Si solo lees los libros que todo el mundo está leyendo, sólo puedes pensar lo que todo el mundo está pensando.
-Haruki Murakami
La casa de mis mujeres, está tan bella y llena de gente que me parece un poco increíble que el año pasado solo éramos nosotras tres en la casa de mi abuela.
Ahora, aparte de Ian y de mí, están las hijas de Javier y Albino, las parejas de mi madre y mi abuela. Albino es la pareja de mi madre, mientras que Javier es la de mi abuela. Albino, como bien lo dice su nombre, es de Portugal, Madeira, prometió llevarnos el año entrante. Javier si es de España, Galicia.
En fin, no conocía a la familia de ellos, pero ahora si, Javier tiene dos hermosas gemelas, sí, son idénticas. Ambas son pelirrojas y con los ojos más oscuros que he visto en mi vida, tienen muchas pecas adornando su rostro y ¿qué os digo? Son hermosas.
Ambas visten un lindo vestido del mismo tono de su cabello y unas zapatillas de tacones color carne. Su cabello lo llevan recogido, dejando suelto, varios mechones ondulados, lo que las hace ver más casual. La única palabra que viene a mi mente al verlas es despampanante.
Tienen 16 años, se graduaron este año de la preparatoria y están de lo más emocionadas por entrar a la Universidad para estudiar diseño. Pobre ilusas, yo también pasé por esa emoción de entrar a la Universidad y cuando lo hice, ¡puf!, me engañaron diciendo que sería lo mejor y pues, no es así, es horrible. Estudiar el doble y hasta el triple.
Ok, ya me calmo. Estudien.
Por otro lado, Albino tiene dos hembras y un varón. El varón no ha podido venir, se quedó en Portugal con su madre, pero sus dos hijas sí han venido. Una es de mi edad y la otra acaba de cumplir los 16 años. Yo siento envidia de su cuerpo.
¡Joder! ¿Cómo es posible que acaba de cumplir 16 años y tenga más cuerpo que su hermana mayor, las gemelas y yo al mismo tiempo? Sin embargo, es un poco tosca al comunicarse, no sé si sea un campo de defensa que tiene activado y en realidad sea un amor de persona, pero pienso averiguarlo.
Nunca tuve hermanos o primos con quien jugar, salir de compras, de fiestas o incluso chismosear, así que pienso llevarme muy bien con todos ellos. Alvimar se llama la menor —que parece mayor—, viste un vestido con falda campana azul rey y admito que ese es su color, su pálida piel resalta con ese tono.
Tiene el cabello castaño liso con unas ondas en las puntas hasta la mitad de su espalda. Tiene los ojos café, pero muy, muy claros. Casi tirando a miel y estoy segura que en sol deben verse más claros aún.
Por otro lado, la mayor tiene un extraño nombre, ya sé que Alvimar y Albino también son extraños. Pero jamás había escuchado de alguien que se llame Josegreys, a mi me encantó. Ella es rubia, así como yo, pero con su cabello tan largo como el de Rapunzel.
La noche pasa entre risas y anécdotas de todos. He cachado a las gemelas viendo a Ian, muy de vez en cuando y no siento celos, es normal no poder despegar los ojos de él, todo en él grita: Sexo Duro.
Las constantes caricias que ejerce en mi muslo no ayudan a mis pensamientos.
Después de la cena, nos sentamos todos en la sala de estar e Ian ,no ha dejado de acariciar diferentes partes de mi cuerpo, empezó con mis manos, después siguió con mi cabello y ahora va por mi muslo, yo tiemblo ligera de expectación.
Lleva varios tragos, yo no he querido ingerir ni una gota, puesto que alguien tiene que conducir de regreso a casa. Ya son pasadas las doce de la noche, por lo que mi madre y mi abuela han salido corriendo de la sala a buscar los dichosos regalos.
—Iré a buscar los nuestros —le susurro a Ian al oído. Me mira y asiente sonriente. El rojo en su nariz y sus orejas me hace saber que ya ha bebido suficiente—. Yo creo que ya has bebido bastante, cariño. —Intento ser lo más cariñosa posible y logro alejar la nueva copa que tiene entre sus manos.
Ian vuelve a asentir y ya más tranquilo, me levanto del sofá y salgo de la casa.
Me asusto al sentir que me pegan contra el auto, suelto un grito de miedo, al reconocer el perfume de Ian, me relajo.
—Quiero darte duro. —Muerdo mis labios para no soltar un gemido. Me va a matar. Doy vuelta e Ian presiona nuevamente su cuerpo contra el mío, haciendo que quede entre la puerta del auto y él, siento su hombría golpear mi vientre y eso me tiene a mil.
¿Qué era lo que iba a decir? Lo he olvidado.
—Podremos irnos a casa luego de repartir los regalos. —Me quiero dar palmaditas en la espalda por sonar segura y responsable. Ian niega.
—Quiero darte aquí y ahora. —Abro los ojos, su mirada es de deseo puro, miro hacia la puerta de la casa y gracias a Dios, nadie lo ha escuchado.
—Ian, estamos fuera de la casa de mi madre y toda nuestra nueva familia está dentro. —Intento ser racional, aunque si sigue besando mi cuello como lo hace, no podré resistir más.
—Mejor, ¿Nunca has hecho algo así de excitante y arriesgado? —Recuerdo nuestro encuentro en el baño del restaurante, pero eso no fue tan arriesgado como esto, es decir, esa vez por lo menos pudimos ponerle seguro a la puerta.
Aunque esa chica nos vio, pero eso es cuento aparte. Ian mete su mano por dentro de mi vestido y toca mi botón de felicidad, no puedo evitar gemir. Me da vuelta de golpe, haciendo que mis senos choquen contra el auto, la delgada tela del vestido no me ayuda a no sentir el frío del metal. Sube mi vestido dejando mis nalgas al aire y mis ojos están que se salen de sus órbitas.
—¿Lo haremos afuera del auto? —pregunto entre sorprendida y aterrada, pensé que lo haríamos dentro del auto.
Aquí tenemos más posibilidades de ser descubiertos. Escucho a Ian chitar para que me calle y eso hago. Siento como mueve mi hilo a un lado para segundos después clavarme toda su longitud de una sola estocada.
Coloca una mano en mi boca para callar mis gemidos y la otra la tiene en mi cintura presionando fuerte, sus movimientos son fuertes, precisos. ¡Y hombre!, me tiene a mil.
No tardo mucho en sentir la cosquillita, esto es un polvo rápido, me concentro en el remolino que crece en mi vientre y me corro, Ian me sigue, muerde mi hombro suave mientras me llena completo. Escucho la puerta principal ser cerrada y me separo de Ian, apurada.
Él ríe satisfecho mientras guarda a su amigo dentro de su pantalón, yo pongo mala cara y me arreglo lo mejor que puedo. No me da risa ser vista teniendo sexo. Admito que aquella vez me gustó, pero estamos hablando de mi familia.
Me limito a entrar al auto por los regalos y caminar de regreso a casa de mi madre. Ian me detiene antes de atravesar la puerta.
—Perdón. —Su disculpa hace que mi ceño se relaje y mi rabia se evapore. Lo sé, soy muy fácil. Le sonrío y él toma mi mano para luego entrar juntos a la casa.
—Se han tardado mil años. —Los colores suben a mi rostro y me quedo sin palabras.
—Nos quedamos platicando un rato afuera. —Josegreys es quién habla y yo abro aún más los ojos al pensar que ella pudo haber sido la que nos encontró teniendo sexo.
Ian aprieta mi mano y vuelvo a respirar. Mi madre nos sonríe y asiente creyendo sus palabras.
Tomo asiento de nuevo y la repartición de regalos comienza. No soy consciente de nada, solo entrego y recibo regalos, mi mente no deja de maquinar que realmente Josegreys, nos haya visto.
¿Qué tan vergonzoso sería que mi nueva hermanastra me haya visto teniendo sexo con mi pareja? Yo os digo: mucho, sería muy, pero muy vergonzoso.
—Nosotros nos vamos —digo de pronto, haciendo que todos pongan su mirada en mí, esto se siente peor que haberte tirado un gas bien ruidoso en medio de la clase.
—¿Tan pronto? —pregunta mi madre, haciendo puchero. Asiento.
—Son más de la una de la mañana, madre. Debemos descansar. —Intento no sonar ruda ni desesperada y espero haberlo logrado. Mi madre asiente con pesar. Nos despedimos de todos, estoy por acercarme a Josegreys, cuando se levanta.
—Os acompaño a la puerta. —Tragó saliva , pero asiento. Caminamos en silencio y cuando pienso que ya todo va acabar, no es así—. Os he visto. —Abro la boca para excusarme, pero me calla levantando la mano. Mi corazón va a mil, Ian por otro lado, se ve normal. Si está nervioso, no lo demuestra.
»—No pienso juzgarlos. Cada quien hace con su vida lo que quiere. Me gustaría invitarlos a algo. —Arrugo el entrecejo—. Mi novio y yo vamos a un club a las afueras de la ciudad, podéis acompañarnos mañana, ¿os parece? —Tiene más acento español que yo. Miro a Ian y él se encoge de hombros. Suspiro, hombres. Todo se lo dejan a las mujeres.
—Vale, pásame la dirección por mensaje y nos vemos allá. —Josegreys asiente feliz y da la vuelta, no sin antes dejar dos besos en cada una de nuestras mejillas—. Me agrada —le confieso a Ian, una vez ya estamos en el auto.
Él sonríe y enciendo el auto. Cierro los ojos, estoy molida. Vuelvo a abrirlos y con todo el miedo del mundo, empiezo a dar reversa.
Sé que dije que conduciría de regreso a casa, pero olvidé decirles que no sé manejar muy bien. Es decir, Ian me ha estado dando unas clases, pero aún no aprendo muy bien a dar reversa, ni a estacionar. Logro hacerlo y contengo un grito de emoción por eso.
Voy lento, pero seguro, después de no sé cuánto tiempo —pero pareció ser mucho ya que Ian ronca tranquilamente a mi lado—, llegamos a casa. Contengo otro grito de emoción al ver que he estacionado bien el auto.
Muevo a Ian y abre los ojos, sus hermosos iris azules me miran y yo debo recoger la baba.
Corregido: 16/04/21
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Eso es todo amigos.
A♥
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