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Colapsando.

Roier solo podía ver a su bebé entre sus brazos.

Tan frío.

Sin vida.

Le habían arrebatado a su pequeño. Sapo Peta había logrado su cometido a fin de cuentas, por fin había logrado lo que tanto quería y ni siquiera sentía coraje por ello.
Era como si todas sus emociones se hubieran apagado.

Cellbit gritaba su nombre entre súplicas.
No queremos perderlo.
Él no quería esto.
Solo buscaba estar con Roier y ser felices.
Algo que venía soñando desde pequeño, cualquier oportunidad se fue junto a el alma del castaño.
Y es que realmente nunca la tuvo.
Jamás habría podido estar con él porque no estaba destinado.
En este universo tú no eres su amor.
Aquí el corazón de Roier le pertenecía a Spreen.
Sus almas se habían elegido desde mucho antes de lo que crees.

Si amas a alguien.
Déjalo ir...

Debiste pensar en eso hace mucho gatinho.

Roier se levantó ignorando todo el dolor físico, logrando a paso lento acercarse hasta la pequeña que seguía llorando en búsqueda de calor humano.
Tropezó un poco sintiendo que podría morir en ese momento y nada más le importaba.

Tomó a sus bebés, colocándolos entre sus brazos y se dejó caer al suelo con la mirada perdida.

No reaccionó cuando Cellbit logró soltarse de las cadenas.
Y mucho menos cuando la puerta fue derribada y un muy cabreado Spreen entro en su modo salvaje con varios rasguños debido a las torretas que seguramente Sapo habia activado.
Tenía una gran herida en el rostro que seguía sangrando, una marca similar a la que Quackity tenía por su pasado en Las nevadas.

Parece que habían repetido la historia sin darse cuenta.

Al ver aquellos dos bultos en los brazos de Roier quiso sentir un poco de alegría, por fin después de tanta espera ya era papá, pero solo le bastó ver la expresión de Roier para entenderlo todo.

Había llegado tarde.

No pudo proteger a su familia.
Falló.

Gruñó con fuerza lanzandose sobre Sapo Peta, clavando sus garras en el cuerpo ajeno e ignorando los gritos desesperados.
No le dió tiempo para reaccionar, estaba cegado por la ira y nadie queria detenerle antes que lo matase, pero debían hacerlo.
Sabian que la muerte sería una salida fácil para Sapo Peta, una forma de librarse de pagar por todos sus pecados

- Coso, bolita... Mis bebés - Roier susurraba dejando varios besos en sus cabecitas solo notando como la nena era la única que seguía moviendose. Con las lágrimas cayendo por sus mejillas, negandose a soltarles.

Su corazón estaba roto igual que su alma.
Lo que debía ser el día más feliz de su vida se convirtió en su peor pesadilla.

Se sentía débil.
Sentía los párpados pesados.

Podía morir ahí, irse con sus bebés y sentir por fin algo de paz.
Quizás encontrarse con el pequeño Bobby, tener a su pequeño frente a él para pedirle perdón por no recordarlo como debía, le juraría que en la próxima vida sería el mejor padre que podía existir.

- ¡Roier!

Entre abrió los ojos encontrándose con un desesperado osito que intentaba quitarle el amuleto, quiso decirle que estaba bien, que no dolía nada y quizás tenía que pasar esto.
Puede que el destino quería otras cosas.

Algo dramático que pensar, pero a este punto quería rendirse.

- Le quita... Le quita la fuerza vital.

Detras suyo un mal herido Sapo Peta intentaba explicar que carajos hizo.
Estaba tirado en el suelo con Fargan sobre él intentando no clavarle su espada en el cuello.
Había lastimado a sus amigos, a su familia.
Debía sentirse agradecido por seguir respirando.

- El amuleto no funcionó porque era para... Para un bebé.- escupió sangre sintiendo que le costaba respirar correctamente.- Al ser dos el efecto no fue el mismo.
Tenía que quitárselo apenas cumpliera su función para evitar que el joven Luckity se viera afectado.
Pero no esperaba que existiera la posibilidad de que fueran más de uno.
En cada universo solo era uno. Me aseguré de eso.

Le miraron con desprecio, incluso Cellbit quería tener más culpa en ello.
Fue quien dijo que debían llevarse a Roier apenas volviera al hospital.
No tendrían a los secuaces de Luzu al rededor, no había torretas ni contraseñas en ese lugar.
Lo difícil era entrar sin levantar sospechas, ya de ahí él realmente creyó que podía reescribir la historia.

Empujó a Fargan alertando a todos, seguían sin confiar en él, estaba el pensamiento que quizás solo fingia ser una víctima más y pronto mostraría su verdadero ser.

No fue así.

Al ver como clavaba aquel bisturí en el ojo izquierdo de Sapo solo pudieron quedarse quietos, ignorando como suplicaba y pedía ayuda a los Dioses como si un jodido milagro pudiera pasar.

Spreen cargo con cuidado a su pareja, mirando a sus pequeños sintiendo que tenía tantas emociones dentro que también deseaba morir.

Sin ellos no podría.

Luzu se negaba a perderlos, se acercó hasta la gran computadora y comenzó a buscar algo que les ayudará. El intento de Dios hizo todo esto al darse cuenta que ya no eran fáciles de manipular, quiso hacerlos sus marionetas.
Podía alterar las memorias al punto que cualquier suceso fuera diferente.

Pudo encontrar archivos desde hace mucho tiempo contando cuantas veces el moreno experimento con ellos.
Era como si cada recuerdo fuera guardado como una película dentro de un disco duro.

La muerte de Brayan.

El nacimiento de otros bebés antes de Roier, Spreen...

E incluso el como personas cercanas a ellos fueron eliminados y/o desplazados en búsqueda de una perfección irreal.
El pasado de cada uno y como es que se reunieron en este universo estaban dentro de esa máquina.

Incluso lo que tanto quiso saber;

Como se dió su historia con Quackity.
Aquel donde lo conocía "por primera vez" y creyó que algo los unía hasta que una cosa llevó a la otra y decidieron intentarlo.

¿Acaso sus sentimientos no eran reales?
¿Eran implantados?
¿Las uniones de cada pareja eran para asegurarse de la concepción de cada bebé?

Más y más preguntas.

De la mayoría creía tener la respuesta, lo único malo es que sus emociones podrían jugarle una mala pasada.

No podía apartar la vista de aquella pantalla hasta que de reojo pudo notar una extraña luz paseando por toda esa habitación.

¿Qué?

Volteó creyendo que era una trampa, ya estaban todos alerta hasta que esa misma luz se acercó a Roier y otro llanto volvió a oírse.

Nadie supo como reaccionar.
El llanto ya no era solo de un bebé.
¿Cómo pasó?

No tenía pulso.
Estaba azul.
Y vienen a decirle que ahora estaba vivo.

El castaño estaba asimilando como era posible que su hijo estuviera bien, llorando como si buscará algo al removerse entre sus brazos.

Las lágrimas volvieron a caer siendo ahora pura felicidad.

Vegetta corrió hacia ellos notando que el amuleto se había roto y vuelto polvo dejando un extraño mensaje en el suelo antes que el aire borrase todo rastro;

"Lo menos que podíamos hacer para enmendar nuestro error."

Claro.
Los Dioses decidían hacer aparición a este punto.
Que ellos si bien fueron los causantes de todas estas tragedias, querían creer que no era su intención.

Intentaron hacer que el orden se mantuviera, olvidando que no se podía controlar a todos en ello.

El mundo perfecto no existe.
El equilibrio debía mantenerse, era claro, pero eso varía en cada uno.

Sabían que no era el final de su historia.

Era otro comienzo.

Porque realmente hay cosas que nos faltan por descubrir y una venganza que debe hacerse.

¿O qué?
¿Creían que Sapo Peta no pagaría?

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Aclarando la duda.
Sí, Missa murió.
Pero esto tiene algo más oculto en ello que podía explicarle del lore de su historia.
Algo que quizás se cuente o quizás no.
Depende cuanto más tiempo dure está historia.
¿Os parece bien?
Y puede que se sienta apresurado peroo...
Lo de Sapo Peta merece un capítulo para él solo :)
Hay mucho por lo que pagar.

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