21.- Abyss
El día que acepté a In-ho en mi vida, lo acepté con todo. Su pasad y su presente. Y no me arrepentía pues, curiosamente pese a que era un hombre bastante conservador e inexpresivo, llamaba mi atención. Me brindaba lo que buscaba en alguien; protección y seguridad.
Sin embargo, pese a todo lo maravilloso que podría encontrar en él, había algo que aún no podía aceptar. Y es que su pasado me atormentaba más a mí que a él. O al menos eso creía yo.
Nos conocimos en el hospital de Seúl. Él parecía bastante alegre cuando lo veía de vez en cuando transitar los pasillos del recinto. Con un ramo de rosas y una sonrisa en sus labios. Se me había hecho un habito verlo de aquella forma pues, no había muchos rostros felices por aquellos lugares.
Me dediqué a observarlo de lejos. Sabía la hora exacta en la que pasaba por fuera de mi oficina con un ramo de rosas distinta a la del día anterior. Aquello ya llamaba mi atención.
Un día, decidí salir de mi oficina y verlo desde fuera. Seguirle con la mirada para encontrarme con la sorpresa de que entraba a la habitación de una mujer que lucía bastante enferma y que, según mi colega, pronto moriría. Lo más triste; la mujer estaba embarazada de seis meses. Cuando me enteré, mi corazón se trizó ligeramente ante la idea de que la sonrisa de aquel hombre tan optimista se viera borrada de su rostro.
Pasaron seis días en donde no lo vi más. Creyendo que se había enterado del deceso de su mujer y de su hijo no nato. Pensé en que el tiempo me haría olvidar su rostro y aquella sonrisa que lucía en él.
Y es que el tiempo era cruel, o bien, sabio quizás. Un día volvió, pero esta vez, su sonrisa no iluminaba su rostro y las rosas ya no eran parte del atuendo. Sus ojos lucían triste y su semblante inexpresivo. Estaba derrotado, y yo no pude no sentir su dolor.
Me acerqué a él, atreviéndome a darle un mensaje de aliento. Él sólo asintió y una ligera pero débil sonrisa, salió de sus labios.
—Si algún día quieres hablar con alguien, si quieres, puedes contar conmigo. —Le dije un tanto avergonzada. —Te he visto estos meses visitando esa habitación. Yo... Lo siento mucho.
—Sabía que sucedería. —Afirmó, mirando hacia el cielo. —Sólo que no pensé que fuera tan pronto. Fui por ayuda, necesitaba dinero para costear el tratamiento. —Explicó casi al borde del llanto. Pero se contuvo. Aclaró su voz y prosiguió: —Conseguí el dinero, pero, no conseguí salvarla. —Me miró y sonrió nuevamente. —Gracia por cuidar de ella mientras yo no estuve.
Asentí y sonreí.
Él siguió su camino antes de que yo dijera otra palabra más. Su anatomía se perdió en el horizonte junto a las demás personas que caminaban por la avenida. No pude evitar soltar un par de lágrimas. No podía evitar sentirme mal por él.
Cuando habían pasado meses, la habitación había sido ocupada por otro ciudadano. Cada vez que pasaba por allí mi corazón se apretaba. Tenía esperanzas de que él volviera al hospital, pero por ayuda: ayuda que yo se la podía brindar.
Cuando sucedió, creí que los milagros realmente existían. Se presentó como un sujeto totalmente diferente a como lo recordaba. Atractivo en todo sentido. Aquello invadió mi sistema hormonal, haciéndome olvidar lo que había vivido meses atrás.
Acepté su presente y lo que iba a ser su futuro. Cuando In-ho me comentó lo que había hecho para conseguir el dinero no me importó. Fue detallista al comentarme que había matado gente por conseguirla. Creí que era una especie de prueba pues, me comentaba todo con sumo detalle y esperaba mi reacción.
Lo comprendía. Después de todo, era evidente que se vería envuelto en la desconfianza. El tiempo nos enseñaba a ser así.
—¿Estás segura de que quieres venir conmigo? —Me preguntó cuando me ofreció su mano; un pase directo a su lado a ser parte de su mundo. Enarcó una ceja y me miró fijo. Asentí sin siquiera pensarlo. —No podrás ver a tus familiares, ni amigos. A nadie, _________________. —Volvió a decir, nuevamente tratando de cerciorarse de que le sería fiel de alguna forma.
—In-ho, acepto toda condición si quiero pasar mi vida a tu lado. —Le dije, motivada. —¿Qué más quieres que haga para que me creas? ¿Tirarme de un puente y si es que tengo suerte, sobrevivir para vivir contigo?
In-ho sonrió.
—Si fuera posible, realmente te pediría hacer eso. Pero temo que no sobrevivas. Creo en tu palabra.
Y bastó para que él me creyera. Desde el primer día que lo vi algo en mi me decía que él sería la persona con la que pasaría el resto de mi vida. Si, era intenso lo que sentía por él, pero era real. Mucho más real que mi propia existencia.
Cuando llegamos a la isla de los juegos de los cuales él me habló posteriormente, quedé helada. Era una isla bastante lejana, encontrada en altamar. Un lugar que sólo los pescadores sabían de su existencia, pero no de lo que se realizaba dentro de ella. Me comentó las reglas principales del lugar y que mi instancia sería una habitación exclusivamente para mí.
No daba crédito a lo que veía; una parcela dentro de una isla. La vista era maravillosa desde mi habitación. Se veía el océano y las gaviotas danzar junto al viento. A mi alrededor la vegetación era intensa, muy difícil de causar sospechas por parte de cualquier persona que rondara la isla.
Mi vestuario se reducía en elegantes vestidos de seda, color negro o rojo. Y un antifaz que aseguraría mi anonimato en aquel lugar. Tal como yo, él lucía su traje negro de pie a cabeza en conjunto con una mascara asimétrica.
Era el líder de la organización y yo, su musa. La persona por la cual él se inspiraba en los juegos pues, muchos fueron idea mía y él, solo los ejecutó.
Cuando vi los juegos por primera vez, fue en una pantalla gigante. Miles de personas participaban pensando en que lograrían salir con vida. Pero la verdad es que sólo era uno el que triunfaría. Desde la habitación de In-ho veíamos los detalles de los juegos; y éramos quienes también recibíamos a los millonarios que venían de distintos lugares a apostar por el mejor jugador.
Aquellos años habían sido maravillosos. Más aún cuando mi relación con In-ho se había formalizado. Era oficialmente la mujer del líder, aquella que era intocable y por la cual él, era capaz de matar.
Me sentía increíblemente amada y protegida. Cada beso, cada caricia de su parte encendía el fuego escondido en mi anatomía, aquel que me hacía olvidar mi pasado en Seúl. Pero no así el de In-ho, cuando me confundió con su exmujer ya fallecida.
—Lo siento. —Me dijo cuando se percató de lo que había dicho. Me besó vehemente. Pero ya no sentí aquella calidez ni fuego en sus besos. Mi cuerpo no prendió en una llamarada amenazando con explotar como un volcán en erupción. No, ya no tenía aquella reacción de frenesí. Pese a que In-ho siguió haciéndome el amor, yo ya no estaba en aquel plano terrenal disfrutando del placer que me proporcionaba.
Estaba cayendo en un abismo sin fin, con mi corazón en pedazos dentro de mí.
Los siguientes días fueron extraños. No podía evitar sentir una presión en mi pecho que me obligaba a llorar cada vez que la sentía pues, se me acortaba el aire. Cada vez comenzaron a ser mucho más seguidos y prolongados, obligándome en ocasiones salir corriendo de las reuniones con los VIP, dejando a In-ho sólo y desconcertado.
La habitación que usábamos juntos fue abandonada por mí. Volví a mi antiguo cuarto, donde la vista al paisaje era fenomenal. Sin embargo, el cielo se había nublado, tanto como mi corazón. No era agradable ver como todo se desmoronaba cada vez que volvía a revocar aquel día, donde In-ho me había confundido con su mujer.
Pensar en ello quemaba mis sesos. Y no hacía más que aumentar mi inseguridad, pensando en que quizás, yo no era más que un objeto por el cual él olvidaba a su mujer.
Mis celos aumentaron y la rabia cada vez que lo veía se intensificaba.
—¿Qué te sucede, ____________? —Me preguntó un día, cuando había vuelto a sentir mi pecho oprimirse, obligándome a salir de la reunión con los VIP. —Hace días estás rehuyendo tus labores como líder...
—No me sucede nada. —Espeté, precisa. No quería ahondar en mis sentimientos. A In-ho no le interesaría.
—Te conozco...
—Pues no. No lo haces. —Sonreí irónica. Caminé hasta el balcón a modo de refugio. Él siguió mis pasos tan apresurados como yo arrancando de él. —No me siento bien, ¿me dejas sola?
—Mira, sé que es difícil este trabajo. Comprendo que no quieras estar más aquí. Te lo expliqué cuando aceptaste venir conmigo, pero...
—Pero ¿qué? —Escupí molesta. —¿Se te olvidó decirme la parte en donde me utilizas para olvidar a tu difunta esposa? —In-ho frunció el ceño. —Claro, esa era tu idea, ¿no? ¡Cuando te dije que podrías encontrar apoyo en mí, viniste a que yo fuera el reemplazo de alguien que ya está muerto!
In-ho levantó su mano y yo no hice más que cerrar los ojos y esperar el golpe. Pero no sentí dolor alguno. Abrí los ojos para ver su semblante sin expresión alguna.
—Fue por eso. —Asintió hilando cabos sueltos.
—Vaya, hasta que te das cuenta. —Reí irónica nuevamente. —Dime, ¿estoy haciendo las cosas bien? Creo que sí. Dejé mi vida atrás por ti, por apoyarte y serte de ayuda. Me conformaba con que me pagaras siendo tú, tus besos y tus caricias. No pedía más. ¡Pero lo jodiste todo cuando nombraste a esa mujer!
No podía evitar hervir en cólera. Pese a que sabía que estaba mal al sacarle en cara su pasado, mi lengua no tenía reparos. Seguía emitiendo palabras como cuchillos que se incrustaban fijo en su anatomía. Pude ver el dolor de In-Ho en su mirada por cada daga verbal que emitía mi boca. Quería detenerme, pero mi conducta iracunda me lo impedía.
Había pasado años siendo la mujer perfecta sólo para él. Hasta que exploté de la peor forma y con el ser humano que me había dado todo en el mundo.
—Basta, ______________, Estas mal interpretando todo. —Dijo In-ho, tratando de parecer calmado. Pero sabía que él también explotaría y ello, me hacía sentir peor.
—No puedo. —Lloriqueé. —Quiero darte la vida que mereces, pero así no puedo. —Mis lagrimas salían una por una en respuesta a todo lo que sucedía; al abismo que de a poco me arrastraba con él y se apoderaba de mí de la peor forma posible.
Me sentí peor que todos aquellos que apostaban por el mejor jugador; peor que los guardias que debían disparar y aquellos que debían retirar los cuerpos inertes de los jugadores caídos. Me sentía inhumana al hacerle sentir lo peor a In-ho.
Corrí de la habitación en dirección desconocida. Mi corazón galopaba a mil por hora. Quizás más. Bien me pude haber muerto de un paro cardiorrespiratorio, nunca había corrido tanto en mi vida hasta ese momento. No creí que correr de mis errores fuera a ser tan cansador ni desorientador. Para cuando mi cuerpo pidió un alto, me encontraba a metros del mar sobre un acantilado. Y detrás de mí, los guardias que obedecían a In-ho.
Giré sobre mis talones y lloré como nunca. No quería volver a sus brazos por vergüenza. Por pena e inseguridad. Ya no estaba segura de ser la mujer que In-ho quería en su vida.
—____________, detente. —Me dijo In-ho entre sus guardias. Lucía su traje negro y mascara asimétrica incluso en aquella situación él recordaba la primera regla. El viento que me envolvió me hizo saber que ni eso podía cumplir pues, mi rostro sintió aquel frio invernal. Más lagrimas derramé tras ver que mi identidad ya estaba expuesta.
Todos sabían quien era.
—¡No te acerques! —Chillé desesperada cuando vi a In-ho caminar con seguridad hacia a mí. —No lo hagas, o salto...
—¿Saltarías desde aquí? —Me cuestionó. Tendió su mano hacia a mí. —¿_______________, lo harías? No digas estupideces. Vuelve conmigo. Sé que no lo harías.
—Lo haría. —Escupí entre dientes. —Te lo dije cuando hicimos el trato. Saltaría de un puente si es necesario para que sepas cuanto te amo, In-Ho. —Le recordé. Él sonrió ladino. —Y saltaría para demostrarte que si bien, destrozaste mi corazón, aún te amo. Pero no puedo seguir contigo. No después de todo esto. —Lloriqueé. Miré hacia abajo, el mar se veía turbio. Las olas chocaban contra las paredes de la isla, creando un sonido aterrador. —Ya saben mi identidad. Más de alguno me habrá visto en Seúl...
—Eso ya no importa, _____________. Yo te amo. confía en lo que te digo. Ellos no dirán nada, olvidaran tu rostro si es necesario. Vuelve conmigo, ______________. —Me dijo In-ho. Seguía manteniendo su tonalidad inexpresiva. No, pensé. Él no era así. Lo vi feliz. Su voz era distinta a cuando murió su esposa. Volví a mirar hacia abajo. El abismo me sujetó de los pies.
—Tú no eras así. —Musité. Mis lagrimas caían solas más mi cuerpo, ya no sentía aquella pena aterradora. Ahora no sentía nada. —Nunca me dijiste que me amabas.
—¡Claro que sí!
Sonreí.
—Pues, nunca lo escuché. —Refuté. Le miré ahora desde otra perspectiva. Él estaba sufriendo la perdida de su esposa. Eso era algo que nunca superaría. Menos la muerte de un hijo. No tenía cabida en su vida. Nunca la tuve.
Negué hacia su dirección, observando la escena frente a mí. Los guardias atentos ante cualquier orden y a In-ho, con su mascara. Aquella que evitaba que yo viera sus expresiones faciales.
—________________. —Me llamó In-ho.
—Renuncio a esto. A los lujos y a todo lo que tenga que ver con esta isla. No puedo luchar contra algo que ya está muerto. No puedo permitirme esa humillación.
—¿De qué hablas? —Gruñó In-ho, dando un paso hacia a mí.
—De ti. —Suspiré. —De tu pasado.
Di un paso hacia atrás, pensando en que aún me quedaba suelo por pisar. Pero el abismo me tenía ya sujeta de los tobillos. No dudó en tirarme hacia a él, dejándome volar por un momento. Me sentía libre al fin. Ya nada importaba más que el bienestar que sentía en aquel momento.
Cerré los ojos y sonreí. Plena. Había logrado hacer feliz a In-ho por un tiempo. Me preocupé por él y lo brindé todo lo que era capaz de hacer por un hombre. Pero no cualquiera; por In-ho.
Ahora, era turno de ser feliz yo, entre los brazos del abismo que hacía días era el único que cobijaba mi pesar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro