Capítulo 32 ✔️ [Corregido]
No importa quién quieres que venga a salvarte..
Importa quién viene...
Y lo hace.
Adivinen quien pidió una semana libre en el trabajo y ahora se encuentra rodeada de miles de libros... Sí, yo.
Ian me ha convencido para retomar mi último semestre, insistió en que nada debería ser más importante que culminar mi carrera por la cual he trabajado tanto los últimos tres años y tiene razón, fue una decisión que tomé porque necesitaba alejarme de todo y ya me encuentro mejor, así que no hay excusas.
El viernes hablé con Maximus para comentarle lo que tenía pensado y ha estado más que encantado con la idea, desde que almorzamos juntos ese día y nos pusimos al corriente de todoooo, sí, también le hablé de Ian, pero no le conté que era un cliente del hotel, eso está en contra de las reglas que últimamente me he saltado, ¡UPS!
En fin, él mismo insistió en acompañarme ese mismo viernes a la universidad y después de hablar con el rector, aceptó sin colocar ninguna interrupción, solo me dijo que tenía que ponerme al día con todo lo que mis profesores me dijeran y eso hice.
Ese viernes pasé de salón en salón buscando a mis profesores para informarles de mi reintegración, no fue hasta que la antepenúltima profesora me dijo, que era mejor hablar en la sala de profesores, que caí en cuenta que había corrido de salón en salón por gusto.
A lo que quiero llegar, es que este último mes y medio de clases han hecho tanto mis compañeros, que me ha costado una barbaridad ponerme al día con todo. Sin embargo, tanto Ian, como mi madre, mi abuela, Maximus y hasta Clara y Esteban, se han turnado para venir a mi pequeño cuatro por cuatro y ayudarme a estudiar, lo sé, tengo la mejor familia y amigos.
Ahora me encuentro sola porque Ian, ha ido a buscar el almuerzo, eso es otra cosa mala..., desde que empecé a estudiar, o sea, el mismo viernes y hoy es lunes, Ian no me ha dejado tocar la cocina y de eso no me quejo, me quejo es que ha traído pura comida sana, ejemplo: pasta con no sé qué, arroz chino, ensaladas..., muchas ensaladas, frutas para merendar y hasta avena para desayunar.
¡ODIO LA AVENA!
Como si fuera poco, me ha comprado más de una docena de chocolates de todos los tamaños, modelos y marcas que os ocurra, y a mí tampoco me gusta el chocolate, pero él insiste en que el chocolate nos pone más inteligente, ¡puaj!, está más loco que una cabra.
Veamos con qué cosa sale hoy.
Veo el reloj de mesa y faltan seis minutos para que sean la una de la tarde. Cierro el libro que tengo en mis manos y me concentro para hacer el ensayo que me han pedido en historia de la contabilidad y sonrío como idiota al terminar el ensayo sin volver a abrir el libro, he memorizado muy bien todo.
Estoy empezando con estadísticas IV, cuando Ian atraviesa la puerta de la habitación y mi corazón se ensancha al ver las tres enormes cajas de pizzas que trae en sus manos.
Debe cerrar la puerta con el pie por no poder utilizar sus manos, lo que me hace cuestionarme cómo hizo para entrar, pero no pregunto y me limito a levantarme de mi cama y caminar hasta él.
—Hoy sí te has lucido —halago y dejo un beso en sus labios antes de agarrar las cajas de pizza y hacer un espacio en la cama para colocarlas. Abro la primera caja y la boca se me hace agua, cierro los ojos dejándome seducir por el olor que desprende. Es tan deliciosa que podría llorar de solo verla.
—Tienes una grave enfermedad con la pizza —sentencia, Ian haciendo que abra los ojos y lo mire mal.
—Tú eres el que no sabe apreciar una buena comida —le acuso, Ian niega sonriente y ahora sí, cojo un trozo de pizza hawaiana y muerdo mi labio inferior al ver el hilo de queso que se forma—. Esto es la gloria —afirmo ya terminando con la segunda caja de pizza. Llevo ocho trozos de pizza enormes, pero aún me queda espacio para los otros cuatro. Ian ríe.
****
—Ya no puedo más con esto. —Suelto el lapicero molesta y me cruzo de brazos.
Esto acabará con mi vida.
Ian se asoma por la puerta del baño y me mira extraño. Me causa risa verlo con su cepillo dental y un poco de crema corrida, pero no estoy de humor como para burlarme de él. Lo escucho escupir y después correr el agua, para luego salir envuelto en su paño de Iron Man.
Me encanta ese paño. Yo me compré uno igual, ¿qué les puedo decir? Me encanta ese hombre. Ian también, por supuesto.
—¿Qué necesitas, preciosa? —Ahí voy yo a sonreír porque me encanta como me dice.
—Esto me está volviendo loca, por más que lo hago y lo hago, no lo entiendo —me quejo como niña chiquita y completo mi drama con un puchero infantil. Ian sonríe comprensivo y se acerca hasta mí, quita de mis manos el pesado libro y bufa al ver de qué me quejo.
—Esto es pan comido, mujer, ven te explico. —Sonrío al escuchar el "mujer", con su acento italiano, se lo he pegado yo.
Le hago espacio a mi lado y comienza a explicarme paso a paso el complicado ejercicio de álgebra. La mitad del tiempo que estuvo explicándome, me la pasé admirando tanta perfección en un solo hombre, la otra mitad, si le presto atención y debo reconocer que explica muy bien, por lo menos ya pude entender como resolver los dichosos problemas.
—¿Qué quieres para cenar? —Levanto la vista del computador y lo miro. Ya tenemos dos días sin tener relaciones sexuales, el pobre se ha concentrado tanto en ayudarme a estudiar, que ni siquiera se me ha insinuado y para ser sincera, yo tampoco lo he provocado mucho, me la he pasado con una franela de él y mis medias de Piolín. Nada sexy.
—¿Hamburguesa? —propongo, haciéndome la tonta. Ian ríe.
—Solo porque te has esforzado mucho estos días, pero mañana desayunamos avena. —Arrugo la cara y saco la lengua, eso es asqueroso.
—Me lo pensaré —digo, aunque sé que no lo haré, ya encontraré la manera mañana de desayunar otra cosa. Ian asiente y sale de la habitación.
Solo cuando escucho la puerta principal cerrarse es que me levanto de la cama. El puesto más cercano de hamburguesas queda a dos calles y medias, si corro con suerte, debe tener por lo menos un cliente por delante de él, lo que me da unos diez a quince minutos para arreglarme, lanzar los libros debajo de la cama y esperarlo sexy para darle el postre antes de la cena.
Con eso en mente, primero hago lo de los libros, después busco desesperada un buen conjunto íntimo y me desencanto por el de color piel, el corpiño me gusta mucho, tiene piedritas doradas, hermoso.
Corro hasta el baño y como no me da chance de ducharme —y ya lo hice hace como dos horas—, solo me cercioro de que allá abajo no haya una selva amazónica y me coloco la ropa interior, me peino un poco el cabello y pinto mis labios con un rosa fuerte que sé que le gusta.
Me calzo también unos tacones dorados que ni sabía que tenía y me acomodo en la cama viendo directo a la puerta del baño, para dejar mi trasero a la vista apenas entre.
Cuento los minutos y son exactamente dos minutos y veintitrés segundos antes de escuchar la puerta abrirse y después un impropio de su boca.
—¡¿Pero qué?! —Me doy vuelta y encuentro a Ian con los ojos a punto de salirse de sus órbitas, cierra un poco la puerta de la habitación y se asoma—. Ya Rose sale, está... —Se queda un rato pensando qué decir—. Terminando de arreglarse —concluye y cierra la puerta.
En estos momentos debo ser todo un desastre, siento como mi cara arde, en realidad siento todo mi cuerpo arder.
—Preciosa, estás hermosa y créeme que quiero terminar de quitarte eso y darte tan duro que no puedas caminar en varios días por el tiempo que me has tenido en abstinencia, pero afuera están tus amigos del hotel. —Yo me quedé en solo la parte que dijo que me daría tan duro que no podría caminar en varios días. Eso es lo que quiero.
—Quiero que me hagas eso, que me des duro —susurro tan bajo que dudo que me haya escuchado, el gruñido ronco que brota de su garganta, me dice que sí lo escuchó.
—Espera. —Sale de la habitación, me levanto también y me pego a la puerta para escuchar lo que dice—. En la cocina hay helado y Rose ha insistido en que compren unas hamburguesas para que nos acompañen en la cena. Tengan. —Supongo que les está dando el dinero.
—Bien, ¿de qué las quieren ustedes? —Esa es la voz de Esteban.
—Ya yo he comprado las nuestras, venía de allí cuando los he visto —le responde Ian.
—Bien, ya venimos entonces, dile a Rose que se despegue de esos libros o terminará más loca. —Esa es Clara, quien habla ahora, sonrío como idiota.
Son tan dulces que me los comería con cafécito.
Me alejo de la puerta y vuelvo a la cama cuando escucho que salen del apartamento. Ian entra apresurado.
—Listo, tenemos unos cuántos minutos. —Muerdo mis labios, se ha deshecho de mis compañeros de trabajo de una buena manera. Como toda una descarada me siento boca arriba, apoyo mi peso en mis codos y abro las piernas lo más que puedo, clavando la punta del tacón en el colchón.
Veo como a Ian se le dilatan las pupilas y se quita con gran apremio el cinturón y se desabrocha el botón al mismo tiempo que baja la cremallera.
—Esto será muy rápido, nena —avisa. Asiento.
Me agarra por la piernas halandome, no deja que reaccione cuando me da vuelta dejando mi trasero en pompa, mis tacones tocan el suelo y debo apoyarme de la cama para mantener el equilibrio. Ian se posiciona en mi entrada y decide jugar un poco con mi paciencia frotando su miembro, gruño y él ríe. No me hace esperar más y se adentra en mí de golpe.
Grito de placer y dolor, me he cerrado un poco.
Ian hace honor a sus palabras y cada estocada es más dura que la anterior, a este paso realmente no podré caminar en varios días, no me quejo, al contrario, los jadeos y gemidos que salen de mi boca son de placer en su estado puro.
Me duelen las piernas de la posición en la que me encuentro e Ian parece notarlo, me hace apoyar las rodillas en el borde de la cama, me inclino hacia adelante levantando más mi trasero y apoyándome solo en mis codos, Ian aprieta con fuerza mis caderas empujando más hacia él cuando entra.
Creo que puedo desmayarme de tanto placer.
Ian toca mi botón mágico, no lo resisto más y me dejo ir en un orgasmo divino. Ian me sigue y cae desplomado sobre mí. No esperamos mucho para recuperarnos, porque ya los muchachos deben venir por ahí, así que nos levantamos y ambos nos metemos en el baño.
Nos aseamos entre risas y él se acomoda su ropa, mientras yo por mi parte, corro hasta el closet en busca de un pijama decente. Termino colocándome una pijama nueva de los Avengers, que me regaló Ian hace poco y lista.
Me quito el labial rosa y salgo de la habitación junto a él. Sirvo Coca-Cola en cuatro vasos y acomodo los platos en la mesa, no quiero desastres. Ya suficiente ropa tengo para lavar, como para añadirle también el mantel. No gracias.
Unos golpes en la puerta nos hacen saber que terminamos justo a tiempo, abro y enseguida Clara me abraza.
—¿Cómo está la estudiante más estudiosa? —inquiere Esteban, burlón. Le saco la lengua y dejo que entren.
—Más bien cuénteme cómo han estado vosotros. Por ahí me dijo un pajarito que han decido empezar a salir. —Subo y bajo las cejas haciendo énfasis en mis palabras, me encanta ver como ambos se sonrojan, son tan tiernos.
—Tacto, preciosa, tacto —me riñe Ian, llegando hasta mí y dejando un beso en mi sien. Clara sonríe ampliamente como diciendo: Tú también tienes cosas que contar. Ruedo los ojos.
—Lo siento —me disculpo—. Pero quiero que sepan que pido ser la madrina de la boda —advierto. Vuelven a sonrojarse. Es que son tan lindos.
—Llevamos poco tiempo saliendo —comenta Esteban, como diciendo: No te apresures.
—Cinco días, para ser exactos. —La voz dulce de Clara me hace sonreír, si de por si ella es preciosa, así sonrojada y con ese brillo en sus ojos, se ve aún más hermosa.
—¡Os felicito! —exclamo, contenta por ellos. Cojo la mano de Ian y dejo un beso en ella—. Nosotros también estamos saliendo y ya es oficial desde hace una semana exacta —les cuento también.
Todos, incluyendo Ian, sonríen felices. Más él, claro, es la primera vez que lo presento oficialmente con alguien. Mi madre y mi abuela saben que tenemos una relación, pero nunca se los dije, ellas solo lo saben y ya. Tienen ese don.
—¡Felicitaciones! —dicen al unísono los dos. Le agradecemos y los cuatro nos acercamos a la mesa, ellos sacan sus hamburguesas y cenamos plácidamente entre charlas.
Nos ponemos al día con todo lo sucedido este fin de semana y el día de hoy en el hotel, según dice Esteban, hoy le hice mucha falta. Asegura que no entiende cómo es que hay tanta gente si apenas estamos a mitad de noviembre, no quiero ni imaginarme como será cuando empiece diciembre. Será la locura total.
Corregido: 12/04/21
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