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27.- Wolves


Los viajes no se me daban mucho. Menos en avión. Pero ese día me habían prometido un viaje que valdría la pena si yo no abría mi bocota.

No fue difícil encontrar a mi hermano en pasos ilegales. George no era un ser humano dado a hablar demasiado, pero si que lo hacía su cuerpo por él. Aquellas salidas nocturnas; sus viajes de negocio de las que nuestra madre y padre estaban orgulloso; la novia que vivía en otro país. Fueron tantas las excusas que yo, siendo su hermana melliza, sabía que mentía.

El estaba endeudado, pero eso no le permitió ser expulsado de su grupo social el cual, tenía entendido, eran casi una mafia.

—Soy tu melliza, idiota. —Reí con sorna. George me fulminó con la mirada. Volví a reír divertida. —Sé en qué andas metido. Pero... si me llevas yo te juro no le diré a nadie.

—¿De qué hablas? Voy a mi entrevista de trabajo. —Se defendió.

—Oh, a si que ahora es una entrevista de trabajo. —Asentí levemente. —¿No que iban a hacer un negocio? Hace un día se lo has mencionado a la familia. —George no pudo evitar tornarse nervioso. Volví a reír. —Hagamos un trato. Quiero ir. Sé que no harás nada de lo que has dicho a nuestros padres. Si andas en malos pasos, quiero ser parte.

—¿Tan aburrida estás de tu vida que me pides ser parte de mi mundo? —Inquirió. Asentí emocionada. —¿No te bastó con compartir el vientre de mi madre conmigo?

—No, no es suficiente. —Sonreí. —Vamos, será divertido. Si es algo ilegal, estaremos juntos. Piénsalo.

George me observó dubitativo. Luego de unos minutos asintió abrumado. Di un par de saltitos y lo abracé.

—Si no abres tu bocota, este viaje valdrá la pena. —Me dijo y se fue a su habitación.

Durante la noche me mencionó que al día siguiente iríamos de visita a una isla cercana a Corea. Accedí emocionada pues, me comentó algunos protocolos que debíamos seguir frente a esta nueva experiencia. Me hizo entrega de un vestido y de una mascara de lobo. Arqueé una de mis cejas, sin entender pues, creía que era más bien una broma.

—Si es una broma... te juro que yo...

—Es parte del protocolo. Nadie debe saber tu identidad, ______________. —Advirtió esta vez serio. —Si nos descubren estamos jodidos. He hecho un par de llamadas y la verdad es que no están contentos de que haya una mujer en el equipo.

—Ok, haré lo que tu digas. No pretendo desmoronar tu mundito. —Dije y tomé la máscara de lobo, observándola detenidamente. Era dorada y con perlas bastantes llamativas. Miré a mi hermano quien desvió su mirada. Entonces comprendí que aquella máscara realmente valía mucho dinero. Más no hice preguntas. Tomé el vestuario y lo guardé en un bolso junto a la máscara.

Ese mismo día salimos de casa, asegurándole a nuestra familia que yo iba por mero capricho de acompañarlo y conocer Venecia.

Pensé en lo ilusos que eran nuestros padres, pero también, en lo peligroso que todo se veía.

Nos dirigimos en auto a las afuera de la ciudad. George me pidió que me pusiera la ropa y la máscara antes de salir del auto. Cuando llegamos al lugar pude percatarme que había cinco personas con máscara bajo un avión. Todos vestidos igual que mi hermano; terno negro y camisas blancas en conjunto de máscaras distintas.

Me bajé del auto y emprendí camino junto a mi hermano quien saludo a todos en general. Sentí aquellas miradas inquisidoras en mi anatomía. Hice un ademán a modo de saludo.

El avión estaba listo para despegar. Subimos y me acomodé al lado de una de las ventanas. George se había sentado con un sujeto que llevaba una máscara de venado. Hablaban de juegos y dinero. Y reían a carcajadas.

Miré por la ventana y me perdí en el paisaje.

Para cuando habíamos llegado, nos encontrábamos ya en la isla de la que George me había hablado. Su inmensidad me había dejado sin habla. Bajé con cuidado de no tropezar con mis propios pies. Un sujeto con un overol rosa y una máscara que dibujaba un triangulo tomó de mi mano ayudándome a bajar el último escalón del avión. Frente a nosotros, se mostró un sujeto vestido de negro. Lucía una máscara de la misma tonalidad, pero no de algún animal. Sino de un rostro humano asimétrico.

—Bienvenidos. —Dijo con un inglés practicado. Por su tonalidad pude deducir que no era nativo de Inglaterra. Él camino y nosotros detrás de él, adentrándonos al interior de la isla, donde todo parecía irreal.

Entramos a una especie de habitación exótica. Miré a mi alrededor observando el sinfín de objetos carísimos en valor. Había divanes por doquier y personas vestidas de negro con mascarás del mismo color sosteniendo una bandeja con licor.

Cada uno se sentó en un diván y pidió a uno de los meseros que le trajera un trago. Me senté al lado de mi hermano quien reía sin parar tras las palabras del sujeto con máscara de león quien insistía en que su apuesta seguía con el jugador numero sesenta y nueve. El chiste no causaba risa, pero al resto sí.

Frente a nosotros se prendió una pantalla gigante donde pudimos ver personas vestidas de verde; personas que lucían heridas y manchas de sangre. Todos en una habitación en común el cual contenía camarotes de cama.

—¡No! ¡Pero qué hace! —Escuché al león rugir con ferocidad. Apuntó con su dedo y se agitó sobre su diván. —¿En serio se va a matar después de pasar casi todas las pruebas? ¡Creí en él!

—Así son los jugadores. Impredecibles. —Le respondió el ciervo.

—Tienes que apostar por un jugador. —Me susurró mi hermano.

—No entiendo el juego. —Murmuré. —¿Son personas reales?

—Si, apuesta por uno y ganaras dinero. —Me dijo sin tapujos. Así de fácil. Apostar por un jugador y ganar dinero. Miré la pantalla y observé a los jugadores con poca esperanza de que alguno ganara. Los juegos parecían ser macabros y difíciles. No me podía imaginar qué clase de juegos podrían ser, pero la curiosidad no me impidió votar por uno de los jugadores que se encontraba alejado del grupo, pensativo.

—Bien, creo que me quedo con el numero 456. —Dije sin más. De repente, sentí la mirada de todos sobre mí. Hasta del sujeto vestido de negro. Sentí aquel calor molesto subir hasta mis mejillas las que, se tiñeron de rojo.

—¿Por qué por un numero tan simple? —Me preguntó el ciervo, dándole un sorbo a su vaso de lo que parecía ser wisky.

Las palabras parecían estar estancadas en mi garganta. Por más que quisiera hablar, la voz no me salía. El león rió y envió a uno de los meseros a que me dieran un vaso de licor. El guardia se acercó y me miró atento. Sus ojos, algo había en ellos que me produjo escalofríos. Tomé el vaso de licor y bebí un sorbo. Sin embargo, el sujeto seguí allí, de pie, mirándome fijo.

—Te puede ir. —Le dije y agradecí. —El numero 456 parece astuto. No está junto al resto del equipo, quizás está pensando en cómo lidiar con el siguiente juego. O simplemente, analizando lo sus siguientes pasos.

Todos rieron al unísono, incluso mi hermano.

—Tienes una hermana muy tierna. —Río el león. —Lástima que... Sea menor. —Mencionó con lascivia.

—Cuidado con tus palabras. —Le advirtió mi hermano, gruñendo bajo su mascara de lobo.

—Hasta que aulló el lobo. —Rio el ciervo. Todos lo hicieron por igual.

—Como sea, es ilegal tanto como estos juegos. —Añadió el león, sin tomar en cuenta la amenaza de mi hermano — Líder, ¿de qué tratará el siguiente juego?

Líder, pensé. ¿Era el líder de la secta?

El sujeto se posicionó tras un atril.

—Para que sea más divertido el juego, les daré una pista de lo que trata. —Dijo y unos sujetos con overol rosa salieron de los costados de la habitación con un objeto tapado en un telar negro. El líder les dio una indicación su mano derecha y éstos dejaron al descubierto lo que sería el siguiente juego.

Un puente.

Todos rieron y aplaudieron. Tras la pantalla, se mostraban a los participantes caminar hacia una puerta, adentrándose a unos laberintos de colores con miles de escaleras que parecían no tener fin.

Pedí ir al baño. Necesitaba sacarme la mascara y respirar un poco. Uno de los meseros me guio hasta una habitación cercana donde pude ver un baño elegante. Un gran ventanal se encontraba frente a mí dejando ver mi silueta. Un vestido rojo se ceñía a mi cuerpo, muy llamativo. Me quité la máscara y la dejé a un lado, dejándome observar ahora mi rostro. El maquillaje que había aplicado a mi piel ya se había esfumado tras el sudor que significaba traer consigo aquel antifaz. Tomé mi cabello en una coleta y dejé caer el agua del grifo para refrescar mi rostro.

Un ligero sonido llamó mi atención. Me giré sobre mis talones y miré por fuera de la puerta, observando una sombra que pasó rápidamente de una habitación a otra. Emprendí el paso, como si mis piernas tuviesen vida propia.

Odiaba ser curiosa. Mientras caminaba recordé en los problemas que me había metido tras ir de curiosa por la vida. Pero no me impidió seguir hasta otro piso, donde había un ascensor. Miré hacia todos lados y presioné el ultimo botón. Las puertas se cerraron y el elevador comenzó a avanzar.

No sentía miedo, ni culpa. Al contrario, me excitaba saber con qué me iba a encontrar. Quizás por eso la curiosidad era mayor que mi miedo a morir repentinamente. Todo estaba tan perfectamente calculado, que se podía respirar triunfo en el ambiente. Pensé en todos los años que mi hermano estuvo en esta isla, todas las mentiras y dinero con el que llegaba, pero sin embargo, seguía endeudado.

No era una organización que le diera demasiado si su única opción era apostar por el que él creía era el mejor jugador. Los juegos debían tener sus reglas, pensé.

La puerta se abrió y dejó ver otra habitación, muy elegante. Caminé con cautela, topándome con un diván café y frente a él una pantalla que transmitía a los jugadores. El juego había iniciado. El puente contenía vidrios. Vi como saltaban y otros caían en el vacío en el intento por seguir adelante. Entonces supe que el juego era complejo. ¿Quién iba a saber qué vidrio era real y falso?

Me senté sobre el diván y observé atenta al jugador por el cual había apostado. Iba detrás, atento y determinado. Reí para mi misma cuando una mujer abrazó a un sujeto, mencionando que sólo la muerte los podría separar. Incluso hasta en los juegos el amor posesivo hacía presencia.

El jugador 456 seguía el ritmo. Me acomodé aun más sobre el diván, pero el sonido de un arma prestó mi atención. El gatillo preparado para disparar se encontraba justo tras de mí, presionando mi cabeza. Di un suspiro y traté de controlar mi miedo.

—Dime quien te dejó entrar. —Dijo una voz seria. Tragué saliva antes de hablar. Pero el sujeto, impaciente, presionó aun más el arma sobre mí.

—La curiosidad. —Dije. —Si quieres, me voy. Ya comprobé que el 456 ganará el juego.

Me levanté levemente, tratando de que mis movimientos no alarmaran al sujeto. Cuando me logré parar, hice el intento de voltear. Pero sentí un quejido, lo que me hizo girar de una vez.

El arma había desaparecido para darle paso a un rostro lleno de ira, pero también de sufrimiento. El sujeto presionaba una de sus manos sobre uno de sus hombros. Aún cuando su traje era negro, pude distinguir el color de la sangre deslizándose bajo su mano; roja brillante.

—Y-yo...

—Vete. —Gruñó. Me quedé pasmada sin saber qué hacer realmente. Tenía al líder herido, pero a la vez quería huir del lugar. Mis pies no me respondía.

—Eso no se ve bien. —Musité sin quitar mi vista de la herida que cada vez emanaba más sangre. —Déjame ver.

Me acerqué. Pero él dio un paso hacía atrás.

—No deberías estar aquí, lobo. —Masculló entre dientes. Sonreí divertida.

—Quizás por algo estoy aquí. —Me atreví a tomar su mano, esperando a que él de alguna forma me alejara. Pero no lo hizo. Supuse que su dolor y vulnerabilidad era mayor. Vi su herida y negué ligeramente. —Para ser el líder... no se te da bien esquivar balas.

El frunció su ceño. No me había dado cuenta de su rostro. Su piel blanca y tersa me era atractiva. No lucía expresión alguna más que de dolor ligero. Demostrando que aquel ataque no lo iba a derrumbar.

—Tu hermano debe estar preocupado por ti. —Dijo, nuevamente con esa tonalidad seria e inexpresiva.

—Que se joda mi hermano y el resto de personajes ridículos. —El líder frunció su ceño. —Sé lo que piensan de mí. Quise acompañar a mi hermano por curiosa, y mira donde estoy metida. En una isla, en mitad de la nada. Precisamente en la habitación de quien parece ser el líder.

Sonreí.

—¿Así de curiosos son los lobos? —Inquirió el líder.

—Así de curiosos somos. —Asentí. —Pero descuida, no atacamos, a menos que nos provoquen.

Su rostro que parecía no tener expresión alguna logró dejar ver una sonrisa ligera.

El líder después de todo sabía como comportarsefrente a un lobo. 






✖️✖️✖️✖️✖️✖️✖️✖️

Bueno, esta historia dicta ser un romance casi imposible. 

Pero, veremos qué sucede despues de lo juegos. jeje. 

Obvio tendrá segunda parte, o quizas algunas más. 

!Amor para todas! 


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