Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

23. ¿Qué era eso que querías mostrarme?

Dominic

Dubái, Emiratos Árabes Unidos.

Quince horas y veintiocho minutos después estábamos subiendo al auto que nos llevaría al hotel. La diferencia de hora no parecía afectarle a Annabella, quién se la pasó todo el vuelo hablando con Daniela por teléfono, lo que resultó una buena idea después de todo. Y entonces pienso, debí haberle dado ese aparto desde hace mucho, me habría ahorrado demasiadas discusiones.

—¿Dom? —me llamó, haciendo que observara sus grandes ojos azules—. ¿Cuánto tiempo nos quedaremos?

—Una semana, solo tengo que cerrar el trato —asiente, el auto se detiene y Armand es el primero en bajar—. Vamos.

Armand abre la puerta para Annabella para después llevarse el auto nuevamente, rodeo el auto para llegar junto a la rubia, que está a un segundo de sufrir un aneurisma.

—Dios —susurra observando el hotel—. Esto es...

—Gigante, sí —ella sonríe, una hermosa sonrisa de felicidad.

—Es hermoso, ¿Por qué nos quedaremos tanto tiempo?, Creí que solo debías tener una reunión —pregunta, curiosa como siempre.

—Tómalo como; la luna de miel que nunca tuvimos —ella achina los ojos y sonríe.

—No quisiste tener una, fue tu culpa —me recrimina.

—Te odiaba, no voy a mentir.

—Sí bueno, yo también —se encoge de hombros, quitándole importancia—. Ahora solo te tolero un poco.

Arqueo una ceja, ella parpadea inocente.

—¿Me toleras?

—¡Estoy bromeando! —se lanza sobre mí, rodeando mi cuello con sus manos, me besa castamente—. Sabes que te amo.

—Sí, bueno, digamos que yo también lo hago, pero solo un poco —sacude la cabeza con diversión y desvía sus ojos de los míos un segundo, pero su expresión se transforma a una colérica—. ¿Qué ocurre?

—¿Qué hace ella aquí? —sisea entre dientes, alejándose de mí como si el simple hecho de estar cerca le quemara.

Miro por sobre mi hombro como Susan junto con Natasha bajan de un taxi.

Mi mandíbula se aprieta, vuelvo mi vista hacia Anne, quién está roja de la rabia.

—Es trabajo, Annabella, no es lo que crees —le digo.

—¿No es lo que creo? Tu secretaria, quién también era tu maldita amante está aquí, ¿Qué quieres que piense? —gruñe, su nariz adquiere un tono rosado.

Sí, tiene un punto, pero no es importante.

—Eso se terminó hace tiempo, no tiene que preocuparte —doy un paso hacia ella, sin embargo, retrocede—. Annabella...

—Si no me explicas en este mismo instante que demonios sucede aquí, soy capaz de tomar un puto taxi, ir al aeropuerto y volver a casa, te lo juro —dijo con demasiada rapidez, logrando que la rabia explote en mi sistema—. Sabes que soy capaz de hacerlo, Dominic, así que habla antes de que lo haga.

—Tú misma lo dijiste —espeto—. Es mi secretaria, se encarga del papeleo junto con Susan, apenas se cierre el contrato ambas volverán a Australia, y tú y yo nos quedaremos.

Se cruza de brazos, frunce el ceño y parpadea, entonces me doy cuenta de que está luchando contra las lágrimas. Esto le afecta, me siento el hijo de puta más grande de la Tierra por haber hecho lo que hice, sin importar el tiempo.

—¿Es solo eso? —susurra.

—No hay nada más, cariño —me acerco más, suspira.

—De acuerdo —asiente, y deja que la envuelva entre mis brazos.

—Lo lamento —murmuro en su cabello, ella sacude la cabeza en negativa—. Lo hago, aunque no me creas.

—Si te creo —murmura en mi pecho, rodea mi torso con sus manos.

—¿Dominic? —dijo la voz de Susan. Me separo un poco de Anne, aun rodeando su cintura—. Qué bueno que te encuentro... Oh, hola, Annabella.

—Hola, Susan —mi esposa le sonríe, manteniendo su atención en ella únicamente, ignorando olímpicamente el hecho de que Natasha esté a unos pasos de distancia.

—Como te decía, la reunión con los árabes es mañana a las diez, tenemos que mostrarles el contrato, si todo sale como lo planeado, firmaremos el viernes —dice muy animada.

—Perfecto, estaremos ahí puntual.

—Bueno, nosotras los dejamos, los pies están matándome —sonríe—. Es un gusto verte, Anne.

—Igual.

Ambas desaparecen en el interior del hotel, Anne suelta un suspiro que me hace mirarla, tiene la mirada perdida, sin embargo, se las arregla para verme y sonreír.

—Entonces, ¿A qué piso iremos nosotros? —cuestiona, quito el flequillo de su frente.

—Al 50 —digo, sus ojos se amplían.

Suelta una risita que suena histérica.

—¿Qué? —ladea la cabeza.

—Como lo escuchas, vamos —tiro de su mano y la llevo hacia la entrada—. Nos tomará un tiempo llegar allí.

—¡Estás demente! —dice riendo, pero se queda en silencio cuando observa la magnitud del interior del hotel.

Y es que, gracias a este sitio en específico fue que me atreví a invertir en este campo, no hay nada mejor que un hotel de cinco estrellas.

Y como lo dije antes, nos llevó unos diez minutos en el ascensor para llegar al piso 50 del Burj Al Arab, pero cuando llegamos, Annabella se encontraba ansiosa.

—¿Estás contenta? —la miré morderse el labio.

—No tienes idea —pasé la tarjeta de acceso por el dispositivo junto a la puerta y la dejé entrar a ella primero.

—Primero las damas —ella se ríe y fue un sonido muy estimulante.

—¡Ay por Dios! —soltó un grito—. ¡Mira todo esto!

Lo primero que hizo fue acercarse al ventanal, una enorme sonrisa se formó en sus labios y fue imposible no sonreír con ella.

—Puedes irte, Dominic, me quedaré a vivir en Dubái —sentenció con contundencia sin despegar sus ojos del exterior.

—Y eso que no querías venir —abracé su cuerpo desde atrás.

—Gracias por traerme —suspiró, dejando caer parte de su peso sobre el mío.

—Te llevaré a dónde quieras, solo tienes que pedirlo —murmuro, besando la parte trasera de su oreja.

—Quiero ir a dónde tú vayas, Dom, no importa donde sea, siempre que estés ahí.

[...]

—La extensión del terreno será completa, utilizaremos todos los metros cuadrados que tengamos a la mano, sin embargo, las ganancias serán dividas cincuenta a cincuenta, nadie pierde...

Dejo de escuchar la voz de Susan cuando mi teléfono vibra, y como si no pudiera ser más inoportuno, un mensaje de Annabella se marca en la pantalla.

¿Dónde estás? ¿Sigues es la reunión? Te extraño.

Observo la pantalla unos segundos.

Sí, aún sigo aquí, llegaré en una hora más o menos.

Iré a la piscina, estoy aburrida y no me quedaré encerrada toda la vida.

Aprieto la mandíbula, sabía que esto pasaría, pero al menos me avisó y no salió sin importarle nada.

—¿El precio se mantiene? —cuestiona Susan en mi dirección.

—Es un precio accesible, nadie se negaría a una propuesta como esta. —Respondo con simpleza.

Ella continúa en conversación con el traductor de los árabes, mientras que yo entro en debate con mi esposa.

No salgas sola, recuerda lo que hablamos.

¡Sí, ya lo sé! Si estuvieras aquí no estaría tan aburrida.

¿Para que me quieres ahí?

Hmm, tengo varias cosas en mente, pero no creo que sea apropiado hablarlo por mensaje. Será mejor que te lo muestre.

Ilústrame.

—El contrato es por seis meses, Dominic, pero podemos sacarle ventaja si lo extendemos por un año, el precio sube.

—La cláusula de las ganancias sigues igual, solo se extiende por seis meses más —asiente, me lo pienso unos segundos, unos ceros más no le caen mal a nadie—. Extiéndelo.

Bueno, teniendo en cuenta que hay un estudio en la suite, descubrí que el escritorio es lo suficientemente amplio, muy útil.

¿A qué juegas, Anne?, Pienso y me apresuro a responder.

¿Qué más?

El sofá que está junto a la ventana, el color es bonito, y es muy cómodo también.

—El contrato se extiende, Dominic —dice Susan, veo un brillo en su mirada—. El precio sube.

—¿Cuánto más? —observa el contrato, casi logro ver los engranajes en su cabeza.

—El doble, casi tres cifras más —murmura, observo como se expone el terreno por medio de una diapositiva en una pantalla plata—. Tenemos que aceptar, Dominic, es la inversión más grande que habremos hecho.

—Acepta —oculta una sonrisa.

Y, definitivamente, el baño es un buen lugar. Aunque no me agrada la luz, es muy baja. En todo caso, podemos optar por el ventanal, ya tenemos experiencia con eso, ¿Recuerdas?

Me encuentro con ese mensaje, la imaginación de Annabella llega a muchos lugares, por lo mismo no me gusta dejarla sola mucho tiempo, y mucho menos sin supervisión.

Definitivamente son buenos lugares, quizás pongamos en práctica todo esto. ¿Dónde estás?

Camino a la piscina, Bill y Víctor están conmigo.

No te alejes demasiado.

¡No lo haré!, Relájate un poco. Más te vale volver temprano, quiero que comencemos a poner en práctica todo lo que hablamos.

¿Desesperada?

Ansiosa, más bien. ¡Vuelve ya, te extraño!

Estoy por terminar.

Está bien, te dejaré en paz. Te amo.

Te amo mucho más.

—Me encargaré de corregir el contrato para firmarlo mañana por la mañana —dice Susan, asiente sonriendo—. El trato se cierra.

—Perfecto.

[...]

Treinta minutos después, el auto se detiene.

—¿Dónde está Annabella? —le pregunto a Armand una vez que bajo del auto.

—Acaba de subir a la habitación, señor —asiento, me encamino hacia el interior del hotel.

Presiono el botón 50 del ascensor, pero antes de que las puertas se cierren, Natasha entra y presiona el número 10.

—¿Dónde está Susan?

—Haciendo una llamada en la recepción.

La máquina comienza a subir, el silencio se acentúa, ella es quien decide romperlo.

—Así que ahora son un matrimonio real —comenta y ríe con sarcasmo—. Hace dos años no pensabas así, no sé que te ocurre.

—¿Que te ocurre a ti?, No olvides con quién hablas, Natasha, soy tu jefe, no tu amigo ni nada que se le parezca —espeto, se cruza de brazos y desvía la mirada.

—Hasta hace un mes —bufa, frunce el ceño y me encara—. No entiendo por qué ella...

—Porque es mi esposa, Natasha, no hay más que entender —baja la cabeza—. Si no te gusta, simplemente renuncia. Si no puedes, cierra la boca y no opines en lo que no te importa.

En el momento justo las puertas metálicas se abren, a Natasha no le queda más que bajar en su piso y dejarme solo.

El tema de Natasha es más complicado de lo que parece, la ayude y no soy tan miserable como para dejarla sin trabajo así nada más, pero si continua en ese plan, no dudaré en tomar medidas drásticas.

Suspiro, concentrándome únicamente en el pasar de los números mientras el ascensor sube. Luego de unos minutos, las puertas vuelven a abrirse, no pierdo el tiempo y saco la tarjeta de acceso para ingresar a la suite.

La mejor imagen me recibe apenas entro, sin duda alguna, llegué en buen momento.

Annabella tiene puesto un diminuto bikini, dos pedazos de tela roja que cubren únicamente lo esencial. El color realza su piel enrojecida por el sol, haciendo un increíble contraste con su cabello de oro. Su cuerpo no es más que una maravilla, sus piernas largas y tonificadas, su trasero redondo y respingón, su pequeña cintura... Es hermosa.

Y me veo a mí mismo describiéndola: Es una manzana, roja y apetitosa. Una mujer sexy, inteligente, dura, fuerte.

Es encantadoramente tentadora.

—¿Qué era eso que querías mostrarme? —digo, lo suficientemente alto como para hacerla dan un respingo en su lugar y que de sus manos se caiga lo que parece ser un pote de crema corporal.

Se giró, completamente sonrojada, sin embargo, me mostró una sonrisa que, aunque era inocente, fue lo más diabólico que vi en mi vida.

—Pensé que no llegarías nunca —se cruzó de brazos, realizando sus pechos ante el movimiento.

Me quité el saco y lo dejé en la mesita junto a la puerta, me abrí los primeros dos botones de la camisa y subí las mangas bajo mis codos. Caminé en su dirección bajo su atenta mirada.

—Tenía que venir a complacer a mi mujer —se mordió el labio inferior, dio un paso hacia mí.

Solo nos separaba un metro de distancia.

—Bueno, respondiendo a tu primera pregunta; tengo varias cosas que mostrarte —acortó la distancia, me miró a través de sus largas pestañas.

—¿Cómo cuáles? —acaricié su vientre con mis dedos, pasó sus manos por mis hombros y se acercó a mí todo lo que pudo.

—Es difícil explicarlo con palabras.

Juntó sus labios con los míos, su boca era persuasiva, llena de lujuria y deseo, no había nada más.

Llevé mis manos a su espalda baja, sintiendo su piel suave bajo mi tacto, la pagué a mí, besándola largo y tendido. Recorrí las tiras de su bikini sobre su cadera, recibiendo un gemido de apreciación.

—¿En qué estabas pensando cuando decidiste salir así de esta habitación? —besé su mandíbula.

—Broncearme —suspiró, dejé mi mano en su trasero—. Dom...

—Estás preciosa —enredé mi mano en su pelo rubio, se quedó callada unos segundos, dejándose hacer—. Y eres toda mía.

—Sí... —mordí su cuello—. Dominic...

—¿Hmh? —se zafó de mi agarre, sonriéndome juguetona—. ¿Qué planeas?

—Usar el sofá.











Esa Annabella y sus maldades, alborotándole las ganas a Dom.

Así me siento cuando escribo los capítulos de esta novela.

¡Voten y comenten mucho!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro