18.- More than friends.
NOTA: CONTENIDO +18.
Entre sueños sentí que tocaban la puerta de mi departamento. Me removí bajo las sábanas que cubrían mi cuerpo, con pereza y algo aturdida. El sonido del golpeteo constante sobre la puerta era insistente y cada vez mucho más fuerte. Me incorporé sobre la cama entre la oscuridad de mi habitación, buscando a tientas mi celular para observar la hora.
— Debe ser una broma. — me quejé. Eran las tres de la mañana.
Esperé un momento antes de levantarme y ver quién tocaba la puerta con tanto ímpetu. Nuevamente los golpeteos eran incesantes.
— ¡Voy! — Grité. Tomando mi bata y encaminándome a la puerta. Aun así, seguían los golpeteos— ¡Que ya voy! — volví a gritar, molesta. ¿Quién se atrevía a despertarme a esa hora, sabiendo que al otro día debía ir a trabajar temprano?
A regañadientes abrí la puerta topándome con la anatomía de quien no pensé que volvería. A las tres de la mañana, In-ho estaba plantado frente a mí, con leves magulladuras en su rostro.
Lucia realmente mal. Su vestuario estaba ligeramente dañado. Pero no tanto como su pómulo derecho, el cual incluso bajo la luz tenue del ambiente, pude notar un color rojizo.
— ¿Qué demonios te sucedió? — Le pregunté asustada. — ¿Estás bien?
— Creo que sí. — dijo apenas. Tocó su rostro, topándose con el pómulo dañado. Su expresión fue de dolor. — no lo sé, sólo... No sabía a dónde ir.
— Ven, déjame ver esa herida. — Le invite a pasar al Interior de mi inmueble. Prendí la luz y pude divisar y confirmar que él había tenido una riña bastante grande con quién se enfrentó.
Negué ligeramente, si saber qué hacer con él. In-ho no era un sujeto que se viera envuelto en peleas callejeres, ni mucho menos. Lo único que lo unía al peligro era su trabajo como policía local, pero del tiempo que lo conocía, nunca había llegado a tal nivel de derrota. Sin embargo, no era de esperar que volviera a casa después de semanas. Está vez volvió cuando menos pensé que lo haría.
In-ho y yo teníamos una relación bastante extraña frente a los demás. Él por ser policía local, no quería verse involucrado con nadie pues, creía era un peligro para la persona que estuviese a su lado. Trataba de mantener su vida privada y su familia lejos de todo lo que pudiese ocasionar daño; las extorciones y amenazas que recibían sus colegas constantemente, fue lo que impulsó a In-ho a mantener nuestra relación en secreto.
Pero yo, no lo veía así. Nunca me dio miedo nada, menos su profesión y lo que podría conllevar estar con él. Estaba segura y muy involucrada con él. Del poco tiempo que llevábamos juntos, nada malo me había sucedido, y estaba segura que nada me sucedería.
En cuanto a la relación que llevábamos. Era bastante confusa para nosotros. Era sólo una mera relación de amistada cubriendo, donde dos amigos se besaban de vez en cuando, se extrañaban e incluso se podía sentir la tensión sexual. éramos amigos que podían recurrir cuando el otro se viera muy derrotado. In-ho se sentía, así pues, su rostro lo expresaba.
Se sentó en uno de los divanes que tenía en el cuarto de estar, recostándose sobre el mientras observaba el cielo raso con la mirada perdida.
— ¿Me dirás que te sucedió? — Le pregunté. Tomé el botiquín y con ello saqué los implementos necesarios para comenzar a recuperar lo blanquecido de su rostro enrojecido.
— Lo de siempre. — Mencionó. — tuve que cubrir a un colega y bueno... La paliza que le tenían que dar a él, la terminé recibiendo yo.
— Serás idiota. — murmuré casi para mí. In-ho me miró con el ceño fruncido. — Es verdad, esa no era tu misión. ¿Por qué tomas riesgos que sabes que llegarán a este punto? Agradece que fue solo unos golpes y no algo más grave.
In-ho se inclinó ligeramente sobre el diván, desabrochándose la camisa que lleva a puesta, dejando su torso al descubierto. Quise evitar mirar, pero mi visión me traicionó.
— Me duele aquí. — indicó con su dedo índice. Tomo con su mano libre mi mano y la posó sobre el área adolorida. El pecho. Sentí su corazón latir bajo su piel tersa y cálida.
Lo miré y resoplé. Me sentía extrañamente incómoda, pero no al punto de no seguir observando aquel abdomen muy bien trabajado.
— In-ho... — suspiré. Su mano no soltó la mía. Sus ojos no dejaban de mirar está vez, mis labios. — Déjame curar esas heridas...
— Te necesito... — musitó en un susurro. Mas mi reacción fue negar a su petición. Comencé a pasar el algodón sobre las heridas de su rostro, no eran profundas, solo magulladuras que de igual forma me cercioré mejorar. — ____________, de verdad te necesito.
Lance un suspiro, agotada.
— No es correcto que tú estés en mi casa a esta hora... — fue lo único que pude decir pues, su mirada remecía mi anatomía y aunque no quisiera admitirlo, lo necesitaba de igual forma.
— Eres a la única que puedo acudir por ayuda.
— Lo sé. — Asentí. — solo trata de que para la próxima no sea a las tres de la mañana. — Sonreí ladina. — mañana debo trabajar...
—Tratare de no molestarte. — Me guiñó un ojo. Ambos sonreímos, pero sus palabras aún seguían resonando en mi interior.
— Yo también te necesito. — Susurré avergonzada. Los ojos de In-ho se agrandaron y con ello también su sonrisa. — Solo que...
— Se que soy mayor que tú, que tú familia no apoyaría está relación... Lo sé. Se que tienes miedo, pero déjame por favor hacerte sentir bien...
Mis mejillas sintieron el ardor molesto de la vergüenza en todo su esplendor. No pude evitar rehuir su mirada; me levanté del asiento guardando todo en el botiquín para dejarlo sobre la mesa de centro.
In-ho se levantó antes de que siguiera caminando. Tomo de mi brazo y me acercó a él, apegándome a su abdomen perfectamente trabajado. Pese a la edad que tenía, mantenía su físico; esbelto y sano. Era lo que debía cumplir para ser parte de la policía.
No negaba que aquella vista era maravillosa. Pero el miedo me inundaba de igual forma. Él era mucho más experimentado que yo. Yo solo era una simple muchacha en busca de un futuro mejor entre estudios universitarios y trabajo por medio tiempo.
— No entiendo porque quieres estar conmigo, cuando tienes a una manada tras de ti. — Musité. In-ho río por lo bajo. Con su mano retiro un mechón de cabello que se deslizaba por mi frente. Acercó su rostro y beso mi frente.
— Porque eres diferente. Tan pura... Tan única. — beso mi sien. Mi pecho subió ante el calor molesto que me estaba causando la situación. Sentí mis piernas flaquear, pero In-ho me sujeto con más fuerzas, tomándome de la cintura para apegarme aún más a él, acortando lo más mínimo de distancia entre los dos.
No podían moverme, ni muchos menos emitir palabra alguna. Me dejé llevar por sus acciones.
La bata que llevaba encima fue retirada, dejándome solo con mi ropa interior. Se dio el tiempo de observar cada centímetro de anatomía. Sonrió plácido, atreviéndose a deslizar una de sus manos por mis brazos y abdomen. Su rostro se acercó a mi cuello donde dejó una hilera de besos suaves y finos los que también se distribuyeron por el resto de mi cuerpo, situado en la parte superior.
Me sentía en lo más alto del cielo, casi tocando las estrellas. La sensación de sus labios y respiración agitada comenzaba a hacer que lo deseara.
—Iré despacio. —Murmuró entre besos. Asentí apenas, algo mareada. —¿Estas bien?
—S-Si... E-estoy bien. —Asentí, abrumada por el sinfín de sensaciones que pasaban por mi cuerpo. —¿Tú estás bien? ¿No te duele nada?
—Estoy bien, _____________. —Afirmó.
—Ok... si te duele algo, sólo dime.
In-ho soltó una risita divertida. Mis mejillas por el calor asumí que se tornaron rojas pues el calor era molesto.
—Eso debería decírtelo yo. —Besó mis labios nuevamente. —Sólo dime si voy muy rápido.
El juego de besos y gemidos comenzó en menos de lo que pensé. Mi cuerpo ya entregado a él se encontraba bajo su peso, siendo arrastrado por las olas del deseo. Traté de seguirle el paso, besándolo tan vehemente como él lo hacía conmigo, con pasión y lujuria. Supe por la sonrisa dibujada en su rostro que aquello le gustaba.
Temblé cuando una de sus manos tomó el borde de mi ropa interior, aquella que daba paso a mi entrepierna. Mi cuerpo se tensó y yo más estúpida no me pude sentir. Respiré hondo y traté de relajarme.
—¿Sigo? —Preguntó, esperando mi respuesta. Asentí apenas.
—Sólo no te detengas. —Le pedí entre jadeos. —Ya tienes lo que quieres.
In-ho volvió a reír.
Me acomodé bajo su cuerpo. Le di el pase para retirar mi ropa interior, aquella que dejó a la vista mis pechos y mi entrepierna. Los ojos de In-ho se iluminaron como dos faroles llenos de fuego. Me sentía extrañamente expuesta, pero no de forma negativa. Su mirada lujuriosa también logró prender la mía.
No dudé en tomar la iniciativa y quitar su pantalón de su cuerpo. Su cadera realizó un leve movimiento el cual me permitió poder desprender su prenda y tirarla al suelo. Sonreí, orgullosa del primer paso. Volví a acomodarme, dándole el paso para que él, ya bastante excitado pudiese sentirse libre de unirse a mí.
In-ho beso mi rostro, mi mejilla, mi cuello y se deslizó hasta mis pechos, donde no dudó en dar un leve mordico que me hizo soltar un gemido agónico. Entre risas siguió su travesura, besando mi abdomen para luego llegar a mis muslos. Le seguí con la mirada, un tanto temerosa de sus siguientes movimientos.
—¿Por qué nos negamos tanto a dar el paso? —Se cuestionó para si mismo. —Cada día pienso en ti, mucho más que antes. —Suspiró. —Desde ese día que te encontré llorando, pensé en ti todo el día.
—¿Y ahora me lo vienes a confesar?
—Me negué a sentir algo por ti...Apenas te había visto en mi vida. —Rió divertido. Y era cierto, aquel día sólo quería desaparecer, pero In-ho llegó y bajó como un ángel a consolarme. No había sido el mejor día de mi vida, considerando que acababa de terminar con mi exnovio. Tampoco podía negar que sus palabras y aspecto varonil, muy distinto a los demás, me había causado cierta impresión.
Sus palabras se disiparon entre los gemidos que reinaban la habitación. Cuando decidió unirse a mí y hacerme suya, sentí que mi alma ya no pertenecía al mundo terrenal. Cerré los ojos y me dejé llevar por el vaivén que formaban nuestras caderas, chocando uno contra la otra. Me aferré a su espalda y no dudé en rasguñarla tras las envestidas que arremetía. Muy pronto ya me tenía gimiendo su nombre.
El frenesí que me causaba era único; no era un buen momento para comparar el sexo con mi exnovio, pero nunca me sentí más viva. Pude sentir lo que era el bienestar y la confianza mientras intimábamos. In-ho se encargó de hacerme sentir deseada y querida. Sus besos me hacían sentir en calma y en otra dimensión. Era una sensación extraña que nunca había sentido antes.
Incluso la vergüenza parecía no tener cabida. Cuando mencioné dos palabras que estaban prohibidas hasta el momento.
—Te amo. —Dije entre jadeos. In-ho se detuvo y me miró absorto, con su respiración entrecortada. Pensé que lo había arruinado todo, mi cuerpo se volvió a tensar y deseé salir corriendo de allí. Pero estaba tan cómoda y vulnerable, pero sólo eran pensamientos dentro de un cuerpo subyugado al deseo de seguir siendo amada por él.
In-ho sonrió y retomó su faena. Esta vez más rápido y profundo. Sus manos se aferraron al borde de la cama, tomando impulso desde allí. Sus envestidas eran mas profundas que antes. Lo que me hizo gemir aun más alto. Me tapé la boca, avergonzada.
—No... —Me dijo y sacó mi mano de la boca. —No te prives de gemir.
Cerró los ojos mientras se mordía el labio inferior, sintiendo quizás el mismo placer que sentía yo en ese momento.
Besó mis pechos y me envistió mientras mordía mis pezones. ¿Qué más placer me quería proporcionar después de todo lo que hacía? Gemí nuevamente, ya sintiendo aquella leve electricidad pasar por mi cuerpo.
Mi anatomía hirviendo tal como un volcán a punto de entrar en erupción, se elevó ante el orgasmo que comenzaba a sentir. Una mezcla de dolor y placer se alojó entre mi abdomen, bajando rápidamente en mi interior, muy en el fondo, desplegándose por la musculatura de mis piernas.
—In-ho... —Gemí mordiéndome el labio inferior con tanta fuerza que logré sentir el sabor metálico de mi propia sangre. Él supo que mi orgasmo comenzaba a llegar y con ello, el fin de todo placer.
Comenzó a envestir mas rápido y duro, haciendo que mi interior se contrajera y por efecto, el comenzara a gemir de placer. Una de su mano recayó a mi lado, justo a la altura de mi cabeza, tomando en puño la almohada. Su abdomen se contrajo y gimió nuevamente, no supe si de dolor o placer, o quizás de ambos. Sentí sus movimientos mucho más erráticos y lentos cuando por fin soltó un gemido gutural que indicó que su orgasmo había liberado parte de él dentro de mí.
Escondió su rostro entre mi cuello y mordió la piel expuesta de mi hombro. Ambos sumidos en el éxtasis, gemimos por ultima vez, tratando de recuperar el aliento y regular el latido de nuestros corazones que palpitaban con fuerza en contra de nuestro pecho.
El cuerpo de In-ho se derrumbó a mi lado, soltando una risa cansada. Me miró y besó con suavidad mis labios.
—Ahora si me duele mis heridas. —Se quejó, pero no dejó de sonreír.
—Te dije que te detuvieras si te dolía algo.
—Es imposible detenerse si te tengo a mi lado, _______________. —Dijo con su respiración regulada. Respiró hondo. —¿Te puedo preguntar algo?
—Dime.
—Sé que no es de mi incumbencia, pero... tu ex...
—In-ho, eso es pasado. —Me apresuré en decir. Aunque sabía qué quería preguntar. — Y no, la verdad es que él nunca me hizo sentir tan viva como tu lo hiciste. Si eso es lo que quieres saber.
Su sonrisa se amplió. Cómo amaba su sonrisa, tan genuina.
—¿De verdad me amas? —Volvió a preguntar, esta vez, avergonzándome.
Me tapé la cara, evitando que viera mi piel enrojecer. Pero el la destapó entre risas divertidas.
—En mi defensa, yo no tenía el dominio de mi lengua. Las palabras salieron solas. —Me quejé. Me sentía como una niña pequeña a quien habían encontrado en una mentira.
—Descuida, _______________. Yo... —Suspiró. —También te amo.
Parpadeé atónita.
—No voy a caer en este juego, In-ho.
—No es un juego, ______________. Según tu tengo una manada de mujeres tras de mí. No lo sé la verdad, desde que te vi, sólo he pensado en ti. Mi objetivo siempre fuiste tú y ahora que te hice el amor...
Enmudeció. Pensé lo peor.
—Me di cuenta de que eres todo lo que busco. —Dijo finalmente. —Eres mi fruta prohibida. Algo que prometí no comer, ni pensar, ni soñar; enamorarme de ti. Mi trabajo es de alto riesgo, tu estas terminando tu carrera en la universidad, soy mayor que tu...
—Sólo por unos años, In-ho. —Aclaré rápidamente. ¿Qué eran veinte años de diferencia?
—De igual forma, pese a que todo esto se viera mal frente a otros, yo simplemente quiero estar contigo. Hacerte feliz. Tenerte a mi lado y protegerte; consolarte cuando esté triste y abrazarte en tus días buenos y malos. ¿Crees que está mal pedir eso?
Suspiré. No era algo que no hubiera pensado antes. Siempre quise estar con él, pero sólo me limité a ser su amiga. Una persona a quien el podría recurrir cuando llegase derrotado de su trabajo. Alguien sin mucha importancia, pero pase lo que pase, siempre estaría ahí, porque mi amor por In-ho era devoto.
—No está mal pedir lo básico en una relación de amigos... o de pareja. —Dije.
— ¿Y si hacemos que esto funcione? —Me preguntó. Sus ojos se prendieron en llama nuevamente. —¿Tú quieres intentarlo?
Sonreí.
—Me gustaría intentarlo, In-ho. —Acepté. —Podríamos intentar ser mas que amigos.
Volvió a sonreír. Besó mis labios y me abrazó.
Esa noche dormí pensando en cómo sería nuestras vidas cuando despertáramos y nos viéramos dormir juntos en la misma cama. Esperaba que la situación no cambiara después de dejar de sentir el deseo y la oxitocina dando vueltas por nuestro cuerpo.
Esperaba que este paso, fuese algo nuevo para ambos. Realmente esperaba que ambos fuésemos mucho más que amigos, pese a las adversidades que nos rodeaban.
Quería estar con él. No podía negarlo ni negárselo a nadie.
Yo... lo amaba.
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