22.- Perfect Man
Nadie parecía presagiar aquel día en donde In-ho tomó la decisión de tomarse un día libre. Si, solo un día. El líder de los juegos no era un ser que fuese a tomarse un descanso. Aunque estuviese al borde del colapso, In-ho juró no detener los juegos por nada del mundo.
Y es que el día anterior él se demostró bastante inquieto. Caminaba de un lado a otro, respondiendo llamadas para luego salir de la habitación algo irritado y volver quejándose de lo inoperante que podría llegar a ser la gente.
Me reí pues, verlo de aquella forma sólo me causaba diversión. In-ho siempre lograba mantener la compostura incluso en momentos de bajo estrés.
Ese parecía ser un día en la que su paciencia se veía desbordada por las labores.
Al otro día logré verlo más calmado. Cuando desperté fue debido a los besos que dejó en mis labios, dejando una fina hilera de besos tiernos y dulces que recorrían por mis hombros. Sonreí pues, ahora pude ver una sonrisa dibujada en su rostro.
Cosa rara, pensé. In-ho no sonreía a menudo.
— Vaya, hasta que espantaste el diablo. — reí divertida. — ¿Qué rayos te pasó ayer?
— Cosas. — Depósito otro beso en mis labios. — tuve que hacer que algunas cosas funcionen a la fuerza. Ya sabes, la gente en ocasiones no coopera.
Arqueé una ceja, confundida.
— ¿Tuviste que matar a alguien? — Le mire inquisitiva. No era época de juegos aún. Pero In-ho, era capaz de hacerlo ahora que era líder pues, sus subordinados seguían bajo su mando y si no respondían como él quería, In-ho no dudaba en cortar por lo sano. Y justamente, era algo de lo cual no estaba de a cuerdo. Si la norma no estaba dentro de los juegos, ni había necesidad de matar a alguien.
El negó en respuesta.
— No, pero estuve apunto. — Suspiro resignado. — Pero te prometo que no hice nada.
— In-ho... — Le reclamé. — la gente no coopera porque no es igual a ti. Seguro te alteraste y...
—Te juro que no mate a nadie. — Volvió a sonreír. — Lo de ayer fue porque estaba haciendo algo especial para ti. Y realmente queria que se viera perfecto.
Abrí los ojos sorprendida. In-ho tampoco era de ser un hombre que sorprendia. Creo que entre matar a alguien o tenerne una sorpresa, la segunda opción era la menos recurrente.
— ¿A si? ¿Y por qué sería? — Cuestioné, curiosa. Él negó y sonrió. — No eres de hacer sorpresas. No me digas que te estresaste por eso.
— Sabes que cuando se trata de ti. Logro perder la compostura. — Dijo y besó mis labios con vehemencia. — Vamos, es hora de partir.
Nos levantamos de la cama y decidimos compartir la ducha. Donde obviamente él no desaprovechó el momento. Los gemidos se mezclaron contra el agua, ayudándonos de alguna forma a taparlo pues, In-ho era bastante intenso al momento de intimar.
— Tómalo como un regalo anticipado. — Me guiñó uno de sus ojos. Más perdida no podía quedar.
— ¿Un regalo? — Reí apenas. — ¿las veces anteriores han sido sólo regalos?
In, ho suspiró cansado.
— ______________, no seas tonta. Esto es algo especial. — explicó resoplando.
— Ok, seguiré tú juego.
In-hoaparte del regalo improvisado que me tenía dentro de la ducha, también me tenía un vestuario bastante costoso a simple vista. Un vestido negro perlado con detalles finos descansaba sobre la cama. De todos los vestidos que ya lucía cuando debía presentarme a su lado ante las reuniones con los VIP, este era el vestido que sin duda captó mi atención.
El vestido ceñía mi cuerpo. Haciéndome lucir mejor que otros momentos. Di vuelta sobre mis talones para girar frente al espejo y ver cómo lucía todo. Sonreí enamorada de aquel detalle.
In-ho entro a la habitación luciendo un traje distinto a los que lucía todos los días. Era blanco. Y debo decir que nunca imaginé cómo podría lucir el color blanco puesto en su atuendo.
Le mire embobada. Aquel color resaltaba su piel tersa y facciones finas perfectamente moldeadas por los dioses. Me acerqué a él y bese sus labios con pasión. No pude evitar a sentir el fuego en mi interior. Aquel que me obligaba a sacarle el vestuario e ir por otra ronda que se reducia a gemidos entre las cuatro paredes de nuestra habitación.
Pero me tenía una sorpresa y le dije que seguiría su juego.
— Te ves... — Dijimos ambos al unísono. Nos reímos. — Te vez hermosa. — Me dijo, contemplando mi anatomía envuelta en aquel vestido negro que lucía brillantinas de colores muy sutiles.
— Tú no te quedas atrás, In-ho. Nunca te imaginé con un vestuario blanco. — Elogie.
— ¿No has pensado en qué el líder necesita un nuevo color de vestuario?
— No. Creo que el negro demanda seriedad y obediencia. — Dijo. Se miró al espejo y se arregló parte de su atuendo. — Elegí el color porque me gustaba la idea de que tú fueras de negro en representación del líder. Este día, tú lideras mi corazón.
— ¿Solo este día?
— Siempre, tonta. — Río él, se acercó a mi y beso la punta de mi nariz. — Vamos, que nos están esperando.
Tendió mi máscara y el se puso la de él sobre su rostro.
Nos dirigimos fuera de la habitación y bajamos por el ascensor que nos guiaba hasta la superficie de la isla. Detrás de la puerta se encontraban dos guardias con el símbolo de un cuadrado en sus máscaras. Ambos hicieron una reverencia al vernos. Caminamos tras ellos hasta llegar a uno de los botes de lujo que In-ho guardaba para días especiales.
Me ayudó a subirme mientras él le daba indicaciones claras a los soldados que nos acompañaron. Tomo su radio y habló a través de él.
— Número 123 estás a cargo. Eres el líder por el momento. Si hablan los VIP les informas que me tomé el día libre.
— Entiendo jefe. — Respondieron del otro lado de la radio. — descuide, tendré todo bajo control.
— Una falla y date por muerto. — Fue lo último que le dijo In-ho al joven que bien conocía su devoción y labor hacia In-ho.
— Idiota. — Suspiré. — Es un crío. No esperes que haga las maniobras que haces tú.
— Por lo menos que haga lo mínimo. — Sentenció. Sabía que iba a refutar y por ello planto un beso en mis labios antes de hacer partir el barco.
El día Lucía hermoso. Cómo nunca. El sol brillaba sobre nosotros y el viento era fresco. In-ho manejaba su bote con seguridad y desplante. Amaba viajar en bote cuando se sentía oprimido por las labores. Aunque viajaba aún más cuando los juegos terminaban y él podía tomar ciertos descansos de unas horas, de todo lo que conllevaba ser el líder. Era su espacio seguro, donde él podía ser él y maldecir a los cuatro vientos cuando su molestia sobrepasaba el nivel normal.
Me senté a su lado y observé el paisaje. Estaba embobada por lo hermoso y calmo que se veía el mar. A lo lejos pude observar un pequeño punto que parecía ser otra isla. El bote iba derecho hacia esa isla.
— ¿Otra isla? — Le pregunté, curiosa. El sólo sonrió.
Me dejé llevar por el momento y disfrutar de la vista, del sonido y de la calma que proporcionaba estar en altamar.
Cuando llegamos habían dos guardias esperándonos en la orilla del lugar. Nos dieron la bienvenida y ayudaron a bajarme.
La isla lucía fantástica. No era un pedazo de tierra tapada en arbustos y rocas gigantes por doquier. Está era mucho más amena y ligera a la vista.
El suelo no tenía piedrecillas molestas. Estaba completamente apta para caminar, como si de las calles de corea se tratara. Mire hacia mi alrededor y todo parecía ser perfectamente habitable. Grandes arboles exóticos, pajarillos que trinaban por doquier. El viento fluía mejor que en la otra isla donde nos hospedabamos. Realmente, la isla era bastante distinta a la anterior.
Seguí los pasos de In-ho, donde se pudo ver una puerta de cristal gigante. Típica puerta de restorán. Cuando cruzamos la puerta, pude observar los detalles de rosas y flores ornamentando el lugar. Por doquier, se podían ver flores que nunca vi en mi vida más que sólo rosas.
Grandes ejemplares decoraban tanto la entrada como alrededor del lugar. El camino que debía seguir estaba indicado por una alfombra roja, hasta una mesa donde se encontraban algunos guardias llevando comida y dejándola sobre la mesa perfectamente decorada.
In-ho me pidió que me sentara y le ordenó a un guardia llevarme un vaso de vino el cual, no dude en degustar.
— ¡Que delicioso! — Exclamé saboreando el jugo aún en mis papilas gustativas. — ¿De donde lo has sacado?
— Importación desde Latinoamérica. Dicen que hacen los mejores vinos. — Tomo la botella y miró la etiqueta. — No entiendo qué dice, pero el contrabandista me aseguró que era un buen ejemplar.
— Bastante bueno. — Loe.
— Si. Aún queda el almuerzo. — Dijo y miró hacia uno de los guardias que asintió ligeramente con su cabeza. In-ho se sentó frente a mí y los guardias comenzaron a disponer de las delicias sobre la mesa.
Había mucho por comer y mi estómago apenas era muy pequeño para recibir tanta exquisitez. Me tomé mi tiempo entre conversaciones que llegaron al día donde nos conocimos.
Nos remontamos a aquel día como si todo hubiese sucedido el día anterior. Pese a que nos era prohibido llevar cualquier tipo de tecnología en la isla, pude anotar en mi mente el día en que formalizamos nuestra relación. Hacía muchos años ya, compartia mi vida con In-ho. Antes de que se convirtiera en el líder, el me invitó a ser parte de su mundo y acepté pues, lo amaba.
No fue un error como pensé podría ser. Pero la verdad es que formábamos un buen equipo, según el ya fallecido il-nam. Aquello nos ayudó a ser mejores aún, jurando en su lecho de muerte que seguiríamos con su legado.
Y así lo hicimos hasta el momento. Donde si habían discusiones como en toda pareja, pero nuestro amor era tan grande que el orgullo de cada uno lo podíamos dejarlo a un lado.
— Te amo. — Me dijo In-ho luego de habernos tomado una pausa tras hablar sobre nuestras vidas. Alzó su copa y yo la mia. — Por nosotros.
— Por nosotros. — Celebré. El vino comenzaba a adueñarse de mi consciencia.
Decidimos salir al exterior y caminar un momento bajo la vegetación que nos brindaba sombra. Cómo dije, no había piedras molestas al caminar; era como si de las calles de corea se trataba, solo que remontado en una isla.
— ¿Y esta isla de donde apareció? — Le pregunté. — ¿y ese restorán?
— La compré a un empresario. EL VIP con máscara de león. — Comentó. Tomo una hoja de los arboles y comenzó a observarla. — Es pacífica. Me gustó porque tenía justo lo que buscaba en una isla. Paz.
— La verdad es que si da paz. Y es mucho más ordenada y amable que la otra.
In-ho rio.
— Si. La verdad es que si. Pensé en que nos podríamos mudar hasta aquí, pero queda muy lejos. Es sólo para las vacaciones. Pero quizás más adelante, cuando encuentre a algún nuevo líder, nos podríamos mudar hasta aquí. ¿Te parece?
— Si es contigo, tú sabes que me iría incluso a martes. — Bese sus labios fugazmente.
In-ho sonrió.
— Gracias por aceptarme en tu vida. Cuando pensé que nadie lo haría, tú apareciste e hiciste que yo fuera otro hombre. Perdí todo, pero un día, lo gané todo igual. — Detuvo su andar. Tomo de mi mano y beso el dorso de estas.
Mire a mí alrededor, encontrándome con un arco muy bien detallado y decorado con flores silvestres de color blanco y rojo. Sonreí ante tal maravilla.
— Me alegra ser yo quien te pueda brindar la seguridad y el apoyo que necesitas, In-ho. Tú también me has hecho cambiar; desde que estoy contigo puedo sentir que soy otra mujer. Agradezco la paciencia que tienes cuando te cuestiono o hago muchas preguntas.
Ambos reinos.
— Ya me acostumbré a que seas preguntona. Es parte de ti.
— Como lo es de ti, mandar a matar a quien no cumpla tus ordenes al pie de la letra. — Le recordé. In-ho se rascó tras la nuca, nervioso. — ¿Lo hiciste?
— No pero estuve a punto. — Confesó nuevamente. — En mi defensa quería que todo saliera bien y el idiota comenzó a aplazar los días para terminar todo esto.
— ¡ay, In-ho!. — Suspiré y negué. — Para mi todo lo que hagas es perfecto. Mira todo lo que puedo disfrutar con tan solo mirar a mí alrededor.
— Era necesario darle un apretón a ese idiota. — sentenció.
Una de sus manos comenzó a urgar dentro del bolsillo de su pantalón. Le mire afanada. Cuando sacó una caja pequeña supe de qué trataba todo. No hice más que reír y taparme el rostro avergonzada.
In-ho se reía. Se arrodillo sobre el suelo frente a mi y tendió la cajita abierta dejando ver un anillo de perlas y diseño único. No pude evitar pasar de la risa al llanto. Mis lágrimas rodaban mi rostro pero mi sonrisa jamás desapareció.
— Hoy es un día especial, _____________. Se que no soy bueno haciendo sorpresas, y que son muy pocas las que te hago. Pero esto merecia elaboración. — comenzó a explicar. Nunca lo vi tan nervioso como ese día. — Encontrar a alguien como tú es como buscar una aguja en un pajar y mira, te encontré. Cuando menos lo esperé ya estabas a mi lado comandando estos juegos. Cuando il-nam me dio su veredicto, supe que el no se equivocaba y yo tampoco porque muy dentro de mí te estaba buscando hace mucho tiempo.
— In-ho... — Lloriquee.
— Te quiero en mi vida. Para el resto de lo que queda. Me harías un gran honor en aceptar ser mi esposa y madre de nuestros hijos.
— Será un honor ser tu esposa y madre de tus hijos, In-ho. — Sonreí y salte de felicidad. Me tumbé sobre el cuerpo de In-ho haciéndolo gritar pues, chocó contra un árbol.
De inmediato se acercaron los guardias con sus armas a verificar que todo estuviese bien. In-ho con un movimiento de manos los ahuyentó del lugar.
— Pensé que nos dispararían. — Reí nerviosa, aún tirados en el suelo.
— No son tan idiotas. — Río In-ho, atreviéndose a dejar un beso en mis labios. Tomo mi cintura y me acomodo aún más a su lado, acortando la distancia entre los dos. Su mano traviesa recorrió mi cintura para luego sentirla en uno de mis senos.
— aquí no, In-ho. — Reí entre besos.
In-ho suspiró.
— ¿Segundo round en casa?
Asentí.
Ese día fue el mejor de todos. Aunque claramente mis días eran mejores cuando estaba el a mí lado. In-ho le pidió al resto de guardias que se fueran a la isla para seguir con sus obligaciones. Mientras nosotros nos quedamos solos aún disfrutando de la comida y bebestible que quedaba por terminar.
In-ho no soportó la espera del segundo round por lo que una de las habitaciones de la isla muy bien decorada fue el lugar perfecto para no reprimir nuestros gemidos de placer.
El vestido que bien me quedaba, quedó destrozado y su atuendo blanco inmaculado, sucio sobre el suelo.
Lo que más me gustaba, era su sonrisa y su compañía y ahora, el anillo que mi dedo anular lucia bajo las luces tenues del lugar, dejando ver el color negro y carmín en las perlas perfectamente detalladas por lo mejores joyeros de corea.
Pronto, me iba a convertir en la señora de In-ho y la madre de sus hijos
Y qué mejor fecha para formalizar el escalón nuevo de nuestra relación: justo el día en el que cumplíamos un año más de estar juntos.
✖️✖️✖️✖️✖️✖️✖️✖️
Bueno, en honor a san Valentín, quise hacer algo más tierno viniendo del líder. Sé que muy dentro de su corazón lastimado, se esconde un ser con muchas ganas de amar Ajá.
Gracias nuevamente por quienes leen y comentan. Eso me hace muy feliz y también me motivan a seguir con este libro.
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