Capítulo 5 ✔️ [Corregido]
En lo profundo de mi alma, sé que soy tu destino.
Película: Mulan.
—Disculpa la tardanza, no me di cuenta del tiempo, aunque eso es tu culpa —suelto de pronto, mientras me siento frente a él. Aún estoy haciendo respiraciones para regular el latir de mi corazón.
—¿Mi culpa? —inquiere Marcus, pero lejos de estar molesto por mi demora, luce relajado, como si apenas acaba de llegar.
—Sí, estuviste en mi mente todo el tiempo y no podía concentrarme en nada más que no fueras tú —le reclamo y, apenas las palabras salen de mi boca, me doy cuenta de mi error.
¿Cómo se te ocurre decir semejante burrada, Rose? Marcus, sin embargo, parece muy divertido con mi confesión, ya que no se molesta en ocultar su sonrisa.
—Si esa es tu manera de decir que te morías de ganas por verme, yo también lo hacía, mia regina. —Ahí está de nuevo esa frase. Sonrío, a este paso me dolerá la mandíbula de tanto hacerlo—. ¿Qué quieres para cenar? —inquiere, levantando la mano para que nos atiendan.
Una chica morena se acerca a nosotros con una libreta en la mano y en la otra, dos menús, al llegar nos sonríe ampliamente y no me pasa desapercibido la manera en cómo mira a Marcus, no la culpo. Yo tuve la misma impresión, el hecho de que ahora viste un jean azul oscuro, con una camisa del mismo color, con franjas blancas, lo hace ver más relajado, pero igual de imponente.
Su presencia se siente a kilómetros.
—Una hamburguesa, con doble carne y queso. Con mucha salsa por favor —le pido a la chica, sin siquiera tomar el menú.
Por algún motivo, quiero que se vaya pronto para poder quedarme sola de nuevo con Marcus. Me mira divertido y para mi sorpresa, ordena lo mismo que yo. Añadiendo una Coca-Cola de 2 litros.
—¿Celosa? —Se burla, siento como los colores suben a mi rostro, pero no le doy la oportunidad de siquiera notarlo.
—¿Me contarás ahora sí, de dónde eres? —Cambio el tema a uno más neutral.
—¿De verdad aún no lo deduces? —Niego, no sé si deba saber de dónde es.
¿Acaso es obvio y yo soy la única que no lo nota?
—Italia. Más específico de Florencia. Tú, me recuerdas a ella. —Ladeo la cabeza, curiosa, una sonrisa adorna mis labios.
—¿Por qué? —cuestiono, mirándolo directo a esos dos lagos hermosos que tiene por ojos.
—Porque eres todo arte, eres una pintura tan bien pincelada, que no me cansaría nunca de verte. Todo tú, es arte, y Florencia es puro arte. Sin embargo, de todas las hermosas obras de arte que puedes llegar a ver allí, ninguna se asemeja a ti.
Muerdo mis labios, resistiendo las ganas tan endemoniadas que tengo de lanzarme sobre él y besarlo sin ningún tipo de pudor.
—Marcus, si sigues, no podré resistir las ganas que tengo de besarte ahora mismo —susurro, avergonzada. Ríe bajito y toma mi mano por encima de la mesa.
—Eso me gustaría, mia regina —confiesa, ronco.
Me acerco un poco más a él para besarlo, pero mi objetivo se ve interrumpido por la chica morena que trae nuestro pedido. Gruño bajo, lo cual hace sonreír aún más a Marcus.
Apenas la chica se retira, tomo mi hamburguesa que se ve deliciosa y al darle un mordisco lo compruebo, aguanto un gemido de fascinación, pero me permito cerrar los ojos para disfrutar de ella como se debe. Al volver a abrirlos, Marcus no me da chance de reaccionar cuando ya sus labios están sobre los míos.
Menos mal ya había tragado el pedazo de hamburguesa, sino sería muy vergonzoso el beso. No es un beso como los que nos dimos en su habitación de hotel, este es más suave y se termina más rápido, lo que es una lástima.
Cuando se aleja, sonrío ampliamente e ignoro la mirada de algunos que miran en nuestra dirección. Si a mí no me importa que sea notablemente mucho más mayor que yo, a nadie tiene que importarle.
Comemos feliz de la vida, mientras tonteamos, yo respondo algunas de sus preguntas como, por ejemplo: por qué tengo dos trabajos, le cuento el motivo y según dice: lo tengo encantado, sobre todo le encanta que sea tan trabajadora.
Si supiera que sigo soñando en secreto con ganarme la lotería y no trabajar más. Omito eso y le hago algunas preguntas de su país natal y él encantado me cuenta miles de cosas maravillosas sobre Florencia y otras ciudades más de Italia, hasta prometió llevarme a conocerla en algún momento. Esa idea aún ronda mi cabeza.
También me contó que es viudo, tiene un hijo más o menos de mi edad que se dedica a hacerle molestar, pero admite que está muy orgulloso de él y de que siempre luche por lo que quiere y no se deje imponer nada. Me habla acerca de su empresa de textiles que ya es conocida en casi toda Italia y que quiere incursionar hasta aquí; España, es por eso que está aquí con sus otros tres socios.
Me contó que cada uno de los hombres, es su socio en diferentes ciudades de Italia y efectivamente, los tres hombres que estaban con él en el restaurante son hermanos. Mañana se reunirán con un hombre y su esposa, que están interesados en expandir su empresa hasta acá.
Marcus asegura que esta es una gran oportunidad para todos de internacionalizar sus productos y tiene la plena seguridad y confianza de que este negocio, traiga consigo muchos otros. Yo me limito todo el rato a disfrutar de esa emoción con la que habla de su empresa.
Cuando le pregunto de sus inicios, se pone un poco triste, aunque sé qué hace todo lo posible para que no lo note, lo hago, y es que me cuenta de que empezó todo con Silvia; su esposa fallecida, decidió empezar a pensar en tener un negocio, porque los padres de Silvia eran de clase alta y en ese entonces, él no lo era.
Así que cuando tenía 19 años, comenzó a trabajar en la empresa de diseño de ropa de los padres de Silvia y cada vez que cobraba no gastaba ni un centavo, cosa que sus padres no le reprochaban, porque creían en él y en su sueño. Gracias a eso, dos años después, el regalo de cumpleaños para su madre fue su primer negocio.
Había conocido a todos y cada uno de los proveedores de textiles que tenían los padres de Silvia, así que eso le permitió familiarizarse con el tema y gracias a muchos consejos y recomendaciones, puso su negocio. Era pequeño, en comparación con la empresa que tenían los padres de Silvia, pero para él, era el comienzo.
Después de eso, los padres de Silvia vieron el potencial que tenía, decidieron ayudarlo y lo contrataron como un distribuidor, dejó de trabajar para ellos y comenzó a trabajar con ellos, lo cual cuenta que lo enorgulleció en gran manera. Yo también lo estoy.
Ya lo que le sigue a eso, son puros éxitos. Un año y medio después estaba contrayendo matrimonio con Silvia y un año luego de eso, nació el hijo que tienen en común.
No pudieron seguir teniendo hijos, ya que Silvia quedó con un problema, pero eso nunca les importó. Marcus cuenta con gran nostalgia, como fueron felices, hasta que hace cuatro años atrás, Silvia murió de cáncer de mama y que después de eso, su hijo comenzó a descarrilarse un poco, pero que da gracias, que aún recuerde sus valores y solo sea rebelde, más no pandillero.
Yo concuerdo con él. Para cuando Marcus termina de contarme toda la historia, ya ninguno tiene ni rastro de comida en sus platos.
—¿A dónde quieres ir ahora?
Marcus me mira atentamente y ahora me he quedado muda. Yo soy la que conoce Madrid, yo soy la que debe saber a dónde ir, pero ¿a dónde lo puedo llevar a las 22:00 hrs? Hay muchos lugares.
Los americanos suelen decir que New York nunca duerme, al igual que Las Vegas... Pues, yo digo que Madrid tampoco lo hace y menos en temporada vacacional.
La mayoría de los turistas prefieren rentar un hotel cerca del centro de la ciudad para así poder estar cerca de todo, de seguro donde hay más vida a esta hora sería en cualquier discoteca de Madrid, pero, en primer lugar: No soy una chica de discotecas y, en segundo lugar: Puedo apostar el millón de euros que aún no gano, a que Marcus tampoco es de andar en ese tipo de ambiente, por lo que luego de pensarlo un buen rato, ya tengo dos posibles lugares. Ambos hermosos.
—Bueno, podemos ir a Plaza Mayor o si quieres, al Jardín del templo de Debod. Pero te aviso, que tendremos que coger taxi, porque ambas opciones están lejos. —comento.
Marcus asiente con una sonrisa de oreja a oreja y llama a la morena que no ha vuelto a acercarse a nosotros, le pide la cuenta.
La chica le dice cuánto es y como hizo en el restaurante, paga en efectivo. Nos levantamos y Marcus me sorprende tomando mi mano. Ese simple gesto me hincha el pecho de una manera exagerada.
Apenas salimos a la calle, no pasa mucho para que un taxi se detenga frente a nosotros. Como dije anteriormente: Madrid es muy concurrida de noche, más si estamos de vacaciones.
Nos decidimos por Plaza Mayor y le doy la indicación al taxista. Pasado algunos minutos —donde Marcus se dedica a acariciar mi mano con sus dedos—, llegamos a las terrazas de Plaza Mayor, y decir que hay mucha gente, sería quedar corta. Más, a Marcus no parece importarle y pasea tomado de mi mano mientras yo sonrío genuinamente como no lo hacía seguramente desde hace mucho.
Después de preguntarle a Marcus si podía tomarle fotos y él responderme sacando su teléfono y haciéndonos varias fotos juntos, yo estoy más feliz que una lombriz en el estómago de un niño. Nos tomamos fotos basándonos, sacando la lengua, haciendo puchero y de otras muchas formas. Alrededor de la media noche, decidimos que ya es mucho por hoy.
Gracias a Dios que mañana es sábado y tengo libre, porque si no, de seguro me quedo dormida en cualquier momento mientras atiendo en el restaurante.
Marcus me sube en un taxi y después de deliberar un rato con sus pensamientos, sube conmigo. Me sorprendo al instante, no estará pensando que lo llevaré a mi piso cuatro por cuatro, ni loca.
No es porque piense que puede aprovecharse de eso y deje de ser un caballero, sino porque soy una desastrosa por naturaleza y si mi memoria no me falla, ayer antes de ir a trabajar, dejé un desastre y como dormí en casa de mi madre, eso quiere decir, que sigue habiendo un completo caos en mi piso. Sí, definitivamente no lo llevaré ahí.
—¿Qué haces, Marcus? —No puedo evitar que mi voz suene temerosa. Marcus lo nota, ya que sonríe y acaricia mi mejilla.
—Tranquila, no pienso quedarme contigo, pero no puedo permitir que te vayas en un taxi sola a esta hora de la noche. Después que te deje en tu hogar, volveré al hotel y con suerte, mañana te veré nuevamente después de reunirme con los esposos Ferraz. —Ignoro todas sus palabras, me quedo solo con esas que afirman que quiere volver a verme mañana.
Definitivamente en mi otra vida yo tuve que haber hecho algo muy bueno para hoy estar con este hombre.
—Mañana tengo libre —confieso, cuando ya solo faltan unas cuantas calles para llegar a mi destino.
—¿Podemos hacer algo, entonces? —inquiere con cierta emoción que no me pasa desapercibido. Le sonrío ampliamente.
—Después de mediodía estoy libre —explico y me doy palmaditas mentales por ser responsable y poner de primero, el aseo de mi casa. Mañana no tengo excusa alguna para no limpiar mi piso y lavar mi ropa, que bastante falta me hace.
—¿Y si te invito a almorzar? —propone. No se dará por vencido.
—Vale, a las doce del día aquí, yo prepararé el almuerzo —sentencio, al tiempo que deposito un beso en sus labios y bajo del taxi. Camino hasta el interior del edificio y es entonces cuando me permito dar la vuelta solo para confirmar que Marcus sigue allí.
Me despido moviendo la mano de un lado a otro y termino de entrar. Subo las escaleras, ya que el ascensor se averió hace unos días atrás, pero como solo son dos pisos, no me quejo.
Estoy muerta, solo quiero llegar a mi camita y quedarme allí hasta que envejezca y tengan que dejarme botada en un ancianato para jugar cartas todos los jueves con el resto de viejos decrépitos. Ya hasta planee mi vejez. Perfecto.
Llego a mi piso y tal y como lo recordaba, está vuelto un desastre. Esquivo algunos zapatos que están regados alrededor del pequeño recibidor y me encamino directo hasta la habitación, en el proceso voy haciendo más desorden, dejando la ropa que voy quitándome mientras camino.
Para cuando llego al cuarto, solo tengo que quitarme el jean y me toma solo cinco segundos deshacerme de él.
Me tiro en mi cama con una sonrisa bobalicona que tiene nombre y apellido: Marcus Lombardi. Si me hubieran dicho esta mañana cuando me levanté, que hoy sería un día completamente diferente. No lo hubiera creído, de hecho, me hubiera reído en la cara de quién lo hubiera dicho, pero aquí estoy, babeando por ese hombre y sonriendo como idiota, mientras me abrazo a mí misma, recordando todo lo vivido hoy.
¿Qué estoy haciendo?
No tengo idea y por primera vez en mi vida, tampoco me importa saberlo, quiero vivir lo que tenga que vivir con Marcus. Sin arrepentirme ni un solo momento. Necesito averiguar qué es lo que tengo para ofrecerle y qué es lo que él tiene para darme.
Cualquier cosa, si algo no sale bien, me queda de experiencia... Pero esa pequeña gota de fe que me impulsa a arriesgarme me dice que todo saldrá bien. No quiero pensar negativo, no hay nada negativo en lo que siento.
Por primera vez en mis casi veintidós años, me siento viva e ilusionada de verdad. Y no quiero dejar de sentir eso. No ahorita que apenas me estoy acostumbrando a tener ese nudo en el estómago que me dificulta respirar y pensar con claridad cada vez que lo tengo cerca de mí.
Quizás después me tome el tiempo de pensar mejor lo que estoy haciendo, pero, por ahora, solo quiero sentir y ya.
Corregido: 09/09/22
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