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O9

En esa fría mañana de domingo, el refugio se había llenado de personas para honrar la memoria de Dojo a pesar de la nieve y la ventisca: desde los colaboradores actuales, que eran alrededor de veinte, pasando por los de antes e incluso algunos de los mayores donadores, las puertas estaban abiertas para todos aquellos que quisieran presentar sus respetos al perrito anciano. En la recepción habían colocado una foto muy bonita de Dojo rodeada de flores blancas, donde Taehyung se encontraba cuando Jungkook llegó. No era todavía el mediodía, cuando el menor apenas había salido de su turno en la cafetería, incluso traía puesta la camisa del uniforme, prueba de que había salido y se había dirigido al refugio a toda prisa. Ni bien Taehyung lo vio, una bonita sensación cálida se propagó por todo su cuerpo causándole un cosquilleo, como una oleada nueva de cariño por aquel chico que se había quedado a su lado hasta el último momento la otra noche cuando él más lo necesitaba y que ahora llegaba tan rápido como le era posible para acompañarlo. A pesar de todavía estar triste, no pudo evitar sonreír.

—Kookie —soltó, luchando con las ganas de abrazarlo y apretarle las mejillas.

—Esa es una foto muy bonita —dijo el menor, señalando el cuadro frente a ellos—. Y las flores también. Lirios y azucenas...

—¿Sabes de flores, Jungkookie? —cuestionó él, recordando brevemente el dibujo que el chico le había regalado por su cumpleaños, que tenía flores también.

—Mi mamá trabajaba en una florería, a veces la ayudaba con los arreglos —respondió Jungkook, asintiendo con la cabeza—. Aunque entonces era muy pequeño, todavía recuerdo todo lo que ella me explicaba.

—¿Qué significan estas flores?

—Las flores que se usan en los funerales suelen significar más o menos lo mismo, admiración o cariño por la persona, algunas despedida, otras respeto... —comenzó a explicar Jungkook con simpleza—. Las azucenas y los lirios de color blanco, como estas, forman un lilium, que significa inocencia y pureza del alma.

—Eso es muy bonito —murmuró Taehyung, sonriendo con nostalgia al observar la foto de Dojo.

—Dojo era un alma pura definitivamente —dijo el castaño, posando una mano en su hombro y dando un suave apretón. Taehyung volvió a mirarlo para dedicarle una sonrisa dulce, que el menor imitó—. ¿Cómo te sientes hoy, Tae?

—Mejor. Más tranquilo, al menos.

—Me alegra oír eso.

Jungkook le dedicó una sonrisa fugaz luego de aquellas palabras, tras las cuales soltó su hombro después de dar una palmadita torpe e incómoda pero con muy buenas intenciones, Taehyung no tenía duda de ello.

Dado que Jungkook ya había llegado, Taehyung ya estaba listo para empezar de verdad. Por supuesto que no lo admitiría en voz alta para no avergonzarse a sí mismo, pero le había pedido específicamente a más de uno de sus compañeros que no empezaran con sus discursos ni nada similar, no porque "no estuviera listo", como había argumentado, sino porque no lo estaría nunca sin Jungkook a su lado. La noche del viernes se había sentido tan contenido y a salvo al saber que Jungkook estaba ahí, que tenía la impresión de que, siempre y cuando el castaño estuviese con él, nunca más se sentiría desprotegido. Siendo así, Seojoon llamó la atención de todos los presentes y dio inicio a la ceremonia.

Fue algo sencillo y breve pero muy conmovedor. Algunos de los colaboradores compartieron anécdotas sobre los casi cinco años que Dojo había pasado en el refugio, siendo el inquilino más longevo que habían tenido desde sus inicios seis años atrás. Pronto las historias lograron levantar el ánimo de todos, porque si bien estaban tristes por tener que decir adiós, también estaban tranquilos sabiendo que Dojo había sido muy feliz y amado. Taehyung fue el último en hablar, empezó por contar con nostalgia sobre la noche en la que había encontrado a Dojo: era su primer año viviendo en Seúl, encontró al animal lastimado deambulando por la estación de tren en un día lluvioso y no dudó en hacer todo lo posible por salvarlo. Como había dicho más de una vez, aunque nunca con tanto sentimiento como en ese momento, fue gracias a Dojo que encontró el refugio y se unió al equipo, por lo que consideraba aquel encuentro obra del destino. No pudo evitar derramar unas cuantas lágrimas mientras hablaba, pero se aseguró de hacerle saber a todos que Dojo había partido con calma porque él y Jungkook habían estado junto a él hasta el último segundo.

Una vez que la pequeña reunión terminó y la gente empezó a irse, pronto fueron quedando solos los colaboradores y algunos pocos amigos cercanos. A medida que se iba vaciando el edificio, luego de ir despidiendo y agradeciendo a todos los que asistieron, Taehyung se permitió un momento a solas en la habitación donde había ocurrido, respirando profundamente para no dejarse ganar por aquellas lágrimas tan insistentes, que parecían dispuestas a salir aunque él sentía que ya se había secado de tanto llorar todo el fin de semana. Así, con un nudo en la garganta y los ojos húmedos, lo encontró Jungkook unos minutos más tarde.

—Aquí estás —pronunció el menor con dulzura, cerrando la puerta detrás de sí—. ¿Te encuentras bien?

—Sí, solamente quería un minuto a solas.

—Oh, ¿quieres que te deje solo?

—No, no, nada de eso —se oyó decir de inmediato, más desesperado de lo que le hubiera gustado—. No me molesta que estés aquí. Además, eres tan silencioso que es casi como si no estuvieras...

—Oye, estoy trabajando en eso todavía —se defendió Jungkook, ganándose una risita de su parte—. No puedes negar que he avanzado mucho.

—Ahora ya me puedes mirar a los ojos y hasta me abrazas sin sonrojarte, avanzaste muchísimo —se burló él, y se rió al ver el tono rosado en las mejillas ajenas—. Creo que hablé muy pronto.

—Eso fue un golpe bajo, Kim Taehyung.

—Lo siento, lo siento —dijo Taehyung, risueño, levantando las dos manos a modo de tregua.

Jungkook fingió estar ofendido por unos segundos más, pecando de adorable al sacarle la lengua, para luego dedicarle esa bonita sonrisa de conejo que a Taehyung cada día le gustaba un poquito más. Las ganas de llorar se habían esfumado por completo, como si nunca hubieran existido, reemplazadas por las de salir de allí cuanto antes para olvidarse de esa tristeza agobiante que lo había atormentado toda la semana. Esos últimos días habían sido verdaderamente terribles: no sólo por la enfermedad de Dojo, el deseo urgente de ayudarlo y la noción devastadora de que no podía hacerlo, sino también porque en ese afán desesperado por cuidar del animal no había tenido tiempo para ver a Jungkook ni a ninguno de sus otros amigos. Se había sentido muy solo, aunque ahora que estaba con Jungkook recordaba que no lo estaba.

—Cuando algún animal de aquí se enferma, es adoptado o fallece, no puedo evitar acordarme de mis mascotas de la infancia o los animales de la granja de mi abuela —le confesó al menor, sonriendo con nostalgia—. Y de mi Soonshim, que quedó en Daegu cuando me vine a vivir aquí y la extraño mucho.

—La que se parece a Dojo, ¿verdad?

—La misma, mítica y legendaria —bromeó él, sacándole una sonrisa burlona al menor—. ¿Qué hay de ti? ¿Dejaste alguna mascota en Busan?

—Algo así.

—¿Algo así? —repitió Taehyung, intrigado—. Kook, es sexy que seas misterioso y todo eso, pero cuando se trata de animalitos es aún más sexy si me lo cuentas.

—¿De qué rayos hablas ahora? —reclamó Jungkook, risueño, dándole un golpe suave—. No soy misterioso, ni sexy ni nada de lo que estás diciendo.

—Eso no lo decides tú, Jeon Jungkook... ¡pero suficiente, no cambies de tema! Cuéntame sobre esa mascota.

Taehyung vio duda en los grandes ojos de Jungkook, que no parecía seguro de querer hablar del asunto. Claro que él mejor que nadie entendía de qué podía tratarse eso. Si acaso hablar de ese tema le traía recuerdos demasiado dolorosos a Jungkook, Taehyung jamás volvería a mencionarlo, más que familiarizado con la pena que se sentía en el pecho al tener que renunciar a una mascota. Pero para su sorpresa, justo cuando estaba armándose la mil y una teorías sobre alguna posible mascota perdida trágicamente que le habría dejado un dolor incurable para siempre en el corazón al castaño y de la que nunca oiría nada por puro respeto hacia su persona, Jungkook empezó a hablar.

—Se llamaba Gureum... bueno, se llama, hasta donde sé sigue vivo, pero no lo veo desde que vine a Seúl a los 17 —contaba Jungkook, melancólico—. No pude traerlo, no tuve oportunidad.

—¿Era tuyo o era de la familia? —preguntó Taehyung, midiendo con cuidado sus palabras, como cada vez que Jungkook le abría una parte de su corazón.

—Mío, yo lo encontré.

—¿Lo encontraste...?

—Oh, olvidé mencionar que era rescatado.

—Rescatado. Tenías un perrito rescatado, ok —balbuceó Taehyung, conmovido, tratando de asimilar la información nueva. Su corazón dolía un poco.

—Sí, lo encontré tirado cerca de un basurero cuando era muy cachorro y me lo quedé —aclaró Jungkook, para luego soltar un bufido—. Ni siquiera lo querían en mi casa, yo era el único que realmente se ocupaba de él. Le daban de comer cuando no estaba, pero no jugaban con él ni nada de eso, ¿entiendes?

—Eso es terrible, pobre Gureumie —simpatizó él, contagiándose de la frustración ajena—. ¿Por qué no te dejaron traerlo contigo?

—En realidad no es que no me hayan dejado traerlo... las cosas no terminaron muy bien en mi casa, digamos que yo ya no era bienvenido, y no tuve tiempo de sacar a Gureum —explicó el menor, y se notaba que le pesaba lo que decía—. Pensé muchas veces en ir a buscarlo, pero no me animaba a volver a mi casa, luego se complicaron las cosas con mi hermano y... y...

Taehyung aguardó, dándole la oportunidad al castaño de pensar lo que iba a decir o si acaso quería decirlo, aunque rápidamente comprendió que Jungkook estaba cerrándose de nuevo, como hacía cada vez que sentía que había hablado de más. Se había terminado el momento de confesiones, tal parecía. Como siempre que eso pasaba, Taehyung no lo presionó. Incluso se alegró un poco porque se notaba que Jungkook cada vez confiaba más en él, cada vez le dejaba conocer un poco más de su historia, lo cual era bueno. Aprovechando el silencio súbito para procesar todo lo que Jungkook acababa de contarle, pronto su mente empezó a andar a toda velocidad, como si los engranajes hubieran comenzado a trabajar de repente.

—Dime, Jungkookie, ¿tienes planes ahora? —preguntó entonces, armando todo un esquema en su cabeza.

—Me pedí el día en la tienda —explicó el menor luego de negar con la cabeza, evidentemente agradecido por el cambio de tema—. Pensé que tal vez necesitarías algo de compañía... no quería que te quedes solo hoy. Claro que si tú ya tenías planes con Jimin-ssi o con alguno de tus amig-

—No tenía planes con nadie —dijo Taehyung, interrumpiéndolo y sintiendo cómo su corazón se ensanchaba para tratar de contener todo el cariño que le tenía al contrario en ese instante.

—Entonces soy todo tuyo por el resto del día —concluyó Jungkook, sonriendo.

Por primera vez en ese mes y medio que llevaba de conocer a Jungkook, quien perdió el habla, junto con la capacidad de funcionar como un ser humano normal, fue Taehyung. Normalmente le devolvería la sonrisa sin dudarlo, pero en ese momento, luego de oír aquellas palabras tan lindas que había dicho Jungkook con esa sonrisa tan encantadora que tenía, Taehyung estaba bastante seguro de que algo acababa de anidar en su estómago y daba volteretas, causando estragos; la conmoción le llegaba directamente al pecho, donde su corazón había comenzado a latir acelerado. ¿Serían esas las famosas mariposas? ¿Se sentían acaso las mariposas como el comienzo de un ataque al corazón, o Taehyung estaba a punto de sufrir de un infarto?

—Ahora tú te sonrojaste —dijo Jungkook con tono burlón, sonriendo tan grande que sus ojos desaparecieron tras dos lunas menguantes y su nariz se arrugó de una forma muy simpática—. ¿Estamos a mano, entonces?

—Estamos a mano —balbuceó Taehyung, todavía pasmado por esa sensación tan bonita pero aterradora.

—Entonces... ¿qué querías hacer?

¡Cierto, Taehyung había empezado a elaborar toda una estrategia en su mente tan sólo unos segundos atrás! Su tonto corazón latiendo de forma errática lo había distraído de lo que era importante, idear un plan maestro para ayudar a Jungkook. Se reprendió mentalmente por flaquear así, pero no tardó mucho en recuperarse y volver a la carga, atando los cabos sueltos de la descabellada idea que acababa de ocurrírsele. Jeon Jungkook no acababa de sacrificar su fin de semana entero por Taehyung para no recibir nada a cambio, no podía permitirlo.

—Tengo algo para proponerte, Jeon Jungkook —dijo entonces, sonriendo travieso—. Pero necesito que mantengas la mente muy abierta.

—¿Qué estás tramando? —preguntó Jungkook, abriendo mucho los ojos ante sus palabras crípticas—. ¿Debería asustarme?

—Depende. ¿Qué tan dispuesto estás a hacer algo ilegal?

—¡¿Ilegal?!

—Mente abierta, cariño, mente abierta.

—¿De verdad estás pensando en cometer un crimen, Taehyung?

—Por una buena causa, sí.

Para evitarle más sufrimiento al pobre Jungkook, que lo miraba como si acabara de decirle que tenía intenciones de asesinar a alguien y pedirle ayuda para deshacerse del cuerpo, le explicó al fin lo que pretendía hacer. Por un momento, Taehyung temió haberse pasado de la raya al punto de ofender a Jungkook, por la expresión indescifrable que había puesto éste, pero conforme los segundos pasaban, más y más entusiasmado se iba mostrando el menor con la idea. Fue tanto el entusiasmo de los dos, que además se contagiaban entre ellos, que en menos de una hora ya tenían todo hipotéticamente solucionado. Hipotéticamente, porque todavía faltaba una parte indispensable por resolver.

—Vamos a necesitar ayuda, hyung —observó Jungkook—. Y transporte... la casa queda lejos de la estación de tren.

—Tienes razón, no podemos hacerlo solos —concordó él, asintiendo con la cabeza para luego sonreír—. Pero no te preocupes, conozco a la persona perfecta.

✿✿✿

—¿Que quieren hacer qué? —preguntó Kim Seokjin unos momentos más tarde, luego de que llamaran a su puerta y le contaran el plan.

La imagen era bastante ridícula: Kim Seokjin estaba en pijama, parado en el marco de la puerta de brazos cruzados, viéndolos con una expresión que Jungkook nada más podía catalogar como la forma en la que Yugyeom lo veía con dagas en los ojos cada vez que decía que extrañaba ir a clases. Si se permitía ser honesto, de todas formas, ahora que había escuchado el plan fuera del refugio, varios minutos más tarde y con una tercera persona menos involucrada en la causa que ellos dos, comenzaba a sentir la misma incertidumbre. Estando a solas con Taehyung, todavía metido en el momento, le había parecido una idea brillante, pero ahora... bueno, era bastante estúpido todo.

Entendía a la perfección la reacción de Seokjin.

—Ir a Busan a buscar a Gureum, hyung —se limitó a decir Taehyung, impasible.

—Rescatarlo de mi familia que no lo cuida y traerlo conmigo —agregó él, ya no tan convencido pero decidido a seguir hasta las últimas consecuencias.

—Se dan cuenta de que podrían denunciarnos por eso, ¿verdad? —cuestionó Seokjin luego de un silencio demasiado largo, mirándolos como si les hubiera salido un cuerno en la cabeza—. Entrar a una casa ajena y robar una mascota es un tanto... ilegal. Lo saben, ¿verdad?

—Claro que sí, ¿acaso crees que somos tontos? —reclamó Taehyung.

—Bueno, acabas de pedirme que te lleve a Busan para distraer a alguien en la puerta de su casa mientras Jungkook entra por el patio trasero para robar a un perro que solía ser suyo hace tres años, Taehyungie —dijo Seokjin, enumerando las acciones con los dedos, y luego sonrió con dulzura fingida—. Así que si, creo que son  tontos. Y que están locos. Es una idea terrible.

—¿Nos ayudarás, entonces?

—Me encantaría, sí. ¿Nos vamos ahora?

Jungkook sonrió, aliviado. Aunque Taehyung le había asegurado que Seokjin nunca diría que no a una aventura tan caótica como la que acababan de proponerle, él había tenido sus dudas, quizá porque la parte racional de su cabeza le indicaba que lo que querían hacer era una locura. "Jin hyung está más loco que nosotros dos juntos", le susurró el pelinegro mientras esperaban que el mayor de los tres se cambiara de ropa, y Jungkook no tuvo más opción que creerle. Tras repasar el plan una vez más antes de salir, Seokjin resolvió problemas que Taehyung y Jungkook ni siquiera habían notado y al cabo de unos pocos minutos ya se encontraban los tres en el auto, rumbo a Busan.

—Vamos a llegar como a las cinco, así que tenemos cuatro horas para repasar la estupidez que quieras decirle a esa gente para distraerlos, Taehyungie —anunció Seokjin, mirándolos desde el espejo retrovisor—. Lo de pedir firmas para el proyecto de Namjoon es buena idea, pero puede que no nos dé mucho tiempo.

—Van a cerrarte la puerta en la cara —advirtió Jungkook, poco convencido—. Si no cuidan a Gureumie, ¿crees que van a querer ayudar a las marsopas?

—Buen punto.

—También deberíamos elegir un punto para recogerte después, Jungkook —agregó Seokjin con tono monótono—. Y buscar la forma de mantenernos comunicados todo el tiempo, por las dudas.

—¿Por qué me da la impresión de que ya hiciste algo así antes?

—Porque ya hice algo así antes, por supuesto —presumió Seokjin, risueño—. No es mi primera vez robando una mascota descuidada, Jeon Jungkook.

—Por algo te dije que Jin hyung era la persona perfecta para nuestro plan, Kookie —agregó Taehyung, risueño—. Ahora necesito que me digas cualquier cosa que pueda servirme para distraer a tu familia... cuanto más, mejor.

—Déjame pensar...

—Tienes cuatro horas, piensa tranquilo —bromeó Seokjin.

Aunque le costó un poco, Jungkook se las arregló para dedicarles una sonrisa leve a Taehyung y Seokjin antes de sumergirse en los recovecos de su mente, desconectándose de la conversación entre sus acompañantes. ¿Cómo podía empezar a describir a su familia sin espantar a Taehyung irremediablemente y para siempre? Sonaba como una tarea difícil, imposible. O quizá no tanto. Tal vez lo que le impedía pensar con claridad eran su resentimiento por cómo habían terminado las cosas, su rechazo a volver a ese lugar en el que no quería estar nunca más, la vergüenza que le causaba contarle esa parte de su vida a Taehyung... y sobretodo, el miedo que le causaba la posibilidad de perder a Taehyung, de verlo alejarse. Tanto había temido al notar que empezaba a encariñarse con Kim Taehyung, ahora sentía que moriría de pena si llegaba a perderlo.

Pero con Taehyung las cosas eran distintas: Jungkook sabía que Taehyung no se iría de su lado tan fácilmente, ya no tenía miedo de eso. Entonces, ¿qué tenía que perder...?

—Mi papá es un idiota pretencioso con aires de grandeza —empezó a decir, cortando a Taehyung en medio de un monólogo ensayado para presentarse ante su familia—. ¿Conoces a esa clase de persona que quiere verse mejor que los demás? Va a escuchar si le ofreces algo que pueda servir para alimentar su ego.

—Oh. De acuerdo.

—Mi madrastra tiene la cabeza llena de aire —prosiguió Jungkook, tratando de no acobardarse ante la mirada de sorpresa de Taehyung—. Es muy superficial, está siempre pendiente del qué dirán. Vive por lo que dicen los vecinos, tiene que causar una buena impresión.

—Linda pareja —ironizó Seokjin.

—Hecha en el cielo, sí —dijo Jungkook, imitando el tono sarcástico del mayor—. Después está Minji...

—¿Quién es Minji? —preguntó Taehyung, usando ese tono de voz suave tan específico que usaba cada vez que Jungkook le contaba algo personal y parecía tener miedo de hablar—. ¿Tienes más hermanos además de Junghoon hyung, Kookie?

—Dos hermanastros, Minsoo y Minji —suspiró Jungkook, sonriendo con sorna ante la idea de ser considerado el hermano de Minsoo. Su madrastra moriría antes de permitir tal cosa—. Minji no es un problema, con ella me llevaba bien en realidad. Pero Minsoo... al hijo perfecto no le haría mucha gracia oírte decir que soy su hermano.

Taehyung nada más asintió con la cabeza sin decir nada, algo bastante inusual en él. Dada la falta de respuesta de parte del mayor, Jungkook temió que todos esos escenarios en los que lo perdía para siempre se hacían realidad; tal vez Taehyung había atado cabos sueltos y se había hecho una idea de lo que podría haber pasado entre él y su familia y había decidido que no quería saber nada con una persona a quien ni siquiera su propia familia lo quería, porque solamente alguien detestable podría estar en una situación así. Una gota de sudor frío recorrió toda su espalda, además no podía dejar de sacudir la pierna, algo que hacía cuando se ponía muy nervioso. Sin embargo, antes de que le fallara la fuerza y se desvaneciera ahí mismo, Taehyung colocó una mano en su pierna y buscó su mirada, dedicándole una sonrisa de esas que lograrían calmar hasta un huracán.

—Creo que ya sé cómo distraerlos —le dijo el chico, presionando su pierna con suavidad—. ¿Qué edad tiene Minsoo?

—Dieciocho.

—Fantástico.

—¿Qué tienes en mente?

—Sorpresa. Oh, y... ¿Kook? —agregó Taehyung en voz tan bajita que Jungkook apenas lo había oído, pero asintió para invitarlo a hablar de nuevo—. Ese mocoso malcriado tendría suerte de tener un hermano como tú.

El resto del viaje pasó más o menos rápido. Tal vez notando la tensión de Jungkook o tal vez simplemente porque se había aburrido de hacer planes, Seokjin ordenó dejar de pensar en el asunto por un rato y puso música, según él "para despejar la mente". Luego empezó a cantar, fuerte. Taehyung, que no había quitado la mano de su muslo y parecía estar gravitando cada vez más cerca de él, pronto se unió al concierto. Para cuando el pelinegro estaba casi recostado sobre Jungkook sus miradas se cruzaron, ahí fue cuando Taehyung le dedicó una sonrisa con la que lo invitaba a unirse también, y Jungkook no pudo negarse. Hasta entrar a Busan fueron los tres cantando casi a los gritos, riéndose más de lo que cantaban.

Aunque en las tres horas que pasaron de karaoke Jungkook había logrado relajarse y olvidarse por un rato de lo que estaban a punto de hacer, apenas entraron a su distrito, Buk-gu, volvió a la realidad. Una vez que estuvieron en Mandeok-dong, el barrio donde estaba su antigua casa, Jungkook le fue indicando el camino a Seokjin, que detuvo el auto a dos calles, por si acaso. Antes de bajarse repasaron el plan una vez más: Taehyung llamaría a la puerta y distraería a todos para que Jungkook entrase por una ventana y buscara a Gureum, Seokjin mientras tanto esperaría en el auto en una llamada silenciada con Jungkook en caso de que debieran escapar rápido. Taehyung y Jungkook se encontrarían en la esquina para volver juntos al auto, y así, regresarían a Seúl con Gureum.

—Esto es tan ilegal —dijo el mayor de los tres, estremeciéndose—. Me encanta.

—Lo sé, ¿no es divertido? —coincidió Taehyung.

—Hablen por ustedes —susurró Jungkook para sí mismo, aterrado, sin compartir el entusiasmo de los otros dos.

—Muy bien, ya es hora —concluyó Seokjin, dando un aplauso repentino—. ¿Están listos?

—¡Sí!

—No...

—Ese es el espíritu. ¡Buena suerte!

Sin esperar más, Jungkook y Taehyung bajaron del auto y caminaron juntos hasta la esquina de la casa, donde se separarían. Era extraño volver a estar en el vecindario porque, aunque nada había cambiado, para Jungkook nada era igual. Él había cambiado demasiado en esos años. Iba tan pensativo que no dijo palabra alguna, sino que caminaron esos metros en silencio, aunque Taehyung iba murmurando lo que Jungkook sospechaba era su discurso y no dejó de balbucear hasta que Jungkook no colocó una mano en su pecho para detenerlo una vez que llegaron. Al ver su antigua casa, su corazón se detuvo por un momento, para luego volver a latir el triple de rápido.

—Es allá, donde está el auto negro —indicó, señalando el lugar.

—¿Estás muy nervioso? —preguntó Taehyung al notar su respiración irregular—. Podemos cancelar todo y volver a casa si no quieres hacer esto. Te prometo que no me voy a enojar, Jin hyung tampoco.

—No los haré viajar ocho horas en vano, hyung —se apresuró a decir él, frunciendo el ceño—. Además, lo hago por Gureumie.

—Tienes razón, es por Gureumie —aceptó el mayor, entonces tomó la mano de Jungkook entre las dos suyas—. Pero incluso si no lo llevamos a Seúl, no fue en vano. No para mí, al menos.

—¿A qué te refieres?

—No quiero sonar egoísta, pero hoy aprendí muchas cosas sobre ti, Jeon Jungkook. Me hablaste sobre Gureum, sobre tu familia... se nota que estás empezando a confiar más en mí y eso me hace muy feliz.

—Por supuesto que confío en ti, Taehyung —dijo Jungkook, sorprendiéndose a sí mismo por la convicción en sus palabras. No mentía—. Confío tanto en ti que vine hasta Busan para robarme a mi perro, si eso no es confianza...

—Tal vez sólo te estoy contagiando mi locura.

—También puede que sea eso.

Los dos se rieron por el comentario, logrando que los nervios y la tensión se disipasen un poco. Taehyung todavía no había soltado su mano, pero a Jungkook no le molestaba la sensación, sino todo lo contrario: le daba confianza, al punto de sentirse capaz de rescatar a Gureum y de cualquier cosa. Se permitió un instante para concentrarse nada más en la suavidad de las manos de Taehyung, la sonrisa cuadrada, el lunar en la nariz, las pestañas largas, su mirada amorosa... en todo lo que representaba Kim Taehyung, el chico que le había salvado la vida aquella noche en el callejón y que le había devuelto la confianza que había perdido. Jungkook nunca antes se había sentido tan seguro, tan a salvo.

—¿Crees que lo lograremos, hyung? —susurró.

—Mi instinto nunca ha fallado hasta ahora —respondió Taehyung con simpleza, totalmente convencido—. ¿Tú crees que podemos hacerlo, Jungkook?

—Sí, creo que sí.

—Hagámoslo, entonces.

La idea de Jungkook era ya separarse y empezar a caminar para rodear la manzana, tal como habían pactado, pero un muy espontáneo Taehyung se lo impidió al llevar las manos a sus mejillas para acunarle el rostro, luego empezó a acercarse a él. Jungkook nada más esperó, mirándolo sorprendido y expectante cuando Taehyung juntó sus frentes al punto de hacer que sus narices se rozaran. Rápidamente, Jungkook cayó hipnotizado ante aquellos ojos negros de mirada intensa que se habían fijado en los suyos. Si le preguntaban cuál era su nombre en ese momento exacto, no sabría qué responder.

—Ten mucho cuidado, ¿de acuerdo? —ordenó Taehyung entonces, el aliento cálido chocando contra el rostro de Jungkook—. Si necesitas ayuda no dudes en decirle a Seokjin, él sabrá qué hacer.

Jungkook alcanzó a asentir con la cabeza, aunque no estaba seguro de qué acababa de decirle Taehyung. Y así, tan rápido como se había acercado, sin darle siquiera tiempo a procesar lo que acababa de decir, el mayor lo había soltado y había empezado a caminar hasta la casa, dejando a un muy confundido Jungkook atrás. Un bocinazo lejano lo hizo reaccionar, probablemente cortesía de Seokjin al verlo parado como un idiota, a punto de arruinar la misión por completo. Tras golpearse el rostro y sacudir un poco la cabeza regresó en sí, viendo que Taehyung ya casi estaba en la puerta, entonces empezó a correr. Con una agilidad que su cuerpo parecía no haber olvidado, trepó por el muro que solía servirle cuando era más joven, tanto para escaparse como para volver a entrar sin ser visto, y en un parpadeo estuvo parado frente a su viejo patio trasero.

De ser otras las circunstancias, tal vez se habría parado a observar, recordar los viejos tiempos... pero no lo hizo, no tenía tiempo ni deseos de hacerlo. Repitiendo movimientos del pasado, se subió a la vieja parrilla (que habían reparado en ese tiempo) y de un salto quedó colgado del marco de la ventana que daba a su antigua habitación. Antes de abrirla y entrar asomó nada más la cabeza para mirar hacia adentro, asegurarse de que no hubiera nadie en el cuarto, con la esperanza de que Taehyung hubiera logrado retener a todos en la entrada principal. En efecto, la habitación estaba vacía y la ventana destrabada, para su suerte. Con algo de trabajo la abrió de par en par y en poco tiempo ya estaba adentro.

La habitación estaba irreconocible, para nada como la recordaba. La cama litera había sido reemplazada por una sola cama enorme que tenía, como no, sábanas y almohadones con el nombre de Minsoo bordado, no quedaba ninguno de sus muebles y las paredes que había llenado de dibujos en cada rincón habían sido sepultadas bajo pintura azul. Aunque no le sorprendía, mentiría si dijera que no le dolió un poco ver cómo habían borrado su rastro por completo, pero tuvo que ignorar aquella sensación. Decidido, caminó hasta la puerta y la abrió un poco para ver si en el pasillo había alguien antes de salir, le llegaron las voces ahogadas de Taehyung y su madrastra de la entrada y supo que el pelinegro estaba llevando con éxito su parte del plan.

Siendo lo más cauteloso posible, salió de la habitación, dejando la puerta abierta para volver a salir por ahí. Se atrevió a acercarse a la escalera con la intención de ver quién más estaba en la puerta, pero antes de que llegara a asomarse, unos arañazos en una de las puertas lo dejaron congelado en su lugar. A los arañazos, cada vez más insistentes, se sumó un lloriqueo lleno de ansiedad y por último el clic de la puerta abriéndose.

—¿Qué bicho te picó ahora, Gureum? —pronunció una voz femenina acercándose, justo cuando Gureum corrió ladrando hacia Jungkook—. ¿Por qué te pusiste así de repent-

Minji se interrumpió a sí misma con un grito ni bien notó la presencia extraña frente a ella, ante lo cual Jungkook reaccionó rápidamente, tapándole la boca. Gureum, mientras tanto, había dejado de ladrar pero gruñía con desesperación, golpeándole la pierna a Jungkook con las dos patitas delanteras.

—¿Minji? —preguntó su madrastra desde la puerta—. ¿Qué pasa?

—Por favor, no digas nada —rogó en susurros, mirando suplicante a la chica—. Por favor.

—¡Nada, mamá! —gritó Minji una vez que Jungkook la soltó, sosteniéndose el pecho todavía por el susto—. Gureum me asustó.

Recién entonces Jungkook pudo volver a respirar, aliviado. Apoyó la espalda contra la pared en lo que su corazón volvía a latir con normalidad, luego se agachó para abrazar a Gureum, que seguía llorando pero ahora le movía la cola y buscaba lamerle el rostro a toda costa. Minji se aclaró la garganta para llamar su atención nuevamente, con la emoción del reencuentro había olvidado dónde estaba y qué estaba haciendo por un momento, pero enseguida miró a su hermanastra por primera vez en tres años, notando lo mucho que había crecido. Si bien todavía tenía algunos rasgos infantiles, estaba mucho más alta y lucía mayor.

—Gracias, en serio —pronunció entonces él—. Me salvaste.

—¿Eres tú, de verdad? —preguntó Minji también en voz baja, mirándolo incrédula—. ¿Mi mamá no sabe...?

—Por supuesto que no, entré por la ventana de tu hermano.

—¿Qué haces aquí?

Jungkook dudó. Si bien solía tener una buena relación con Minji, habían pasado tres años de eso y estaba más que seguro de que su nombre era un tabú en la casa, no podía saber si la chica seguiría pensando bien de él o si lo odiaba por el paso del tiempo y la mala impresión que dejó en la familia al irse. Incluso si acababa de ayudarlo al no delatarlo con su madrastra, no sabía hasta qué punto podía confiar en ella, aunque tampoco creía que fuera conveniente ocultarle la verdad. Si la chica ya lo había descubierto en pleno rescate, ¿qué ganaba con mentirle?

—Vine a buscar a Gureum —confesó finalmente, levantándose con el perro en brazos—. Quiero llevármelo a Seúl.

Por un segundo que a Jungkook le pareció interminable, Minji nada más lo miró sin decir nada, como si estuviera decidiendo ella también si confiar en él o no. Jungkook apenas podía respirar, sabía que el tiempo se agotaba y que tenía que salir de ahí cuanto antes, pero se encontraba en clara desventaja ante su hermanastra, completamente a su merced y sin poder hacer nada al respecto más que esperar.

—Pensé que te tardarías menos en venir a buscarlo —dijo la niña después de una eternidad—. Lo estuve cuidando todo este tiempo, esperando a que vinieras.

—¿De verdad hiciste eso? —preguntó Jungkook, atónito y conmovido por igual, a lo que ella asintió—. ¿Por qué?

—Cuando tuve que dejarle mi gato a mi abuela para venir aquí, lloré por tres semanas enteras, ¿te acuerdas? —explicó Minji con total sencillez, como si su lógica fuera irrefutable—. Pero estaba tranquila porque ella lo cuidaba muy bien. Pensé que te gustaría saber que lo cuidé muy bien mientras esperábamos por ti.

—¿Y no vas a llorar ahora si me llevo a Gureum? —fue lo único que pudo decir él, demasiado sorprendido por todo lo que estaba sucediendo—. Prácticamente fue tuyo todo este tiempo.

—Sí, pero sería injusto si me lo quedo. Era tu perro, ¿o no? —respondió la chica, acercándose para acariciar a Gureum—. Además, nadie lo cuida cuando yo no estoy. Siempre que me voy me quedo preocupada pensando en él.

No era como si Jungkook supiera qué decir, pero antes de que pudiera pensar en algo, el crujido de la escalera los tomó a ambos por sorpresa. Los ojos pequeños de Minji se abrieron tanto como los de Jungkook, aunque reaccionó mucho más rápido que él, empujándolo hacia la habitación de Minsoo justo cuando la voz del chico, que venía quejándose de "ese lunático que no para de hablar", se escuchaba cada vez más cerca.

—Tienes menos de un minuto para irte por donde viniste, el estúpido de Minsoo no me hace caso y no puedo distraerlo por más de treinta segundos, ¿escuchaste?

Sin darle a Jungkook la oportunidad de responder, ni siquiera para darle las gracias, Minji salió de la habitación y la cerró con fuerza. Ni bien la voz de Minsoo retumbó en el pasillo, Jungkook no perdió el tiempo y se apresuró en salir, asegurando a Gureum dentro de su chaqueta. Sus manos seguían colgando del marco de la ventana cuando la puerta se abrió y se cerró con un portazo, Minsoo todavía quejándose, aunque ya no de Taehyung sino de Minji. Jungkook se soltó y aterrizó sobre la parrilla en el preciso instante en el que su hermanastro cerraba la ventana encima de su cabeza. No lo había atrapado por menos de un segundo.

Aunque lo peor ya había pasado, todavía no estaba fuera de peligro: le faltaba salir del patio trasero para estar completamente a salvo, y para eso tenía que treparse al muro otra vez, tarea un tanto difícil con un perro moviéndose inquieto entre su ropa. Lo mejor era hacerlo rápido y sin pensar demasiado, de modo que bajó de la parrilla y corrió hasta el muro, trepándose con la agilidad otorgada nada más por la desesperación que el temor a ser descubierto le causaba. Sin pararse a mirar hacia atrás, corrió todo el camino de regreso hacia la esquina, donde ya estaba esperándolo Taehyung. El rostro bonito del pelinegro se iluminó cuando lo vio.

—¡Estás aquí, menos mal! —exclamó el mayor, colocando las manos en su rostro con urgencia—. ¡Pensé que te habían atrapado! Me cerraron la puerta y Minsoo estaba subiendo la escalera...

—Estuviste perfecto, hyung —lo tranquilizó él, dejando salir un suspiro de alivio al comprender que lo habían logrado—. Además, recibí un poco de ayuda...

—Ya me contarás los detalles en el camino de regreso. Ahora necesito respirar un poco, casi morí de la angustia.

Jungkook sonrió, sabía muy bien a qué se refería Taehyung, pues él había sentido lo mismo. Todavía con las manos ajenas sujetándolo por las mejillas, esta vez él se acercó hasta juntar sus frentes, como lo había hecho Taehyung más temprano, y cerró los ojos para poder disfrutar de la paz y serenidad que le otorgaba el chico con su mera presencia. Se quedaron así, sus rostros pegados, sus narices rozándose y sus alientos chocando, y el corazón de Jungkook latía tan fuerte que le daba la impresión de tenerlo retumbando en su cabeza y no en su pecho. Sus sentidos se encontraban nublados por todas las sensaciones que tener a Kim Taehyung así de cerca le estaba causando: el perfume floral tan dulce y adictivo, el calor que emanaba su cuerpo tan cálido en medio de ese crudo invierno, la suavidad de las caricias que el mayor dejaba con los pulgares sobre sus mejillas, las cosquillas que le causaba sentir su aliento, el tímido roce de sus labios que estaban cada vez más cerca...

De repente, un ladrido los sorprendió. Un perro que pasaba con su dueño en la calle de enfrente había notado la presencia de Gureum y ambos animales habían empezado a ladrarse. Con la conmoción, ellos dos se separaron de golpe, pasando de estar a menos de un centímetro a más de un brazo de distancia, como si sus cuerpos fueran a quemarse en caso de estar más cerca a pesar de que un segundo atrás quemaban las ganas de pegarse hasta fusionarse. Taehyung se relamió los labios, causando con la acción que Jungkook, de por sí sonrojado, sintiera su rostro en llamas. ¿Qué había estado a punto de hacer? ¿De verdad casi había besado a Kim Taehyung?

—Deberíamos ir con Jin hyung —sugirió el chico con la voz ahogada, tratando de volver a la normalidad.

Incapaz de emitir sonido y mucho menos de decir algo coherente, Jungkook nada más asintió con la cabeza a modo de respuesta y empezó a caminar la calle que los separaba del auto, seguido por Taehyung. Ninguno de los dos habló, ni siquiera cuando entraron al auto y en un silencio sepulcral se pusieron los cinturones de seguridad ante las preguntas incesantes de Seokjin, que ignoraba el momento que acababan de compartir. Jungkook observó con admiración cómo Taehyung regresó a ser el mismo de siempre luego de tragar saliva, empezando a relatarle su parte de la aventura a Seokjin con lujo de detalles, para nada perturbado por lo que acababa de pasar. Él hizo un esfuerzo enorme por no buscar algún significado oculto en la facilidad con la que Taehyung parecía haber descartado el tema, lo último que necesitaba era pensar demasiado en el asunto hasta volverse loco.

Fue la emoción del momento, se dijo. Los dos estaban bajo mucho estrés y encontraron calma al comprobar que el otro estaba bien y que su descabellado plan había sido un éxito, eso era todo. No tenía que pensar nada extraño, ni temer que Taehyung lo odiara para siempre, tampoco creer que en realidad el chico había querido besarlo. Jungkook tampoco había tenido esa intención, nada más se había dejado llevar. Sí, eso había sido lo que había pasado. Una vez que llegó a esa conclusión respiró profundamente y suspiró, dejando ir todos los nervios y siendo, ahora sí, capaz de involucrarse en la conversación y contarles a Taehyung y Seokjin lo que le había pasado. Y el resto del viaje fue tranquilo, lo pasó recostado sobre su asiento, acariciando a Gureum y escuchando las voces de Taehyung y Seokjin hasta que se volvieron un murmullo inentendible, entonces se quedó dormido.

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