Capítulo 21✔️ [Corregido]
Nada importa morir,
pero no vivir es horrible.
Los Miserables.
Perdón si este capítulo no les gusta, les aseguro que a mi me dolió el doble escribirlo.
A🌙A
Estoy que brinco en un pie y a la misma vez, que me tiro del cabello. Por fin es 25 de Septiembre, es decir, mi cumpleaños. Y sí, estoy contenta porque ya son 22 añitos, pero estoy entrando en desesperación.
Hace ya cinco días que no sé absolutamente nada de Marcus, cuando digo absolutamente, es absolutamente nada. Ni un mensaje, ni nada. De hecho, empiezo a creer que me ha bloqueado del whatsapp, puesto que le escribo y mis mensajes ni siquiera le llegan.
No entiendo qué ha pasado, todo estaba de maravilla, ese sábado después de hacer el amor contra la puerta de mi habitación, terminamos la pizza, tomé la píldora y vimos película toda la tarde.
Hasta hemos pasado la noche juntos y volvimos a hacer el amor una vez más, esa misma noche.
El domingo fue cuando de pronto todo se ha complicado. Recibió una llamada de Italia y apenas me dijo que debía irse, supuse que se trataba del dichoso Alessandro que siempre lo hace irse inesperadamente. Sin embargo, no le dije nada, quedó en avisarme cuando llegara a Italia y cumplió, pero después de eso no he vuelto a saber más nada de él.
Hoy muy temprano le he escrito recordándole que es mi cumpleaños y que anhelaba poder verlo hoy. No lo ha visto aún, ni siquiera le ha llegado.
Me he propuesto no llorar, puesto que aún no sé con exactitud qué es lo que ha sucedido.
No soy muy buena interpretando señales, por lo que no quiero confundir su silencio con un adiós, ni tampoco quiero hacerme ilusiones. Si ha decido irse de mi vida, me toca enfrentarlo.
Me miro nuevamente al espejo y niego, en mis ojos se ve el intento que hago por mantener las lágrimas a raya, estos días han sido un jodido infierno.
Me he sentido peor que la primera vez que se fue y es que esa vez no tenía nada a lo que aferrarme, nada para recordar que me hiriera como lo está haciendo ahora. Hemos vivido mucho.
¡Por Dios!, dejé que me hiciera el amor, no una, sino cuatro veces. Cuatro maravillosas veces que no puedo dejar de reproducir en mi mente una y otra vez.
La cadena que me ha regalado brilla en mi cuello desde ese día, y ahora mismo es el centro de atención de toda yo.
Visto un sencillo jean blanco, roto y una blusa suelta color verde, mi cabello está suelto e insipidamente liso, como siempre. No me he molestado en maquillarme, por lo que solo llevo puesto un brillo labial rosa palo. En los pies calzo unos tenis blancos y listo.
Afuera de mi habitación sé que están: mi madre, mi abuela, Esteban, Clara, Maximus y escuché la voz hasta del mismo Orlando. Pero, sinceramente, lo único que me apetece ahora es acostarme y tener una sobredosis de capítulos de Lucifer. Más nada.
Sé que sería muy descortés y desagradecido de mi parte hacer tal cosa, por lo que me las apaño para eliminar cualquier rastro de lágrimas de mis ojos y montar una sonrisa que no se vea tan falsa. Cojo aire y salgo del baño, seguido de la habitación.
Todos gritan y aplauden al verme salir y por un momento reconozco que las personas que están acá, son las que merecen estar en mi vida, no esas personas cobardes que después de hacerte el amor cuatro veces, se olvidan de ti.
Ignoro mis pensamientos y me concentro en los presentes, saludo y recibo obsequios de todos. Creo que es la primera vez en mucho tiempo que recibo tantos regalos.
Mi madre y mi abuela me llenan de besos y abrazos. Con Clara, bailo unas cuantas canciones de las que suenan en la radio. Me divierto bastante, debo reconocer.
—Yo abro, debe ser la pizza que ordene —avisa mi madre. Asiento, gracias a ella es que soy adicta a las pizzas. Sigo hablando con Clara mientras Maximus me abraza y desordena mi cabello.
Algo me hace dar vuelta y al hacerlo, el mundo se me cae a los pies. En la entrada de mi cuatro por cuatro Marcus está de pie con una enorme caja en sus manos y vistiendo jodidamente sexy.
¿Por qué rayos tiene que estar tan bueno?
Maximus aprieta su agarre en mi hombro al ver que me tenso, me suelto rápido, me está lastimando, pero no me alejo por eso, sino por la mirada de ira que le dedica Marcus a Maximus.
¿A qué viene esa mirada de dominio?
Quizás si no hubiera desaparecido estos cinco días, tuviera algún derecho sobre mí, pero ahora mismo no tiene nada.
Solo mi deseo, claro está.
Lo sigo deseando aunque sea un idiota, pero no me hará caer en sus encantos.
No me pasa a desapercibido la mirada interrogativa de quienes no tienen idea de quién es Marcus o que pinta en mi vida.
Le ruego a todos los dioses del Olimpo que mis compañeros de trabajo no lo reconozcan.
Aliso una arruga invisible en mi blusa y camino hasta él, sonrío en el proceso para no llamar más la atención de todos. Funciona y rápidamente los escucho platicar, retomando sus conversaciones, pero sigo sintiendo la mirada de Maximus quemando mi espalda. Él no será tan fácil de persuadir, es un hueso duro de roer.
—Hola —saludo. Marcus se nota incómodo y una parte de mí, se alegra por eso.
Bastante mal que me dejó estos días, estar incómodo no se asemeja en lo absoluto a todo lo que me ha hecho sentir.
—Feliz Cumpleaños, bonita. —Arrugo la cara de dolor, ese apodo ya no me parece tan bonito como lo hacía unos días atrás. Ahora duele.
--—Gracias. —Mi voz ya no es tan valiente como lo fue hace un momento, tenerlo tan cerca no me deja concentrarme y ese bendito perfume que impregna mis fosas nasales me está volviendo loca.
Quiero besarlo y al mismo tiempo quiero abofetearlo por aparecer así de la nada a terminar de colocar mi mundo patas arribas con su presencia.
No diré que ya me estaba acostumbrando a su ausencia, porque es una total mentira, pero este juego de tira y afloja me está haciendo daño. Si va a estar conmigo, que esté, si no, es mejor que siga su camino y yo el mío.
—¿Quieres que me quede? —Muy a mi pesar, la seguridad en mi mente no es suficiente para mi estúpido corazón y asiento mirándolo a los ojos.
Quiero que note cuánto daño me ha hecho, pero como siempre hago desde que lo conozco, lo único que puede ver en mis ojos es ilusión por él y me odio por eso.
Lo presento con todos, sin dejar de pedirle a los dioses del Olimpo, que nadie lo reconozca.
Pasada media hora, ya todos parecen conocerse de toda la vida y reímos de cualquier tontería. Y eso que no es que haya mucho alcohol, como yo que soy la cumpleañera, no tomo, les he advertido a todos que nada de emborracharse, no dejaré que nadie se quede a dormir acá.
Eso iba dirigido más que todo para mi madre, mi abuela y Marcus. Sobre todo este último. Si lo dejo dormir acá, volveré a caer y no quiero... Por lo menos, no tan rápido.
Son alrededor de las once de la noche y mi madre ha puesto en la mesa el delicioso pastel de limón con dos hermosas velas. Cada una con el número dos.
Cantamos el cumpleaños en tres idiomas diferentes, incluyendo obviamente en italiano. Marcus ya los tiene a todos comiendo de la palma de su mano, a todos, excepto a Maximus. Él sigue mirándolo raro.
Después de la porción de torta, todos deciden irse al mismo tiempo. Me gustaría detenerlos y seguir festejando, para así no quedarme sola tan rápido. Debería decirle a mi madre y mi abuela que se queden, pero no descansaría nada.
Maximus como un excelente mejor amigo, me ha dado el día de mañana libre, por lo que este fin de semana será largo.
Me despido en la puerta de todos, exceptuando a Marcus, él se queda de último. Está sentado en el mueble muy cómodo y no se le ve intención de irse. Cierro la puerta resignada y me doy vuelta para enfrentarlo.
—Tengo que decirte algo, Rose. —No sé que me ha dolido más, si el haberme llamado bonita cuando llegó o que ahora me llame por mi nombre.
—Suéltalo —digo, intentando sonar relajada, pero arrugo el rostro cuando me doy cuenta que nunca diría esa palabra. Marcus también lo nota y se acomoda en el mueble, colocando sus dos manos unidas en el medio de sus piernas.
—No puedo volver más a España. Por lo menos, no por ahora. —Mis cejas se arrugan tanto que pronto se unirán y formarán una sola línea rubia.
—¿Por qué? —pregunto confundida. Marcus suspira fuerte y sé que no estoy preparada para lo que voy a escuchar.
—Necesito hacerme cargo de las empresas allá en Italia, por cuestiones personales que prefiero omitir, necesito centrarme en eso. No puedo seguir viéndote. —Un jadeo doloroso escapa de mis labios antes de poder detenerlo.
Sabía que me dolería, sabía que lo haría, pero escucharlo decirme eso, hace que me duela el doble.
—Pero. —Me callo, no sé qué decirle. No quiero que se vaya, no quiero que me deje.
Ese es el problema, no quiero que me deje.
Es la primera persona que logra robarme el pensamiento, que se adueña de cada uno de mis suspiros. Es la primera persona de la que me enamoro y hablo de un amor de verdad, no ese que siento por Vin Diesel o los Superhéroes de Marvel, ese es un amor ficticio, son personajes. Pero lo que siento por Marcus, es real.
No había querido darme cuenta, había estado negándolo, pero ya no tiene sentido, estoy perdidamente enamorada de este hombre que ahora debe irse.
—Por favor, no llores, la mia regina. —No era consciente de que estaba llorando. Marcus está frente a mí y su mirada me rompe en mil pedazos.
—Te amo —confieso y él cierra los ojos con fuerza, al volver a abrirlos su mirada ahora es diferente, ahora está llena de dolor.
No debería dolerle mi amor. El amor no debería doler, pero hasta a mí misma me está doliendo amarlo porque se irá.
—Ven conmigo, entonces. —Niego con la cabeza. Es una locura lo que Marcus me pide. No puedo irme con él a Italia.
¿Qué pasará con mi madre, mi abuela, mi trabajo, mi carrera y mis nuevos amigos?
¿Qué pasará con mi vida?
—No puedo, Marcus. Tengo toda mi vida acá. —Mi voz es apenas un susurro por todas las lágrimas que brotan sin control de mis ojos.
—Tienes razón, pero es que no sé qué hacer. ¿Qué hago para no causarte este daño? —Da vuelta de un lado a otro y su imponente figura hace que mi pequeño cuatro por cuatro, se vea más grande.
Quiero decirle que se quede conmigo, pero sería egoísta. Me ha contado todo lo que le costó crear sus empresas, no puedo pedirle que deje todo por mí. El amor no es egoísta, supongo.
—No puedes hacer nada, Marcus. —Dejo de llorar y sorbo mi nariz sin ningún tipo de cuidado, mientras seco mis lágrimas con el dorso de mi mano—. Debes irte, encargarte de tus empresas y yo seguiré aquí con mi vida. No podemos estar juntos, eso lo supe desde el momento en el que te vi, eres muy diferente. No perteneces a mi mundo ni yo al tuyo. —Me detengo un momento para pensar muy bien mis siguientes palabras.
Cada palabra que digo me duele más que la anterior, estoy diciendo lo que debo decir para hacerlo irse y seguir con su vida, pero no es lo que quiero decir.
—Fue bueno y bonito lo que tuvimos, pero no puede seguir. Quizás fue un poco corto, quizás no fue suficiente para crear un libro, pero le sobrarán palabras para un cuento. Un cuento sin final feliz. —Esto último me hace derramar unas cuantas lágrimas más, pero rápidamente las limpio.
En todo este tiempo, Marcus ha dejado de caminar y me mira directo a los ojos, destrozándome completa.
—Dame esta noche, Rose. Permíteme disfrutarte, venerarte y adorarte por última vez. —Pierdo el aliento, un suspiro sale de mí, dejando en evidencia cuánto lo deseo.
***
Les dije que este capítulo me había dolido. :( Pero la historia continúa. Comenten, vamos.
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