Brayan Dobluque.
La mañana llegó y con ello los Rubegetta fueron a visitar a su hijo a su nuevo hogar.
Y es que casi desde el día en que se confirmo el embarazo, habían decidido independizarse, claro que habían pensado en ello desde hacía tiempo, pero por una u otra razón lo fueron atrasando.
Ya el tema del bebé fue el último empujón que necesitaron.
Entre súplicas de sus padres por quedarse más tiempo, mínimo hasta que el bebé naciera, sabían que lo mejor era comenzar a tener su propio lugar.
Agradecían la ayuda ofrecida pero no podían seguir de irresponsables.
Si tan maduros se sintieron para tener un bebé, también debían serlo para irse del nido.
Spreen se la pasó una semana completa construyendo e incluso adaptando la casa del árbol.
No quería que Roier tuviera que subir aquellas molestas escaleras o que la altura fuera mala para su salud, así que decidió talar varios árboles y picar piedra para crear algo "provisional" pero claro, siendo hijo de Vegetta eso incluía un proyecto nivel castillo de Disney.
Ahora solo faltaban unos detalles que pulir y esperaba tener el tiempo suficiente entre los cuidados que tenía con Roier. Lamentablemente el castaño tenía días sintiéndose bastante mal y aunque les aseguraban que era normal por el cambio hormonal y el como su cuerpo buscaba adaptarse a tener un bebé, él seguía dudando de ello, incluso quería pensar que al ser primerizos todo se ponía más complicado.
Rubius estaba comiendo su segundo pedazo de pastel mientras que Roier ya iba por el quinto y no se le veía intención de parar.
Claramente se justificaba con: debo comer por dos.
Olvidando que Rubén también tenía que hacerlo, pero no era tan goloso.
Spreen dudaba de si era momento de hablar sobre su hermano, estaban pasándola muy bien y no quería arruinarlo con un tema triste.
Una mano se colocó tras su espalda y solo bastó con mirar a su padre para armarse de valor.
- Ma. Necesito que me cuentes sobre...- las palabras se quedaron atoradas en su garganta, si para él era complicado tocar el tema, no quería imaginar como sería para su madre.- Necesito que me cuentes de mi hermano...
Rubius palideció sintiendo que por un segundo su corazón dejó de latir.
Volteo a ver a Vegetta totalmente dolido.
-¿Le contaste?
¡Dijimos que esperaríamos el momento indicado!
No es justo que hagas esto Samuel.
Apretó la mandíbula aguantando las ganas de llorar, estaba tocando una fibra muy sensible y se sentía traicionado al saber que su esposo decidió hablar de ello a sus espaldas.
- Spreen lo sabía desde hace mucho, chiqui. Incluso parece que viajó a ese tiempo con ayuda de Juan.- Vegetta quiso acercarse a él, darle algo de calma, teniendo primero un rechazo por parte del rubio pero al final termino cediendo y acurrucándose en sus brazos.
Sabía que no debía alterarse, había que cuidar más su salud por este embarazo ya que habían quedado ciertas secuelas que jamás quiso decir para no hacer sentir culpable de alguna forma a su hijo.
Creyó estar listo para esta conversación pero se había equivocado.
-¿ Desde ... ?- tragó saliva con dificultad.- ¿Desde cuando lo sabés?
Dolía, era como si cada palabra fuese una espina.
- La primera vez que mencionaste su nombre fue cuando tenía 5 años, estaba jugando dentro de la casa con una pelota aunque me dijiste que no lo hiciera.
Rompí un jarrón y...:
"¡Brayan, ten cuidado!
Te pudiste lastimar."
"Mami, ¿Quién es Brayan?"
"Yo... Quería decir Spreen."
- Después de eso estuviste dos días encerrado en tu habitación, pensé que estabas molesto conmigo hasta que pa me dijo que solo te sentías mal y me shevo a casa de Roier. Luego cuando tenía 13 y estuve espiando para saber que harían en mi cumpleaños, escuché como vos hablabas de que no sabías si era buena idea hacer algo. Que yo podría querer una fiesta al aire libre y si teníamos la mala suerte de encontrarnos con zombies. Hubo varias cosas que me hicieron sospechar y cuando no pude más, le pedí a Juan que me shevase a cierto universo para encontrar respuestas.
Dudo en seguir hablando.
Había notado el temblor en las manos de Rubén, parecía que intentaba evitar un ataque de ansiedad.
- Podés dejar esto para después, no es necesario hablarlo ahora, puedo esperar...
Calló al ver el rostro de su madre, algunas lágrimas caían por sus mejillas y en sus ojos podía notarse un dolor que por mucho tiempo se mantuvo oculto.
- Nosotros tuvimos a Brayan en un momento muy complicado, pero aún así intentamos darle lo mejor.
Ni siquiera estábamos juntos, no teníamos una relación definida porque yo era un bobo que parecía temerle al compromiso. Gracioso, ¿No?
No querer una relación pero si tener un hijo.- solto una risa sin ganas.- Aprendimos mucho, nos volvimos unidos.
Tuvimos aventuras, ojalá hubieran sido más pero el destino nos tenía otros planes.
Tomo una pausa queriendo deshacerse del nudo que quería formarse en su garganta.
-Es extraño saber que no fuimos los unicos en ser padres pero si el que nadie más lo recuerde. Al preguntarle a los chicos no saben de lo que hablamos, parece que lo olvidaron y aunque de cierta forma entendemos que al estar en otra dimensión a veces las memorias se ven afectadas, ¿Por qué nosotros aún las mantenemos?
Llegué a pensar que era un especie de karma por mis malas acciones, tener el recuerdo de mi hijo y como murió.
Saber que no pude hacer nada para evitarlo.
No podía controlar ya sus emociones, las había dejado fluir como el agua en el río y ahora tenía que continuar.
Debía terminar está historia para no repetir lo que estuvo a poco de hacer con Spreen.
Y como si esto fuera obra de los Dioses, podía jurar que por un segundo vio como uno de los ojos de Spreen había cambiado de color.
-
Brayan...
El que no conoce la historia está condenado a repetirla.
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