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Capítulo 31 ✔️ [Corregido]

 Los amores imposibles, son amores en ocaso que han logrado prolongar su existencia en un limbo.

José Uriola. - Santiago se va.

Ya estoy que termino con Ian, de verdad, esto de ser novia no es lo mío. Desde ese día, han pasado solo dos días.

¡Dos Días!

Pero se siente como una eternidad e Ian no me la hace más fácil, quiere mostrarme a todo el mundo, salir de aquí para allá y de allá para acá y sí, quizás ese sea el sueño de muchas, pero no el mío, por lo menos no por ahora.

Les recuerdo que yo trabajo hasta tarde y no puedo vivir saliendo con él después del trabajo, además, para ser sincera, prefiero mil veces encerrarme con él en mi habitación...

Lo sé, lo sé, me estoy volviendo una loca por el sexo, pero en mi defensa, Ian sabe como enloquecerme.

Ya he terminado con todas las habitaciones, todas excepto la de Ian, aún no limpio esa, la dejé de último porque quedamos en irnos juntos a casa.

¿Ven como le he dicho?

¡CASA, NO MI CASA, SINO CASA!

Ya me está afectando esto.

En fin, camino con mi carrito de limpieza y toco dos veces antes de entrar, la puerta estaba sin seguro, por lo que no tengo que esperar a que abra, ni utilizar mi llave.

Lo encuentro en la cama con los ojos cerrados y los auriculares puestos, o está dormido o está descansando, una de dos.

No lo pienso más y me siento a su lado, poso mi mano sobre su entrepierna y masajeo, no veo reacción alguna de su parte, así que deduzco que está profundamente dormido.

Me levanto lo más que puedo el vestido y lo enrollo en mi estomago, me acomodo en medio de sus piernas y con dedos ya ágiles, desabrocho el botón de su pantalón y bajo la cremallera, me encuentro con el sexy boxer Calvin Klein de color rosa que le regalé ayer, ja, tenían que ver su cara al ver el color, era todo un poema.

No me entretengo mucho y bajo también su boxer con sumo cuidado de no despertarlo, humedezco mis labios y sin esperar más, me lo llevo a la boca, comienzo con un ritmo suave mientras doy leves mordiscos, me encanta esto, es la primera vez que se lo hago a Ian, para ser sincera.

No me sorprendo cuando Ian, agarra mi cabello con fuerza y hace presión hacia abajo para que llegue más profundo y lo hago, intento introducirlo todo en mi boca, pero me dan arcadas, por lo que aún me falta un poco para tenerlo completo.

A ninguno parece molestarnos y sigo dándole placer. Ian me hala el cabello de golpe haciendo que lo saque de mi boca, lo miro jadeante, expectante.

—Date vuelta, nena. Yo también quiero disfrutarte. —A primera hora no lo entiendo, pero después capto lo que quiere decir y termino de sacarme el vestido por la cabeza, me coloco sobre él, dejando mi —ya empapado— hilo, también rosa, sobre su cara.

Sí, renové mi ropa interior.

Vuelvo a coger con mi mano el miembro de Ian, y lo llevo a mi boca al mismo tiempo que él rueda mi hilo y su lengua se apodera de mi clítoris. Me detengo, me cuesta un momento seguir cuando él está haciendo maravillas allá abajo, pero después continúo.

Varios jadeos son callados por su miembro, empiezo a temblar cuando siento que ya se aproxima su punto máximo, por lo que aumento la velocidad y es entonces cuando empiezo un ritmo constante de lamidas, succionadas, mordiscos y así sigo.

No lo aguanto más y me corro como nunca. Ian absorbe todo mi orgasmo con su lengua habilidosa y él no espera mucho para correrse en mi boca, me lo trago todo también, y cuando ya creo que es suficiente, me dejo caer hacia un lado de la cama quedando boca arriba y respirando más que agitada.

No sé ni cuánto tiempo pasa, pero ambos comenzamos a reír como locos.

Esto es lo que me gusta de Ian, cuando estoy con él, me olvido fácil de todo, el problema llega cuando ya no estoy con él y me cuestiono todo. Me siento de lado para verle la cara, pero lo que me queda justo a la altura de mi cara es su miembro, volvemos a reír y me doy vuelta quedando ahora sí, frente a frente con él.

—Me sorprendiste, preciosa. —Sonrío, me gusta como me dice.

—Quería darte un beso de buenas noches —respondo dulce y a la vez seductora, o eso creo.

Ian sonríe y me acaricia el rostro antes de depositar un beso en mi frente, sigue bajando y deja otro en la punta de mi nariz, para después finalizar en mis labios.

Al principio es solo un toque de labios, pero lo cojo por la cabeza y enseguida profundizamos el beso, lo volvemos más intenso. Ian se coloca sobre mí y no puedo evitar soltar una risita al sentir que ya está duro de nuevo, él también ríe y vuelve a mover mi hilo hacia un lado y con sus dedos palpa mi humedad, satisfecho con el lago que se encuentra, entra de un solo golpe.

Un gritito de satisfacción brota de mi garganta, Ian se detiene, lo miro confundida y me muevo yo, él ríe al ver mi reacción y me agarra fuerte de las caderas, lo que le sigue a eso son duras y certeras estocadas, me toca apoyar mis manos por encima de mi cabeza y agarrarme del espaldar de la cama, mientras chillo y jadeo desesperada.

¿Cómo es que se puede tener tanto placer en tan poco tiempo? Claro, con Ian todo es posible.

No pasa mucho tiempo para que estalle en otro abrasador orgasmo. Ian me sigue, llenándome por completo mi interior.

Se deja caer sobre mí, cuidando no aplastarme. Pasado unos minutos, Ian sale de mí y me hace abrir los ojos de golpe, estaba quedándome dormida.

—Deberíamos pasar la noche aquí —sugiere, busco en mi mente algo que me impida hacer eso y al no conseguir, asiento.

—Pero debo bajar para dejar el carrito de limpieza en su sitio y firmar mi salida —digo, levantándome de la cama. Ian asiente.

—Bien, yo pediré servicio al cuarto. ¿Qué quieres cenar? —Pienso un rato y recuerdo que comida buena prepara Martha; la chef del turno de tarde-noche, ella prepara unos tacos mexicanos de infarto, es mexicana y hace honor a su nacionalidad con ese platillo.

—Pide los tacos mexicanos, son alucinantes. —Hago énfasis en mis palabras subiendo y bajando mis cejas. Ian ríe por eso y toma el teléfono de la habitación—. Con chile —aclaro, apenas comienza a hablar, Ian asiente y hace la orden. Le hago señas con las manos de que voy a bajar y asiente colgando el teléfono.

Salgo de la habitación y entro al ascensor de servicio, bajo y me encuentro de frente con quien menos pensé encontrarme. Maximus me sonríe y el corazón me comienza a latir a mil por segundo, sin embargo, me concentro en no demostrarlo y camino hasta él.

—Hola, bonita, has estado muy perdida últimamente, he —me reclama. Le doy un beso en la mejilla y sonrío.

—No he estado perdida, tú no te has dedicado a ver la vida de tus empleados —argumento. Maximus ríe y pasa su brazo por mis hombros, atrayéndome hacia él. No suelto mi carrito y caminamos juntos hasta el baño de empleados.

—Me has ganado, pero hoy tengo tiempo. Podemos ir a comer algo y ponernos al corriente, ¿te parece? —Me pongo rígida. Casi nunca —por no decir que nunca— le digo que no a Maximus, cuando de ponernos al corriente se trata.

Quiero ir con él, pero también quiero subir a la habitación con Ian y qué sé yo, ver películas o quizás volver a hacer el amor.

STOP, borren eso último.

¿Dije hacer el amor? Son los nervios los que me confunden.

—Ya tenía planes para hoy, pero veré si puedo aplazarlos —confieso y fuerzo una sonrisa. Maximus niega.

—No, si ya tienes planes, podemos dejarlo para mañana. ¿Qué tal si mañana te doy una hora libre al mediodía, almorzamos y hablamos? —Asiento sin pensarlo y ahora sí le sonrío genuinamente.

Maximus me ayuda a acomodar todo y agradezco a Dios que no insista en llevarme a casa, me cambio de ropa y cuando salgo, él ya no está. Me cercioro antes de coger el elevador normal y estoy tentada en coger las escaleras, ya que por ahí nunca sube nadie, pero soy muy perezosa como para subir tantos pisos. Adelgazaría más kilos de los que engordo en un año.

Como siempre, cuento los pisos y el ascensor se abre dejándome ver el extenso pasillo, jamás me cansaré de ver este sitio.

Llego hasta la habitación de Ian y abro sin tocar, lo encuentro en medio de la sala con una toalla rodeando su cintura y el celular en su oreja, supongo que está teniendo una llamada, le hago señas que estaré en la habitación y no espero respuesta de su parte.

Me quito toda la ropa y hago justo lo que él hizo, entro al baño y pongo a llenar la tina. Lo que más me gusta de estas habitaciones son las tinas.

Tendré que ahorrar para comprarme una, la cuestión es que entre en mi diminuto baño.

Vierto todo tipo de esencias que encuentro en la encimera y sonrío como el guasón al ver toda la espuma. Apenas me sumerjo, me relajo por completo, pueden imaginar el lugar más tranquilo y relajante del mundo y aún se quedarían cortos. Esto es la gloria.

—Córrete hacia adelante. —Hago caso a lo que Ian me pide y él entra detrás de mí, se unta jabón líquido en las manos y —si es que se puede sentir más felicidad— comienza a masajear mi espalda, concentrándose más en los hombros. Echo la cabeza hacia adelante para que tenga mejor acceso a mi cuello y suspiro con pesadez.

—Se siente tan bien —confieso, mi voz es apenas un susurro, temo estar durmiendo y si hablo fuerte me despierte. Escucho como Ian, ríe bajito.

—Me alegra que te guste —admite, sin dejar su labor en mis hombros, cuando ya me ha dejado completamente libre de cualquier tensión, desciende por toda mi columna vertebral, me hace cosquillas en ciertas partes, pero me aguanto y sigo disfrutando. Hago puchero cuando el masaje llega a su fin, sin embargo, Ian no deja de consentirme y ahora lava mi cabello—. Me gusta mucho como te queda este color y el corte. —Sonrío aunque no pueda verme.

—A mí también me gusta —acepto—. Gracias por ayudarme, nunca me hubiera atrevido. —Eso es cierto, siempre me gustó mi color natural y nunca pensé en cambiarlo o cambiar el corte, pero el cambio nunca es malo.

—Siempre es bueno intentar algo diferente, lo mejor es eso, intentar algo tan loco que jamás habíamos considerarlo hacerlo. —Asiento, tiene razón y no conocía este lado filósofo de Ian, pero me gusta.

—¿Puedo hacerte una pregunta aparte de esta? —inquiero, Ian vuelve a reír bajito y responde con un sí mientras me sumerjo bajo el agua para quitar toda la espuma.

Vuelvo a salir y seco mi cara con mis manos, me doy vuelta para ahora consentirlo yo. Cojo el jabón líquido y lo vierto en mis manos para hacer pequeños círculos en su espectacular abdomen...*Insertar carita babeando*

—¿Por qué no has vuelto a Italia? —Eso me ha rondado la cabeza desde hace mucho, no quiero que pase como con Marcus y de pronto me deje y no vuelva más.

—Allá no hay nada que sea de mi interés, en cambio acá te tengo a ti. —Su cara concuerda con la serenidad de su respuesta. No se ha inmutado ni una milésima de segundo, por lo que, o no tiene familia allegada o no se llevan bien, pero no quiero preguntar eso hoy, no quiero arruinar el momento y no sé cuál sería su respuesta.

»—Y teniéndote así desnuda, más interesante te vuelves. —Ante eso me sonrojo. Sí, aún me sonrojo cuando me dice algo sucio y cuando me halaga.

Mi celular comienza a sonar, pero no le presto atención y terminamos de ducharnos tranquilos. Me enrollo en un paño y cojo ahora mi celular, tengo una llamada perdida de mi madre y me ha dejado un mensaje.

MyLife♡

21:18hrs: Mañana a las siete en el café de la esquina del hotel. No faltes, debemos contarte algo. Pd: te amamos.

Le envío varios signos de interrogación y un "okay".

Cada vez que van a decirme algo importante, nos reunimos en ese café. ¿Por qué? Ve tú a saber. Pero ahora ya quiero que sea de día.


***
Corregido: 12/04/21

Groovie, groovie...

Jelou, ya volví a actualizar capitulitos larguitos.

Para los nuevos lectores, ¿Han encontrado errores ortográficos hasta ahora?

Estoy con ayuda de una amiga corrigiéndolos de apoco. 

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