𝟬𝟳 🎸⤸₊ ❝ trainwreck ❞
❝ 07. ESTÁS ATRAPADO EN UN DESASTRE ❞
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。゚♡゚・🎸・゚episode seven . . . 🎧
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Dyl sostenía abierto su ejemplar de Sueño de una Noche de Verano de Shakespeare sobre su regazo, la lectura obligatoria de su clase de literatura. Bebió un sorbo de su té de menta y pasó la página, debía terminarlo temprano y redactar un ensayo decente a tiempo. Pero su cabeza no parecía estar dispuesta a contribuir. Las palabras se atascaban, enrredándose unas con otras sin sentido. Dylan desistió y garabateó con su lápiz tontos dibujos en el borde de su cuaderno.
Joe pasó a su lado con rápidez. Dyl lo miró preguntándose porque iba con tanta prisa. Ya era de noche y al parecer, por su ropa el chico iba de salida.
Suspiró con agotamiento regresando su concentración a la página en blanco, ya no podía aplazar más aquella tarea.
—¿Todo bien? — la chica levantó la vista y sonrió de inmediato al notar a Nick.
—No mucho. — rió con sinceridad. — Estoy teniendo problemas para concentrarme con un ensayo.
—¿Es para mañana? — Dyl realizó un sonido de afirmación con su garganta. Hizo a un lado sus cosas, empujó algunos libros y dejó un espacio en la cama que su amigo ocupó. —Vaya, que mal.
—Sí, o hago quinientas palabras sobre lo que leí o tendré un suspenso. Y no quiero tener que darle esa mala noticia a mi madre el sábado.
—No tendrás que hacerlo. — prometió. — Te ayudaré.
Dylan profundizó su sonrisa.
—¿En serio? — Nick le dedicó un tímido asentimiento. Sabía cuanto le importaba no bajar sus notas, además de que le gustaba pasar tiempo con ella. — Como en los viejos tiempos.
Hubo un tiempo en el que Dylan ayudaba a Nick con su tarea de matemáticas. Aunque no era su materia favorita, la chica tenía cierta facilidad para las propiedades y todo aquello relacionado con los números. Solían divertirse mucho. O, al menos ella lo hacía divertido.
También existió esa época en la que ambos componían juntos.
Nick recordó aquel momento desde el instante en que se sentó en la cama junto a Dylan. Conservó el dèja vú de pasar las tarde juntos rodeados de papeles con versos repetidos y estrofas inacabadas. Ahora, el único cambio era que, en lugar de puentes y notas musicales, tenían que componer todo un ensayo sobre hadas, duendes y torpes humanos enamorados. En cualquiera de los casos, ambos funcionaban innegablemente como una maquinaria. Como un par de piezas de relojería. Dylan rió luego de releer la última parte de la obra, Nick parpadeó contagiándose lentamente de ese brillo tan magnético que coronaba en los ojos de la chica.
Antes de darse cuenta, una minúscula sonrisa que no tenía nada que ver con los enrredos de las hadas se había colado en su habitual rostro serio.
— Creo que ya lo tengo. — la chica escribió algo en la esquina superior de su cuaderno. — Comenzaré con la frase que más me ha gustado, luego haré una introducción y resumen y entonces... — explicó emocionada por finalmente haber vencido el bloqueo en su cabeza.
Nick asintió perdiendo inevitablemente el hilo de lo que decía.
Estaba perdido.
Stella tenía razón.
Debía hacer algo, ignorar que le gustaba Dylan era inútil. Aquella cosa de los sentimientos no era una mancha en el suelo que facilmente cubres con una alfombra. Había crecido, hechado raíces... Aún después de todo lo que había pasado.
Dylan lo abrazó y se concentró en terminar de radactar su tarea.
Y así, su ensayo empezaba diciendo: Pero el amor puede transformar en belleza y dignidad cosas bajas y viles; porque no ve con los ojos sino con la mente, y por eso pintan ciego a Cupido el alado.
A la mañana siguiente, una Dylan ojerosa se deslizó por el tubo de bomberos. Olisqueó el dulce aroma de panqueques a la vez en que su estómago arrojaba un sonido insistente.
Kevin la miró riendo.
Dylan le dió una patada.
—Bueno, hacemos las entrevistas el sábado en la noche y luego la sesión de fotos el domingo en la tarde, y el concierto de beneficio en la noche. — el señor Jonas pasó los horarios a los chicos mientras se sentaban en la mesa. A Dylan, en cambio, directamente le dió sus entradas para el concierto.
—Gracias. —sonrió.
Kevin tomó un micrófono y unos auriculares y empezó a grabarlo todo.
Dylan no se molestó en preguntarle nada, tenía demasiada hambre y aún era muy temprano como para inducirse en las rarezas de sus chicos.
—Y el resto del día es nuestro. — bromeó Kevin tras escuchar el horario. No tenían mucho tiempo libre por el contrato de la banda.
—¿Alguien quiere más pan? — la madre de los chicos preguntó manteniéndose ajena a los asuntos de la banda de los que hablaban.
—Mamá, ¿podrías decir eso de nuevo? —Kevin apuntó hacia ella su micrófono.
Su madre alzó una ceja.
—¡Kevin! —gritó en el micrófono aturdiendo al chico. —¿Desde cuando el desayuno necesita de micrófonos?
Kevs se quitó los audífonos.
—Bueno, ¿Sabes que a Joe le gusta la pizza estilo Chicago? — empezó a decir. Dylan contuvo sus ganas de hacer un chiste sobre que finalmente estaban comiendo buena pizza porque lo de María era muy reciente. — Anoche se fue a Chicago a comprar una pizza...
Sandy, la señora Jonas, entornó los ojos a medida qur avanzaba la explicación.
—Sí. — Nick, quien estaba sentado junto a Dylan, intentó ayudar. —Regresó muy tarde y se quedó dormido. Quería que grabáramos la reunión-desayuno.— Ahora Sandy frunció el ceño con las últimas dos palabras. Nick le señaló a Kevin. — No olvides que le gusta el chisporroteo del bacon.
—Oh, sí. —Kevs se acercó a grabar la sartén.
—¡No es una reunión-desayuno! ¡Es el desayuno! — La señora Jonas agitó los brazos llamándoles la atención. —¡Joseph! — gritó.
Joe cayó por el tubo de bomberos.
—¡Ya llegué! — sonrió torpemente levantándose del suelo. —Kevs, ¿me rebobinas todo lo que han dicho por favor?
—No, no... —Sandy les quitó el equipo de grabación. —Siéntate. —ordenó.
Dylan intuyó por su tono de voz que se venía una conversación muy seria.
Sintió su plato deslizarse, giró la cabeza y atrapó a Frankie intentando robarse uno de sus panqueques. Sonrió. Vertió miel encima y le regaló uno que el niño recibió con una sonrisa feliz.
—Uf. —Joe hizo una mueca.
—Tendremos un desayuno de familia normal. — dijo Sandy poniendo el último plato de tocino en la mesa.
Grandullón, el guardaespaldas de los chicos entró en el salón.
—Frankie, la limusina te espera. —dijo.
—¿Está llena de gominolas?
Dylan ahogó una risotada, murmuró un oh, que humilde, eres Frankie y Joe también se rió.
—De todas menos verdes, está todo gominoludo. — alzó los pulgares y el niño sonrió conforme.
Frankie recogió sus cosas y se levantó de la mesa.
—¡Adiós, Frankie! — se despidieron todos.
—Papá, el diseño de la nueva limusina es raro. — empezó a quejarse Joe.
Dylan hizo oídos sordos. Solo él podía quejarse de una limusina. Rodó los ojos y le pidió a Kevin que le alcanzara la jarra de zumo de naranja. Hacia el final de la oración, largó un bostezo que contagió a Nick.
—Ustedes dos se ven muy cansados. — reconoció Kevin mirándolos.
Dylan asintió.
—Anoche Nick me ayudó a hacer mi ensayo de literatura. — sonrió con agotamiento y somnolencia, pero aún así abrazó a su amigo lo que enrrojeció violentamente sus mejillas.
—Eh, sí... No fue nada. — Nick odiaba la facilidad con la que Dylan lo hacía sonrojarse.
Por suerte estaba muy cansada y muy concentrada en ignorar la conversación superficial de Joe sobre la piscina y la silla de masajes de su maldita limusina como para darse cuenta.
Quien no pudo ignorarla fue Sandy.
—A ver... Silencio. Las reuniones-desayuno, las limusinas, sillas de masaje... ¡Hemos crecido mucho más de lo que podemos! — mencionó y Dylan no podía estar más de acuerdo.
A veces sonaban demasido extravagantes con todas las cosas que la banda había cambiado enserio sus vidas. Sus poco humildes vidas.
—¡Pues pantalones más grandes para todos! — Stella irrumpió en el desayuno sonriente cargando unos pantalones nuevos diseñados por ella. —¡Hecho a medida por su sastre personal! ¡Yo!
Los dejó sobre el sofá y se acercó a la mesa.
—¡Stells! — Dyl le arrojó un beso a modo de saludo.
—Hola, linda. — la rubia le sonrió de vuelta. — También hice un vestido para ti, revisa entre esas cosas luego.
—Aww. Gracias. — Stella le guiñó el ojo y luego tomó un par de uvas de la fuente de frutas.
—¿Pudiste poner diamantes en las suelas de mis zapatos? — Kevin puso su pie en la mesa y Dylan se lo empujó de un golpe.
—No pongas tus pies donde comemos.
—Muy bien. Stella sabes que siempre eres bienvenida a desayunar con nosotros. Pero esto es exactamente de lo que estoy hablando. — La señora Jonas se armó una última vez de paciencia. — Prometimos que si la banda tenía éxito mantendríamos la normalidad. Seríamos una familia común.
—Sandy, relájate... — la calmó en vano el señor Jonas. —No importa cuanto éxito tenga esta familia, nunca perderemos el contacto con la realidad.
Decía mientras tomaba café del carrito improvisado del camarero en el rincón.
Dyl suspiró mirándo a Nick de reojo.
—Bien, ¿Cuándo fue la última vez que alguien hizo el aseo en la casa? ¿O cenamos juntos como familia?
—El otro día comimos pizza juntos...
—La pizza no cuenta. — señaló Dylan.
—Gracias, Dyl, cariño. — Sandy miró con orgullo a la chica que consideraba parte de su familia.
El trío de hermanos revisaron sus agendas.
—Mamá, la última cena familiar fue hace tres semanas... — Kevin leyó el horario en su teléfono.
—¡A ver! — aplaudió. — alerta de mamá. A partir de ahora empezaremos a actuar como una familia común. Nada de reuniones-desayuno, ni limusinas... ¡Ni más camareros!
El camarero hizo un gesto de enfado al escuchar que sería despedido.
—Mamá, lo entendemos... Prometemos ser normales. Tal vez nos dejamos llevar un poco pero es historia.
Sandy los miró con cariño. Dylan, en cambio, sabía bien que con banda o sin ella, sus chicos nunca serían del todo normales. A fin de cuentas, eso los hacía especiales.
Tal como habían prometido, los hermanos estaban intentando llevar su vida tranquila y realizar las tareas del hogar.
Dylan decidió ayudarlos, así que estaba con Joe pasando la aspiradora debajo de su cama.
—¿QUÉ ES ESO? — Saltó hacia el colchón notando como algo con patitas pequeñas salía corriendo de debajo de la cama. Joe la imitó y ambos se abrazaron con pánico.
—No sé pero no se lo digas a mamá.
Dylan lo miró poniéndo los brazos en jarras.
—Joseph Jonas, ¿Hace cuánto no limpias tu cama? — le reclamó como hermana mayor regañona.
Joe agachó la cabeza apenado.
—Desde la última gira.
—Dios. Deben haber nuevas formas de vida ahí abajo. — protestó contenta de haberse puesto guantes, mascarilla y ropa holgada para la limpieza. — Dame la aspiradora.
—¿Lo harás por mí?
Dylan no le contestó y Joe entendió que mejor se limitaba a hacerle caso.
—Ve a buscar algo para el ratón.
Joe sonrió, Dylan se encargaría del problema por él.
—¿Algo? ¿Quieres decir veneno o una de esas trampas con queso? — giró hacia ella.
—¡No! — Dylan casi lo tira por la ventana. — ¿Por qué querría matarlo? Solo busca una cubeta o algo, lo atrapamos y lo soltamos fuera.
Pestañeó sin cuestionar su decisión de no maltratar al animalito.
Una vez sola, Dylan encendió la aspiradora y la pasó debajo de la cama. Ella y Joe ya habían llenado un par de bolsas de basura pero aún quedaba mucho polvo.
Siguió con la mesita de noche. Introdujo el aparato debajo del mueble hasta que algo se trabó en la boquilla.
Frunció el ceño y apagó la máquina.
Se agachó y comprobó que todo estuviera en orden.
Pero en el tubo por el que subía el polvo, había una bolita de papel.
Dylan reconoció el color de la hoja. Los renglones azulados... Su letra.
Era una de las páginas de su diario.
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