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10. Otra oportunidad.

Annabella

No sé exactamente qué hora es, pero ya me duele el trasero por pasar tanto tiempo sentada en el suelo del baño. Siento el cuerpo agarrotado, los ojos pesados por las lágrimas y el sueño, la nariz congestionada y la cabeza me palpita.

Me levanté y solté un alarido de dolor cuando la espalda me escoció. No volveré a sentarme en el suelo nunca, jamás.

Abrí la puerta y me quedé paralizada en la misma, pues la imagen de Dominic me golpea con fuerza. No logró verlo muy bien sin mis anteojos, pero hago lo que puedo. Trago en seco y camino hacia la cama, tenía que dejar de ser una cobarde.

Siento la mirada de Dominic sobre mí, pero yo no me atrevo a mirarlo. No puedo, no podría.

No quería caer, y si lo miraba, lo haría.

Otra vez, porque siempre pasa.

Me senté en la orilla de la cama, juego con el dobladillo de mi vestido, un suspiro tembloroso sale de mis labios.

—No podemos seguir con esto —negué, usé todo mi autocontrol para no derramar mis lágrimas—. Pretender que estamos bien cuando no es así.

—¿Qué es lo que pasa? —cuestiona, escucho la angustia en su voz—. ¿Por qué te comportas de un modo y a los dos segundos actúas de otra manera?

Frunzo el ceño, me giro a mirarlo.

—¿Yo actúo de manera confusa? —me pongo de pie y lo encaro—. No puedes decir eso cuando el Sr. Voluble eres tú.

—¿Yo? —aprieta la mandíbula—. He tratado por todos los medios saber qué es lo que te pasa, porque no te entiendo.

—¡¿Tú no me entiendes?! —exploto—. ¿No entiendes lo horrible que se siente que tú esposo pase de ti? ¿Qué se acueste con otras? ¿Qué tenga sexo contigo una vez al mes y luego finja que no existes? —siseo, me acerco a él sin apartar mi mirada de la suya, esa que se oscurece a cada segundo que pasa—. ¿Tú no me entiendes, Dominic? ¿No entiendes por qué lloro de impotencia al saber que solo me tratas bien cuando quieres tener sexo conmigo y después te vas? ¿Qué me dejas como si fuera una de tus amantes? —estoy a un metro de su cuerpo, levanto la cabeza para enfocarlo—. ¿No me entiendes? ¿No entiendes lo difícil que es darme cuenta que jamás voy a ser suficiente para ti? ¡¿No entiendes las lágrimas de sangre que he derramado al enterarme que jamás me vas a amar como yo te amo a ti?! —terminé en un sollozo—. Oh sí, me doy cuenta de que es muy difícil entenderme, Dom, lo sé.

Se pasa las manos en el cabello, cierra los ojos y suelta un pesado suspiro.

—¿Por qué no me lo dijiste? —cuestiona—. ¿Por qué no me contaste que te sentías así?

—Claro, te hubiera dicho si no llegaras casi todos los días cerca de la madrugada después de follarte a la puta de tu secretaria —le recrimino—. O tal vez te lo hubiera contado si me dejaras por lo menos bajar a desearte las buenas noches y no me dejaras encerrada en esta habitación como una prisionera.

—Anne...

—¡O quizás te lo hubiera contado si me trataras como tu esposa y no como tu maldita esclava! —le grito, porque estoy cansada y es estúpido guardar todo lo que tengo atorado en la garganta—. ¡Me he cansado de esperar a que abras los ojos y me veas! ¡Me cansé de esperar a que me ames! ¡Ya me resigné!

Me tiro del cabello con los dedos, gruño frustrada y cierro los ojos con fuerza.

—¡Estoy tan cansada de esto que creo conveniente lanzarme por el balcón! —digo entre dientes—. Esto debe parar, Dominic. Porque no puedo soportarlo más.

Me observa detenidamente, traga forzado y parpadea varias veces.

—No puedes dejarme —dijo rotundamente, pero escuché el temblor en su voz.

—¿Por qué? ¿Por qué soy tu garantía? ¿Por qué sin mí no puedes chantajear a mi padre? —suelto una risa carente de humor—. Para tu información, Dominic. A mi padre le importa un comino lo que pasa conmigo, de lo contrario, no me habría entregado a ti, créeme.

—No se trata de una maldita garantía, Annabella —da un paso hacia mí, intimidándome con su altura—. No voy a mentirte, al principio era lo único para lo que me servías, pero ahora...

—¿Qué? —arqueo una ceja—. ¿Me dirás qué mágicamente te enamoraste de mí? ¿De verdad? ¡No me hagas reír, Dom!

—No estoy mintiendo, y no lo haría jamás —se acerca más, el estómago se me revuelve—. Sabías desde un principio la finalidad de nuestro matrimonio, y si, eres la garantía de un negocio redondo —bajo la mirada, sintiendo como sus palabras me golpean. Pero sus manos van a mis mejillas, quitando las lágrimas que salieron de mis ojos—. Pero eso no define lo que siento por ti, nada de lo que haya hecho en el pasado minimiza tu importancia en mi vida.

Algo muy dentro de mí se revuelve, como aquellas mariposas que sentí la primera vez que me trató bien, como esa ilusión que me llenó la primera vez que me besó con dulzura y no por obligación. Y, muy en el fondo sabía que mi estabilidad emocional no estaba del todo bien, y uno de los problemas era Natasha y lo involucrada que estaba en todo.

—Vamos a fingir que te creo —me tragué el nudo que tenía en la garganta, necesitaba saberlo todo, poner cada punto sobre la mesa. Lo miré, levanté mi barbilla y lo enfrenté—. Te perdono, Dominic, te perdono y te dejo entrar otra vez —miré sus ojos marrones escrutadores—. ¿Qué harás dentro de una semana cuando volvamos a discutir? ¿Te irás de viaje? ¿Te llevarás a la puta de tu secretaria y vas a revolcarte con ella?

—No me has entendido, ¿No es así? —siseó, me reí.

—¿Que se supone que debo entender? —gruño—. ¿Qué te acostabas con ella por diversión?

—¡Tenía un maldito plan, Annabella! —exclama exasperado, dando un paso hacia mí, intimidándome con su altura—. Se suponía que debía tenerte como mi maldita garantía, nada más. ¿Estaba en mis planes enamorarme de ti? No. ¿Estaba en mis planes tener que recurrir a otras mujeres para dejar de sentir cosas por ti? Absolutamente no —espeta centímetros de mi rostro, mirándome fijamente—. Y no, maldición, no me estoy justificando... ¿Pero sabes todas las veces que intenté estar con ella solo para sacarte de mi mente? No, no tienes idea, no sabes cuántas veces la dejé esperándome en un maldito hotel solo porque sabía que, aún y cuando estaba con ella, no podía dejar de pensar en ti.

>> Quizás sea la escusa más estúpida, pero intenté sacarte de mis pensamientos con ella y simplemente no pude. Soy imbécil, lo sé, no tengo que ser meticuloso para poder darme cuenta. Me gané tu odio, y no te juzgo, soy un maldito hijo que puta que te falló solo para no perder un maldito juego.

Se pasa las manos por el cabello, mi corazón se acelera al verlo tan afligido. Dominic no es un hombre débil, es una de las personas más fuertes que conozco y se está derrumbando delante de mí. Traga forzado, me observa unos segundos, da otro paso hacia mí y eleva sus manos para quitar los mechones rubios que caen sobre mis hombros.

>> Natasha no fue más que un pasatiempo, uno que ni siquiera busqué, uno que no me interesa. Y, lo peor de todo, es que no tengo forma de hacerte creer que entre ella y yo no hay nada desde hace más de un año, solo porque no puedo dejar verte en todas partes. Incluso, antes de que Dean me llamara hoy, yo le di fin a algo que se terminó mucho tiempo atrás.

Y ahí estaban otra vez, esas ganas de creerle y mi sentido común luchando entre sí, debatiéndose entre ellos para que alguien ganara la batalla.

—No me crees —acaricia mi rostro, sus ojos tienen otro brillo.

—Pero ¿cómo hacerlo? —pongo mis manos en su pecho—. Después de todas las veces que me has ilusionado y de todas las veces que te he creído, después de tanto... —cierro los ojos, sus manos toman las mías—. Ya no sé ni que pensar, todo es demasiado confuso, Dominic. Mi vida es un infierno y tú pareces divertirte con ello.

—¿Cómo podría divertirme verte sufrir, Anne? —remoja sus labios, me observa fijamente—. No estaba en mis planes esto, Annabella. No estaba para nada en mis planes traerte aquí, encerrarte en esta maldita habitación y enamorarme de ti como un idiota tres años después —mis labios se entreabren, mi respiración falla—. Traté con todas mis jodidas fuerzas dejar de amarte, luché como no tienes una maldita idea... ¿Pero ¿cómo podía dejar de hacerlo? ¿Dime? —me siento tensa, como si de pronto los papeles cambiaran—. ¿Crees que me sentía bien escuchándote llorar por horas todas las noches? ¿Crees que era feliz de solo verte mirarme como si fuera tu peor enemigo? ¿Te preguntas como me siento cada vez que la mujer que amo llora por mi culpa? ¿Te lo has preguntado alguna vez, Annabella?

—Dom...

—No, nunca los has hecho —se pasó las manos por el cabello y suspiró pesadamente—. Todas las veces que me he acercado a ti no fueron capricho, Anne, y mucho menos por diversión. Cada vez que estuvimos juntos sin pelear, sin intención de lastimar al otro, encontraba un brillo en tus ojos que me alejaban, y sabía que tenías miedo. Miedo de mí, ¿Cómo crees que eso me hacía sentir? ¿Cómo crees que me siento ahora? Porque claramente estás mirándome de la misma manera que siempre, aún después de todo lo que te he dicho —bajé la mirada, porque en cierto modo, él tenía razón—. No eres la única víctima aquí, Annabella, no eres la única que se enamoró de lo que debía ser un simple trabajo.

>> Tengo la culpa de muchas cosas, lo sé, estoy consciente de ello. Pero también sé que por primera vez en toda mi vida quiero hacer los cosas como se debe y te estoy diciendo, y aun así no me crees. ¿Crees que es fácil para mí todo esto? Soy el único culpable de todo lo que sientes, soy el responsable de que me odies y me odio por eso. ¿Crees que es sencillo para mí darme cuenta que te he perdido sin siquiera tenerte?

El silencio se hace presente y aunque no tengo palabras, quiero decir algo, solo que no sé qué.

—Sigues sin creerme —murmura.

—¡¿Cómo puedo creerte, Dominic?! —sollozo—. ¿Cómo lo hago? Deseo hacerlo, de verdad que sí... ¿Pero ¿cómo?

—Te amo —muerdo mis labios y cierro los ojos, escuchando la sinceridad en esas simples y tan pequeñas palabras—. Te amo, Anne, ¿Eso no es suficiente?

Parpadeo para observarlo. Recordando mis palabras, y es que estos últimos cinco años a su lado he aprendido a conocerlo, y Dominic Whittemore es un hombre de palabra, completamente sincero y correcto.

¿Estaría mintiendo?

Y yo tenía clara esa respuesta, solo que mi mente no sabía cómo tomarlo, después de todo lo que ha pasado, me parece irreal.

—Tienes que creerme, dulzura, tienes que... —silencio, nuestros ojos se encuentran en la oscuridad, una expresión diferente cruza su rostro.

Besa mis manos antes de moverse y ponerse de rodillas delante de mí, el corazón se me acelera.

—Dom, no...

—No sé qué hacer, Anne —aprieta mis dedos—. Jamás me he sentido así, ni siquiera cuando te conocí, pero... con el pasar de los años, el verte todos los días, tenerte presente a cada instante... —una pausa, toma aire, no deja de verme—. Sí, he sido un maldito desgraciado, te he engañado, sí, no voy a negarlo, no ahora —sacude la cabeza, luce confundido, incluso asustado—. Sé que es echarle leña al fuego, pero no he estado con nadie desde hace meses, con nadie más que no seas tú —sí, es echarle leña al fuego, pero es como un alivio, como un peso menos—. Todo se ha vuelto diferente desde hace meses, no hay nada más en mi cabeza, no puedo pensar con claridad, no puedo ni siquiera enfocarme en una sola cosa, porque siempre estoy pensando en ti —el corazón se me paraliza, sus palabras son todo lo que he querido escuchar todos estos años—. No sé si sea muy tarde, quizás te he dañado demasiado y puede que no merezca tu perdón, pero solo quiero que sepas que... —toma una gran bocanada de aire antes de mirarme a los ojos, sumergiendo su alma en la mía—. Si me das otra oportunidad, aunque sea la última, te prometo... te juro por Daniela, que es lo más importante que tengo, que jamás, dulzura, jamás te haré sufrir otra vez.

Sollozo, soy consciente de que me dejo caer delante de él, aún sin soltar su mano. El corazón me palpita como loco dentro del pecho, mi mente es un caos.

—Tengo miedo... —le digo, levanto la mirada, una de sus manos se pasea por mi cabello—. No quiero que me duela más, no quiero....

—Shhh —se inclina y besa mi frente, aprieto mis manos sobre mi regazo—. No tengo porque mentirte, ya no más —frunce el entrecejo, entrelaza una de sus manos con las mías—. Anne, no puedo dejarte ir, ¿Comprendes?

—¿Por qué? —ladeo la cabeza hacia su mano que está en mi mejilla.

—Porque te amo, y haría hasta lo imposible por tenerte junto a mí —muerdo mi labio inferior, conteniendo la emoción—. No te diré que no puedo vivir sin ti, Anne, porque sí, sí puedo. Pero el caso está en que, no quiero —suspira—. No quiero alejarme de ti nunca más, te necesito, te quiero para siempre, dulzura.

Sonrío entre mis lágrimas, sintiendo el júbilo recorrerme el cuerpo entero. Su mano va a la parte trasera de mi cabeza y me atrae hacia él, y me entrego a la promesa de su beso hambriento. Desconociendo esta nueva manera de besar, una forma diferente de expresar los sentimientos, porque no es el típico beso desenfrenado, no, es un beso diferente, uno lleno de vigor y aliento.

Es como un nuevo comienzo, uno que, muy en mi interior, quiero que no tenga final.

Me separo de sus labios, recibiendo su respiración como muestras de que no es un simple sueño.

—¿Es verdad lo que dices? —sujeto su rostro, vacilante observo sus ojos, anhelando escuchar la verdad de una vez por todas.

—Cada palabra —quita el flequillo de mi frente, besa mi nariz, acaricia mis labios con los suyos.

—¿No más mentiras? —sacude la cabeza en negativa.

—No más mentiras ni engaños —mis dedos cosquillean sobre su barba.

—Ni más encierros —salto, su ceño se frunce—. Dom...

—Anne, sabes porque lo hago —recuerda.

—Me resigné desde hace más de tres años, Dom —bajo la mirada, suspiro—. No voy a huir, mucho menos ahora que te amo más que a nadie.

Lo observo de reojo, se pasa una mano por el cabello, suspira.

—Bien —abro mucho los ojos—. No más encierros, pero la seguridad sigue igual.

¡Vaya! Eso fue sencillo.

Me arrimo más hacia él, mirándolo con cuidado. Sus ojos tan brillantes e intensos, su olor detiene mi corazón, me siento débil y frágil, pero al mismo tiempo tan fuerte y poderosa cuando estoy junto a él. Todo es tan contradictorio y confuso que no puedo contenerme y prácticamente me lanzo sobre él, escondiendo mi rostro en su cuello. Sus brazos me rodearon al instante, pegándome a su pecho con desesperación.

—Prometo que voy a amarte y protegerte siempre, dulzura, lo haré —dice con su rostro enterrado en mi cuello.

Le creo, lo hago, aunque muy en el fondo sienta que me estoy traicionando a mí misma por ser tan débil frente a él, pero, ¿El amor no es así?

—Te amo —digo con contundencia, observándolo a esos ojos tan intensos.

Me sonríe, con esa sonrisa seductora suya, esa que solo he visto unas cuantas veces y que solo han sido dirigida hacia mí. Me mira con anhelo, con adoración y amor. Me deleito con la intensidad de su mirada en este momento.

El corazón está a punto de estallarme dentro del pecho.

Soy suya, él es mío.

Nos pertenecemos completamente.

—Te haré feliz de verdad, dulzura —me segura, acariciando mi cuello con sus dedos—. Lo prometo.

Asentí frenéticamente, aceptando gustosa el beso que me da, un beso suave, tierno, cariñoso. Cientos de sentimientos son puestos sobre ese beso, emociones que no pueden ser expresadas con palabras.

Él me ama y está demostrándomelo justo ahora, como nunca antes, como siempre quise.

Se puso de pie y me llevó consigo, acomodándonos sobre la cama, sin dejar de besarnos y demostrándonos con caricias todo lo que sentimos.

—No huyas mañana —le pido acariciando sus labios—. Quédate conmigo.

Hasta que la muerte nos separe.









*GRITANDO COMO PERR* LOCA*

¿QUIEN ESTA ASÍ?

Lo sé, much@s dirán que esto fue muy rápido y sencillo, que Anne lo perdonó demasiado rápido y Dom merecía sufrir más. Pero, ellos se merecían esta conversación y con el pasar de la historia TOD@S nos daremos cuenta de porqué todo sucedió así.

¡VOTEN Y COMENTEN MUCHO!

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