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Capítulo 36 ✔️ [Corregido]

Ojalá un día te quieras lo suficiente, para que entiendas que solo tú, puedes salvarte.

-Cesar Poetry.

Han pasado ya cuatro días desde aquél episodio con la chica en el baño y ya oficialmente he aceptado vivir con Ian, debían ver la emoción que tenía ese hombre, ese mismo día que le dije que sí, empezó a buscar el mejor piso de todos, quería una casa, pero le dije que yo no quería una casa grande.

¿Se imaginan? Más para limpiar, no que va.

Así que entre los dos, escogimos un apartamento perfecto para ambos, tiene dos habitaciones, cada una con baño interno, adicional hay un baño en la sala. La cocina es tan grande que entramos los dos juntos, hasta mi abuela y mi madre con sus parejas, ya se pueden hacer una idea, camino demasiado para llegar de la estufa al refrigerador, un desastre.

En fin, ayer comenzamos con la mudanza y claro, como yo pensaba que no tenía tantas cosas, no me había preocupado en averiguar eso, pero ahora me doy cuenta de que sí tenía mucho.

Tenía, porque Ian ha insistido en comprar casi todo nuevo, al principio tuvimos una discusión por eso, pero después terminé cediendo, solo que en vez de botar mis cosas, vamos a mandar a tapizar mis muebles viejos y los colocaremos en nuestra habitación.

Lo sé, Ian es una maravilla de hombre.

Ahora estoy terminando de cambiarme para salir con Ian a comprar las cosas de navidad, ya que yo no tengo ni una bola navideña, para ser sincera, desde que me mudé sola nunca he decorado una navidad.

Supongo que porque nunca nadie me visitaba y porque no me daba tiempo de eso. Ahora es diferente.

—¿Lista? —Ian está apoyado del umbral de la puerta y se ve tan condenadamente sexy que debería ser ilegal ser tan guapo. Asiento y termino de aplicar labial rosa en los labios para luego coger mi bolso y salir tomada de su mano.

—Esto me gusta —confieso mientras le enseño el pequeño trineo de santa, es tan lindo. Ian asiente de acuerdo conmigo.

Ya tenemos dos carritos llenos de puras cosas navideñas, hemos comprado desde bolas de navidad, hasta adornos para repisa.

—Yo creo que con esto ya es suficiente —declaro, sonriente. Dicen que el dinero no compra la felicidad, pero sin duda el poder comprar sin miedo a que la tarjeta diga: "Sin fondos", hace que uno sea más feliz. Metemos las cosas al auto y reímos al ver que las cosas entran apretadas—. Aún falta comprar la comida —le recuerdo entre risas. Ian abre los ojos y volvemos a reír.

—Tendré que comprarme una camioneta ahora. —Sé que lo dice en broma, pero me he dado cuenta del dinero que tiene Ian, así que sé que puede permitirse eso y más.

Aún no sé de dónde proviene su dinero. Cada qué pregunto, cambia el tema de manera sensacional. Casi que no te das cuenta de que lo está haciendo.

Subimos al auto con rumbo ahora a un supermercado para llenar la alacena.

Ian es como un niño chiquito, ha metido toda clases de dulces, chocolates, palomitas y caramelos en el carrito y yo pues, yo voy sacando las que no me gustan. ¿Qué? No pienso dejar que compre algo que yo no comeré, díganme egoísta.

Cuando llegamos a la caja, Ian hace mala cara buscando los dulces que yo le he sacado, me contengo la risa hasta que salimos del supermercado. Afuera si me permito reír con ganas.

—Tú. —Me señala, me hago la inocente—. Ya verás, los compraré igual —advierte. Con eso, subimos al auto y definitivamente, Ian tendrá que comprar uno más grande, no cabe todo.

Llegamos a casa e Ian le paga al vigilante para que nos ayude a bajar todo del auto y subirlo a nuestro piso, de verdad son muchas cosas.

***

Me encuentro adornando ya varias cosas de navidad y de pronto me entra un nerviosismo, mejor conocido como metida de pata brutal, olvidamos el árbol de navidad.

Abro los ojos de par en par y pienso en cómo decirle a Ian, que debemos salir de nuevo porque olvidé comprar el árbol de navidad y eso es lo más importante. Sé muy bien que lo más seguro es que Ian no se moleste, porque vamos, él nunca se molesta, pero no entiendo por qué tengo miedo de pronto.

Me armo de valor y me levanto del suelo, me sacudo las manos del poco de brillantina púrpura que botan las bolas navideñas y camino hasta la habitación. Encuentro a Ian de espalda y por lo tensa que se ve su espalda, imagino que está molesto.

—Una cosa che ti ho ordinato, Sebastián: che mio padre non poteva saperlo e non poteva farlo —habla en italiano por lo que no entiendo ni la mitad de lo que dice, pero si sé que está molesto. Voltea y me descubre, suaviza su mirada y vuelve a hablar antes de apartar el celular de su oreja—. Devo riattaccare. —Quiero preguntarle si todo está bien, pero no me atrevo.

»—Debo salir un momento —avisa, asiento y me hago a un lado. Creo que no es el momento de decirle lo del árbol, deja un beso en mi frente y cierra la puerta principal de un fuerte golpe. Doy un brinquito de sorpresa. Decido que es mejor que vaya sola y lo compre, puedo volver en un taxi y listo.

Me cambio la larga camisa de Ian, que llevo puesta, por un mono y una blusa deportiva corta.

No les conté, pero Ian y yo quedamos en empezar a hacer ejercicios en las mañanas, por lo que compramos varias mudas de ropa deportiva. Aún no empezamos, queremos primero terminar todo lo de la mudanza, supongo que sería como para la semana entrante.

Bajo del taxi y entro al centro comercial, me encanta un árbol gigantesco blanco con violeta, es simplemente hermoso. La única duda es que no sé si quepa en el apartamento, no es tan alta la distancia del suelo al techo como acá. Igual me gusta y ese es el que quiero, ya veré luego como hago para ponerlo en la sala del apartamento.

Lo compro y ellos mismos me ofrecen un auto lo suficientemente grande para llevarlo, pago el envío y me voy tranquila a casa. Llego y aún Ian, no ha llegado, empiezo a preocuparme, espero que todo esté en orden.

Más orgullosa de mí no puedo estar, es la primera navidad que armo yo solita y les cuento que no se ve nada mal, pido pizza para celebrar y me siento en el sofá a esperar mientras, cojo mi celular y decido marcarle a mi madre.

Hablo con ellas un buen rato hasta que tocan la puerta del piso, me levanto. De seguro es el repartidor

—Te necesito. —Ian entra y sin esperar más, me lanza contra el sofá sin ejercer mucha fuerza, sube sobre mí y comienza a besarme desesperado.

Me cuesta un poco seguirle la corriente, pero lo logro y mis manos viajaban desde su espalda hasta su cabello, halo un poco y él gruñe en respuesta, separa nuestras bocas un segundo y quita su camisa por encima de su cabeza, a duras penas consigo hacer lo mismo en la incómoda posición que estoy.

Las demás prendas no tengo ni idea de cómo terminaron fuera de nuestros cuerpos, pero ahora me encuentro a horcajadas sobre Ian, mientras subo y bajo disfrutando la torrente de emociones que crece en mi vientre.

Ian no deja de repartir besos desde mi clavícula hasta mis senos y ocuparse de ellos un buen rato, eso me pone a mil y no puedo aguantar más mi orgasmo, necesito estallar.

—Ya no aguanto —confieso, entre jadeos. Ian me presiona más contra él y sé que esa es la señal para que lo haga, me dejo ir y a la vez apoyo mi cabeza en su hombro.

Ian mueve mis caderas dos veces más hacia arriba y dejándome caer de golpe contra él, siento su semen recorrer mi interior. Acaricia mi espalda mientras deja hilos de besos por todo mi cuello, me estremezco.

El timbre suena y me entra una risita al recordar que hace un momento pensaba que Ian, era el repartidor y míranos aquí. Ian me mira sin comprender.

—Ordené pizza —explico, Ian asiente.

Cojo la camisa que él cargaba puesta y me la pongo, me llega unos dedos más arriba de la rodilla, así que está bien. Saco el dinero de mi cartera y abro la puerta, del otro lado, un chico pelirrojo me sonríe abiertamente y me entrega mi orden, le agradezco y le doy el dinero, ya con su propina incluida.

—¡A cenar! —grito, y una felicidad me llena el corazón, siempre quise gritar eso en mi casa tal como mi madre lo hacía.

En mi antiguo cuatro por cuatro, no tenía sentido hacerlo, era tan pequeño que desde la habitación se escuchaba la conversación que tuviera con el repartidor en la entrada. Sí, así de pequeño era.

La nostalgia me invade, allí pasé momentos muy bellos, pero también tristes por Marcus, así que mejor es donde estoy ahorita, si quiero empezar una vida con Ian, es mejor empezar la desde cero, ¿cierto?

En fin, Ian se acerca a mí y me abraza desde atrás, sonrío como idiota, me encanta este hombre. Sirvo los vasos de jugo, Ian no me ha dejado comprar ninguna Coca-Cola, no insistí porque no llevaba mi dinero encima, pero esperen a que salga con mi dinero, voy a llenar el refrigerador de puras Coca-Cola.

Caminamos a la habitación y nos sentamos en la cama. —*Nota importante: Acá tengo tv, así que vemos películas en Netflix desde el tv y no desde mi portátil. ¿Acaso no es fantástico eso? Más grande*—.

Ian escogió It II, y me sorprende, en realidad desde el comienzo la vi demasiado aburrida, pero no dije nada y los efectos son horribles, no me gusta.

Como a mitad de película, Ian recibe una llamada y se levanta de la cama hecho una furia, sale de la habitación dando un gran portazo y yo me estremezco en mi sitio, no sé si sea la misma persona que lo llamó temprano, pero no me gusta cuando se pone así.

Al cabo de unos minutos, vuelve a entrar en la habitación y desde la puerta me avisa que debe irse. Veo la hora en el reloj y son casi las 22:00hrs.

—Es muy tarde, cariño. ¿Eso no puede esperar? —Mi voz es casi un susurro y decidí decirle cariño, porque no quiero que se moleste más y menos conmigo. Ian niega, lleva sus manos a su cabello y lo hala.

Me sorprendo, nunca lo había visto así.

—No, debo ir ahora —sentencia, su voz es firme, mas no altanera. Asiento e Ian sale de la habitación y luego de la casa sin tan siquiera darme un beso, esto es muy raro. ¿Qué es lo que está sucediendo?

Corregido: 14/04/21

Chan, chan, chan, chaaaaaaaan...

¿Qué sera lo que le está pasando a Ian? ¿Por qué esta actuando así? 

Pongamosle un poco de drama al asunto, jaja.

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