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Capitulo 18✔️ [Corregido]

Una persona es una persona sin importar su
tamaño.

Dr. Seus. Horton y el mundo de los quién.

Me veo una y otra vez frente al espejo, preguntándome dónde rayos fue que deje mi cordura.

Llevo puesto el conjunto rojo vino que mi abuela me ha regalado y debo admitir que me veo deseable, hasta sexy. El sostén hace que mis senos se vean más voluminosos y el diminuto hilo se ajusta a la perfección, y sí, como lo sospechaba, se pierde entre mis glúteos, pero eso no deja que se vea mal, al contrario, mis nalgas se ven firmes y redonditas.

Aún no me he puesto el vestido que Clara me ha prestado —sí, le he contado a Clara que hoy tendría una cita y se ha vuelto loca de emoción, preguntándome hasta qué esmalte de uña llevaría puesto—. Es un hermoso vestido rosa perla, es de seda y se ajusta a cada curva de mi cuerpo, me llega justo tres dedos por debajo de las rodillas, lo que hace que me vea más elegante.

También me ha prestado unos zapatos de tacón de color plata, son de aguja, por lo que los tengo puesto desde hace ya un buen rato intentando acostumbrarme a lo incómodos que son. Los tacones no son lo mío. No llevo bolsa, así que dejaré mi celular acá para no tener que preocuparme de dónde guardarlo.

Me coloco el vestido con cuidado y al verme en el espejo con los tacones y el vestido, me sorprendo, no parezco la misma chica de hace una hora atrás que caminaba en pijama por toda la casa.

Hoy le he pedido permiso a Maximus para no trabajar de camarera, ya que Clara apenas terminó nuestro turno, me arrastró hasta su casa.

Miro mi cabello y me lo recojo en un moño alto, aplico lo que aprendí en internet hace mucho y con cuidado me hago un lazo con mi mismo cabello, dejo solo dos mechones en el frente y los ondulo con ayuda del rizador.

Tener mi cuello libre de cabello ayuda a enfocar la mirada en la hermosa gargantilla plateada en forma de cascada con gotas de perlas, no lo usaba desde mi graduación del bachillerato.

El escote corazón del vestido y las dos mangas flotantes que tiene, son mis partes favoritas.

Le he quitado los tirantes del sujetador y le he puesto unos transparentes que no se notan a primera vista. Definitivamente no me sentiría cómoda sin tirantes, sentiría que en cualquier momento me quedaré con los senos al aire.

Viene la parte difícil: ¿Qué maquillaje me hago?

Sigo sin comprarme una base, por lo que solo me coloco un poco de polvo, sin cubrir del todo mis pecas, levanto mis pestañas con el rizador y me maquillo muy suavemente las cejas, aún no le agarro el gusto a maquillar mis cejas, pero el momento lo amerita.

Los labios si los pinto con un fuerte rosa y me delineo con muchísimo cuidado los ojos con un delineador líquido negro, me hago una colita y lista. No me colocaré colorete porque presiento que estaré sonrojada todo el rato.

Marcus❤

20:05hrs: ¿Lista?

El sonido del mensaje de Marcus, casi me hace saltar del susto, no sé por qué rayos le he puesto ese horrible tono del tiburón, me ha asustado.

Yo.

20:05hrs: Sí.

Le respondo con manos temblorosas, por primera vez en mi vida creo que necesito llenar mi cuerpo de mucho alcohol para poder mantenerme quieta y no salir huyendo apenas vea a Marcus.

Estoy completamente segura de que hoy estaré íntimamente con Marcus, y estoy muriendo de nervios.

¿Y si algo sale mal y lo arruino todo?

¿Y sí me quedo estática y no puedo hacer nada?

¿Y si a Marcus no le gusta mi inexperiencia?

¿Y si después de eso, Marcus me abandona?

Cierro los ojos eliminando todas esas dudas de mi mente, esa última es la que más me mortifica.

Marcus❤

20:23hrs: Estoy abajo.

Vuelvo a temblar completa, si ha escrito eso es para que baje. Tomo un par de respiraciones profundas y agarro mi abrigo negro, dejo el teléfono sobre la cama no sin antes responderle con un "voy", y salgo de casa con el corazón en una mano y con mis llaves en la otra.

En todo el trayecto hasta la salida del edificio no he dejado de temblar, pensé que me caería mientras bajaba las escaleras. Apenas llego, un auto que no tengo idea que marca o modelo es —pero se ve carísimo—, está al frente, algo me dice que Marcus está adentro, pero quiero equivocarme. Necesito más tiempo para pensar cómo huir de aquí.

La puerta del auto es abierta y Marcus baja del vehículo. Un traje gris plomo del mismo color del auto, le cubre el cuerpo, ajustándose en lugares propicios y haciéndome estremecer. Debajo del traje tiene puesta una camisa rojo vino y no puedo evitar ponerme escarlata al recordar el color de mi ropa interior.

Marcus hace lo mismo que yo y me escanea de cabeza a pies.

—Eres perfecta. —Su voz es casi un susurro. Mi piel está completamente erizada y aún no estamos ni a un metro de distancia, lo deseo.

—Gracias. —Eso es todo lo que puedo decir, no puedo decir más nada.

Marcus se apresura a darle la vuelta al auto para abrirme la puerta, lo sigo y en el trayecto, no dejo de ver el auto, es hermoso. No como Marcus, obviamente.

Le vuelvo a dar las gracias al llegar a él y cuando me volteo, veo el deseo en sus ojos. Quiere besarme, yo también quiero que lo haga, me acerco un poco a su rostro, pero él me detiene antes de poder rozar sus labios.

—No, Rose, no puedo besarte aquí. No ahora. —Arrugo el entrecejo, confundida.

—¿Por qué? —pregunto casi que chillando.

—Porque si te beso ahora me saltaré la cena y te llevaré al lugar que he preparado para hacerte el amor. —Marcus calla y cierra los ojos, yo también lo hago.

La intensidad de sus palabras alborotó el tornado que lleva lugar en mi interior. Intento abrir la boca para decirle que yo también quiero que se salte la cena y me haga el amor, pero él da la vuelta y rodea el auto entrando de una vez, respiro varias veces y después entro al auto.

Desde que subí al coche, he intentado no flipar, es toda una maravilla. Toda la tapicería se nota que es de cuero y el tablero digital me tiene anonadada. De verdad es una majestuosidad, me encanta este auto. Escucho a Marcus reír cuando paseo mi mano por el tablero. La alejo apenada.

—¿Qué auto es? —No aguanto más. Marcus frena en un semáforo en rojo y me mira.

—Un Rolls Royce Wraith Luminary Collection. —Asiento sin entender ninguna palabra. ¿Es un qué? Debería ver menos netflix y más programas de cosas interesantes, como autos, por ejemplo—. Me lo regalaron hace poco. —¿Se lo qué? Me regalaran a mí un auto como este.

—¡¿Con qué clase de gente te codeas, hombre?! —La carcajada que brota de la garganta de Marcus, me hace admirarlo. Es perfecto.

—Con la normal, supongo. Me lo regaló el padre de Silvia, en mi cumpleaños pasado. El 30 de mayo. —Lo miro entrecerrando los ojos.

—¿Cómo sabías que te preguntaría cuándo es tu cumpleaños? —Estoy sorprendida, el semáforo cambia de color y Marcus se desplaza con tanta facilidad por las calles de Madrid, que me tiene confundida. Pero decido no preguntar... Por ahora.

—Ya te conozco. Te encanta preguntar todo. —Mira un momento hacia mi dirección y me derrite con una de sus sonrisas. Estaciona el auto frente al mismo restaurante donde cenamos con sus socios y por algún motivo, yo no quiero bajar.

—Marcus. —Coloco la mano sobre la suya cuando intenta bajar del auto, da vuelta y me mira confundido. Trago saliva, no es fácil lo que voy a decir—. No quiero cenar. —Marcus cierra nuevamente la puerta y me mira, ahora también con algo de preocupación. Busco las palabras correctas antes de hablar.

»—Quiero que vayamos a dónde has planeado hacerme el amor, de una vez. —No lo miro a los ojos, la vergüenza no me lo permite. Escucho como su respiración cambia de tranquila a agitada, sé que él también lo desea.

—¿Segura? —Asiento, sigo sin mirarlo. No puedo hacerlo—. Rose, mírame. —Poco a poco comienzo a levantar la cabeza y cuando mi mirada se encuentra con la suya, todo en mi interior se revoluciona. Espero que mis ojos le den la seguridad que está buscando, porque no creo que pueda volver a repetir eso en voz alta—. Bien. —Eso es todo lo que dice, después de un rato y centra su mirada un par de minutos en su teléfono.

Ahora entiendo cómo es que sabe defenderse en las calles de Madrid, tiene GPS.

En todo el trayecto que llevamos recorriendo, no he podido estar quieta ni un solo minuto. El cosquilleo intenso que crece cada vez en mi bajo vientre me hace cosquillas y no me permite estar quieta.

Marcus colocó hace unos minutos, su mano en mi pierna, supongo que con la intención de darme ánimos y calmarme, pero lejos de lograr eso, lo que hizo fue empeorar el hormigueo. Llegamos hasta el hotel y si me preguntan cuál es, pues no tengo ni idea.

No me he fijado de nada, sé que hemos llegado porque el auto hace ya un rato que Marcus, lo ha apagado.

—Te mostraré lo que más me gusta de este auto, quizás así te relajes. —Asiento. Marcus vuelve a encender el auto y no tengo idea de donde toca, pero de pronto el techo del coche es iluminado por miles de estrellas. Sé que no son reales, pero sea lo que sea, hace que sienta como si estuviera en el espacio y miles de galaxias estuvieran a mi alcance.

No escondo mi sorpresa y dejo escapar un largo suspiro, seguido por un "Wow". Marcus toma mi mano y cuando la lleva a su boca depositando en ella un beso, vuelvo a mirarlo.

—Quiero que estés segura de esto, Rose. Si no te sientes lista, podemos esperar hasta que lo estés. —Esperaba sus palabras, eso es lo que dicen los caballeros, los de verdad. Pero estoy lista. ¡Joder!, estoy más que lista.

Deseo a este hombre con todas mis fuerzas, deseo subir a esa habitación y estar con él. Deseo ser su mujer. Si eso no es estar lista, entonces jamás lo estaré.

—Marcus, quiero estar contigo. Hoy. —Hago énfasis en el Hoy y él lo nota. Una sonrisa sincera, sin preocupaciones, es dibujada en su rostro y yo busco la parte descarada y valiente en mí para devolverle la misma sonrisa.

Sale del auto y esto de que no me esté besando, me está volviendo loca. Abre mi puerta. Acepto la mano que me ofrece. Una vez afuera del auto, la brisa fría golpea mi cuerpo haciendo que mis vellos se ericen, o es el tacto de la cálida mano de Marcus, envolviendo la mía. No lo sé.

Caminamos directamente a un elevador que está a pocos metros de distancia, recorro el lugar con la vista y no veo a algún empleado o huésped del hotel.

¿Dónde estamos? Quiero preguntar, pero recuerdo lo que Marcus dijo en el auto y me callo.

Una vez en el elevador, Marcus saca de su bolsillo una llave, la gira e inmediatamente el elevador comienza a ascender sin seleccionar siquiera el piso.

No tengo idea de dónde estamos y nunca había visto un elevador así. Cosas de ricos, supongo. Sin embargo, el hotel para el que trabajo, también es lujoso. Me estoy desviando. Cuando estoy nerviosa suelo pensar en muchas cosas.

Las puertas del ascensor son abiertas y en vez de ver un pasillo o algo así, lo que veo es un recibidor. Un juego de muebles en color caoba ocupan el centro de la estancia, justo en el medio una mesa ratonera con patas de madera del mismo tono caoba de los muebles y de cristal. Unas cuantas revistas reposan sobre ella.

Marcus me saca del ascensor y me pasea por el recibidor siguiendo derecho, a la izquierda veo una barra de cocina, un refrigerador y una estufa con miles de gaveteros. Ni mi cocina tiene tantos, toda la madera es de color caoba y admito que se ve bien.

Al lado derecho una enorme puerta corrediza llama mi atención, estoy segura que desde aquí, debe de verse la ciudad de una manera esplendorosa.

No me concentro mucho en eso porque Marcus sigue arrastrándome hasta detenerse en una puerta de cristal, deduzco que esa es la habitación. Me mira un momento y asiento para hacerle entender que estoy bien.

Al abrir la puerta en mi estómago se instala una montaña de escombros, una enorme cama —la más grande que he visto en mi vida— está situada en todo el frente, sobre ella, del techo cuelgan telas que van desde rojo sangre, a un rojo más opaco y terminan en blanco. Precioso.

La sabana que cubre el colchón también es de color rojo sangre, con los almohadones en dorado. A cada lado de la cama hay unas mesas de noche de madera color caoba, y sobre ellas hay en una, revistas y en la otra, una bandeja con una botella de champán y dos copas.

La habitación completa —como el resto del lugar— está rodeada de cristales que dejan ver a la ciudad. Sin embargo, ahorita no se ve nada del exterior debido a que largas —e imagino que pesadas— cortinas rojo sangre y negro, las cubren desde el techo, hasta unos centímetros antes de tocar el piso.

La pared que da con el respaldo de la cama, debe ser también de cristal, porque tiene cortinas igual. Los únicos puntos de luz en toda la habitación son unas pequeñas y delicadas lámparas de pared de color dorado.

Se encuentran dos en la pared que separa la habitación del resto del lugar y la otra pared que imagino da con el baño. Esas paredes son de madera caoba.

Que raro.

Empiezo a creer que al dueño le gusta el color caoba.


Corregido: 04/04/21

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