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5.- Treason III

Mire el televisor frente a mí. Una multitud de personas en un carrusel, pretendía ganar para salir con vida de allí. Entre ellos In-ho. Lo podía ver claramente tras él plasma frente a mí. La gente muerta sobre el suelo impedía que muchos corrieran sin caerse. La sangre y los gritos me perturbaron. Pero seguí observando el desempeño de In-ho. Aquella facilidad que tenía para cambiar de personaje me impresionaba.

El juego había terminado. In-ho y el grupo que lo integró había pasado a la siguiente ronda. Apague la TV y decidí irme a la cama.

Tal como me pidió In-ho. Me quedé los días que el quería. Hacer el amor durante la mañana o incluso en la tarde después de que volvía del juego, se nos había hecho un hábito, y a mí una adicción. El deseo de seguir con el me inundaba y ello impedía que me fuera de su lado.

Sin embargo, aquel día seria distinto. Los juegos se modificaron totalmente después de que Gi-hun planeara una rebelión junto al grupo en el que participaba también In-ho.

Ahora, todos los participantes esperaban expectantes lo que sucedería luego de todas las trifulca que hubo entre ellos y los guardias. Muchos murieron, incluso quienes conocí hace días atrás. Menos Gi-hun. In-ho lo quería vivo.

Ese día llegó a nuestra habitación y planto un beso en mis labios. Aquella llegadas me recordaban mucho a cuando vivíamos juntos en la capital. Esperaba con ansias su llegada; comíamos juntos y luego nos recostabamos sobre el diván en el living para ver una película.

Pero aquí era distinto. En esta habitación comíamos, para luego terminar haciendo el amor.

Habían pasado más de tres días junto a él. Más de lo que dije estaría. Mi promesa se vio afectada y mi moral también. Los juegos no tenían sentido por ahora, por lo que los VIP no podrían venir a disfrutar del macabro juego que In-ho planeaba y llevaba a cabo. Esto puso furioso al líder, por lo que presionaba a sus guardias a trabajar más de lo normal.

Todo era un caos, y yo ya comenzaba a sentirme incómoda. Pese a que quisiera estar con él.

— Me iré. – Le dije un día, cuando nos disponíamos a comer estofado preparado por sus cocineros. Estábamos los dos solos en la habitación, como siempre dispuestos a comer y descansar. In-ho me miró inquisitivo. Pero bien sabía que mi tono de voz se refería a irme de la isla.

— No pensé que te fueras a ir después de los tres días. Me sorprendes. Creí que sería antes.  – Dijo sereno. Tomo su vaso de vino y dio un sorbo. – lamento que te vayas. Pero no te puedo obligar a estar aquí conmigo. Se que he estado arrogante e irritante últimamente...

— No es eso, In-ho. – Suspiré. – Quiero vivir una vida normal. Como la gente que está fuera. Como la teníamos antes. Eso quiero. Una vida contigo, pero lejos de esta locura.

In-ho tomó otro sorbo de su vino, para finalmente dejar toda la comida en su plato y alejarse hacia la pantalla gigante que le permitía ver cada movimiento de su jugadores. Se sentó sobre el diván con su mirada fija y seria.

— In-ho, te estoy hablando. Muy en serio. – dije acercándome a él. –¿ Acaso no quieres estar conmigo?

— Claro que sí. Pero no allá fuera. – su voz sonaba sincera. Ante ello no podía hacer nada. In-ho siempre se caracterizó por ser alguien que seguía sus ideas y las cumplía.  El no tenía intención de volver, pese a que me amara.

— Está bien. – dije. – Acepto tu destino. Fingiré que nada sucedió entre nosotros. No iré a la policía ni mencionaré nada de esto a nadie. Me presentaré como una persona soltera de por vida. No te buscaré más, ni rezaré para que vuelvas a mi vida. No existiras en mi memoria.

Dicho aquello, me dispuse a dirigirme hacia la entrada de la habitación y salir. Pero él no me dejó. Prometió llevarme al otro día durante la mañana a la ciudad. Sólo nosotros dos.

Y así fue. El mismo humo vaporizador que tumbó mis sentidos antes de llegar a los juegos, volvió a salir del auto al cual había subido. Nubló mi visión y mis pensamientos para hacerme caer en un profundo sueño eterno.

    **********

La última vez que vi a In-ho fue en mi departamento cuando fue a dejarme en persona a mi hogar. Sin embargo, a los días después decidí irme a italia a rehacer mi vida y olvidarme de todo el calvario que viví en esa isla.

Pese a que me había ido lejos, aún podía ver su silueta cada vez que despertaba a media noche después de las pesadillas que aquel momento junto a él dejaron en mi psiquis.

Me removí bajo las sabanas y me acomode como pude para poder dormir nuevamente. Pero no pude. El mareo y las náuseas se volvían a hacer presentes incluso durante el día. Me levanté de la cama y corrí hacia el baño, vomitando lo que había comido antes de irme a dormir. El terror me inundaba cuando recordaba los cuerpos muertos y sangrientos en el piso, pero también, el miedo recorría mi cuerpo y revolvía mis entrañas tras recordar aquel test de embarazo positivo.

Volví a vomitar lo poco y nada que tenía en el estómago. Me miré al espejo frente a mí. Tomé un chorro de agua y la esparcí en mi rostro, bajando el calor que abrasaba mi cuerpo ya abatido por los recuerdos y el reciente suceso.

Volví a acostarme y conciliar el sueño. Pero volví a soñar con In-ho. El mismo sueño donde bailábamos y nos besabamos. Pero está vez, había una pequeña criatura entre nosotros.

Desperté apenas tras ver los rayos de luces dar directo a mis ojos. Me levanté y me acerqué al ventanal que daba frente a mí cama. La vista era maravillosa. Venecia era el lugar que siempre quise conocer. Y vivir allí, me hacía olvidar de los traumas que yacian en mi interior.

Ese día volvería a dar un paseo. Como siempre lo hacía a modo de distracción. Aún me falta por conocer y la ventaja es que en Europa todos los países quedaban juntos.

Tome ropa necesaria y me introduje al baño. Me quité mi pijama y observé mi anatomía frente al espejo. Un vientre ya pronunciado se podía notar en mi abdomen. Acaricié con ternura, teniendo esperanza de que está vez conocería a mi hijo y disfrutaría junto a él. Sería una madre soltera, totalmente dedicada a su pequeño o pequeña, aún no sabía bien qué era. Pero mi instinto me decía que era niña.

Dejé el agua caer sobre mi cuerpo y cerré los ojos, disfrutando y agradeciendo la bendición que había llegado a mi vida desde que me había mudado a Italia. Había hecho amigos y un posible pretendiente. Aunque él no estaba en mi lista de deseos, podía disfrutar de salidas al cine y comida gratis a algún restorán. Pero siempre, siempre estaba In-ho en mi mente. Aunque no quisiera, el estaba allí, haciendo ruido. Pero aprendí a vivir con ello, no podía luchar contra algo que sabía me abatiria y pondría ansiosa. Dejé que viviera, pero no hacerlo presente ante ningún conocido. In-ho había muerto en la vida real, pero no en mi corazón.

Salí de la ducha, envolví mi cuerpo y abrí la puerta del baño para dirigirme hacia mi habitación. De repente un aroma dulzón se acercó a mis fosas nasales. Mi olfato estaba mucho más delicado ahora que estaba embarazada. Y odiaba aquello, pero en ese momento agradecí haber desarrollado ese don, porque de no ser asi, no me habría dado cuenta que en algún lugar de mi hogar estaba In-ho, apacible en el living de mi casa.

Su cuerpo descansaba frente a la televisión adosada en la pared del inmueble. Lucia aquel maldito traje negro, pero no su máscara. Observó mi cuerpo sólo envuelto con la toalla y sonrió. Hacía mucho que no lo había visto. Quizás un año. Bien no lo sabía, me había prometido ni siquiera contar los días desde que me fui de la isla. Pero qué más daba. El idiota ya me hacía encontrado.

— Al menos toca la puerta. – Le dije molesta. – pude haber estado con alguien más.

Mi comentario hizo molestar a in-ho quien se levantó rápidamente del diván y se acercó a mi a pasos decididos. Más se detuvo al ver mi situación. Sus ojos se abrieron ante la sorpresa que había bajo la toalla. Mi panza pronunciada lo hizo retroceder; sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no emanó ninguna, mostrándose firme. Demostró duda, pero también nostalgia en su mirada. Di un suspiro y camine hacia mi habitación con sus pasos tras de mi.

— Si, es tuyo. – le dije antes de que comenzará a invadirme con preguntas. – Y no, no voy a volver a tu lado.

— Es mi derecho como su padre. – Espetó. – ¿Tenías planeado decírmelo algún día?

— No. – Respondí fría. – In-ho tú y yo ya fuimos. Te lo dejé claro cuando decidí irme. Desde esa mañana dejaste de existir para mí. No tenía intención de que supieras que estaba embarazada nuevamente. Así que olvídate de que tienes derecho como padre. Acabas de arruinar mi vida aquí. Tendré que mudarme quizás a qué pais para que no me encuentres.

— No lograrás escapar, ___________. A donde vayas seguiré tus pasos, bien lo sabes.

— Seguiré intentando aunque tenga que irme de la tierra a otro planeta.

In-ho soltó una risotada burlona. Le fulmine con la mirada. Pero bien sabía que era capaz de arrendar o comprar un cohete y seguirme hasta martes.

— Sólo déjame tranquila, ¿si? ¿ Para que has vuelto? – suspiré abatida por su insistencia.

— Quiero que vuelvas conmigo. A la isla. Yo...me he retirado de los juegos. – dijo casi con voz inaudible.

Le mire sin creer. Aquel tono de voz no era convincente. Si, le creía que se había retirado de los juegos pero no del todo.

— Te conozco In-ho. Lo has hecho temporalmente. Luego seguirás con esos VIP y las personas muertas. No volveré contigo. Entiende.

— ¿Y nuestro hijo? ¿Quieres criarlo sola? ¿Sin su padre al lado?– cuestionó sin parar.

— ¿Y donde mierda quieres criar a nuestro hijo, uhm? ¿Entre medio de esa gente retorcida apostando por el ganador mientras miles de personas mueren esperanzadas por obtener el premio? Olvídalo, mi hijo se criara conmigo. No quiero que te acerques a él. No, In-ho. No si nuestro hijo no nato iba a vivir sabiendo el verdadero rostro de su padre. Un asesino despiadado que se excita viendo gente morir.

— No menciones a nuestro hijo. El ya no está en nuestras vidas – gruñó, molesto. Aquel tema le seguía doliendo. Increíble, pensé.

— Igual que el que está justo aquí. No estará en tu vida. – Sentencié. – Te puedes ir sabiendo que tú hijo no sabrá de ti.

In-ho gruñó, proporcionado un golpe en puño contra una de las paredes de la habitación. Sobresalté en mi lugar, retrocediendo unos pasos. In-ho se dio cuenta de lo que había provocado, disculpándose de inmediato. Trató de acercarse a mi pero le detuve.

— ¿Quieres ver a tu hijo crecer? Entonces renuncia a esos juegos y ven conmigo. Deja a otro hacer el trabajo sucio. Por favor. Yo sé que no quieres seguir, este bebé cambió tus planes. Los míos también, ahora siempre llevo un recuerdo tuyo aquí en mi vientre. Y creeme que me es difícil olvidarme de ti sabiendo que puede ser muy parecido a tí.

In-ho sonrió por lo bajo, quizás imaginando el rostro de su pequeño. Sabía que podía tocar la fibra delicada de su corazón con nuestro pequeño. Pero no sabía qué tanto me debía esforzar para convencerlo.

— Dame un tiempo. Quiero hacer las cosas bien. – Dijo finalmente después de una pausa. Se acercó a mi. — Quiero que nuestro hijo tenga lo mejor; el mundo entero.

— No de esa forma, In-ho. No como lo trataste de hacer anteriormente. Quiero que el vea una familia normal. Si no eres capaz de hacer eso, entonces vive con la idea de que si hubieses cambiado tu rol, pudiste ser un buen padre para este niño.

Dicho aquello, pedí que se fuera de mi hogar. Pero el prometió volver a verme. Hice caso omiso a sus palabras. Toque mi vientre y juré que todo iría bien. Estando o no In-ho en nuestras vidas. Mi pequeño estaría bien.

In-ho regreso al mes después de haberlo visto. Por un momento creí que no volvería más, que la avaricia iba a ser mayor que su amor por mi y su hijo, pero estaba allí, plantado fuera de la puerta de mi hogar con un ramo de flores gigante. Me era imposible creer que el aún tenía dentro de si aquellos detalles que hace años atrás me volvían loca.

Me mordí el labio inferior antes de salir a recibirlo. La criatura dentro de mí se movió ligeramente. Quizás por la felicidad que le causaba la mía al ver qué In-ho volvió, y está vez, parecía ser distinto.

— Te amo y quiero estar contigo. No aquí, sino lejos de todo esto. Podemos elegir el país que quieras, pero no me gusta Italia. – Dijo rápidamente.

Reí divertida.

— Ok, pero que no sea una isla. – Rectifiqué. El negó rápidamente. — ¿Qué tal España? ¿O francia?

— Luego lo veremos. Sólo quiero estar contigo, ____________. Y hacer las cosas bien. Te lo prometo.

— Me prometiste muchas cosas, In-ho. ¿Puedo creer en ti ahora? ¿ Qué pasó con los juegos?

— Pues es difícil de explicar. Ello involucró mi muerte. Tuve que hacerlo si quería vivir tranquilo junto a ti. – Suspiró. – ¿Me crees ahora?

— Quizás... – musité. El pequeño se volvió a mover dentro de mí. Tomé la mano de In-ho y la acerqué a mi vientre. Este me miró confuso. Pero luego su rostro se iluminó tras sentir como su hijo se movía para él. – Está feliz. No se había movido mucho hasta ahora.

In-ho no lo dudo. Beso mis labios y por primera vez sentí que todo esto era real.

Qué él si me decía la verdad y que finalmente podríamos criar a nuestro hijo juntos, lejos de todo el caos del pasado.

Fuimos traidores. Si, pero ambos nos quisimos redimir con la llegada de nuestro pequeño. Él sin querer había cambiado nuestro mundo. El mundo de In-ho ahora giraba en torno a nosotros. Y el mío, en torno a él.

Volvíamos a ser una familia después de años en donde me desvivi buscándolo por cielo mar y tierra, arriesgando mi vida en aquellos juegos que solo quedarían en mi pasado.

Este era el presente. Era In-ho junto a mi, sonriendo, besándome y mencionando lo mucho que me amaba. El presente fue remplazado con creces sobre el pasado. In-ho prometió nunca más pensar ni mencionar los juegos. Seríamos distintos para nuestro hijo, aquel que vino a redimir a un traídor, para convertise finalmente en un padre de familia.








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Bueno, quería que esto terminara de una bonita forma. Y que mejor que la llegada de un bb en la vida de nuestro líder ♥️.
Final de este OS.

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