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Spreen's Tail

Ah, la suave luz del Sol del medio día, un día normal en aquel lindo y tranquilo pueblito, alejado de todo lo extremo que alguna vez vivieron. Era un lugar ideal para vivir.

Claro, que sería más tranquilo de no ser porque un oso estaba gritando a todo pulmón frente a su casa, mirando a dos humanos con déficit cerebral.

— ¡SON UNOS INÚTILES!—

El grito de Spreen se escuchó bastante fuerte y las dos personas frente a él lo escucharon fuerte y claro.

Spreen estaba enojado y era muy, muy notorio. El híbrido rara vez dejaba ver sus ojos porque siempre los ocultaba bajo sus gafas de Sol, pero estaba vez no las tenía y se veía en su mirada lo enojado que estaba. Eso asustaba bastante a Aldo y al Mariana.

— ¡Es que son pelotudos la re concha de la lora!—

¿Y a qué se debía ese enojo? Bueno, todo ese regaño se debía a un accidente, un accidente ocasionado por Aldo y el Mariana, quienes se ofrecieron en bajar a la mina y buscar materiales como carbón y hierro que estaba escaseando, cabe aclarar que ellos dos estuvieron jodiendo durante horas para convencer a Spreen, por fortuna, el argentino había accedido, incluso Spreen dijo que se podrían quedar con todo el diamante que encontrarán en la mina.

Pero ambos en un estúpido intento de querer internarse más, terminaron en una zona demasiado peligrosa con poco camino y una caída libre en la lava, queriendo huir, ambos perdieron sus mochilas de suplementos.

Dos mochilas llenas de provisiones y todo lo que habían recolectado, mochilas muy especiales en las que Roier había trabajado por meses, mochilas que Roier hizo con mucho empeño para que sus amigos y novio tuvieran mochilas lindas que usar cuando salieran de expedición, mochilas que Spreen apreciaba. Así que Spreen estaba molesto, no solo porque la minería resultó inútil, sino porque esos dos soretes habían destruido los regalos que Roier hizo.

Entenderán por qué Spreen actuaba como lo hacía, para él los regalos de Roier eran casi sagrados, los atesoraba y cuidaba como si de objetos únicos se tratarán.

— Ya, perdón wey— Habló el Mariana, en un intento de disminuir el enojo de Spreen.

— ¿¡Perdón!? ¿Vos me vas a pedir perdón por hacer esta enorme pelotudez? ¿¡Sos imbécil!?— El argentino gritó, queriendo ahorcar a los dos mexicanos, pero se contenía.

— ¿Entonces que vergas quieres que hagamos?— Aldo preguntó.

— ¡Cerra el orto!— Gritó el pelinegro nuevamente.

Aldo y Mariana se vieron el uno al otro, luego a Spreen, observando sus ojos violetas llenos de furia.

Sí, el silencio ahora mismo es una gran opción que tomar, al menos así fue para el más alto de los dos mexicanos regañados. Por otro lado, el más bajo de ambos, frunció el ceño.

Aldo, a diferencia de Mariana, era mucho más explosivo, eso había desembocado en discusiones entre Aldo y Spreen, ya que Aldo no dejaba cuando Spreen explotaba contra ellos, siempre respondía. Y está no sería la excepción.

— Ya cállate el hocico un rato, ¿No?— Dijo Aldo, Mariana lo vio con susto por lo que dijo, pero no pudo decir algo, ya que, Spreen, en respuesta a las palabras de Aldo, le tomó del cuello de la playera para acercarlo a su rostro.

— ¿Querés morir, hijo de puta?— Spreen dijo con un tono siniestro de voz, lo suficiente para que Aldo se asustara. Spreen estaba en modo asesino psicópata— Porque sos tremendo imbécil, pelotudo, hijo de las re mil...—

— A ver, a ver, ¿Qué chingados está pasando aquí?— Roier preguntó después de salir de la casita que los cuatro compartían, caminando hacia ellos tres.

Al oírlo acercarse, Spreen rápidamente soltó a Aldo, luego miró a Roier. Aldo y Mariana notaron que el gesto de Spreen cambió drásticamente, de uno completamente enojado con ojos sanguinarios buscando matar a un gesto suave, sonriente y ligeramente sonrojado.

Pero no duró mucho porque la molestia se hizo ver entre todo su modo pacífico.

— Los pelotuditos de tus amigos tiraron a la lava las mochilas que vos hiciste— El rizado mencionó. Aldo y Mariana se sintieron culpables— ¡Se extinguieron!

— Ay no, ¿En la lava?— Roier miró a sus dos mejores amigos, con una clara preocupación en la cara— ¿Pero ustedes están bien?—

— Nomás nos pegamos tantito— El Mariana respondió y Aldo asintió.

— Y pues el calor, nos sudó la cola machín— Aldo dijo.

— Bueno, entonces está bien— Roier sonrió como siempre lo hacía. Aliviado de que sus amigos no estuvieran heridos de gravedad— Todo bien, Spreen—

— ¿Qué?— Spreen preguntó, bastante sorprendido— Ro, vos vas a dejar que ese par de pelotudos salgan impunes por ser idiotas—

— Spreen, ellos pudieron lastimarse o peor, por fortuna solo perdieron lo material, cosas reemplazables— El castaño se cruzó de brazos— ¿Por qué debería enojarme por eso?—

— ¡Porque esos dos chupa pijas son unos inútiles, buenos para nada, hijos de puta!— El oso comentó con más enojo, haciendo que los tres amigos fruncieran el ceño.

— ¡Hey!— Los mexicanos se quejaron, pero Spreen no se calló.

— Ellos no valoran tu trabajo, Ro— Spreen le señaló con los dedos.

— Si lo hacemos, pendejo— Mariana habló.

— Calláte— Spreen le volteó a ver y deme acercó, levantando su dedo derecho de forma acusadora— Puto larguirucho sin forma, deficiente mental. Vos ni siquiera tenés los ojos derechos, no me sorprende que no te fijes por dónde vas, pedazo de imbécil, hijo de las re mil putas. Pelotudo chupa pijas—

Mariana retrocedió un poco, luciendo claramente herido por las palabras del híbrido. Pero eso también molesto a Roier, quien habló.

— Spreen, basta— Dijo el castaño, sin embargo fue ignorado.

— ¡Bajale de huevos, pendejo!— Aldo saltó a defender a su amigo, pero Spreen aún tenía más que decir.

— Y vos, enano sorete, cerra el orto— Siguió hablando, mirando esta vez a Aldo— Sos insoportable, un tarado total y no le caes bien a nadie, onda, entiende ya que no te soportamos. Dejáme decirte algo más, gil de mierda, citar memes y decir papu y mamu no es tener una personalidad, puto retrasado mental—

Aldo también tuvo un enorme bajón de ánimo por las palabras, retrocediendo junto a Mariana, Roier los vio y suspiró.

Bien, ya tuvo suficiente.

— ¡Spreen!— Roier gritó, queriendo detenerlo.

— ¡Cerra el orto, pelotudo!— Spreen gritó directo en la cara de Roier.

Aldo y el Mariana abrieron bastante los ojos, Spreen había gritado muy fuerte y feo a Roier, incluso Spreen había notado eso porque se encogió en su lugar un poco. Roier se veía completamente enojado, pero cerró sus ojos, respiró profundo y volvió a sonreír como siempre.

— Creo que los ánimos están muy alterados aquí— Roier asintió mientras juntaba sus manos y ladeaba su cabeza— Así que, Spreen es mejor que hablemos en privado para calmar las cosas un poco, ¿Sí, mi amor?

Spreen parpadeó un poco al verle, luego asintió en silencio, confundido por el cambio de humor tan drástico.

— Vamos— Roier le tomó el brazo a su novio para empezar a guiarlo a la casita, luego miró a sus dos amigos— Ustedes esperen aquí, no vamos a tardar, ¿Sí?—

Sin esperar respuesta, Roier siguió caminando, llevándose a Spreen rápidamente a la casa, una vez ahí, el mexicano cerró la puerta, con seguro.

— Tendrás que disculparte con ellos— Comentó Roier alejándose de la puerta.

— ¿Qué? ¿Y yo por qué? Ellos fueron los pelotudos que hicieron mierda tus mochilas— Spreen se quejó.

— En un accidente— Roier enfatizó— Y tú fuiste innecesariamente cruel y grosero con ellos, no tenías por qué decirles todo eso—

— Alguien debía poner en su lugar a esos dos giles— Spreen se cruzó de brazos— Vos podés ir y tratarlos como si nada, pero yo no, ellos tienen que saber...—

Roier suspiró, ignorando las palabras de su novio, prefería filtrar todos los insultos que él soltaba, ya era común, cuando Spreen explotaba en su enojo, Roier pretendía oírlo, sin embargo, se centraba en más cosas para ignorar todos los insultos.

En su monólogo para justificar sus palabras, Spreen le había dado la espalda a Roier y el castaño centro la atención en su cola, aquella pequeña y esponjosa cola de oso cubierta de cabello negro se movía furiosamente mientras el híbrido se quejaba de mil cosas a la vez.

Oh sí, ya tenía el plan listo.

El castaño se tronó los dedos y avanzó hasta Spreen, dispuesto a atacar.

— Y entonces vos actuás como si nada y...—

Roier había bajado su diestra y la llevó directamente hasta la cola de Spreen, presionándola suavemente, eso detuvo las quejas de Spreen, dejando en su lugar un gemido que salió de los labios del argentino.

— ¿Qué hacés, Roier?— Preguntó Spreen, con su voz frágil por el reciente acontecimiento y un leve sonrojo en sus mejillas.

— Haciendo que guardes silencio, mi amor— Roier sonrió inocentemente— Ahora, hablando en serio, necesito que vayas y te disculpes con Aldo y Mariana, dijiste cosas feas y debes pedir perdón—

— ¡No!— Spreen dijo y luego otro apretón en su cola lo hizo gemir nuevamente— ¡Roier!—

— No, no, no, déjame hablar, conchudo— El castaño habló, imitando su acento, lo cual siempre es molesto para Spreen, pero ahora no tenía ganas ni cerebro para discutir eso— Fuiste muy malo con ellos, los lastimaste y quiero que vayas a disculparte con ellos—

— No lo haré... Ah— Spreen volvió a gemir, quiso alejarse, pero Roier lo tenía agarrado por el rabo, así que otro gemido más salió de su boca— Soltame—

— No hasta que aceptes disculparte— Roier volvió a presionar, Spreen se tragó el gemido antes de inclinarse hacia delante, apoyándose en la puerta de entrada.

— Ro...— Spreen dijo en voz baja, pero entonces Roier empezó a masajear su cola, por lo que los gemidos eran más comunes.

La cola de Spreen era una zona prohibida para todos, menos para su novio, siendo justamente algo prohibido porque esa zona es en extremo sensible y le enviaba olas de calor y excitación por todo el cuerpo, las partes híbridas son sensibles, aunque los niveles de sensibilidad varían dependiendo de cada individuo. Era algo bueno en la intimidad, pero no siendo cuando es usado como método de extorsión para pedir disculpas. Eso ya es bajo.

— Solo debes ir y pedirles perdón— La voz extremadamente calmada de Roier solo hacía que Spreen se sintiera más excitado y tuviera una notable erección bajo los pantalones— ¿Lo harás?—

— Ellos tuvieron la culpaaa~ Volvió a gemir, rasguñando la puerta con sus largas uñas, dejando una clara marca en la madera. La suave mano de Roier se movía de una forma tan lenta que él apenas podía mantenerse de pie debido al como sus piernas le temblaban.

— Si lo haces, te lo voy a compensar muy bien—

Oh no...

Roier empezó a susurrar en sus orejas, no, si Roier también se metía con sus orejas no habría vuelta atrás, Spreen se dejaría caer en la lujuria, y lo último que él quería era que los imbéciles de Aldo y Mariana escucharán sus gemidos.

— Anda mi amor, discúlpate con ellos— Roier murmuró suavemente en su oreja, soplando un poco, haciendo que sus dos orejas felpudas temblaran— Y prometo que haré más cosas contigo—

Mierda... Mierda...

— Lo haré— Spreen finalmente cedió, abriendo sus manos— Me voy a disculpar—

— ¡Así se habla!— Roier habló, con mucho ánimo en su voz, se acercó rápidamente para besar la mejilla de Spreen.

Luego, Roier abrió la puerta y tomó a Spreen de los hombros, empezando a empujarlo fuera de casa.

— No, espera, Ro...— El azabache dijo, cubriéndose la entrepierna con las manos.

Roier le ignoró y siguió empujándolo por el exterior, Spreen tenía la cara roja por completo, con sudor en su frente y sus ojos lagrimeando. Sin contar cierto bulto en su entrepierna, pero al menos trataba de cubrirse.

— ¡Volvimos!— Roier habló, deteniéndose frente a Mariana y Aldo, quienes estaban charlando entre ellos— Spreen quiere decir algo, ¿No es así, osito?—

Los labios de Spreen temblaron ante eso, y tragó saliva, luego asintió lentamente.

— Perdón— Dijo en voz baja.

— Más alto que no te oyen— Dijo Roier.

— Perdón— Spreen casi grita— Perdón por... Por decirles toda esa banda de cosas crueles, solo estaba enojado porque... Porque perdieron algo que Roier les hizo—

— Ajá y...— Roier habló, bajando discretamente su diestra. Spreen sintió los dedos de su novio rozar su cola y se apuró a hablar.

— Y me alegra que estén bien— Spreen dijo— Mariana sos un gran amigo y Aldo, vos sos muy divertido—

— Ay, pues no hay pedo, Spreen— Mariana sonrió, satisfecho por las disculpas.

— Nomás si te enojas otra vez, no nos digas tanta mamada porque nos achicopalamos— Aldo comentó, sonriente.

"Pero si los tres son iguales." Pensó Spreen.

— Bien, todos felices— Roier habló, llamando la atención de los tres— Ahora, Aldo, Mariana, weyes. Puedo hacerles otras mochilas, pero ocupo materiales y esos me los dio Pol, así que les pido que vayan con él de una vez para tener las mochilas pronto—

— ¿Hasta su casa?— Preguntó Aldo, con fastidio— Vive re lejos. Vamos a terminar llegando de noche allá y ya está bien feo todo a esas horas—

Mariana estaba por darle la razón a Aldo, pero algo en su cerebro hizo clic, al mismo tiempo que abría bastante los ojos, hizo un leve contacto visual con Roier, quien sonrió y después miró el rostro rojo tomate de Spreen. Captó todo.

— Ya entendí— Mariana asintió, luego vio al más bajo— Ya vámonos Aldo, entre más rápido mejor, además podemos pasar con Quackity de camino y le taloneamos un rato para conseguir comida, órale— Aldo se quejó, pero accedió y empezó a caminar junto al más alto.

Pronto, la pareja quedó sola en el exterior de la casa, el híbrido del lado suspiró al verse sin estar acompañado de alguien.

Spreen se sintió derrotado por las artimañas y las sucias, pero sensuales, manos de su novio. Se dejó caer en su propia excitación y eso no fue justo

— Me re cago en todo...— Susurró, cerrando sus puños.

— ¡Spreen!— Roier gritó y Spreen notó que el otro ya estaba en la puerta de la casa— ¡Ven para acá, cabrón!—

Las orejas y cola de Spreen se movieron ante aquel grito.

— ¡Ya voy!— Spreen respondió y se apresuró a la casa.

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— ¡Ya volvimos, mien!— Mariana gritó cuando él y Aldo entraron a la casa.

— Traigo un chingo de hambre, debimos aceptarme los hot cakes a Pol— Aldo dijo mientras cerraba la puerta de entrada.

Ambos caminaron hasta la cocina y se toparon con Spreen, de pie junto a la barra, sosteniendo una taza de café.

— Buenos días, capos— Spreen saludó.

Aldo y Mariana saludaron de vuelta, pero se quedaron viendo al de ojos violeta, el chico tenía puestos unos pantalones cortos y una camisa que ellos sabían era de Roier, pero el detalle más claro era su cuello.

La blanca piel del cuello de Spreen estaba cubierta con al menos 5 chupetones y una mordida que se alcanzaba a ver por debajo de la camisa.

— ¡Buenos días!— Roier entro a la cocina, saludándolos con bastante ánimo— Tengo unas pinches ganas de comer sopes, ¿Aún tenemos harina para hacer tortillas?—

— Ya trajimos los materiales— Dijo Aldo, levantando una bolsa de costal.

— Chingón, ya en la tarde me pongo a trabajar en las mochilas— El castaño sonrió nuevamente.

— Yo tengo que irme a bañar— Habló Spreen.

Entonces empezó a moverse, pero no sé movía correctamente, parecía tener una cojera y además usaba su mano derecha para apoyarse en la barra para moverse.

Aldo y Mariana observaron con impresión a Spreen irse, luego miraron a Roier, que buscaba todos los ingredientes para la comida.

Luego se sonrieron el uno al otro, tal vez deberían hacer enojar a Spreen más seguido.

Fin.

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