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Capítulo 1 ✔️ [Corregido]

La gente te amará por lo que eres, y otros te odiarán por la misma razón.

Acostúmbrate a eso.

-Mufasa.

Termino de alisar mi cabello con mis manos para mirarme al espejo. Son las 07:35 horas, me quedan veinticinco minutos para llegar a mi trabajo. Hoy la absurda alarma no sonó, por lo que me toca irme con el uniforme puesto de una vez y coger un taxi. Eso me pasa por pasar la noche en casa de mi madre y no en mi piso, cuatro por cuatro.

—¡Hija, debes desayunar! —grita mi madre, cuando me escucha bajar las escaleras.

—Lo siento, ma, pero ya voy tarde. Comeré algo allá. —Miento, nunca comería algo allí. Es algo que no puedo permitirme por ahora.

Anastasia, mi madre, se limpia las manos en el delantal verde que le regalé dos meses atrás y se acerca a mí, deposita un beso en mi frente, por lo que debo agacharme un poco y me desea un buen día. Le sonrío con cariño y salgo apresurada de su casa.

El taxi se detiene frente al hotel "Paradise", que es donde trabajo y camino de una vez hasta el restaurante.

Tengo dos turnos, uno es de 08:00 horas a 15:00 horas, de camarera en el restaurante y de 15:00 horas a 22:00 horas, también en el hotel como camarera de piso. Ambos trabajos son muy fuertes, y no está permitido que trabaje tanto, pero logré convencer a mi mejor amigo, Maximus, que es el gerente. Él sabe muy bien que necesito reunir todo el dinero que me sea posible antes de volver a comenzar el siguiente semestre de la universidad.

Es el último, por lo que es el más costoso. Debo invertir mucho en el proyecto final y después de eso en todo lo de la graduación. Estoy segura de que gastaré una buena cantidad de dinero, así que mejor guardar desde ahora. Ya cuando el semestre empiece, tendré que quedarme solo con el trabajo de camarera de piso.

Me coloco la cinta para el cabello de color azul rey, con círculos azul cielo y me hago un lazo de lado.

Me acerco de una vez a unos clientes que acaban de llegar. El tiempo pasa volando, ya solo faltan seis minutos para las doce del día y estoy que me como las uñas de los pies —las de las manos ya me las comí todas—.

El lugar está a rebosar de gente, Esteban y yo caminamos de un lado a otro entregando y recibiendo pedidos. Aún no sé cómo es que no me he equivocado llevando el pedido de una mesa a otra, suele pasarme cuando estoy nerviosa.

Me quedo paralizada cuando veo entrar a quien bien podría ser mi padre, pero no lo es, por lo que me permito echarle un vistazo de cabeza a pies. Es alto, debe medir como 1.80 cm y destaca entre todos por tener ese traje negro ajustado en el área de los brazos —deduzco que se ejercita— y en el pantalón puedo notar que también está bien dotado. Me ruborizo ante ese pensamiento, y por algún motivo, no quiero atenderlo.

Aunque me encantaría acercarme a él, estoy segura de que cometería una idiotez que me dejará en ridículo y no quiero que eso suceda.

Su cabello es rubio, pero bien podría equivocarme, porque la mayor parte es blanca debido a sus canas, y aunque no lo crean, eso me gusta aún más. Nunca he sido de tener novios, solo una vez en la secundaria y solo duramos dos días. Él era un ridículo que necesitaba mucho la atención de las chicas, yo era muy relajada y eso no le gustaba. Tampoco era que iba a estar pegada a él como un chicle a cada hora.

—Ro, llegaron los huéspedes, ve y atiéndeles. —Me espabila Esteban, asiento.

—¿Quiénes son los huéspedes? —pregunto, avergonzada por no estar prestando atención. Esteban me mira como si estuviera loca, sonrío apenada.

—Los que acaban de llegar, se sentaron en la mesa siete. Toma —dice, entregándome cuatro menús.

Asiento y levanto la vista buscando la mesa siete. Cuando la encuentro, trago hondo al ver que es la mesa del hombre que me dejó fascinada. Me armo de valor y comienzo a caminar mientras le pido a todos los nombres que me vienen en la cabeza, un poco de ayuda para no meter la pata. Lo digo enserio, ¡ayúdenme!

—Buenas tardes, mi nombre es Rose y hoy seré su camarera. Cualquier cosa, pueden levantar la mano y vendré a atenderlos —hablo monótonamente y me doy palmaditas por decirlo bien. Me fijo en los cuatro hombres que están en la mesa, todos mayores y buenorros. Han de tener dinero.

La mayoría son castaños con canas y solo el que llamó mi atención, es rubio y tiene unos ojazos azules que fácilmente podrían volver loca a cualquier chica. Yo, liderando esa lista, claro está. Los otros tres no captan tanto mi atención, sin embargo, todos tienen el mismo color de ojos verdes, por lo que imagino que deben ser familia o hasta hermanos. Todos asienten y me retiro para dejarlos pensar en su elección.

Mis piernas tiemblan, mis manos tiemblan, me esforcé mucho en que mi voz no temblara y en no mirar tanto al sr, estoy más bueno que comer lasaña con las manos. De ser así, seguro se daba cuenta de que me lo estaba comiendo con la mirada cuando llegó.

Atiendo una mesa más, siempre atenta a la mesa de ellos, cuando lo veo a él, alzar la mano para llamar mi atención, mi corazón se acelera a un ritmo desconcertante y hasta cierto punto preocupante, si sigue así podría darme un infarto y no estoy lista para eso. Termino con la mesa, abrazando fuerte la bandeja con mis manos, mientras camino hasta su mesa.

—Dígame, caballero, ¿ya saben qué ordenar? —inquiero con el corazón en la boca. Es la primera vez que me mira directo a los ojos y creo que, si los veo un poco más, podría hundirme en sus profundidades.

—Yo, por mi parte, quiero la pasta marinada, se ve muy buena —responde uno de los castaños con el traje gris. Asiento, tomando nota.

—Yo también quiero lo mismo —ordena quien supongo es hermano o por lo menos pariente del otro castaño. Realmente los tres son muy parecidos.

—Lamento romper la cadena de pasta, pero yo prefiero un trozo de lasaña con ensalada césar y extra de salsa —pide el otro, quien me sonríe amenamente. Asiento, devolviéndole la sonrisa.

—¿Tú que vas a ordenar, Marcus? —le pregunta el primero que ordenó.

Ahora sé que se llama Marcus. Sonrío como boba por eso.

—No lo sé. ¿Usted qué me recomienda, señorita? ¿Qué le gusta a usted?

«Tú», pienso, más me muerdo la lengua para que no salga de mis labios. No puedo siquiera pensar en algo así.

—He... —balbuceo como idiota—. El chef suele sorprender siempre con sus especiales, por lo menos el de hoy es sopa de camarones y le puedo asegurar que huele de escándalo —suelto, casi sin respirar.

Marcus asiente sin dejar de mirarme, aunque a mi parecer, es como si me escrutara con su mirada penetrante. No me lleves tan profundo que de seguro podría perderme.

—Si lo dice así, con esa seguridad, entonces quiero eso —asegura decidido, asiento al mismo tiempo que me retiro. Llevo la orden hasta la cocina.

Salgo de nuevo con ganas de volver a la mesa, No me aguanto estando quieta allá atrás, cuando lo que realmente quiero es estar sentada a su lado, tocando esa ligera barba que se le ve, me pregunto si me haría cosquillas en mis labios.

«Rose, cálmate». Me reprendo mentalmente.

Cuento los minutos hasta que Orlando, el chef, me avisa que está listo mi pedido. Fueron exactamente siete interminables minutos. Acomodo los dos platos de pasta en la bandeja y me encamino hasta ellos, al llegar, acomodo todo y recuerdo que no ordenaron nada para beber, ¿o sí lo hicieron y no me di cuenta por estar babeando por Marcus?

—¿Qué van a querer de beber? —pregunto, tímida.

—Vino blanco, por favor —ordena uno de los castaños.

Asiento y me retiro, regreso con los otros dos platos faltantes y la botella de vino blanco con las copas. Casi estoy haciendo malabares y todo para parecer preparada delante de Marcus. Si me viera mi jefe, de seguro querría que Marcus viniera diario solo por mi rendimiento de hoy.

—¡Que tengan buen provecho! —exclamo y doy vuelta comenzando a caminar lejos.

Me meto directamente en el baño y me miro al espejo. Estoy completamente sonrojada, como si fuera una chiquilla y me hubiera dado un beso con el chico que me gusta. Y eso que ni siquiera me le acerco como quiero. Debo controlarme. Me echo agua en el rostro y tomo unas respiraciones para regular el acelerado latir de mi corazón.

Aprovecho para orinar, intentando que el tiempo se haga más largo y rogando que ni Marcus ni nadie más, note mi rubor estúpido cada que me mira o lo miro.

No tengo idea de quién sea ese hombre, tampoco sé si mañana ya no lo veré, pero lo que sí sé, es qué ha encendido algo en mí que nunca nadie había ni siquiera logrado que sintiera chispa, y viene él, con esa sonrisa y ese acento e incendia todo mi interior. Cierro los ojos contando hasta diez y salgo de nuevo.

***

Hola mis amores, si eres un lector nuevo: Bienvenido, espero que te guste la historia y no dudes ni por un segundo comentar cualquier cambio o sugerencia que tengas. Siempre los tomo en cuenta.

Si ya eres un viejo lector que quiere revivir todo de nuevo: Cuidado por favor con los Spoilers.

Y a todos en general, estoy editando poco a poco los capítulos. Téngame paciencia, si ven aun errores, tampoco duden en dejarme en un comentario. No me avergüenza, así que no sientan pena por mi. Me ayudarían más bien.

Ya no los atosigo tanto.

Los amo.

Con amor; Aixa🌙

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