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Capítulo 7 ✔️ [Corregido]

Yo nunca volteo a ver el pasado, nene, me distrae del ahora.

-Edna Moda. Pelicula: Los Increibles.

Estoy que echo chispas. Al parecer, la dichosa pasta no es tan fácil de hacer como creía. Estoy que me pongo a llorar y ordeno una pizza. No lo pienso dos veces, eso haré.

Busco mi teléfono, marco el número de una pizzería y pido dos de tamaño familiar. Una con maíz y tocineta y la otra con la mitad de champiñones y la otra mitad con piña.

¿Qué? Aún no sé cómo le gustan a Marcus. No me permito sentirme mal, al fin y al cabo, la pizza también es italiana.

Dejo el teléfono a un lado y me volteo, el desastre que hay en la cocina no hace más que enfurecerme. Comienzo a lanzar todo lo que ensucié en el lavaplatos y para no desperdiciar la pasta, la guardo en un bol de cristal. Ya me la comeré después con salsa de tomate y queso, no se perderá.

Marcus se asoma en el umbral de la puerta, haciéndome dar un grito y un salto del susto. El ríe contento.

—¿Todo en orden? —pregunta al ver el desastre que hay. Yo estoy que estallo y me pongo a llorar. Marcus lo nota y camina hasta mí. Me envuelve en un abrazo y no lo aguanto más, dejo que las lágrimas salgan y salgan, mientras él acaricia mi espalda y mi cabello—. ¿Qué sucedió? —insiste, después de un rato.

—Quedia hager pasta pada ti y todo sadio mal. —Cada palabra que sale de mis labios, suena peor que la anterior. Entre las lágrimas, los hipos y el tener la cabeza pegada a su torso, nada ayuda a que pueda entenderme.

—¿Qué pasta querías hacer? —¡Vaya!, merece un premio por haber entendido eso

—Una tal capresa —confieso, separándome de él y secando mis lágrimas. Eso sí salió mejor.

—Capresse —me corrige. Ruedo los ojos.

—Eso mismo, lo cierto del caso es que no es tan fácil como se veía en el vídeo y todo me ha salido mal. —Sueno más brusca de lo que pretendía.

No es su culpa que mis dotes culinarios no se hayan desarrollado muy bien. No tengo que pagar mi rabia con quien no tiene culpa.

—Es fácil de hacer, pero primero tienes que familiarizarte con la salsa. Ese es el secreto de esta pasta. Ven, yo te ayudo. —Respiro profundo.

No quiero su ayuda, no quiero que vea lo fracasada que soy. De seguro hará que el desastre que hice, se convierta en la mejor comida que pueda comer alguna vez y entonces, me dejará en pena por no poder hacerlo sola.

No estoy siendo malcriada, solo quiero que mi dignidad se mantenga intacta y no flaquee más. Suficiente a flanqueado hasta ahora, después de haberme puesto a llorar delante de él, por no poder hacer una simple pasta.

—Ya no importa Marcus, he ordenado pizza. No tardará en llegar —sentencio, al tiempo que me doy la vuelta para seguir recogiendo. Marcus quita el cucharón de mi mano y me agarra por los hombros, volteándome y dejándome nuevamente frente a él.

—Sí importa, Rose. Hagamos que esa pasta nos quede sensacional y entonces, podremos comer la pizza más tarde. Pero no pienso no comer ahora pasta. Ya hiciste que me provocara. —Su sonrisa y determinación me hacen sonreír a mí.

Tomo una bocanada de aire y soltándolo sin ningún tipo de cuidado, asiento. Marcus comienza a moverse por mi pequeña cocina y me sorprende darme cuenta de que cabemos bien los dos en ella.

Diez minutos después, el repartidor de pizza llega, cojo mi monedero y le entrego el pago, más 5 euros de propina. El chico se retira y dejo las dos cajas sobre la mesa, no sin antes tomar dos trozos de la pizza con champiñones, uno para mí y otro para Marcus.

Entro a la cocina y me quedo un rato admirándolo. Se ha subido las mangas hasta los codos y me encanta como su espalda se contrae mientras bate la salsa. Es todo lo que una mujer puede pedir y ahora mismo está conmigo. Por más extraño que suene eso.

—No se vale no ayudar —me riñe.

Río, bajito y me acerco a él para entregarle el trozo de pizza. Marcus no duda en darle un mordisco y ahora sé que he acertado con la de champiñón, espero haber acertado en todas. Porque si no, tendré que sacrificarme y comérmelas solo yo.

Bah, no es ningún sacrificio.

Después de lo que parece ser la media hora más larga de mi vida, ya por fin la pasta está lista, y muy a mi pesar, debo admitir que el olor es delicioso. Sirvo suficiente cantidad en dos tazones —ya que mis platos son muy pequeños— y sirvo dos vasos con Coca-Cola.

—¿De verdad piensas comerte esas dos pizzas? —interroga Marcus, cuando llegamos a la mesa.

Veo las dos cajas tamaño familiar de pizza y sin dudarlo ni un segundo, asiento. El único motivo por el cual no me las he comido aún, es porque él quería comer la dichosa pasta que ahora tenemos en las manos.

—Me sorprendes. —Sonrío y sin esperar más, tomamos asiento en la mesa.

Cuando llevo el primer bocado de pasta a mi boca, Marcus espera paciente para ver mi reacción. Según él: Una vez que lo pruebe, no podré detenerme. Yo aún sigo preguntándome si se refiere a la pasta o a él.

Pruebo, el magnífico sabor y contraste de cada ingrediente, me hace estremecer. Está delicioso.

—Definitivamente, quiero contratarte para que me cocines diario. Te pagaría poco, pero algo es algo, ¿no? —bromeo, sin poder parar de comer la deliciosa comida.

—-Mientras me pagues con esos ricos besos que me das, hasta te puedo lavar y planchar. —Ahora la que ríe soy yo y solo lo hago para poder esconder el sonrojo que amenaza con salir a la luz. Siempre me desarma.

—Una oferta muy tentadora.

No tengo idea de dónde ha salido esa parte descarada de mí, pero me haría bien conservarla. Por lo menos, mientras esté con él. Marcus ríe fuerte y yo me uno a su risa. Es gratificante escucharlo reír, es fenomenal la manera en la que lo hace. De verdad estoy preocupándome.

Falta un cuarto para las 19:00 horas, y creo que Marcus aún no tiene intención de irse. Para ser sincera, yo tampoco quiero que lo haga. Hemos pasado la tarde viendo películas en Netflix. Ya nos comimos las dos pizzas y estoy pensando seriamente en ordenar otras dos.

—¿Vamos a cenar? —Dejo de ver los créditos de la película y volteo para ver a Marcus, viéndolo sentado en la cama con la espalda apoyada en el espaldar y yo con mi cabeza en sus piernas, no puedo evitar pensar que esto ha sido un regalo del cielo.

No tengo idea de que buena obra fue la que hice en mi vida pasada, pero de lo que sí estoy segura, es qué se siente fantástico estar así con él.

Normalmente los sábados suelo pasar el día con mi madre y mi abuela, ya sea que yo vaya a sus casas o ellas vengan. Es por eso que hoy desde que nos sentamos a comer, puse mi teléfono en silencio. Así no me sentiré mal por no contestarles las llamadas. Aunque siendo sincera, hoy nada podría hacerme sentir mal.

—¿Ordenamos algo mejor? —propongo. Marcus sonríe y niega.

—Quiero celebrar contigo —insiste, muerdo mi labio al ser consciente que no le he preguntado desde que llegó, cómo le fue en la junta—. En realidad, debería ir a cenar con mis socios para celebrar, pero prefiero que vayas conmigo. Si no te molesta, claro.

Me levanto de golpe y quedo sentada en la cama, me es necesario cerrar los ojos para así poder controlar el mareo que siento debido a la brusca manera en la que me levanté.

—Ni de coña iré a comer con tus socios. ¿Qué van a decir de mí? —El solo pensarlo me eriza los vellos de la piel.

—Esa boca —me reprende.

Giro los ojos molesta. ¿Por qué? Quién sabe, de seguro es por mis nervios. Suelo hacer esto, molestarme con quien sea solo por estar nerviosa. Es un mal del que aún no me curo.

—Rose, créeme que mis cuñados estarán encantados de conocerte. Llevan años intentando que por lo menos flirtee con alguna mujer. Imagina cómo se pondrán de felices si te llevo de acompañante.

Marcus suena tan emocionado, que casi paso por alto que acaba de decir que sus socios son sus cuñados, o sea, hermanos de Silvia... Casi. Está loco, está muy loco si piensa que iré con él.

—¡Marcus, por Dios! —exclamo, cada vez más aterrada—Esa no puede ser una buena idea. ¿Estás consciente de que soy quizás, unos veinte años más joven que tú? De seguro pensarán que soy una caza fortuna. —La sola mención de esas últimas dos palabras me hacen estremecer.

—Ellos no pensarán así, y sí, estoy muy consciente de eso, pero tampoco me importa.

El Marcus amigable al que estoy acostumbrada, ya no está. Ahora en vez de tener una linda sonrisa, sus labios son una línea recta y en sus ojos ya no está esa chispa de emoción y dulzura. Solo hay tristeza y creo que un tanto de decepción. Y me enfurece saber que yo soy la culpable de eso.

—Ellos me reconocieron como camarera. —Callo un momento. Marcus abre la boca para objetar, pero lo mando a callar levantando mi mano—. Por favor, entiéndeme, no quiero que piensen cosas que no son. Tú mismo dijiste que disfrutáramos esto a ver hasta dónde nos llevaba.

Vuelvo a callar, realmente no sé cómo hacerle ver mi punto. Mi miedo.

—Siento como si me fueras a presentar a tus padres. Estoy temblando de miedo, Marcus. No soy la típica chica pija a la que de seguro están acostumbrados a ver, ni siquiera cumplo el prototipo de la mujer decente. Mi ropa no es elegante, no tengo algún zapato de tacón, ni uno. —Hago énfasis en eso y continúo.

»Mi cabello no es lo suficientemente sedoso ni tampoco tengo un manicure y pedicure perfecto. ¡Es que ni siquiera tengo todos los maquillajes necesarios para tener un resultado decente en mi rostro!

Cuando termino de decir algunos de mis defectos e impedimentos para estar con él, me siento horrible. Una cosa es tenerlo claro en mi mente y otra es decirlo en voz alta. Ahora me siento deprimida. Estoy decepcionada de mí misma.

—Rose, lo que me gusta de ti, es exactamente eso: Que no eres una pija, como dices. Que eres natural, no te interesa lucir la mejor ropa o usar tacones de aguja. De hecho, me fascinan esos tenis de colores extraños, que tanto te gusta usar. Me gusta también, que no te importe no tener el cabello más sedoso.

»Mírate, ni siquiera te preocupa el comerte las uñas y no poder tener un buen manicure o pedicure. Y créeme, bonita, eres perfecta sin una gota de maquillaje en la cara, me encanta ver esas pecas tuyas que me vuelven loco y esos labios siempre rosados que me instan a besarte a cada rato.

»Ni hablar de ese sonrojo que te cubre las mejillas cada vez que te halago, tal cual como lo tienes ahora, eso no hace más que motivarme a halagarte por cualquier cosa, solo para verlo. Eres preciosa, muñeca. Eres hermosa y me tienes loco así como eres. Por eso quiero llevarte esta noche a ti, a celebrar con mis socios y no a otra —zanja.

Corregido: 30/03/21
***

Amo a Marcus. Fin jajaja.

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