19.- Deal
La tensión entre In-ho y yo se notaba. Incluso podría quizás ser palpable en el aire. Y no era solo tensión porque él era el lider y podría llamarnos la atención en cualquier momento, incluso eliminarnos literalmente si él quería. La tensión era sexual entre ambos, y eso, lo podían notar hasta los guardias que incluso bajó sus mascaras, podía asegurar formaban algún tipo de mueca burlona hacia nosotros.
Había quedado como su segunda mano después de ganar el juego del calamar. No dudaba de mi potencial al ser más rápida y veloz tanto física como mentalmente. Cuando llegué, el primer juego fue un momento de estrés pues, no me había imaginado que el número que marcaba la tarjeta que me entregó el sujeto elegante con maletín, me llevarán a un lugar lejano de la ciudad para desempeñarme como jugadora de simples juegos de niños que, en si me harían ganar dinero.
Y lo hice. Gané el dinero, ¿pero en base a qué? A pérdidas. Me perdí en el abismo al encontrarme sola en un mundo donde ni mi papá y mamá estaban vivos. Si, tenía toda la plata del mundo para pagar mis deudas y realizar mis proyectos. Pero estaba sola. Y eso, no lo podía soportar.
Cuando tocaron mi puerta, supe que algo no iba bien. Nunca recibía visitas, ni si quiera fortuitas. Me acerqué a la puerta, un poco temerosa de quien podría estar detrás de ella, pero al abrirla me encontré con alguien ya bastante conocido.
— Señorita _____________. Me alegro que esté hoy en casa. — Me dijo el reclutador con una sonrisa ancha y bastante varonil. — Deseaba encontrarla pues, le traigo una propuesta.
— No lo entiendo. — Musité, aturdida. — Yo no quiero jugar más.
— No se trata de eso. — Volvió a sonreír. — Usted a demostrado un muy buen desempeño en los juegos, la felicito por eso. Nuestro líder está muy empecinado en que usted sea su segunda mano... No sé si me entiende.
— La verdad es que no. —seguia sin entender palabra alguna.
— Venga, le diré lo que él quiere de usted.
Entro a mí hogar sin más, donde tuve que escuchar la propuesta que el líder de los juegos había enviado para mí.
Ser su segunda mano; dar ideas sobre juegos y participar en las reuniones con los VIP. Tenía beneficios pues, también podría mandar a los soldados que estaban bajo el mando de quien ahora sabía su nombre. In-ho.
Pensé en mi vida. Patética. Todo ese dinero por el cual pelee ya no tenía sentido si estaba sola. El reclutador bien sabia aquello, por lo que supo jugar con mi debilidad.
No fue difícil para él convencerme de que mi lugar era al lado del jefe. Estábamos hechos para estar juntos comandando los juegos. Bien no sabía a qué se refería "destinados a estar juntos" pero de todas formas, tomé el trabajo.
Ahora era líder junto a In-ho y con ello recaía la responsabilidad en mi cuando él debía salir por algunos días a arreglar asuntos pendientes.
Ese día fue así. In-ho salió por unos días para resolver problemas que se le presentaron con algunos VIP. Cuando faltaba un día para la reunión, In-ho aún no llegaba a la isla. Si algo aún me faltaba, era la seguridad de enfrentarme a los millonarios que llegaban a apostar por los jugadores. Pese a que nos cubria una mascara, no podía evitar sentir aquel rubor molesto en mis mejillas. Bajo ellas, podía notar sus miradas lujuriosas. Me sentía como un cervatillo entre leones y fieras, observando cada paso que daba para saltar justo a mi cuello.
Cuando me presenté frente a todos ya asumida a que debía realizar sola la reunión, In-ho apareció del otro lado de la habitación con su típica y elegante túnica negra que cubría su cuerpo y su máscara asimétrica reluciendo en su rostro. Pidió disculpas por el atraso y dio comienzo a la reunión. Me miró y asintió levemente hacia mi dirección. Mi corazón palpitó con fuerzas sobre mi pecho, porque luego pude respirar mejor. In-ho estaba a mí lado y me sentía protegida de todas esas miradas lascivas.
Cuando la reunión terminó, los VIP se quedaron en sus respectivas habitaciones para al día siguiente comenzar con las apuestas. Se llevaría a cabo el tercer juego.
Estábamos agotados, bastante como para movernos más de la cuenta. Caminamos hasta la habitación que compartíamos y como si nuestros cuerpos funcionarán en modo avión, llegamos a la cama y nos lanzamos sin más.
El soltó un suspiro demostrando lo agotado que estaba. Yo, me dediqué a observarlo. Aún llevaba su máscara, pero bien podía visualizar sus rostros perfectamente.
— ¿Como te fue con tus asuntos en la ciudad? — Le pregunté. Me acomode sobre la cama, apoyando mi cuerpo sobre mi codo y mi mejilla en mi mano derecha. Toqué su túnica, deslizando mi dedo índice por sobre ella, buscando desabrochar los botones. Su pecho subía y bajaba lentamente, casi como si estuviese durmiendo. Pensé por un momento que tal era el cansancio que se había quedado dormido. Pero fue un suspiro el que me hizo comprender que no.
Se inclinó sobre la cama quedando sentado en la orilla. Tomó su máscara con ambas manos y la retiró. Por fin podía ver su rostro, terso y perfectamente inexpresivo. No podía saber qué pensaba o qué sentía. Su rostro siempre demostró ver emociones neutras.
— Bien, pude resolver los asuntos. — Dijo. Sacó su túnica quedando sólo con una polera sin mangas de color blanco. Dejando ver sus brazos anchos y fornidos. Se levantó de la cama y se dirigió al baño, donde abrió el grifo del agua y empapó su rostro. Dio otro largo suspiro y abrió los ojos, observándose tras él cristal.
No parecía estar bien. Por lo general nunca me dejaba de hablar por tanto tiempo. Aunque estuviese bajo presión y su estado de ánimo se viera afectado por ello. Ahora, el había llegado totalmente enmudecido.
Me acerqué a él y lo abracé por detrás. Rodeando su cintura con mis brazos. Aún tenía la mascara en mi rostro; debía seguir sus órdenes aún si era su segunda mano. Él, tenía mucha más autoridad.
Mi máscara se reflejó en el espejo figurando el rostro de un felino. Nos quedamos mirando a través del cristal por un momento. Me gustaba la imagen que veía. Era digno de un retrato.
— Déjame ver tú rostro. — Me pidió con voz queda. Asentí. Me separé de él y tomé mi máscara perlada de color dorada y la dejé a un lado, descubriendo mi semblante. Ahora me observé junto a él. Realmente se veía macilento, como si le hubiesen caído cien animales sobre su cuerpo.
— ¿Sucedió algo? — Le pregunté curiosa. El negó firmemente. — In-ho, sabes que puedes confiar en mi...
—Lo sé. Necesito tiempo para esto. — Respiró hondo. — ¿Como se han portado contigo?
— ¿Los guardias? Bien, no he tenido problemas. — Notifiqué. — Los VIP, siento que me quieren comer viva. —dije asqueada. —De verdad que me siento incomoda cada vez que tengo que estar en esas reuniones. — suspiré abatida. Las miradas las podía sentir incluso ya cuando estaba lejos de ellos. — Gracias por llegar a tiempo.
— No te iba a dejar sola. Sé que aún te cuesta trabajo estar bajo la mirada de ellos. Pero, debes aprender a no prestar atención.
— Lo sé, solo dame tiempo. — Dije y sonreí. — ¿Puedo hacer algo para que te sientas mejor? Siento que no han sido buenos días...
— Han sido días difíciles, algunas veces siento que debería dejar el cargo. — Dijo con su mirada ida. Negué rápidamente ante la idea de que el dejara su puesto. Después de la muerte de il-nam él había hecho un buen trabajo comandando la organización. Sabía cómo identificar a quienes necesitaban dinero, tenía todo un mando bajo sus manos que bien supo llevar con bastante sigilo e inteligencia.
Había aprendido de él. Solo me faltaba dirigír las reuniones bajo miradas lujuriosas.
— Estás diciendo eso porque estás pasando por un mal momento. Ven, te haré un masaje. Así podrás dejar de pensar tonteras. — Dije y reí ligeramente. Me eleve de puntilla y bese su mejilla. In-ho sonrió ladino.
Tomé su mano y lo guíe hasta la cama, donde se sentó en la orilla de esta y yo me posicioné tras de él. Pose mis manos en sus hombros y comencé a masajear, dando pequeños tactos que comenzaron a hacer gemir despacio a In-ho.
— Siempre que te sientas mal me puedes decir lo que te sucede. Ya vivimos juntos, compartimos cama juntos... Creo que estoy en derecho de saber qué te sucede. — Le dije con voz calma. In-ho no dijo nada. — Quiero que estés bien. Tú me has dado mucho, In-ho. Un mundo nuevo, yo quiero hacer lo mismo por ti. En lo que sea.
Sentí una risita leve de In-ho. Lo estaba disfrutando.
— Cuando te vi jugando, pensé que no ibas a soportar el primer juego; luego el segundo. Hasta que de pronto, te vi al final de todo, siendo la ganadora. — Dijo calmo. Movió levemente uno de sus hombros, haciendo que mis movimientos fueran distintos. Más suaves. — No puedo creer que estés aquí, ofreciéndome tú ayuda y todo lo que conlleva que yo te pida algo.
— Para eso estoy, aparte de ser tu mano derecha. — Murmuré en su oído, atreviéndome a dejar un beso en su mandíbula, bajando hacia su cuello, dejando una hilera de besos húmedos en aquella área hasta su hombro. Su piel se sentía cálida, bastante como para convertirse en un elixir para mi sentido del gusto.
Cuando vi que In-ho no reaccionaba, seguí con mi faena, volviendo a besar su mejilla, inclinando ligeramente mi cuerpo para poder besar más cerca su rostro.
No faltó hacer mucho esfuerzo pues, el giró su rostro, quedando frente al mío, donde posó sus labios junto a los míos. La tensión se sentía como si hubiese fuego en nuestros cuerpos. Ambos ardíamos, siempre, en cualquier momento. Nunca lo quisimos reconocer, y creo que así era mejor. Quedarnos con la duda y el deseo era una sensación increíble.
Tomé su rostro entre mis manos y prolongue el beso, atreviéndome a morder su labio inferior. Él rápidamente me tomo en brazos y me sentó sobre el a horcajadas. Quedamos frente a frente con la respiración agitada.
— ¿No estabas cansado? — Reí divertida.
— ¿Tú lo estabas? — Refutó en un susurro, agotado. Negué. Volví a besarlo con vehemencia. Su cuerpo cayó hacia atrás dejándome a mi sobre él y por ende, con el mando de la situación. Di una ligera sonrisita traviesa, besándolo nuevamente, en el cuello, pecho y borde de la polera. Mis manos jugaron con el borde de esta para poder desprenderla. Cuando lo logré, él me empujó para quedar sobre mi.
— Tramposo. — Le recriminé con el ceño fruncido. De igual forma, que el estuviese sobre mi me excitaba más que yo estando sobre él. Pedía a gritos ser dominada por él.
Comenzó a besar mis labios desaforado, devorando mi cuello y parte de mis pechos bajo el vestido escotado que llevaba. Comencé a sentir la oleada de calor debido al placer que generaba estar en aquella situación, disfrutando de sus caricias.
Sin embargo, aquello se esfumó cuando él volvió a recordar el trato en el que ambos estuvimos de acuerdo cuando toda está tensión comenzó, dando alas a rumores entre los guardias y VIP.
— Esto es sólo sexo. — Me recordó In-ho, serio. Me miró fijo esperando una respuesta acorde a su acotación. Asentí, tratando de parecer convencida.
—Lo sé, es el trato que hicimos. — Sonreí apenas. — No lo he olvidado.
La lujuria y el deseo se habían disipado en cuanto escuché sus palabras y emiti las mías en una respuesta afirmativa. Mi cuerpo se decayó pero ello no impidió que In-ho no pudiese sacar su estrés mientras me hacía suya.
El trato era simple para dos personas que no querían mayor responsabilidad afectiva en sus vidas. Más para mí, hacia meses ya comenzaba a tornarse difícil cumplir el trato sin sentir aquel pequeño pero enorme sentimiento que hacía palpitar mi corazón cuando lo veía.
Me había enamorado del líder. De una forma insana y peligrosa.
Pero qué más daba, pensé en mi fuero interno. Despues de todo, los tratos son tratos.
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Hola gente linda ! Espero le estén gustando los OS. Gracias por leer y sus estrellitas.
Si quieren pueden darme ideas y obvio, se las dedico y doy crédito ♥️
xoxo
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