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Capítulo 34 ✔️ [Corregido]

¿Para qué repetir antiguos errores, habiendo tanto errores nuevos por cometer?

-Bertrand Russell

—Buenas, buenas —saludo. Ambas pegan un brinquito y se llevan la mano al pecho, río.

—¡Rose! —me regaña mi abuela, dándome un pequeño golpe en el brazo. Yo sigo riendo. Me calmo y veo a Ian recostado del carro y con una sonrisa en los labios.

De nuevo me pongo nerviosa, ya sé porqué me ha traído aquí. Quiere que hable con ellas de una vez.

—Necesito hablar con ustedes. —Supongo que mi tono de voz las ha alarmado, puesto que ambas me miran fijamente, expectantes.

—¿Estás embarazada? —Arrugo el entrecejo. ¿Qué?

—No, abuela, no estoy embarazada —zanjo, como si fuera lo más obvio del mundo. Saco eso de la cabeza y me enfoco en lo importante—, pero si es algo importante —confieso.

—¿Algo importante referente a Ian? —pregunta mi madre, asiento y las tres volteamos a verlo. Él nos mira confundido y creo que algo incómodo.

—Quiere que nos mudemos a vivir juntos —suelto sin tacto alguno.

Tenía pensado invitarlas hasta el café de las charlas familiares, pero no hay tiempo y necesito ayuda ahora o de lo contrario, terminaré caminando de lado a lado en mi pequeño cuatro por cuatro y al final, me volveré loca. Solo estoy evitando eso.

—¿Y cuál es el problema? —la pregunta-respuesta de mi madre, me confunde aún más. Parpadeo mientras sacudo la cabeza en una negativa, no lo entiendo.

—¿Cómo que cuál es el problema, Anastasia? ¿No ves que nuestra pequeña tiene miedo al compromiso? —la respuesta de mi abuela, me hace enfadar un poco.

—No le tengo miedo al compromiso —sentencio y en mi voz, imprimo toda mi molestia para que la noten. Pero claro, con ellas nunca funciona nada de eso.

—¿Y entonces, a qué le tienes miedo? —insiste mi abuela, y me mira con esa típica mirada de abuelas de: "Ven, habla con abue, yo lo sé todo". Sonrío por eso.

—A que se de cuenta de lo desastrosa, peleona y descoordinada que soy con todo, se aburra y se vaya —confieso, eso me sorprende hasta a mí. Ambas me miran tristes.

—Ian, cariño, vayamos adentro para tomar un té. —Ian asiente y se aleja del auto con dirección a nosotras.

—¿Estás bien? —me susurra en el oído, deposita un beso en mi cuello que hace que me estremezca completamente. Asiento—. ¿Y por qué lloras? —Se escucha preocupado.

¿Llorar? Palmo mis mejillas y sí, exactamente hay un camino de lágrimas que mueren en mi barbilla. Ni siquiera sabía que estaba llorando.

—Son lágrimas de emoción, no pensé ver algún día a mis mujeres favoritas con pareja —confieso y es cierto, nunca pensé esto. Él me sonríe cálido.

Limpio mis lágrimas con tanta delicadeza que me sorprende, por lo general soy muy ordinaria.

Caminamos tomados de la mano hasta el interior de la nueva casa de mi madre y abuela. La verdad es una hermosura, no es pequeña, pero tampoco tan grande como para no saludarte nunca, es cálida y es de un estilo tan vintage, que sé que ambas están a gusto con todo.

El tono pastel que tienen las paredes, le da un aire de tacita de té y no me sorprende en lo absoluto encontrar chocolate caliente en vez de té. Ellas no son de tomar eso.

—Ian, ¿me dices por favor, cuáles son tus intenciones con mi hija? —Casi escupo el chocolate sobre la mesa.

¿Cómo se le ocurre preguntar eso? La miro sorprendida.

Ian no parece incómodo o intimidado con la pregunta de mi madre.

—Me gustaría empezar una vida con ella —responde y siento como mi corazón aumenta su velocidad.

Nunca pensé escuchar eso, nunca he sido alguien cursi que espere corazones, flores y cartitas, pero que llegue alguien dispuesto a hacer todo eso a mi vida, me ablanda, no lo niego.

—Eso es suficiente para mí —dice mi abuela.

—Igual para mí. —La acompaña mi madre. Ahora los tres pares de ojos se posan en mí. ¿Mi turno?

—A mí también me gustaría eso, Ian —admito. Quiero empezar eso que él ofrece, me gustaría ir con calma, no quiero estrellarme como lo hice con Marcus, pero a la misma vez me da miedo demorarme mucho y que mi vida se me pase pensando en lo que pudo ser y no fue.

Veo la sonrisa sincera que Ian me dedica y eso es suficiente para mí.

Dejamos ese tema hasta allí y hablamos sobre las decoraciones de navidad, mi abuela y mi madre no consiguen ponerse de acuerdo en casi nada. Mi abuela quiere un árbol tradicional verde, mientras mi madre lo prefiere blanco y cosas así.

Yo disfruto de todo eso junto a Ian, que no pierde oportunidad de besar mi mano cuando puede. Cuando ya faltan veinte minutos para entrar a trabajar, nos despedimos y nos vamos.

—Ian —lo llamo, él voltea y me mira brevemente antes de volver su vista al frente y concentrarse en el camino. Tomo aire, aquí voy—, yo no te he contado mucho de mi pasado —empiezo, Ian asiente para que continúe.

»—Antes de ti, tuve una relación con una persona mayor, todo fue muy de prisa y no duramos mucho, pero su partida me afectó demasiado. —Callo un segundo recordando fugazmente a Marcus. Suspiro.

»—Contigo voy por el mismo camino, vamos tan deprisa que siento que ya llevamos más tiempo de lo que en realidad es. —Medito un momento antes de continuar—. A dónde quiero llegar es que, sí quiero eso, quiero mudarme contigo, quiero ver a dónde nos llevará esto y quiero seguir disfrutando a tu lado —suelto la mayoría, pero no todo.

—¿Y el pero? —Lo miro, él me está mirando ahora fijamente, ni cuenta me había dado que ya estamos frente al hotel—. Siempre hay un pero, ¿cuál es el tuyo? —Niego.

—No lo tengo, no hay ningún pero. Quiero que vivamos juntos —le digo sincera... Bueno, una parte.

—Esta noche cenamos fuera. —No es una invitación, es una afirmación y eso me gusta.

Me gusta que tome decisiones que ya sabe que me gustarán. Me gusta también cuando me pregunta, en fin, estoy loca, no me presten atención.

Bajo del auto, no sin antes darle un beso en los labios. Saludo a Richard, el vigilante de turno y sigo derecho hasta el baño de empleados. Me cambio en un santiamén con mil y un cosas en mi mente.

He tomado una gran decisión y no me arrepiento.

***

Mi turno pasa volando y cuando ya me falta solo recoger las cosas para bajar de nuevo al baño de empleados, veo a Ian salir de la habitación con sus maletas. No hago ruido para que no me vea.

Disfruto la sonrisa que tiene plasmada en sus labios mientras estrecha la mano de Maximus. Él siempre hace eso, cuando un cliente se va del hotel, habla personalmente con él y le pregunta qué tal estuvo su estadía y cosas así, la atención que le dedica a los huéspedes, les encanta a ellos.

Veo a ambos caminar hasta el elevador, pero antes de entrar, Ian da vuelta y su mirada se encuentra con la mía. Se despide de Maximus y se queda de pie mientras él sube al elevador, Maximus no se percata de mi presencia por tener la vista fija en el móvil. Camino nerviosa hasta Ian.

¿Por qué? Ni yo misma lo sé.

—Preciosa. —Sonrío como idiota. Él intenta acercarse a mí, pero me alejo. Arruga el entrecejo.

—Hay cámaras —explico. Ian asiente.

—Te veo abajo —dice antes de tocar el botón del ascensor. Asiento y camino ahora de regreso hasta el ascensor de servicio. Entro y cuento los pisos hasta que las puertas se abren en PB, camino, o mejor dicho, troto hasta el baño de empleados.

Dejo todo como estaba y en vez de cambiarme aquí, solo tomo la ropa que traía puesta, firmo y salgo disparada con la ropa en mano. Estoy ansiosa por cenar con Ian y besar esos ricos labios que tiene.

Ni siquiera me despido de Richard, solo le doy un asentimiento de cabeza y subo al auto de Ian.

—Ho... —No lo dejo terminar porque me lanzo contra su boca y me apodero de ella. No entiendo mi necesidad de besarlo, pero quiero hacerlo—. ¿Y eso? —pregunta sorprendido cuando nos separamos.

—Te extrañé —confieso. Nos sonreímos—. Voy atrás para cambiarme —le aviso.

—Compré algo para ti, me gustaría que te lo pusieras para hoy —comenta, señalando una caja larga en el asiento trasero del auto.

Por instinto sé que se trata de un lujoso y costoso vestido.

Asiento y bajo del auto para entrar ahora en la parte trasera. Abro la caja y efectivamente es un vestido sensacional, pero nada excesivo.

Es azul turquesa, con una abertura en la espalda y es todo de encaje, debe llegarme unos cuantos dedos por encima de la rodilla y es simplemente magnífico.

Veo a Ian por el espejo retrovisor y su vista está fija en el camino, me quito el vestido del uniforme y me quito también el brasier, no me gusta mucho la idea de andar con los senos al aire, pero el vestido tan hermoso, lo amerita.

Todo encaja perfecto en mi cuerpo, se ajusta a las partes adecuadas y aunque no me veo en un espejo, me siento hermosa. Ian se detiene frente a un semáforo y yo aprovecho para pasarme al asiento delantero descalza, sí, aún no me coloco los tacones fucsia que Ian compró.

Tampoco me he puesto los lindos accesorios que compró para mí, unos aretes de plumas, también fucsia y una cadenita muy delgada con una pluma de dije dorada. Precioso.

En base a eso, me delineo los ojos con negro, levanto mis pestañas con rizador, me echo un poco de rubor en mis pálidas mejillas y por último, aplico un fuerte fucsia en mis labios.

De solo verme en el espejo, ya me siento bien.

Me calzo los tacones cuando Ian, estaciona frente a un elegante restaurante que nunca había visto y me coloco con rapidez el resto de los accesorios.

—Preciosa, estás despampanante. —El halago me hace sonrojarme más y ahora creo que fue una mala idea aplicarme rubor.

Ian baja del auto, advirtiéndome que espere que abra la puerta para mí, eso hago y le doy la mano cuando bajo del auto. Él la enrolla en su brazo y así entramos al restaurante.

—Bianchi. —Ian le da su apellido al hombre que le ha preguntado si tiene reservación.

Ahora sé su apellido.


Corregido: 14/02/21

Chan, chan, chan, Chan... ¿que esperaban?

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