Capítulo 20✔️ [Corregido]
No te hagas pedazos por mantener a los demás completos.
Karina Velasco.
La voz de Marcus me despierta, parpadeo varias veces para acostumbrarme a la luz. Marcus está de pie frente a los ventanales y las cortinas están corridas, por lo que la vista de la ciudad es preciosa.
Me siento en la cama sin concentrarme mucho en la conversación que lleva a cabo por teléfono, sino más bien en la vista de la ciudad, creo que es la primera vez que puedo ver la ciudad desde esta altura.
El pequeño dolor punzante en mi entrepierna, hace que me sonroje y recuerde lo sucedido la noche anterior. Marcus se da la vuelta y al verme sonríe, tras decir un: "Debo colgar, hablamos luego", camina directo hacia mí.
—¿Cómo te sientes? —inquiere y toma asiento a mi lado, cogiendo mi mano y acariciándola. Me sonrojo más.
—Muy bien, la verdad —confieso.
—Me alegra saber eso, la camarera tendrá mucho que hacer aquí —comenta de forma divertida, mientras señala la pequeña mancha oscura que hay sobre la sabana. Menos mal y la sabana es roja sangre, pero igual no hace que me sonroje menos—. Despreocúpate, vamos a comer, ¿sí? —No es hasta qué dice eso, que me doy cuenta de que mi estómago tiene rato sonando.
Muero de hambre, el no haber cenado nada anoche, sumado con el ejercicio físico, me ha dejado hambrienta. Me levanto de la cama, envolviendo la sabana a mi alrededor, sorprendentemente hoy estoy pudorosa.
Marcus ríe por eso y tira de la sabana, dejándome completamente desnuda.
—Mucho mejor —asegura. Se levanta, camina hasta donde estoy y acerca su boca a la mía, cierro los ojos esperando el toque de sus labios, pero este no llega, al contrario de eso, lo que siento es su mano hurgando en mi interior. Abro los ojos de golpe y lo veo frente a mí, mirándome como lo hacía anoche: Con deseo.
»—¿Te duele? —interroga, quiero decirle que me molesta un poco, pero no quiero que deje de hacer lo que está haciendo, por lo que solo niego con la cabeza.
—No —susurro, bajito.
—Bien. —Marcus me alza, enrollo mis piernas a su alrededor y aunque pensé que me llevaría a la cama para hacerme el amor de nuevo, entra al baño, me coloca sobre el lavado y en un movimiento rápido se quita la bata de baño que llevaba puesta y me penetra de una sola, dura y ronca embestida. Grito por el dolor causado y clavo mis uñas en sus hombros
»—¿Duele? —Esta vez no me esfuerzo en mentirle, las lágrimas que me ha hecho derramar me delatan, por lo que solo asiento. Marcus se disculpa y comienza un movimiento suave, pero constante.
Es tan lento que me estoy volviendo loca, necesito que acelere.
—Marcus —jadeo, él me mira y sus ojos ahora son completamente negros. El deseo se ha apoderado de él, el deseo por mí—. Más duro —pido sin vergüenza alguna.
—¡Joder! —Me levanta del lavado y cargándome, me lleva hasta la tina ya llena de agua, se sienta quedando yo sobre él, no me da chance de acostumbrarme a la posición para yo moverme, porque él mismo me alza y me deja caer de golpe, mi boca forma una perfecta "O".
Lo estoy sintiendo hasta mi garganta y eso me gusta.
Marcus repite lo mismo, una y otra vez, me sube lento y me deja caer de golpe, en el baño solo se escuchan los choques de nuestro cuerpo y nuestros constantes jadeos.
Echo la cabeza hacia atrás, cuando empiezo a sentir el remolino que se forma en mi vientre, gritando el nombre de Marcus, me corro duro, como no había corrido hasta ahora. Marcus, no se hace esperar mucho y con una penetración más, se corre en mi interior.
Esta vez soy yo, quien se deja caer sobre su pecho y es él, quien me acaricia la espalda. No soy consciente del tiempo que llevamos metidos en la tina, pero ya puedo sentir mis dedos arrugados por el agua. Marcus es quien se mueve primero y sale de mi interior levantándose despacio.
Miradas furtivas es a lo que nos dedicamos mientras nos vestimos, risas cómplices nos acompañan y yo no puedo evitar sentir que he tomado la mejor decisión al entregarme a este hombre que me vuelve loca.
Treinta minutos después, ya nos encontramos en el auto de Marcus, recorriendo las calles de Madrid en busca de un lugar en donde comer y dónde comprar la dichosa píldora del día siguiente.
Sí, hace un rato Marcus me ha dicho que debía tomarla si no quería quedar embarazada, ni siquiera me preguntó, solo dijo que debía tomarla y obviamente yo no me negué, puesto que no nos cuidamos y no puedo ser madre ahorita, así que... mejor prevenir, ¿no?
—¿Pollo? —inquiere, Marcus. Parpadeo varias veces, confundida.
—¿Cómo? —pregunto de vuelta. Marcus ríe sonoramente.
—Se nota que estás distraída, ¿En que piensas? —Me encantaría decirle que en él, pero no quiero mostrarme tan obvia.
—La verdad es que no lo sé —le respondo en cambio.
—Vale, te preguntaba si quieres pollo, pizza, hamburguesa, ¿que quieres comer? —¡Oh!, a eso se refería. Medito un rato y no tengo que decidir mucho, ya sé que quiero comer.
—Pizza —sentencio. Marcus sonríe y niega.
—Hay más cosas que la pizza. Lo sabes, ¿no? —inquiere burlón, me encojo de hombros y pongo música en la emisora para aligerar el camino.
Llegamos a la casa ya con las pizzas, la dichosa píldora y una Coca-Cola grande. Dejo todo sobre la mesa y voy a la cocina por dos vasos.
Cuando regreso a la sala, Marcus se encuentra sentado en el sofá con un aire relajado, me le quedo viendo un rato, aún me parece extraño la familiaridad con la que él se pasea por mi pequeño cuatro por cuatro y como su sola presencia hace que el lugar se vea más grande.
No llevamos casi nada de conocernos y ya hicimos el amor, ya se amolda a la perfección con mi vida, ya no sé como pasar un día normal sin que él venga a mi mente y sonría.
Estoy loquita de amor por este hombre, aunque, ¿quién sabe cómo es estar enamorada?
—¿Sucede algo? —Marcus me espabila y yo niego sonriéndole.
Le tiendo los vasos con el refresco, él se levanta del sofá y da los únicos tres pasos que nos separa, para coger lo que le ofrezco, sin preguntar o esperar que yo de el primer paso, se encamina hasta mi habitación.
Ya parece que él fuera el dueño de mi piso y no yo. Y créanme, eso no me molesta en lo más mínimo.
Con una sonrisa más grande que la del Guasón, entro a mi habitación con las cajas de pizzas y encuentro a Marcus ya sentado en la cama y con mi portátil en sus piernas, se ve tan jodidamente sexy, con su mirada concentrada en buscar en el portátil una película y ya con los primeros botones de su camisa desabrochados, es como si de verdad todo lo mío sea más de él que mío, no sé si me explico.
Dejo mis pensamientos a un lado y camino hasta llegar a mi cama y tomar asiento junto a él.
—¿Qué veremos hoy? —pregunto, ya cogiendo un trozo de pizza, la boca se me hace agua al ver como el queso derretido deja un hilito en el camino.
—¿Tú qué quieres ver? —responde con otra pregunta. Ruedo los ojos, no me gusta cuando hacen eso. Sin embargo, lo ignoro porque estoy muy feliz ahora mismo. La pizza, la película y su compañía, me hacen de lo más feliz.
—¿Lucifer? —sugiero dudosa, aunque suena más como una pregunta, creo que no le gusta que babee todo el raro por Lucifer, mientras lo vemos.
Marcus sonríe mientras niega, adiós esperanza de tener una sobredosis viendo Lucifer.
—Si empezamos viendo Lucifer desde ahorita, no habrá quien te detenga y lo veremos lo queda de día, y definitivamente no quiero eso —asegura. Hago un puchero, pero acepto, doy el último mordisco a mi trozo de pizza y me levanto, necesito quitarme este vestido, me está matando.
Camino hasta el baño, me desvisto y me quejo, no veo mi pijama por ningún lado, bufo molesta conmigo misma. Salgo del baño sin preocuparme en cubrir mi cuerpo, después de anoche ya no me avergüenza que Marcus me vea, sin embargo me sonrojo al sentir la pesada mirada de Marcus siguiendo cada uno de mis pasos.
Al propósito me agacho un poco y comienzo a buscar en la última gaveta de mi closet mi pijama, no es cierto que la estoy buscando, puesto que esa gaveta, como ya les había dicho: está vacía.
La cierro y ahora si me levanto y abro la gaveta correcta, saco la pijama roja y cuando estoy por darme la vuelta, Marcus me coge desprevenida y me planta un beso en la boca que me saca el aire de los pulmones.
Da pasos hacia atrás sin rumbo alguno y me arrastra consigo, falseo un paso y tengo que apoyarme sobre sus hombros para mantenerme firme, Marcus no lo piensa dos veces y me alza, aupando mi trasero, enrollo mis piernas alrededor de su cintura y un gemido escapa de mis labios al sentir su dureza golpear mi ya, hinchado clítoris, con todo el ejercicio que le hemos dado desde anoche.
Marcus camina ahora con pasos más seguros y me estrella primero contra la pared, Jadeo pero no de dolor, sino de excitación, vuelve a tomar mi boca con posesión y me estampa contra la puerta al mismo tiempo que entra en mi de una manera brutal, casi bestial.
Debo soltar su boca para tomar el aire que me ha sacado.
Corregido: 05/04/21
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