Capítulo 17 ✔️ [Corregido]
Si no te hace sentir fabulosa, entonces:
NO LO HAGAS,
NO LO COMPRES
Y NO LO CONSERVES JUNTO A TI.
✨Karina Velazco.
Por fin es quincena y cobro. Tengo ya tres días viviendo con mi madre y mi abuela, tenían comida, pero al quedarse el domingo a dormir conmigo, por lo tarde que era y lo costoso que me saldría pagar tres taxis, me tocó dormir con ellas.
Y ni contarles lo emocionadas que se pusieron al ver mi refrigerador tan repleto de comida, ambas han armado un complot contra mí, diciendo que no tenían comida.
Sé que es mentira, la misma semana en la que Marcus, dejó mi despensa a rebosar, yo les compré comida, pero con ellas es mejor no discutir. Me resigné, pero hasta hoy las tengo conmigo. Les he dado aún más de lo que siempre les doy, pero es que de verdad las quiero fuera de mi pequeño cuatro por cuatro.
Admito que es lindo llegar a casa agotada y que te esperen con cena, postre y la casa recogida... Pero —siempre hay un pero— teniéndolas en casa, no puedo quedarme hasta tarde hablando con Marcus, ni siquiera puedo hablar con él por notas de voz para escucharlo, porque las muy curiosas, están pendiente de todo.
Ni hablar de tener video llamadas provocativas como la de otra vez. Estoy colapsando. Ayer le he dicho que quiero estar con él, cuando respondió que en qué sentido, le dije que en todos y me he salido de Whatsapp.
Hoy no he querido ni siquiera ver las notificaciones del teléfono. Lo sé, lo sé, soy una cobarde total.
Lo que le dije es cierto y él lo sabe bien. Por eso es que estoy así, Marcus me ha dicho que llega este viernes de Italia y me ha invitado a cenar. Algo me dice que esa será la oportunidad, estoy 100% segura que este viernes no habrá nada humanamente posible que nos arruine la noche.
Tengo claro que el viernes, Marcus Lombardi, me hará suya y yo estoy ansiando ese momento. Aunque ahora esté huyendo de su respuesta.
Termino mi turno de camarera y camino por inercia hasta el baño de los empleados. Es sumamente tarde, ya casi serán las nueve, por lo que no me baño, casi y se me olvida firmar al salir.
Necesito tomar el bus, esta mañana al salir de casa les he dejado dicho a mi madre y mi abuela que pasaran en la tarde por el dinero para su mes, mi error fue dárselo todo, advirtiendo claro, cuánto podían gastar, pero no me he dejado suficiente dinero para coger un taxi, por lo que obligatoriamente, hoy toca bus.
Ya tengo que dejar de estar tomando taxis. Cada taxi me quita lo que gasto en bus en toda una semana, debo controlarme y recordar que estoy ahorrando para el semestre.
Con eso en mente, llego hasta la parada, estando en el bus, rechazo la primera video llamada de Marcus y le escribo que estoy en el bus.
Marcus❤
21:07hrs: Necesito verte, no me prives de ver esos hermosos ojos tuyos.
Esas pocas palabras hacen que inmediatamente mi corazón se hinche de alegría y sonría como boba. Miro a mi alrededor y camino hasta el fondo del bus, solo estamos seis personas. Saco mis auriculares del bolso, le hago una video llamada.
—También necesitaba verte. —Es lo primero que le digo cuando por fin veo su rostro al otro lado de la pantalla.
Tiene una barba incipiente de unos dos, máximo tres días que lejos de hacerlo ver mal o descuidado, lo que hace es que se vea más interesante, más sexy.
—Estoy contando las horas para tenerte de frente y poder adueñarme de esa boca tan dulce tuya. —Me sonrojo, por algún motivo siento que lo que realmente quiso decir es que quiere adueñarse de mi cuerpo y eso es justo lo que quiero que haga.
Hago un vistazo nuevamente por todo el bus, percatándome de que nadie escuche lo que diré a continuación.
—¿Solo de mi boca? —inquiero, haciéndome la inocente, pero a eso le añado una leve mordida a mi labio inferior.
Escucho a Marcus gruñir al otro lado, sonrío.
—Compórtate, estás en un transporte público —me riñe, yo solo puedo reír.
—No creí que fueras tan pudoroso, Marcus. —Lo sonsaco un poco más, Marcus ríe roncamente del otro lado de la línea. Su risa es música para mis oídos.
—Ni yo creí que fueras tan descarada en público, Rose. —Su provocación me alienta a hacer algo que jamás pensé tan siquiera en hacerlo.
Me fijo en los presentes que quedamos en el bus y conmigo solo quedamos dos personas, aún me quedan unas cuantas paradas por delante para bajarme, por lo que sin temor alguno, comienzo a pasear mis dedos por el escote de mi vestido de camarera, mi corazón hace una pirueta perfecta al ver como los ojos de Marcus, siguen el recorrido de mis dedos.
—Usted me hace ser así, señor Lombardi.
Utilizo mi voz más seductora —o eso intento—, Marcus roba de nuevo mi mirada con sus penetrantes ojos azules.
No dice nada, veo como camina por lo que parece ser su oficina y coloca seguro en la puerta antes de volver a mirar a la cámara de su celular.
—No juegues conmigo de esta manera, Rose. Harás que coja el primer vuelo hasta allá y créeme que llegaría antes de que siquiera se asome el sol. —Su voz es completamente ronca, demostrando su claro desespero por poseerme.
Quiero tentarlo, quiero provocarlo tanto que haga eso que dice y llegue aquí lo más rápido posible y me haga el amor, me haga suya.
—Marcus.
Callo, mi voz salió más como jadeo que como otra cosa. Marcus cierra los ojos con fuerza, es increíble cómo podemos estar tan lejos y aun así, sentir esta corriente atravesándonos el pecho de puro deseo. El cómo nos desnudamos con la mirada y con el pensamiento nos volvemos uno.
—Quiero que me hagas el amor.
Cuando las palabras salen de mis labios, me fijo en el hombre con el que comparto bus. Ya no está, miro por la ventana y agradezco no haberme pasado.
No le doy chance a Marcus de responderme algo, porque termino la llamada para recoger todo y acercarme a la puerta. Al llegar a la parada, es mientras bajo las escaleras del bus que me doy cuenta de que estoy temblando.
Acabo de confesarle a Marcus en voz alta, que quiero que me haga el amor.
Es decir, sé que eso ya lo sabía, pero haberlo dicho en voz alta se sintió tan... Inmoral. Me siento como una sucia, acabo de decirle a un hombre —prácticamente pedirle—, que me haga el amor.
¿Es que acaso me le he caído al doctor cuando nací? Eso no es algo propio de mí, no debí decirlo. No debí admitirlo.
Para cuando llego a casa, ya me siento menos mal y más perra, fui yo quien se tocó el escote de los senos en un transporte público y eso fue antes de decirle que me haga el amor, por lo que no tengo que armar un drama.
Este hombre me ha desmoralizado por completo, al punto de que ya no me importa nada, salvo ser su mujer.
Que me haga su mujer.
Y nadie puede recriminarme nada, porque me he privado durante muchos años esto que Marcus me hace sentir, ya no más.
Mi madre y mi abuela ya no están, pero han dejado una nota:
"Princesa, te hemos dejado comida lista en el microondas y ya tu refri está completamente a rebosar de nuevo. Tu abuela te ha dejado un detalle en tu cama, te amamos.
Mamá."
Pd: Luego me cuentas de qué era el regalo de tu abuela, no ha querido decirme y está muy misteriosa."
Su posdata despierta la vena curiosa en mí, me apresuro a caminar rápidamente hasta mi habitación.
Una linda caja pequeña de color verde está sobre mi cama, no debe ser ninguna pijama de las que suele hacerme, nunca las coloca en caja. Por lo que este debe ser un regalo especial. No espero más y lo abro, encontrándome lo que nunca pensé que mi abuela me regalaría.
En el interior de la caja hay un hilo y un sostén de encaje rojo vino con unos detalles de pedrería en color perla.
Cojo el diminuto hilo a juego con el sostén, todos los vellos del cuerpo se me estremecen.
¿Qué clase de juego está jugando mi abuela?
¿Por qué rayos me ha comprado esto?
¿Se nota mucho que quiero intimar con Marcus?
Desecho esa última pregunta apenas se asoma a mi mente, nunca he demostrado tal cosa estando cerca de mi madre y de ella. La llamaré.
—Anabella Virginia. —Mi voz denota mi estado conmocionado y el llamarla por su nombre completo, le hace saber que estoy indignada. No lo estoy, pero necesito que lo crea.
—De nada. —La sinvergüenza de mi abuela, ríe al otro lado de la línea, es que esta mujer no tiene compón.
—¡Abuela! —advierto.
—Ya deja el drama, Rose, es solo un sujetador y una pantaleta, no hay de qué. Te conozco y sé que ese Marcus te trae más loquita que una cabra, si ya se lo diste o aún no, no me interesa, solo no quiero que mi nieta pase pena por usar pura ropa interior de anciana. —Abro la boca, pero la vuelvo a cerrar al no tener muy claro qué decir.
Mi ropa interior no es de anciana, es cómoda.
—Abuela, tacto, por favor —la reprendo, solo porque no sé qué otra cosa decir, mi abuela bufa y luego ríe, la imito.
Después de unos segundos riendo, es mi abuela quien finaliza la llamada, diciendo un: no le cuentes a tu madre.
Yo me quedo ahí, con el teléfono pegado a la oreja y mis ojos fijos en el conjunto rojo vino. Es hermoso, muy a mi pesar, debo admitir que yo no lo compraría.
Ese encaje se ve como si fuera a picarme todo el rato que lo tenga puesto y esa tanga. ¡Por Zeus!, ese hilo se perderá en mi gordo trasero, es una locura.
Me gusta usar mis sujetadores de algodón, son cómodos y no realzan nada. Y mis cacheteros mantienen firmes mis dos globos, —digo, glúteos—. Me gustan también, pero ese hilo no parece para nada cómodo.
Dejo la caja a un lado y prefiero darme una ducha. Necesito despejar mi mente de lo que ha pasado esta última hora.
Primero, seduzco a Marcus por video llamada en pleno bus.
Segundo, le digo a Marcus que me haga el amor.
Tercero, mi entrometida abuela me regala un conjunto interior para que me acueste con Marcus.
Es que de solo pensarlo es una locura, todo lo que me está sucediendo es una completa locura.
Me pregunto en qué momento saldrá el conejo blanco, la liebre y las dos reinas del País de las Maravillas, porque de plano que ya mi vida parece escrita por el Sombrerero Loco.
Corregido: 31/03/21
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro