Capítulo 22✔️ [Corregido]
Hay una sabiduría de la cabeza
y una sabiduría del corazón.
~Charles Dickens
Ahora todo es diferente, cada beso, cada caricia que nos propiciamos, es una despedida. Mantengo las lágrimas a raya, mientras que Marcus me besa con ternura y sin prisa, sus manos descansan paciente en la curvatura de mi cintura. No hay apuros, queremos alargar este momento lo más que se pueda.
Yo, por mi parte, acaricio su cabello con vehemencia, hasta ahora no me había tomado el tiempo de acariciarlo como quería. Marcus camina conmigo empujándome hacia atrás con sumo cuidado. Al llegar a la cama, me acuesto apoyándome sobre mis hombros.
Marcus se queda de pie frente a la cama y me mira con deseo, tristeza y melancolía. Una combinación bastante extraña para los demás, pero no para nosotros, no en este momento.
—Desnudame. —Trago hondo, no esperaba que dijera eso. Sin embargo, me siento sobre la cama y con manos temblorosas, me tomo mi tiempo para desabrochar botón por botón, al finalizar con los botones de su camisa, acaricio su abdomen, su pecho.
Reprimo las ganas de llorar que me abordan. Marcus me ayuda, y en un solo movimiento se termina de quitar la camisa, lo miro a los ojos, para despacio desabrocharle el cinturón, todo lo hago tan lento como me es posible, necesito más tiempo para disfrutarlo.
Le quito el botón del pantalón y se lo bajo con delicadeza, en el proceso no evito tocarlo, al contrario, rozo constantemente mi piel con la suya. Sé que siente la misma electricidad que yo, su piel está tan erizada como lo mía. No lo demoro más y termino de bajarle el pantalón. De pronto tengo la necesidad de sentirlo dentro de mí lo más pronto posible. Marcus nota mi desesperación y me empuja suave contra la cama, seguido de eso, él mismo se termina de quitar la estorbosa prenda y los zapatos.
Ya está prácticamente desnudo frente a mí, se coloca en cuclillas y me desanuda los cordones de mis tenis, sin importarle si tengo mal olor o no, me quita las medias de los pies y me besa la punta de cada dedo. Cierro los ojos, nunca pensé que los dedos fueran tan erógenos y produjeran tanto placer.
No soy consciente cuando desabrocha el botón de mi jean, solo me levanto un poco para que lo pueda sacar sin dificultad por mis piernas. Me pone la piel de gallina cuando comienza a besar mi piel. Se turna entre ambas piernas, un beso en una y luego en la otra, así hasta que hunde su nariz contra mi tanga blanca de algodón.
Muy a mi pesar, no es la ropa interior que me hubiera gustado llevar puesta este día, pero en mi defensa, el único conjunto sexy que tengo, es el que mi abuela me regaló. Y no puedo usarlo a diario.
A Marcus eso no parece importarle y sigue repartiendo besos sobre esa zona. Cuando hace el intento de quitarla, sé lo que quiere hacer y lo detengo.
—Te necesito dentro, ya. —Hago énfasis en el "ya". Marcus sonríe satisfecho.
Me siento en la cama y yo misma me quito por encima de mi cabeza, la blusa verde que llevaba puesta, quedando solo con el sostén a juego con la tanga. Tengo esa costumbre de combinar lo uno con lo otro.
Marcus espera que me quite la blusa y se apodera de mis labios, esta vez es más fuerte que el anterior, pero igual de lento. Él de verdad parece no tener prisa, me vuelve a acostar sobre la cama quedando encima de mí, a tientas encuentra el broche de mi sujetador y lo desabrocha fácil, se separa de mi boca y quita el sostén, me mira a los ojos con adoración y yo quiero llorar.
No quiero que esto termine.
No se molesta en quitar mi tanga ni su bóxer, solo se saca su ya erecto y duro miembro, hace a un lado mi tanga y entra tan despacio en mi interior que puedo sentir cada movimiento.
Me aferro a sus brazos y Marcus empieza un ritmo tan lento, seductor y cuidadoso que rápidamente me enloquece. No estoy acostumbrada a que sea tan delicado y lento, por lo que este ritmo que lleva, no hace más que intensificar mis ganas de llorar.
Realmente está venerandome como lo prometió.
Echo la cabeza hacia atrás, disfrutando de todas las sensaciones que viajan en mi ser. El remolino de emociones en mi interior cada vez se agranda más .
Cuando ya no puedo soportarlo, empiezo a alzar mis caderas para recibirlo con fuerza, Marcus gruñe fuerte, disfrutándolo. Esto es lo que necesito, que me haga el amor como sólo él sabe.
Aumenta la velocidad en sus embestidas y yo chillo fuerte, extasiada. Rueda en la cama, quedando él ahora acostado y yo sentada encima suyo. Entiendo la orden y no espero más para comenzar a moverme.
A diferencia de Marcus, yo no empiezo lento.
Subo, bajo, me muevo hacia adelante y después hacia atrás en un ritmo ni rápido ni lento, sino constante. Ahora mismo todo mi habitación es sumida en otra atmósfera, está repleta de sudor, deseo, jadeos por mi parte y gruñidos por los de Marcus.
No dejo de moverme y es cuando Marcus atrapa con sus manos mis senos, que echo la cabeza hacia atrás.
Siento como mi bajo vientre comienza a contraerse, sé que pronto voy a estallar y este orgasmo amenaza con ser diferente a los demás... Este amenaza con destruirme. No lo retengo más y me corro gritando el nombre de Marcus.
Suelta mis senos y coge mis caderas con fuerza, manteniéndolas hacía abajo mientras se mueve, embistiendo tres veces más con una fuerza descomunal. Después de eso, su liquido me llena por dentro. Agradezco en mi interior haber empezado esta semana a tomar la píldora.
Ni Marcus ni yo nos movemos, yo sigo sobre él, pero ahora mi cabeza reposa en la curvatura de su cuello. Nuestras respiraciones son irregulares e inconstantes. Nos quedamos un rato así hasta que siento como Marcus mueve despacio su miembro aún dentro de mí. Me levanto poco a poco y lo miro con sorna.
—¿Creías que sería sólo una vez? Tengo toda la noche para hacerte mía. —Me estremezco, no porque le tema a sus palabras, sino todo lo contrario, deseo que ya empieza a hacerme suya de nuevo.
Una y mil veces más, de ser necesario. Todo con tal de que no se acabe esta noche. Con eso en mente no pierdo tiempo y lo beso.
Hago que el beso no sea lento ni pausado, sino desesperado, lleno de deseo y lujuria.
***
No siento ninguna parte de mi cuerpo, ni siquiera mi fastidioso cerebro ha hecho acto de presencia en un buen rato. Respiro dificultosamente, son las 03:17 hrs y para entonces, ya hemos hecho el amor tres veces seguidas. Ya no puedo más, mi cuerpo pide descanso.
Miro a Marcus a mi lado y él se encuentra igual que yo. El pobre tampoco le ha dado tregua a su cuerpo, se nota exhausto y no es para menos. En estos tres asaltos he llegado al orgasmo cuatro veces.
Marcus tiene una lengua experta. Recordar lo que me ha hecho hace un rato me hace subir los colores al rostro. Ahora si nos encontramos desnudos y sudados. Muy sudados.
—Me daré una ducha —le aviso, consiguiendo mi voz, por lo menos. Ahora solo debo hacer que mis piernas me obedezcan y el resto del cuerpo colabore.
Marcus asiente sin decir nada, creo que él aún no se recupera. Me levanto de la cama y una sonrisa estúpida se dibuja en mi cara al ver que aún tengo control sobre mi cuerpo. Llego al baño sin inconvenientes. Estoy temblando, pero ignoremos eso.
Abro la ducha y dejo que el agua se caliente un poco, cuando ya está lo suficientemente caliente, entro.
El agua se lleva consigo todo mi cansancio y es en ese momento en el que me permito llorar.
Las lágrimas se camuflan con el agua de la ducha y agradezco eso. Desde que empezamos a hacer el amor me he cuestionado todo:
¿Por qué no arriesgarme e irme con Marcus a Italia?
¿Por qué no hacerle caso a esta necesidad de seguir a su lado?
¿Y sí en vez de salir todo mal, todo salga bien?
Esa sin duda, es una pregunta que estando acá, resignandome a perderlo, no responderé. Pero también está el hecho de que no puedo tirar todo a la borda.
¿A qué me dedicaré estando allá?
¿Seré una mantenida por Marcus?
¿Cuánto tiempo pasará antes de que se aburra de mí?
¿Y si la familia de su ex mujer no me ve bien?
¿Y si su hijo no me ve bien?
Tengo muchas dudas y muy pocas probabilidades de ser respondidas. Lo otro es que ya solo faltan dos semanas para iniciar el nuevo semestre, y ese será el último. No puedo tirar a la borda todo por lo que he trabajado tan arduamente.
Sumemosle a eso el hecho de que Marcus en un abrir y cerrar de ojos puede convertirse en el hombre de mis sueños —que ya lo es—, y/o en el amor de mi vida, pero ¿yo que seré para él?
Ya Marcus, vivió todo lo bonito que se puede vivir con alguien. Ya tuvo a alguien que de seguro es el amor de su vida. Algo que yo jamás podré aspirar a ser para él. Ni siquiera me ha dicho que me ama. Sé muy bien que me ha invitado a irme con él a Italia, pero en ningún momento ha dicho que me ame.
Quizás y solo lo dijo por verme llorar.
Dejo de llorar y de pensar cosas que me deprimen cuando la cortina de la ducha es abierta y Marcus me escruta con su mirada. Rápidamente seco el agua de mi cara, secando consigo las lágrimas.
—¿Estás bien? —Luce preocupado e ignoro el hecho de que sigue tan desnudo como yo. Asiento sin poder hablar. Sé que si digo alguna palabra, mi voz delatará que he estado llorando—. ¿Por qué llorabas? —Arrugo las cejas. ¡¿Cómo rayos lo sabe?!—. Tienes los ojos rojos —responde a mi pregunta silenciosa. No había pensado en eso.
—Es por el tiempo que tengo en... —Marcus levanta una mano, haciéndome callar. Frunzo el ceño, tanto que me costó mantener la voz neutral y él me manda a callar.
—Tengo rato escuchándote llorar, Rose. No mientas. —Suspiro fuerte. Ahora si estoy fregada. Doy un paso hacía adelante, quiero besarlo y así hacer que olvide todo. Justo eso hago, Marcus me mira sospechoso y yo sonrío bobamente.
Él mismo no espera que llegué y me besa fuerte, rudo. Entra a la ducha conmigo y me pega contra la pared, jadeo de dolor, me he dado fuerte en la cabeza. Marcus ríe y vuelve a tirar de mi labio inferior para después besarme con más calma.
Las familiares cosquillas en mi bajo vientre que suelo sentir cada vez que nos besamos, se hacen presente y aunque no creo que pueda aguantar otro round más, quiero averiguarlo antes que quedarme con las ganas.
Marcus pasea sus manos por mi cuerpo estrujandolo, es como si quisiera tomar lo que más pueda de mí. Si supiera que yo le daría todo. Cierra la llave de la regadera y me toma de la mano, sacándome fuera de la ducha.
—Apoya tus manos sobre el lavado —ordena. No espero que lo repita y obedezco lo que dice. Lo miro esperando que me de otra orden. No sé que espera que haga. Me mira y sonríe burlón. El muy condenado está disfrutando que no sepa qué hacer.
¡Será cabrón!
—Inclínate y levanta ese lindo culo tuyo. Quiero hacértelo desde atrás. —Cada palabra que dice me excita más que la anterior, estoy sonrojada, pero no de vergüenza por estar así de expuesta —que debería—, sino más bien por ansiedad. Hago lo que me pide y lo escucho gruñir en respuesta.
»—Me encantas —diciendo eso, me penetra hasta el fondo. Pego un grito fuerte. Me ha cogido desprevenida.
Pierdo la cuenta de las veces que entra y sale de mi interior con tanta fiereza. Puedo sentirlo hasta el fondo, casi llegando a mi garganta, me da estocadas fuertes y exactas que me hacen chillar y gemir de tanta satisfacción. El maremoto que se prepara en mi interior me está destrozando.
Marcus me hala por el cabello de repente, haciendo que otro grito sorpresa brote de mi garganta. Ahora mismo estoy en una posición muy extraña, mi columna está arqueada, mis nalgas están paradas y cada vez que Marcus, choca contra ellas, revolotean.
Mis senos tienen su propio baile de un lado para otro y ahora mi cabeza está también hacía atrás por la fuerza que ejerce Marcus, al jalar mi cabello. No me quejo, se siente bien.
En cualquier momento voy a explotar, lo sé. Me cuesta mucho mantener mis piernas firmes por el temblor de mi cuerpo. Marcus lo nota y sin salir de mí, pasa un brazo por el medio de mis senos y me pega contra su cuerpo.
Da solo dos pasos hacia un lado y se sienta en la tapa del retrete, haciendo que grite cuando me sienta sobre él, empujando más su miembro —si es eso acaso posible— en mi interior.
Es mi turno de moverme, pero no sé cómo hacerlo. Marcus me coloca mis temblorosas manos sobre sus rodillas y me apoyo en ellas para comenzar a moverme.
No pasa mucho tiempo antes de que aprenda cómo hacerlo y después de eso, no pasa mucho tiempo para que sienta de nuevo el torbellino en mi cuerpo. Me corro por quinta vez en estas cuatro horas y me desplomo.
Marcus me sigue, llenando me de nuevo, mi interior con su semen.
No me odien por favor.
Corregido: 10/04/21
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