Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 35 ✔️ [Corregido]

¿De qué sirve tener tantos pájaros en la cabeza, si ninguno sabe volar?

Lena Carrilero - Amores Cronofóbicos.

—Tienes apellido de caramelo. —Es lo primero que digo cuando ambos tomamos asiento. Ian me mira confuso.

—¿Qué? —pregunta. Sonrío burlona.

—Recuerdo que hace unos años, Maximus viajó a Venezuela y de allá me trajo unos caramelos llamados Bianchi. Son deliciosos —le cuento. Ian asiente.

—Eres muy cercana a él, ¿cierto? —Quién está confundida ahora, soy yo.

—¿Al caramelo? —cuestiono idiota. Ian no esconde la diversión que le causa mi pregunta y ríe bajito. Lo miro mal.

—A Maximus. Es el gerente del hotel, ¿cierto? —Si vuelve a decir cierto, me burlaré, lo juro.

—Sí, nos conocimos a los seis años cuando él ingresó al colegio donde yo estudiaba. —Una sonrisa se dibuja en mis labios al recordar ese día, estaba tan nervioso que olvidó su bolso y yo se lo entregué frente a su madre.

Nunca había visto a un niño tan tímido como él ni tampoco con los ojos tan oscuros.

—¿Pasó algo entre ustedes? —Arrugo el entrecejo asqueada ante la pregunta de Ian. Busco en su rostro algún indicio de que esté molesto o celoso, pero no, parece que solo fue una pregunta y ya.

—No, siempre nos hemos visto como hermanos —aclaro. Ian asiente, intenta decir algo, pero el mesero hace acto de presencia, callándolo.

En silencio leemos la carta y ya me siento como en el restaurante del hotel; puras cosas costosas.

Me decido por un plato de Sushi, aunque no lo crean, es lo más simple que conseguí en el menú. Le entrego el menú al chico que me sonríe cálido, le devuelvo la sonrisa y le agradezco.

an ordena una paella de camarones y yo lo miro como si le hubieran salido tres cabezas. Él me sonríe burlón y despide al chico castaño. Esa es una comida para el medio día, no para casi las diez de la noche. Está loco.

—Me gusta. —Es su respuesta. Niego con una estúpida sonrisa en la cara, él coge mi mano por encima de la mesa. Enseguida me pongo tensa, supongo que llego el momento, ¿no? Quiere una respuesta, estoy segura.

»—Te ves preciosa, cuando lo compré, no pensé que te quedaría tan jodidamente perfecto. La maniquí, no se veía ni la mitad de guapa de lo que estás tú ahora —me halaga. Ya estoy entre los tonos más rojos del mundo.

Ni siquiera sé qué responderle de vuelta, es decir, sé que debo darles las gracias y decirle lo guapo y sexy que él se ve enfundado en ese traje gris que le queda de escándalo, pero simplemente no puedo, es como si un ratón me hubiera comido la lengua. Ante ese pensamiento, saco la lengua a ver si aún la tengo, así es, sonrío.

Cuando vuelvo a ver a Ian, su cara es entre confundido y divertido.

¡Dios, no puedo ser más torpe!

—Lo siento, es que cada vez que hablas me dejas sin palabras —confieso. A Ian, parece gustarle mi confesión porque besa mi mano haciendo que vuelva a enrojecer, no es que haya bajado mi sonrojes—. Gracias, tú te ves endemoniadamente sexy. —Ian ríe tan alto que capta la vista de varias personas y yo pues, quisiera que la tierra me tragará y me escupiera no lo sé, en Alemania no estaría mal.

—Escuchar eso de ti es como que el mismísimo Papa, dijera una mala palabra. —Ruedo los ojos, tampoco es para tanto. Exagera.

El mesero llega con nuestra orden, volvemos a agradecerle. El chico se va con las orejas rojas, Ian no deja de mirarlo. Veo el plato de Ian y me entran ganas de cambiar mi orden, se ve tan apetitoso.

—Provecho —decimos los dos al unísono y reímos bajito por eso. Comemos entre platicas triviales y agradezco que aún no me haya preguntado por una decisión. Aún no la tomo.

—El camarón me ha dado ganas de subirte ese vestido y hacértelo en el baño. —Sus solas palabras me obligan a cerrar las piernas por miedo a que mi humedad corra por ellas.

Escondo un jadeo y veo a los lados a ver si alguien más ha escuchado lo que Ian acaba de decir.

Lo miro y sus pupilas están tan dilatadas que sus preciosos ojos celestes, ahora son tan oscuros como el cielo nocturno y con el mismo brillo de todas las estrellas juntas. No quiero ni pensar cómo han de estar los míos.

—Quiero eso. —No sé en dónde he dejado mi vergüenza o por lo menos mi pudor, pero en estos momentos me importa muy poco todo eso, quiero que cumpla lo que dijo.

Ian gruñe y me aprieta más la mano. No recuerdo en qué momento volvió a cogerla.

—Ve al baño y espérame ahí. —Asiento y con piernas temblorosas, me levanto de mi asiento y camino con dirección a no sé dónde. Volteo y con la mirada le pregunto a Ian, dónde queda el baño. Él sonríe disfrutando el estado en el que me tiene y me señala la dirección. Asiento y me encamino hasta allá.

Apenas llego, me fijo si hay más personas en los cubículos y casi suelto un suspiro de alivio al ver que no es el caso.

No demora mucho tiempo antes de que Ian, entre y cierre la puerta con seguro. Me mira de arriba abajo y yo siento mi cuerpo arder en cada zona donde su mirada, pasa.

—Perfecta —susurra, antes de recortar la distancia que nos separa y apoderarse de mi boca.

Es un beso desesperado que describe nuestro estado ahora. Ian me aupa, haciendo que me siente sobre el lavado, me sube el vestido hasta donde este se lo permite, justo debajo de mis caderas, pero para él es suficiente.

No espera nada más y se baja la bragueta de su pantalón, sacando su ya más que erecto miembro y me penetra de un solo y certero movimiento. Gimo fuerte.

—Esto será rápido, preciosa. —Asiento e Ian continúa penetrándome a una velocidad descomunal.

Es cuando apoyo mi cabeza en su hombro, que veo dos pares de ojos que nos observan con lujuria. Intento detener a Ian para avisarle, pero ella se da cuenta de que me ya la vi y niega con la cabeza mientras lleva los dedos a su boca para que calle, yo no sé porqué no hago nada para contarle a Ian —o tan siquiera parar—, simplemente me mantengo viéndola mientras disfruto con mas placer lo que Ian hace conmigo.

Ian busca mi mirada y yo se la entrego, nos vemos a los ojos mientras que me penetra ¿más suave? Sí, creo que ha bajado el ritmo, pero sigue siendo explosivo.

—Me encantas —sentencia y con eso vuelve a aumentar el ritmo, clavo mis dientes en su hombro cuando ya siento el remolino en mi interior que avisa que ya está cerca mi orgasmo.

Siento la pesada mirada de la chica en nosotros y eso me tiene aún más caliente, dejo cualquier tipo de pudor o vergüenza y grito duro cuando el orgasmo hace acto de presencia, Ian gruñe de acuerdo y acelera sus embestidas para luego llenarme el interior.

Ian no me da tiempo para reponerme, ya que me baja del lavado, acomodando mi vestido y él cierra su bragueta, busco a la chica y ya no la veo, supongo que ya volvió al cubículo. Ian deja un fugaz beso en mis labios antes de abrir la puerta de baño y asomarse, imagino que no ve a nadie, porque sale tranquilo.

Estoy contando hasta cien, cuando alguien toca mi hombro, sé de quién se trata, por lo que me doy vuelta y la encaro. De cerca se ve aún más bonita que de lejos, sus preciosos ojos cafés tienen mucho brillo y su larga y espesa melena roja le cae en cascadas. Me encanta el cabello ondulado.

—Eso estuvo fantástico. —Veo sus mejillas sonrojarse y siento las mías ponerse del mismo tono. No sé qué decirle, ¿gracias? No, no lo creo—. No tienes que decir nada. —Se adelanta a mis pensamientos—. Este es mi número. —Me entrega un papel con un número telefónico y me quedo embobada viéndolo.

¿Qué debo hacer? No me da chance de preguntarle, porque cuando alzo de nuevo la mirada, me encuentro sola en el baño.

Sacudo la cabeza, hago bolita el papel, pero por alguna razón no lo boto y salgo del baño. Ian me espera en la entrada del restaurante, camino hasta él y mis piernas tiemblan como gelatina. Al verme, me sonríe y toma mi mano, le devuelvo la sonrisa y caminamos juntos hasta el auto, no digo nada en todo el trayecto.

—Estás demasiado callada, ¿sucede algo? —La pregunta de Ian me devuelve hasta la realidad, parpadeo y lo miro. Ian arruga el entrecejo—. ¿Pasó algo? —Vuelve a preguntar. No sé si deba contarle, pero necesito sacar esto, sino explotaré.

—Una chica nos vio mientras teníamos sexo en el baño. —Apenas lo suelto siento como mis mejillas, ¿qué digo mejillas? Mi cara entera se pone tan roja como una fresa.

Ian frena el auto de golpe, debo aferrar mis manos en el tablero para no estrellarme contra el vidrio.

—¿Cómo? —Lo miro seria, no pienso repetir eso.

—No lo repetiré —advierto. Ian sonríe burlón y su mirada pasa de confundida a sexy. ¡Ay, Dios!

—¿Te gustó? —No lo entiendo—. ¿Te gustó que nos mirara? —Debería negarlo, pero no puedo.

—Me excité más —confieso. No le miro a la cara, la vergüenza me lo prohíbe.

Corregido: 14/04/21

Nos leemos pronto.

Preguntaaaaaa... ¿A quién le gustan los tatuajes?

Respondan.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro