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14. No significa nada.

Dominic

Podía ver el nerviosismo en los ojos azules de Anne abiertos de par a par, pero su sonrisa se hizo grande, como si hubiera estado esperando una oportunidad para poder respirar nuevamente.

—Dom —caminó los únicos dos pasos que nos separaban, puso sus pequeñas manos en mi torso y se impulsó hacia arriba para besarme.

La rabia se esfumó en un segundo, el bombardeo de preguntas que quería hacerle se fue por completo de mi mente. Solo quedaron ella y la presión de sus suaves labios contra los míos. Instintivamente mis manos fueron a su cuello, y ejercí la presión suficiente para que se acercara aún más a mi cuerpo.

—No creí que vendrías —dijo a un palmo de mis labios, con los ojos cerrados.

—Daniela me llamó —necesitaba comprobar por mí mismo que estaba haciendo mi mujer—. Me dijo que estabas preciosa, pero se quedó corta —sujeté sus mejillas sonrojadas.

—Ella insistió —ríe, me observa directamente a los ojos, hipnotizándome—. Qué bueno que estés aquí. —Se alejó un poco y tomó una de mis manos—. Ven, te presentaré a alguien.

Y sí, mi anterior molestia se debía al tipo que estaba frente a nosotros, sabía quién era, su padre fue socio del mío hace mucho tiempo. El muy maldito quiso pasarse de listo y robarle, pero no todo salió como esperaba. Mi padre no lo denunció, él no necesitaba a la prensa detrás suyo en ese tiempo y decidió ignorarlo. Pero lo que no sabía, era que relación tenía el desgraciado Bruce Baker con mi esposa.

—Él es el afortunado —dijo Anne con una sonrisa.

—Dominic Whittemore —dije con simpleza.

—Bruce Baker —asentí, él me conocía, yo lo conocía.

—Bruce es amigo de Jesse —comentó la rubia—. Creí que estabas en Inglaterra, ¿Estás de paso?

—De hecho, no, me estoy estableciendo cerca del centro, tengo unos negocios que resolver y no quiero estar viajando todo el tiempo.

—Oh, me imagino que es tedioso —dice Anne, quien baja la mirada—. ¿Cómo está tu padre?

—Excelente —me mira, vislumbro el odio en sus ojos, pero no me afecta en lo más mínimo—. Mejor que nunca.

—Me alegro por él.

No paso por alto la forma en que está mirando a mi esposa, es demasiado lascivia, muy subjetiva. ¿Por qué carajos la mira de esa manera? Annabella es mía, y el solo hecho de que él se la este comiendo con la mirada me enfurece.

—Bueno, creo que debo irme, necesito hacer unas cosas —se acomoda el saco—. Fue un placer verte otra vez, Anne.

—Igual —ella le sonrió.

—Whittemore —dice secamente.

—Baker.

Lo veo alejarse entre las personas, y no soy capaz de dejar de seguirlo hasta que se pierde de mi campo de visión. Es entonces cuando bajo la mirada hacia Annabella, quien juega con sus dedos y mantiene la cabeza agacha. Paso mis manos por su pequeña cintura, atrayéndola hacia mi cuerpo, su mirada se levanta y observa mis ojos.

—¿Dónde están tus anteojos? —digo, alejando el flequillo de su frente hacia un lado, su cabello está más rubio y corto.

—Pasaron a mejor vida —hace una mueca—. Tuve que recurrir a las lentillas.

—Ya me doy cuenta —sonrío de tan solo pensar en cómo pudieron terminar sus lentes—. Te cortaste el cabello.

—Sí, Dani dijo que se vería bien, a mí me gusta —juega con un mechón de su pelo—. ¿A ti te gusta?

—Te ves hermosa —me acerco para besar su frente—. Siempre te ves hermosa.

—Mmh —suspiró—. Soy una hermosura —sonreí al verla sonrojada—. ¿De qué conoces a Bruce?

Mi ceño se frunce.

—¿Qué te hace pensar que lo conozco? —ella enrolla sus brazos en mi cuello.

—Digamos que; te conozco más de lo que crees —me sonríe con suficiencia.

—¿De dónde lo conoces tú? —reviro y ella achina sus ojos.

—Es muy amigo de Jesse, desde pequeños, diría yo —responde y frunce un poco el entrecejo, como si estuviera recordando algo—. Iba a nuestra casa, y se quedaba con nosotros —se encoge de hombros—. Y ya.

—¿Eso es todo? —asiente, no le creo—. ¿Segura?

—Bueno, él siempre... —baja la mirada.

—¿Él siempre qué? —le ánimo a contarme.

Estoy demasiado tenso, como si una bomba estuviera a punto de explotar frente a mí. Desconozco lo que estoy sintiendo, es una mezcla de rabia e impotencia.

—Él siempre ha estado enamorado de mí —y la rabia vuelve, un volcán de lava caliente explota dentro de mi sistema—. Pero yo nunca quise nada, en realidad, siempre que sacaba el tema a colocación, yo trataba de dejarle en claro que no estaba lista y que no quería una relación con nadie, mucho menos con él —ríe entre dientes, una fina risa sin humor. Baja sus manos y mira sus uñas, pero mantengo su cuerpo contra el mío—. Claro que, eso último no se lo dije, sería muy cruel de mi parte.

Se queda en silencio, suspira.

—¿Qué más? —levanto su barbilla con los dedos, intentando con todas mis fuerzas no explotar delante de ella.

—Nunca pasó nada, no pasará jamás. Él es... prepotente, solo vive para él y su padre, no sé... no quería eso. —Me observa—. No significa nada.

Es un alivio, una rara sensación de que todo está en orden, aunque estoy seguro de que necesitaré mantenerlo vigilado, no lo quiero cerca de Annabella, en ningún aspecto.

—Es bueno saberlo —sonríe un poco.

—¿Y bien? —parpadea en mi dirección.

—¿Y bien qué?

—¿Cómo lo conoces tú?

Su tono es tan bajo y persuasivo que me cuesta horrores mantenerme callado.

—Mi padre conoce al suyo —desvío la mirada de sus ojos y me concentro en como el sol termina de ocultar sus rayos—. Tuvieron un problema hace muchos años, pero nada de qué preocuparse, lo he visto un par de veces después de aquello, pero no es algo que me importe.

—¿Problemas con dinero? —asiento—. Siempre supe que su padre era un avaricioso, y me parecía repugnante esa actitud. Hasta que mis padres siguieron el mismo camino, claro —su mirada pasó de estar luminosa a opacada en segundos.

—Tú no eres como ellos —sostuve su rostro entre mis manos.

—Eso lo sé, de lo contrario, no me preocuparía por ellos en lo absoluto —apretó la mandíbula—. Sin embargo, me paso día y noche preguntándome qué será de ellos, cuando ninguno piensa ni se preocupa por mí.

Quería quitar esa expresión de tristeza de su rostro, pero no sabía cómo. Así que, solo cerré mis brazos a su alrededor y ella apoyó su cabeza en mi pecho. No quería que pensara en ese tipo de cosas, solo necesitaba que estuviera bien.

Anne era muy diferente a ellos, y quizás por eso necesito saber que hay detrás de ella, porque a simple vista puede parecer una Hamilton, pero muy en el fondo, algo me dice que no lo es.

Anne es demasiado buena para proceder de esa familia.

—Ya no pienses más en eso, ¿Sí? —alejé el cabello de su rostro, ella asintió con desgana, sabía que no lo haría—. Ahora cuéntame, ¿Cómo estuvo tu día?

—Estuvo bien, excelente, diría yo —su mirada se ilumina, y mi día parece iluminarse también—. Daniela es una buena compañía.

—Daniela... está loca —Anne sonríe—. ¿Quién es el dichoso chico que la trae enamorada?

La rubia pasea su mirada por todo el lugar y señala hacia la izquierda con la cabeza.

—Es ese de allá —dice.

Lo observé, era Andrew Benson.

—Es el hijo de Paolo —digo, mirando de lejos la radiante sonrisa de mi hermana. Se ve feliz, y si ella es feliz, yo lo seré también—. Es un buen chico, al menos escogió bien.

—Se ve amigable —dice Anne llamando mi atención, su ceño se frunce y me observa—. ¿Conoces a sus padres?

—En el mundo de los negocios todos se conocen, dulzura.

—Uy, sí, el señor Todopoderoso —rueda los ojos.

Sujeto su rostro entre mis manos para besar sus labios, morderlos, específicamente. La sangre hierve entre mis venas, no soporto que haga eso.

—Tienes que dejar de hacer eso —su respiración sale en un jadeo tembloroso—. Me choca que lo hagas.

—Lo seguiré haciendo si me vuelves a besar así —y ahí está, ese tono pícaro que tanto me ponía.

—¡Fuera manos! —exclama una voz conocida y muy chillona.

Dejo de tocar a mi esposa y mi hermana viene hacía mí antes de engancharse a mi cuello.

—¿Qué tal, hermanito? —cuestiona Daniela con una gran sonrisa.

—Mejor de lo que esperaba —suspiro—. ¿Y tú?, ¿Cuándo piensas presentarme a tu novio?

—Aun no es mi novio —dice en tono obvio, deja de abrazarme y enrolla su brazo con el de Anne—. Solo estamos viendo qué tal nos va, nos estamos conociendo.

—Ajá —Anne ríe—. Solo te presentó a sus padres, eso no es nada serio.

La rubia vuelve a rodar los ojos, maldición.

—¿Cuándo lo llevarás con mamá? —le pregunto.

—¿Para qué lo espante? —soltó una risita—. Aún no, con suerte lo conocerás hoy.

—Theresa es un amor —dice Anne—. Deberías preocuparte más por otra persona —me mira de reojo.

—No harás nada, ¿Verdad, Dom? —Daniela me mira con horror.

—No seas tonta —estiro el brazo para revolverle el cabello.

—Viene para acá, no me avergüences por favor —rogó con un gesto gracioso y luego mostró su más grande sonrisa—. Andrew, él es mi hermano Dominic.

El rubio luego me observó y ladeó un poco la cabeza, luego sonrió antes de estrechar mi mano.

—¡Oh, claro, Dominic!, Mi hermano tiene negocios contigo, si no estoy equivocado.

—Sí, tengo negocios con David.

—Felicidades por la compra del nuevo terreno, por cierto —dice antes de rodear los hombros de mi hermana con su brazo—. Es una gran inversión, y más en ese lugar.

—Lo más importante es eso, invertir. Después solo queda mejorar el producto.

—Será una gran cadena, mis padres están entusiasmados por hacer negocios con tu franquicia.

Daniela parecía al borde de un colapso, y aunque se veía realmente graciosa, aunque me era bastante satisfactorio, decidí no hacerla sufrir más. Por lo que simplemente le guiñé un ojo y ella suspiró, murmuró un pequeño «Gracias» Y arrastró a su, aún no oficial, novio con ella.

—Eso salió mejor de lo que pensé —Anne sonrió y dio un paso hacia mí—. Entonces, esa conversación que tenías al teléfono ayer era sobre ese terreno, ¿Verdad?

—Sí.

—¿Abrirás otra cadena de hoteles? —asentí—. ¿Tú solo?

—El socio mayoritario soy yo, pero Emiliano compró unas acciones.

—Oh —miró sus uñas—. ¿En dónde?

—En Dubái —sus ojos se abrieron a capacidad, cosa que me hizo sonreír—. ¿Por qué te noto tan sorprendida?

—No es eso, es solo que... ¡Vaya! —ríe, frunce un poco el entrecejo—. Dubái está lejos.

—Es un buen lugar para invertir —le digo.

—Ya lo creo —hace una mueca.

—¿Qué tienes? —sostengo su brazo.

—No estoy acostumbrada a usar tacones por tanto tiempo —ríe otra vez—. Los pies están matándome.

—¿Ya quieres ir a casa?

—Si no conlleva mucho problema —dice.

Ella toma mi mano en cuanto se la ofrezco, y no nos lleva tanto tiempo encontrar a Daniela entre la gente y despedirnos.

[...]

Annabella se pasea por toda la habitación únicamente con una tanga negra, volviéndome aún más loco de lo que me tiene.

—Así que... Dubái —dice caminando hacia la cama, simplemente asiento sin dejar de verla. Se detiene a mi lado, observándome a través de sus enormes ojos azules, mordiendo su labio inferior para ocultar una sonrisa—. Entonces, ¿Tienes que ir?

—Aun no —me remuevo sobre la cama cuando su cuerpo se acomoda a horcajadas sobre mi regazo—. Mi gente se está ocupando de eso, por ahora.

—Que bien —pasa sus manos por mis hombros y sonríe, se inclina un poco y besa la comisura de mi boca, antes de presionar sus labios contra los míos.

Rodeo su pequeña cintura con mis manos, bajando por su espalda y llegar a su firme trasero. Metí una de mis manos en su cabello, tirando de su cabeza hacia atrás y darme el lujo de venerar su cuello. Escuché como soltó un alarido de dolor justo cuando apreté su muslo, me separé de ella para ver la mueca que marcaba su rostro.

—Mis anteojos no fueron los únicos que sufrieron —dijo soltando el aire por la boca.

—¿Puedo saber por qué andas estrellándote con todos los muebles de tu habitación? —cuestiono pasando mis dedos por el moretón violáceo que abarca gran parte de su muslo.

Entonces me pregunto, ¿Cómo no lo noté antes?

—Es que estaba dormida aún —hizo un puchero, ese que besé apenas tuve la oportunidad—. Además, no tenía mis anteojos conmigo, no veía nada.

—¿Te sentaron bien los lentes de contacto? —su cabeza se ladea hacia la izquierda cuando sujeto su rostro entre mis manos.

—Aparentemente, sí —me miró directo a los ojos.

Detallé los suyos, grandes y azules, y si me lo proponía, podía divisar aquellas motas verdes en sus irises. La seguridad en ellos, la determinación y ternura que transmitía su mirada era impresionante. A simple vista Anne parecía una mujer pacífica, tranquila, sin embargo, en su mirada se podía apreciar la fuerza y el poder que ella poseía.

Y ahí estaba otra vez, aquella familiaridad y el parecido que tenían sus ojos con otros que ya había visto antes, pero que no recordaba dónde. O sí, pero me negaba a creerlo, no podía pensar en que ella pudiera tener parentesco con personas tan ruines.

Lo averiguaría, aunque sea lo último que haga.








Los tan esperados celos de Dominic Whittemore.

¿Qué les pareció?

¡Voten y cometen mucho!

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