Lo ignoré, o intenté hacerlo observando el lugar a mi alrededor, la decoración era de color plateado con negro, las personas estaban sumergidas en conversaciones, unas parejas bailaban la lenta melodía que se escuchaba. Todo estaba perfecto hasta que me topé con Natasha al otro lado del salón, estaba sentada en una mesa con Susan.
Su mirada era como una navaja de doble filo, dura, fría y de mucho odio. Arqueo una de mis cejas en su dirección, porque no, no iba a dejarme intimidar por una simple mirada. Yo era una mujer de palabras, no de señas, me gustaban las cosas claras y concisas.
Su mirada se apartó de la mía, sí, como creí.
—No la soporto —gruño, el cuerpo de Dominic se tensiona, lo miro.
—Te dije que no significaba nada —replica, bajo la mirada, pero sus dedos elevan mi barbilla hacia él—. ¿Acaso no confías en mí?
—Por supuesto que sí, es solo que me irrita —quito su mano de mi cara—. Trato de olvidarlo, en serio que sí, pero tan solo pensar que ella...
—No volverá a pasar, lo sabes —asentí con rapidez—. Pasa de eso...
—Es fácil decirlo, pero trabaja contigo y no sé qué pensar —suelto, enojada.
—Perdona —negué—. Es mucho más complicado que eso.
Mi estómago se apretó.
—Explícame —exigí, miró en otra dirección y suspiró con pesadez—. No más mentiras, Dom, recuérdalo.
La canción terminó, él no dijo nada, solo me observó.
—Baila conmigo —me ofreció su mano.
—Dom...
—Te lo diré, solo baila conmigo —no podía negarme a su mirada, suspiré y tomé su mano.
Me levanté junto con él, fuimos al centro del salón, en dónde varias parejas seguían bailando y otras apenas comenzaban a hacerlo. Una de sus manos se entrelazó con la mía y la otra rodeó mi cintura pegándome a su pecho. Me encantaba bailar con él, sus brazos eran fuertes y me sostenían como si fuera un tesoro.
La última vez que lo habíamos hecho, fue el día de nuestra catastrófica boda.
—Dime —insistí, nuestros ojos se encontraron.
—Su padre era socio de mi padre, uno de los pocos a los que podía llamar amigo —comienza—. Para cuándo Natasha terminó la universidad, él murió de cáncer, claro que, le pidió a mi padre que le ayudara a encontrar un trabajo en dónde se enfrascara en algo positivo, en ese entonces ella estaba fuera de control. Mi padre me lo comentó y dije que lo pensaría, desde entonces es mi secretaria, una cosa llegó a la otra... El resto ya lo sabes.
Me quedé en silencio procesando toda la información, no podía discutir ese hecho con él, a pesar de todo, Dominic era un hombre de palabra y que cumplía sus promesas, no había discusión alguna sobre ese hecho.
Asentí en su dirección, como diciéndole que lo entendía, él suavizó su agarre en mi cuerpo y me pegó más a el suyo cuando las últimas notas de la canción terminaban, y comenzaba otra. La reconocí al instante, era All of me de John Legend.
Mi cuerpo se balanceó contra el suyo lentamente cuando la primera estrofa de escuchó.
¿Qué haría yo sin tu inteligente boca atrayéndome, y sin ti echándome a patadas?
Sonreí mirándolo, me acerqué más y su frente se apoyó sobre la mía, su mano apretó mi cintura mientras la canción sonaba, la melodía nos envolvía, nuestra burbuja se solidificó. No había nada entre nosotros, nadie podía separarnos en aquel instante, solo éramos él y yo.
Sr. Y Sra. Whittemore.
Por primera vez en mucho tiempo.
Mi cabeza está bajo el agua, pero estoy respirando bien, tú estás loca y yo no estoy en mis cabales.
Reí cuando me alejó y me hizo dar una vuelta y volvió a pegarme a su cuerpo, mis brazos rodearon su cuello. Escuché como la canción nos describía perfectamente, como si hubiese sido escrita solo para nosotros.
Porque todo de mí, ama todo de ti.
Amo tus curvas y tus bordes, todas tus perfectas imperfecciones, dame todo de ti y te daré todo de mí.
Sus labios tocaron los míos en un beso dulce. Un efímero toque que fue eterno para el corazón.
Tú eres mi final y mi principio, incluso cuando pierdo, estoy ganando.
Porque yo te doy todo de mí, y tú me das todo de ti.
[...]
—Definitivamente, los tacones ya no son lo mío —sentencio quitándomelos apenas entramos a la suite.
Es amplia con colores vivos y cálidos, el ventanal es enorme y ni siquiera se me pasa por la cabeza acercarme. Está muy alto y no quiero marearme. Escucho los pasos de Dominic detrás de mí mientras me desplazo por todo el lugar, me encanta ver todo y comprobar lo grande que es. Me encuentro con una puerta corrediza y no dudo en abrirla, es una especie de estudio y, ¿Cómo no? Tiene un enorme escritorio, entonces, un vago recuerdo llega a mi mente.
«Bueno, teniendo en cuenta que hay un estudio en la suite, descubrí que el escritorio es lo suficientemente amplio, muy útil»
Esa tarde le envié ese mensaje, mordí mi labio inferior ante mi idea.
Me giré y lo miré, arqueé una de mis cejas.
—¿Qué? —se quitó el saco.
—Otro escritorio —señalé detrás de mí—. Y también es amplio, muy útil, ¿No?
—¿Qué está pasando por esa hermosa cabecita tuya? —cuestionó acercándose, yo retrocedo.
—Muchas cosas —digo, muerdo mi labio cuando chocó contra el escritorio—. Me preguntaba, ¿Qué piensas tú?
—En lo mucho que me gustaría follarte sobre este escritorio —se pega a mí de golpe, haciéndome sobresaltar y reír al mismo tiempo.
Me erizo de pies a cabeza, mi cuerpo entero tiembla de lujuria.
—Hazlo entonces —susurro, poniendo mis manos en su pecho.
El placer emerge cuando nos besamos, es un beso abismal, uno que me deja sin aliento. Su lengua enrolla la mía, mis manos van a su cuello, las suyas a mi trasero. Me aprieta desde ahí, me presiona contra su erección. Tomo una de sus manos, la guío al epicentro de mi cuerpo, haciendo la tela de mis bragas a un lado para que sus dedos presionen mi clítoris. Automáticamente pongo los ojos en blanco, mi boca deja la suya, suelto un gemido sobre sus labios.
—Oh Dios —respiro, su pulgar se mueve en círculos—. Sí, así...
El fuego y la pasión que se presenta entre los dos me abruma, me excita a desniveles. Su mano libre sube mi vestido y se posiciona sobre mi trasero, me toma de voladas y me sienta en el escritorio. Gimo, meto mis dedos en su pelo y lo beso con ansias.
—Recuéstate —ordena, muerde mi labio inferior y me deja cumplir la tarea.
Un último beso es dejado en mis labios y me veo a mí misma recostándome sobre la superficie fría de madera. El vestido se desliza por mi cuerpo, enrollándose en mi cintura, sus manos separan mis piernas y se posiciona entre ellas. Acaricia mis piernas, mis muslos, mi vientre por sobre mis bragas.
—Quítatelas —muerdo mi labio, eso hago, levanto el trasero y me quito la tanga negra bajo su atenta mirada, por último, separo más las piernas—. Eres una exhibicionista.
—Solo para ti —suspiro sonriendo tirando mis bragas por ahí, miro el brillo malicioso y divertido en su mirada—. Hazme tuya.
—Ya eres mía.
Sus manos acarician mis muslos y tira de mí hacia la orilla, pegándome a su erección aún dentro de sus pantalones, mis tobillos descansan en sus hombros y mi respiración se atasca en mi garganta cuando lo veo desabrocharse el cinturón. Saca su miembro despierto y deseoso por mí, deslizándolo sobre mis pliegues húmedos de placer.
—Dominic... —jadeo, aturdida, sintiendo como la pasión crece y crece a cada segundo.
—Dime que es lo que quieres —se presiona en mi entrada, no me penetra.
—Que me folles, que me ames, que me trates mal, que seas tú —gimo, la cabeza de su miembro entra en mi interior, arqueo la espalda, se retira—. Hazlo rápido, duro, como nos gusta.
—Tus deseos son órdenes para mí.
Y se introduce en mi interior con fuerza, arrancándome un grito de sorpresa. Mis ojos se cierran y todo mi cuerpo se tensiona cuando comienza a embestir dentro de mí con brusquedad. La violencia de sus estocadas es abismal, como aprieta mis muslos con sus manos, como estimula mi clítoris con su pulgar.
Encajamos de una manera única que me descontrolada, solo hay placer, una química apasionada y al mismo tiempo destructiva que nos une y no para de crecer con el pasar de los minutos.
—Dominic... —entierro mis uñas en su mano, esa que no para de apretar mi muslo.
—Nunca me decepcionas, eres perfecta —jadea en un susurro, muerdo mi labio inferior con fuerza.
Sus movimientos aceleran, el ruido seco que generan nuestros cuerpos al encontrarse es morbosamente excitante. El amor y el placer se hacen presente en una sola embestida, le musito entre gemidos cuánto lo amo, él me responde entre gruñidos cuánto me ama.
Porque así somos, una mezcla de amor y odio, de pasión y lujuria, que no solo nos une, sino que también nos hace más fuertes.
Así me los imaginé.
¿Y ustedes?
¡Voten y comenten mucho!
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