
Capítulo 9 ✔️ [Corregido]
La risa no tiene tiempo,
La imaginación no tiene edad
Y los sueños son para siempre.
-Walt Disney
Después de terminar de comer el dichoso Dúo de Caviar, que Marcus ordenó para los dos, no puedo quejarme. Quizás, solo por su precio, pero de resto, estaba más que delicioso.
Por primera vez después de años de no haber tomado vino blanco —salvo cuando cumplí los 16—, hoy lo volví a probar y no sé si es que con el paso de los años le cambia el sabor, pero no me supo cómo lo recordaba. O tal vez sea que mi memoria gustativa, está fallando.
Lo cierto del caso es que ahora nos encontramos caminando las calles del barrio de Huertas. Les conté que si lo que querían era llevarse la mejor expresión de Madrid, disfrutando de unas copas y música, este era el lugar indicado. Y no me he equivocado, desde que nos bajamos del taxi, los cuatro hombres a mi alrededor, no han dejado de mirar para todos lados con una sonrisa que se agranda cada vez más.
—¿Por dónde empezamos? —pregunta Luciano, moviendo sus manos unidas como si quisiera entrar en calor. Río.
—Hay muchos bares, pero contadme, ¿Queréis escuchar música en vivo? —Todos asienten emocionados—. ¿Jazz o variada? —Necesito saber sus gustos, para saber a dónde los llevaré.
—Variada, no somos tan viejos. —Asiento y vuelvo a reír. Nos encaminamos entonces hasta La Lupe. Es un bar que siempre tiene música muy variada.
Es más que todo un ambiente de jóvenes, pero también van personas más adultas. A mí, me encanta ir con mi mamá y mi abuela. Además, estoy segura de que estos tres hombres ocuparan la mirada de varias chicas de mi edad. A Marcus no lo incluyo, porque él ya va conmigo.
Apenas entramos, la música retumba en todas partes, les he advertido que no se pasen de copas, porque yo no podré con los cuatro. Todos han reído, pero al ver mi cara seria, han aceptado.
Me sorprende darme cuenta de que no todo lo que toman es vino blanco, han pedido Whisky Escocés. Yo solo pedí una cosmopolita sin alcohol.
—Cuéntanos de ti, Rose. Ya sabemos que trabajas doble turno en el hotel, pero, ¿por qué lo haces? Eres muy joven y no creo que tengas hijos que mantener.
Han pasado alrededor de cuarenta minutos y en todo ese tiempo no me habían preguntado nada, así que su pregunta me toma desprevenida.
—Empezaré mi último semestre en Octubre, sé que será el más caro, por lo que me he propuesto ahorrar lo que más pueda, para que no me sea difícil mantenerme durante esos seis meses —explico.
Debo alzar un poco la voz para hacerme escuchar por encima de la música. Los tres asienten.
—Muy inteligente de tu parte. ¿Qué carrera estudias? —inquiere, Lorenzo.
—Gracias. Contaduría. —Los tres vuelven a asentir y ahora miro a Leonardo, esperando que él haga la siguiente pregunta. Lo nota y ríe.
—Vale, vale, es mi turno. ¿Qué planes tienes después de graduarte? ¿Viajar y conocer otros países? —Su pregunta me toma por sorpresa.
Siendo sincera, no lo había pensado. Hasta ahora solo pensaba graduarme, enorgullecer a mis mujeres favoritas y después con suerte, trabajar en algo relacionado a lo que estudié o quizás, siga siendo camarera.
—No lo sé, pero no creo que me vaya de España. No podría dejar a mi madre y a mi abuela solas. Dependen de mí, además, tampoco es que tuviera el dinero para hacerlo —confieso, encogiéndome de hombros para restarle importancia.
Sé que tendré que morir acá, a menos que gane la lotería. Eso sería fantástico.
—Yo no creo eso, si te lo propones, podrás viajar fuera de España y te aseguro que hasta tu abuela y tu madre, irán contigo. —Sonrío feliz ante el comentario de Marcus. Lo miro con una enorme sonrisa. Me gusta mucho la fe que tiene en sus palabras.
—¡Por que así sea! —Levanta, Leonardo su copa. Todos hacemos lo mismo y brindamos por mí. Sonrío más que feliz.
—Bien, hablemos ahora de... —Marcus calla y saca su teléfono del bolsillo de su camisa—. Disculpen, debo contestar. —Todos asentimos y Marcus sale del bar con el celular pegado a su oreja.
Cuando desvío la vista de la puerta por donde Marcus ha salido, todos estamos viendo hacia la misma dirección.
—De seguro es Alessandro. —Luciano rompe la ola de silencio y los otros dos asienten.
—¿En qué problema se habrá metido ahora? —pregunta, Leonardo.
—De seguro uno grande —sentencia, Lorenzo. Yo solo me limito a ver el pitillo azul de mi vaso de cosmopolita, mientras los escucho.
No sé quién es Alessandro, pero debe ser algún familiar de ellos o de Marcus. Pero por cómo hablan, creo que no les agrada.
—Lo lamento mucho, pero tengo que irme ahora mismo. Ya reservé un vuelo para mañana a las 05:00 horas. Necesito volver a Italia, con urgencia. —Todos nos quedamos sorprendidos viendo la cara de preocupación de Marcus. Toda la emoción y el brillo que estaba en sus ojos, ya no está.
—Pero, ¿qué sucedió, Marcus? —inquiere, creo que Leonardo. Ya no sé ni quién es. Solo puedo concentrarme en la mirada desolada que me dedica Marcus.
Sus ojos no se apartan de los míos cuando le responde a su socio con el nombre de Alessandro. Los otros hombres en la mesa bufan molestos.
—Lo siento mucho, la mia regina. No tengo opción, debo irme. Pero volveré. Apenas termine de resolver este problema, volveré por ti. —Trago saliva duramente.
Mis ojos arden por las lágrimas retenidas. Sabía que me dolería cuando se fuera, pero pensé que tardaría más en irse. No quiero que se vaya, no quiero que me deje.
—Yo... —Callo. No sé qué decir. Ahora solo quiero llorar—. No quiero que vuelvas. —Marcus abre la boca para decir algo, pero lo hago callar levantando mi mano—. Quiero que no te vayas. Por favor, no me dejes. No tan rápido. —Ignoro el hecho de que le estoy rogando que no me deje delante de sus socios.
También ignoro el hecho de que lo conocí ayer, pero el dolor que ahora mismo amenaza a mi corazón con sufrir daños irreparables, me hace saber que no estoy exagerando
Su partida me está haciendo añicos. Marcus también ignora que estemos con sus socios y me besa. Es un beso cargado de desesperación por su parte y de súplica por la mía.
Con este beso le estoy suplicando que se quede. Sé que no lo hará, sé que es importante que se vaya y resuelva lo que tiene que resolver. Pero, ¿qué me asegura de que estando allá no se olvidará de mí? Además, ¿cuánto tiempo pasará antes de que todo se arregle? No quiero perderlo.
—Ven conmigo.
Me separo bruscamente, sorprendida por sus palabras. Sé que no soy la única sorprendida, porque los otros tres hombres nos miran con los ojos bien abiertos.
—Ven conmigo y cuando arregle todo, volveremos aquí y podrás empezar tu semestre y graduarte. Pero ven conmigo ahora. —Cada palabra que sale de la boca de Marcus, me parece cada vez más loca. Es una locura.
—Es una locura, Marcus. Tengo una vida aquí, tengo un trabajo, una familia, una carrera. No puedo irme así, ya sabes que mi abuela y mi madre dependen de mí, no puedo dejarlas botadas. Si de verdad es tan importante que te vayas, entonces hazlo, yo te esperaré aquí. Lo prometo. —Mi lado consciente ha salido a la luz y me gusta la respuesta que he dado.
Hasta estoy orgullosa de mí, por ser tan responsable en este momento, cuando lo que realmente quiero es arriesgarlo todo y subir en ese avión con él.
—Marcus, ella tiene razón. No puedes cambiarle la vida así, por culpa de Alessandro. Ve, soluciona lo que tengas que resolver. Nosotros nos encargamos de todo aquí. Seguiremos viendo a Rose en el hotel y ya verás que más temprano que tarde, ya estarás acá de nuevo. —Miro agradecida a Luciano y después vuelvo a mirar a Marcus.
—¿Lo prometes? —Marcus me mira suplicante. Le sonrío y le doy un casto beso en los labios antes de repetirle que lo prometo. Intensifica el beso. Me separo, avergonzada. Él lo nota y ríe.
Salimos de ahí y en el taxi, Marcus me susurra al oído que me quedé con él esta noche. Lo miro horrorizada.
—¿Qué? —cuestiono, bajo. Ya sé lo que dijo, pero es que mi cerebro aún no lo procesa.
—No pasará nada, Rose. Solo quiero despertar contigo antes de irme. —Tomo aire fuertemente. Es una locura. No me fío de mi cuerpo cuando estoy con él, suelo hacer idioteces—. Por favor —insiste, al ver que dudo. Vuelvo a tomar aire y asiento.
Confío en Marcus, sé que no me obligará a nada y sé que yo no estoy lista para dar ese paso. Así que solo estaremos como en mi casa, acostados uno al lado del otro sin que me sienta incómoda por eso.
Llegamos al hotel y yo sigo en el auto. Todos se despiden de mí y tal como cuadré con Marcus, por mensajes, yo continúo en el taxi una calle más y después me bajo.
Le dije que no quería que sus socios pensarán mal de mí, por lo que decidimos que él bajaría con ellos normal y después yo llegaría a su habitación. Quedó en dejar la puerta sin seguro para que no tuviera que tocar.
Cuando llego a la habitación de Marcus —después de esquivar a todo el personal que pudiera reconocerme—, apenas abro, me recibe pegándome a su cuerpo y apoderándose de mi boca.
—No quiero dejarte —confiesa contra mis labios y con su frente pegada a la mía.
—No lo harás, volverás pronto. Yo te esperaré. —Estoy segura de mis palabras, pero no significa que duela menos. Sin embargo, alguno de los dos tiene que ceder. No puedo ser caprichosa. Marcus asiente y vuelve a besarme.
Cuando nos separamos, caminamos juntos hasta su habitación. Mis piernas tiemblan.
—Yo tengo que terminar de empacar y después me sentaré en el mueble para intentar resolver algo desde aquí. Tú puedes descansar en la cama. —Asiento y con pasos tímidos llego a la cama. Marcus comienza a recoger lo poco que había desempacado y después de algunos minutos, toma asiento en el mueble.
—Puedes sentarte aquí conmigo — propongo, bajito. No quiero tenerlo lejos, no mientras esté aquí.
Marcus sonríe y toma la portátil que tenía y se sienta a mi lado. No sin antes, desabotonarse los primeros botones de su camisa y deshacerse de sus zapatos, quedando solo en medias.
—Duerme, bonita, aún faltan unas 4 horas para que me vaya. —Asiento, pero no quiero hacerlo. No quiero dormirme, quiero aprovechar estas cuatro horas que nos quedan, pero sé de antemano que no puedo hacer nada para ayudarlo, salvo no darle más preocupaciones, por lo que le hago caso y cierro los ojos.
—La mia regina. —Abro los ojos de a poco y me encuentro con una magnífica vista de Marcus. La sonrisa se me borra al recordar que ya se va—. Ya debo irme al aeropuerto, puedes quedarte aquí hasta que quieras. Igual, la habitación está pagada por una semana —comenta, yo me siento en la cama y niego con la cabeza.
No puedo quedarme aquí, hoy no trabajo, por lo que otra persona hará la limpieza de la habitación. No pueden verme aquí.
—No, me voy a mi casa. No puedo quedarme aquí. —Marcus intenta replicar, pero me levanto decidida, por lo que solo asiente.
Ambos bajamos juntos y yo me escondo de todo el mundo. Marcus ríe por eso y yo le dedico una mirada severa. Si me ven con él, no me dejarán en paz.
No quiso que lo acompañara al aeropuerto, dijo que si me veía ahí, no podría subir al avión. Me encuentro ahora caminando de lado a lado en mi pequeño cuatro por cuatro, comiéndome las uñas. Marcus no me ha enviado el mensaje de que ya salió y hace ya alrededor de media hora que llegué a casa. El sonido de un mensaje me hace dar un brinco.
Marcus❤
05:19 horas: El vuelo ha tenido un pequeño retraso, pero ya vamos a despegar. Te escribo cuando llegué, debo apagar el teléfono.
Le respondo rápido con un beso y un: buena suerte. Bien, ya por lo menos puedo respirar tranquila.
Camino hasta mi habitación y casi me pongo a llorar al ver que todo está como lo dejamos ayer en la tarde. Las mantengo a raya, tiro la ropa que estaba sobre la cama al suelo y me acuesto. Al instante me dejo abrazar por los brazos de Morfeo.
Corregido: 30/03/21
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