26.- Daemons
Caminé tras la hilera de guardias frente a mí a pasos sistematizados. Todos marchando hacia el segundo juego que se realizaría en la isla. Tras mi mascara podía ver a los jugadores entrar y mirar curiosos. Jóvenes y adultos se habían unido a la segunda ronda dentro de la isla. Todos endeudados, deseando ganar el dinero que el líder les prometía si llegaban hasta el último juego.
Y es que el dinero no era menor. La verdad es que hasta a mí me tentó la idea de entrar a los juegos y probar suerte. Sabía que no eran sólo simple juegos de niños. Tenían un trasfondo macabro y sangriento; pero yo no tenía nada que perder. Iba en busca de una vida de la cual no iba a ser posible encontrarla a la vuelta de la esquina. Pese a que tenía a mis padres y hermanos junto a mí, yo me sentía sola.
Cuando el reclutador llegó a mí, supe que mi vida quizás podría tener sentido. No era precisamente una invitación a jugar, sino más bien, ser parte del personal que el líder tenía bajo su mando. Un lugar en donde se tenía ciertos privilegios según la categoría en la que mi perfil se ajustaba.
Guardia de la categoría de los triángulos fue lo que arrojó según habían observado mi expediente. Cuando entré a la isla y me entregaron mi arma, supe que podría darle un sentido a mi vida sin ser juzgada. Mi conducta iracunda agradeció tener una herramienta que me permitiera poder saciar mi sed de venganza reprimida. Y es que haber vivido un abuso reiterado cuando era tan solo una niña y adolescente, no era un recuerdo que quisiera tener en mi mente hasta ser adulta. Pese a toda la ayuda que pude obtener, preferí callar. Y eso, toda esa rabia, vergüenza y humillación, la estaba utilizando con quienes debía cumplir mi objetivo.
El juego comenzó. Todos los participantes se encontraban sentados tratando de seguir la figura con una aguja sin que la figura se rompiera. Caminé alrededor de los jugadores; algunos se quejaban, otros se mostraban concentrados, otros simplemente lloraban en silencio.
Mi primera victima fue una muchacha que quizás tendría unos veinticinco años. Lo mas probable es que tuviese mi edad. No me importaba, me atormentaba verme en ella. La bala cruzó su entrecejo, casi sintiendo que había cruzado el mío.
Seguí caminando. Un nuevo balazo. Esta vez a un adulto. La cara de mi abusador se vio reflejada en él. La bala terminó en su cabeza, la cual explotó en sangre a nuestro alrededor, manchando parte de mi uniforme. Arrugué mi nariz e hice una mueca demostrando asco. Les era imposible ver mi rostro en aquel momento debido a la máscara, pero no pude evitar sentirme asqueada.
Cuando el juego terminó, caminamos devuelta hacia nuestros cuartos. Nuestro turno había terminado. Cerré la puerta de mi habitación y me senté en la orilla de mi cama. Un lugar bastante modesto con lo justo y necesario. Pronto servirían lo que era nuestro almuerzo del día. Me apresuré en sacarme la mascara y liberar mi cabello de la molesta capucha que llevaba puesta. Me dirigí hasta el lavamanos y tomé entre mis manos el agua que corría del grifo, donde no dudé en empapar mi rostro, quitando todo rastro de sudor.
Me miré al espejo y no pude evitar sentirme asqueada. No me era usual ver mi rostro por tanto tiempo, pero ese día me dediqué a luchar contra mi debilidad unos minutos que el día anterior. Debía ser valiente y enfrentar mis demonios. Claro que, uno de ellos era el más fuerte.
Mi Tío.
Se presentaba como demonio a mi lado, aferrado a mi hombro derecho, siendo el recordatorio fijo del sujeto en quien confié pero que me traicionó de la peor forma.
El espejo era mi peor enemigo.
El ritual era el mismo. Cada vez que me miraba al espejo, tratando de encontrar alguna cualidad positiva, terminaba llorando y deseando desaparecer del mundo. El único escape al que podía recurrir era mi brazo y una navaja. Arma que no utilizaba desde que había sido reclutada. Me pregunté varias veces por qué no tomaba el camino fácil y utilizaba mi arma y me mataba. Pero era demasiado cobarde para tomar esa decisión. Temía quedar viva y ser el hazme reír de la familia. En cambio, decidí irme a un lugar lejano y desconocido, matando gente como única medida de autorregulación a mi trauma infanto juvenil.
Tocaron la puerta y de inmediato me puse la máscara. Uno de mis colegas me saludó e indicó que debía subir a la habitación del líder pues, necesitaba hablar conmigo urgente.
Mi pecho se contrajo, pensando en que había cometido un error. El primero desde que llegué pues, nunca había sido llamada por el tan temible líder.
Asentí y caminé tras él, siguiendo sus pasos hasta llegar a un ascensor. Marcó el numero tres.
Las puertas se abrieron dejando ver una habitación opaca pero lujosa. Observé atenta, tratando de graban en mis retinas aquel suceso. Me era un honor estar en el mismo lugar donde el líder comandaba los juegos, pero también no podía evitar sentir un escalofrío al pensar en que había cometido un error.
El guardia me dejó sola y se fue. Había cumplido con traer la carnada a la fiera. Ahora, sólo quedaba esperar mi destino.
—________________. —Llamó alguien mi nombre. Volteé rápidamente observando al líder en un rincón de la habitación, luciendo una túnica negra y mascara del mismo color. Al menos se sabía mi nombre.
—Líder... —Le saludé en reverencia.
—Ven... —Me dijo, indicando con su mano que le siguiera. Mis piernas temblaban y mi rostro era un amasijo de expresiones que di gracias no había quedado expuesta al sujeto frente a mí. —He visto tu desempeño últimamente. Eres bastante impulsiva. —Comentó pasivo. Tomó una botella y de ella vertió un poco de wisky sobre un vaso mediano de vidrio.
—¿Y eso es malo? —Le pregunté curiosa.
—Para nada. Busco gente así. —Tendió el vaso y me lo ofreció. Me quedé estática; nadie podía estar sin mascara frente al líder. Ni si quiera el líder podía hacerlo frente a nosotros. Tomé el vaso, pero lo mantuve sólo en mis manos.
—Si no es nada grave, entonces... no entiendo que hago aquí. —Dije seria, sin dejar de observar aquel wisky que deseé estuviese cubriendo mi garganta.
—Hay algo que me llama la atención de ti. —Confesó. —Pero aún no lo sé. Esa determinación que veo cuando tienes que hacer el trabajo sucio, lo vi en una sola persona en todo este tiempo que llevo siendo líder. —Explicó mientras me observaba tras aquella mascara. —Tienes autorización para sacarte la mascara.
No protesté. Dejé el vaso sobre una mesita de luz y me saqué mi macara, dejando mi identidad al descubierto y la mascara sobre la mesita. Tomé el vaso de wisky y sonreí para mí. Miré al líder, quien seguía observándome atento tras la máscara. Bien no sabía cual era su expresión, pero me intimidaba.
—¿Y en quien vio esa determinación? —Le pregunté.
—En mí. —Dijo él. —Estas dañada, __________________. —Me dijo finalmente, helando la sangre que corría por mi cuerpo.
—N-no sé d-de qué habla. —Musité. Sentí el wisky subir por mi garganta, quemando a su paso.
—_______________, conozco esa sensación de daño. Es algo irreparable, es por lo que te despiertas cada mañana. Siempre buscando una solución o algo que te libere. Yo sentí lo mismo antes de llegar aquí. Aún lo siento, creo que es algo de lo que no te curas nunca...
No sabía que decir. Era como me sentía y él bien lo sabía.
—¿El reclutador le habló de mi? —Cuestioné molesta. El líder soltó una risita divertida.
—Obviamente que sí, sino no estarías aquí. ¿Pero... debo saber algo más? —Me preguntó. Tomó otro vaso de vidrió y vertió wisky. Sin previo aviso se retiró su mascara para dejar su rostro al descubierto.
No podía dar cuenta de lo que podía ver en su rostro. Un daño irreparable se reflejaba en sus ojos oscuros. Bajo sus cuencas, se podía visulumbrar ojeras que dejaban al descubierto los días que quizás no durmió.
Era un hombre adulto, bastante atractivo. Tomé otro sorbo de mi wisky y sonreí apenas. La imagen de mi tío se vio reflejada ligeramente en él.
—Mis monstruos internos me atormentan. —Dije. —Es lo único que debe saber. Vivo con ellos y los veo en cada persona, a cada segundo.
—¿Incluso ahora? —Me preguntó curioso.
Asentí.
—Incluso ahora. —Admití. El líder sonrió. —Si quiere saber porqué actuó de la forma en la que lo hago, es por el simple echo de que quiero olvidar parte de mi pasado. Deshacerme de esos demonios y vivir en lo que más pueda.
El líder asintió. No se si convencido de mis palabras. Pero vi cierta aceptación.
—Perdí un hijo y esposa hace mucho. —Dijo de repente. Abrí los ojos, sorprendida. —Creo que todos estamos aquí por algo. —Suspiró.
—Lamento su perdida. —Murmuré sin saber qué más decirle.
—No, la verdad es que gracias a ello soy líder. —Sonrió y chocó mi vaso contra el suyo. —Cual es tu historia?
Sonreí nuevamente. El líder quería saber mi historia y yo, solo volver a mi habitación a consolarme entre la oscuridad.
—Monstruos del pasado. —Me limité a decir.
El líder sonrió. Me volvió a felicitar por mi desempeño, prometiendo volver a verme nuevamente. Acepté sin ganas, esperando que mi visita fuese en un futuro bien lejano pues, sabía que quería saber mi historia, pero yo, no estaba preparada para hablar sobre ello.
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