[8]
[8]
Mi amiga parpadea un par de veces, pero no con lágrimas en los sonó ojos. En cambio lo hace con expresión de sorpresa.
Tal vez y como todos, ella esperaba una carta de despedida; en cambio, encontró una carta/confección de hace más de cuatro años atrás, escrita bajo el dolor que conlleva mucho tiempo de silencio en una adolescente.
—¿Qué dice? —pregunta mi hermana de forma curiosa.
—Es algo viejo, supongo...ya me había olvidado de ésto — arruga la frente releyendo la hoja nuevamente—. Aunque todo este tiempo tuve curiosidad por saber que había ocurrido con ella.
Mi hermana la mira desconcertada y luego observa la hoja en las manos de mi amiga mucho más curiosa; solo los buenos modales inculcado por nuestra madre impidió que ella saltará y tomará la hoja para saber que decía.
—Me imaginé mil cosas, pero no está...— murmuraba la rubia mientras tanto.
—Mmm...¿De qué habla?.
—De la escuela, principalmente — mueve la hoja de un lado al otro para asegurarse de que no haya nada escrito detras—. Parece que... ¿la escribió un año después de acabar la escuela?.
—¿Puedo leerla?.
Mi amiga duda pero luego le pasa la hoja y da un sorbo a su café esperando que ella termine de leer.
—Tambien dice que no debería leerla...¿Dónde estaba el sobre?.
Mi hermana acaba de leer confundida, devuelve la carta e imita la acción de la mujer enfrente suyo, tomando un sorbo de café.
—En su armario junto con algunas otras — pasea la vista por la cocina —. Las estoy repartiendo.
—¿También te escribió a tí?.
—Sí. Y era igual de extraña e inesperada que la tuya, créeme —resopla una risa.
—Es extraño, pero esperaba otra cosa — ella juega con el sobre en sus manos—. Conociendola, creí que diría algo dulce como en una carta de las de el día de la amistad, algo que me haga recordar los buenos momentos y —se le corta la voz y parpadea, ahora sí, para alejar las lágrimas —...y me hagan extrañarla y preguntarme porqué no le mandé un mensaje ese día o aquél.
—Sí, yo pensé lo mismo —intenta no llorar ni ponerse mal. Mi hermana siempre fue de las que lloran cuando ven a otro derramar lágrimas—. En la mía decía que se iba de viaje a la playa y qué no me preocupara.
—Quizas este en la playa ahora —responde mi amiga buscando un paquete de pañuelos descartables en el segundo cajón de la alacena y entregándole uno a mi hermana, utiliza otro para secar sus propias lágrimas.
«Ya quisiera estar en esa playa» suspiro recordando.
El sol lo suficientemente cálido para la primavera, en lo alto. El aroma salado del mar y la mano sujetando la mía mientras buscamos un lugar para sentarnos y comer teniendo aquella vista.
Su voz diciendo :“Extrañaré salir contigo. Así, sin ninguna preocupación por si llego tarde al trabajo o a hacer otra cosa ”.
Su sonrisa cuando se daba cuenta de mis mejillas sonrojadas.
“Extrañaré tener todo el tiempo del mundo para estar contigo a cualquier hora del día”.
—Hablando de las cartas — mi hermana dice y me trae nuevamente al presente dejandome con una sensación cálida del recuerdo—. Había una carta para una persona que no conozco.
—¿Para quién?.
Mi hermana contesta con el nombre en cuestión.
—¿Sabes algo de quién podría ser?.
Mi amiga lo piensa detenidamente. Por mi parte, yo ya sé la respuesta incluso antes de que salga por su boca.
—No. Al menos a mí no me comentó nada sobre alguien con ese nombre.
—Lo mismo me dijo su amigo —comenta pensativa. La desilusión reflejada en su rostro, esperaba tener otra pista.
—Y si él no lo sabe, dudo mucho que alguien más sí lo sepa — mi amiga acota sonriendo—. Ella siempre le contaba todo a él.
—Lo único que me dijo él es qué una vez le habló de un chico que tal vez podría ser este sujeto.
—¿Y qué pasó?.
—Segun me díjo, ella le contó que el sujeto dejó de hablarle — suspiró frustrada —. Luego no salió más el tema de conversación, o algo por el estilo.
Mi amiga murmura algo mientras piensa nuevamente, con la expresión que uno pone cuando tiene la respuesta en la punta de la lengua.
Incluso yo estoy expectante por saber si dirá algo interesante o no logrará recordar.
—Una vez, hace algunos años, creo que ella me habló de alguien que le interesaba... Alguien con quién hablaba.
—¿Te dijo su nombre?.
—No estoy segura, no recuerdo bien —duda arrugando nuevamente el ceño—. Pero si recuerdo que dijo que era mayor que ella.
—¿Cuánto mayor?— el tono de mi hermana me hace reír ya que me recuerda al que utilizaría nuestro hermano.
—¿Cuatro años? O tal vez cinco. Sinceramente no recuerdo bien.
—¿Te comento algo más?.
—Sí. Dijo que dejaron de hablar, nunca me explicó bien el motivo — continuó la rubia —. Ella parecía triste por ello pero cuando intenté que me dijera más simplemente cambio de tema.
Mi hermana la escucha con suma atención, como si estuviera diciéndole algo de suma importancia. Al acabar, la rubia murmura :— Es lo único que sé, lo siento.
—No te preocupes, cualquier información me es útil — sonrió amable.
Ellas continúan hablando por un rato más sobre mi, anécdotas y chismes de gente conocida.
Cómo qué tal persona se casó con cuál, y aquella chica tuvo un hijo con ese chico; cosas así.
Cuando se está yendo hacía la puerta donde la espera otro taxi, mi amiga le agradece la visita y le desea suerte en encontrar a aquél hombre.
Mientras mi hermana sube y se aleja en el vehículo, yo entro con mi amiga a su casa.
Ella se dirige a la cocina y vuelve a sentarse frente a mi carta.
—¿Por qué no me dijiste lo que te sucedía? —murmura apoyando los codos en la mesa y enterrando los dedos en su cabello miel.
«Por que no podía» susurro, siento como si tuviese un nudo en la garganta « incluso estando donde estoy en este momento me cuesta hablar en voz alta de ésto».
—Yo te hubiera dicho lo tonta que eras por pensar así y todo hubiese ocurrido de manera diferente.
«Probablemente tengas razón»
—Eramos amigas.... Se supone que nos decíamos todo. ¿Y pensaste en guardar esto para siempre?.
Suelta su cabello y toma la carta para releerla.
«¡Ok! Fuí una idiota» chillo colocándome a su lado «Debí decirte lo que me estaba atormentado, debí confiar en ti... y debí confiar en mi».
Ella continua leyendo, buscando algo, cualquier cosa, cualquier cosa que le haga sentir mejor...tal vez.
Tomo la carta de sus manos y doy un tirón llevándola con mi mano a la mesa.
Ella salta de la silla con un grito y se queda observando la hoja con ojos entrecerrados.
A diferencia de las otras veces en que di a conocer mi presencia, está vez fuí escuchada. No como cuando con mi amigo retiré su carta que simplemente creyó que se le cayó de sus manos. No como cuando llamé a mi hermana del celular de su ex que aún sigue pensando que fue un accidente. No.
Esta vez fue un tirón fuerte y un golpe seco en la mesa.
Susurra mi nombre con más duda que miedo en su voz. A ella le encantaban ver las películas de terror en las pijamadas y hablar de todas las cosas paranormales, así que no me es de extrañar su reacción.
Vuelve a repetir mi nombre sin dejar de mirar la carta en la mesa, como si está fuese la clave de todo.
—¿Estas aquí?.
«Si».
—No. Seguro es mi imaginación —se dice aunque todavía observa la hoja desconfiada—. Si estás aquí realmente... Quería decir que siento mucho no haber podido ayudarte en la escuela.
«Siento no haberte dado la oportunidad de intentar».
—¿Creés que estamos en paz o vas a ser un fantasma lleno de venganza?.
Rió y busco una manera de hacerle ver que no tiene de qué preocuparse conmigo.
Aunque la tentación de prender y apagar las luces o mover un candelabro (que no hay por aquí cerca) es muy grande. Admito que comprendo el porqué algunos fantasmas hacen eso en las películas.
Una vez, cuando teníamos trece años, nos metimos a la casa de mi vecino de enfrente (en ese entonces desocupada y abandonada). Era la perfecta casa del terror con sus ventanas rotas por vandalismo, las puertas que crujían, la luz de la luna y el viento que mecía el árbol viejo del fondo creaban sombras que se movían dentro de la casa.
Era de noche (tal vez las once o doce), ella se había quedado a dormir en casa y acabábamos de ver esta película que trataba de suspenso, una pareja vivía en cierta casa donde comenzaban a sentir y percibir hechos extraños... paranormales. Y comenzamos a hablar y comentar algún hecho de esta característica que nos hayan sucedido a nosotras o a algún conocido.
Entonces, le cuento que mi hermano me había dicho una vez que en la casa abandonada de enfrente había un fantasma.
Él me dijo precisamente que se dice que se trataba de el viejo dueño anterior que murió repentinamente una noche y no supieron de ésto sino tres días después cuando su hija fue a verlo.
Se decía que por las noches se escuchaba como caminaba por las habitaciones, el hombre trabajaba de carpintero y tenía un cuarto donde guardaba sus herramientas, en éste mismo se escuchaba el ruido de la madera al ser serruchada.
La noche en que un joven había intentado ingresar, terminó despertando a todo el barrio con su grito atemorizado.
Dicho esto, mi amiga me convenció de escaparnos esa noche e ingresar a esa casa.
Escapar de mi hogar fue fácil pues nadie se imaginaria que lo haríamos, dejamos una película andando y nos escabullimos por la puerta de atrás.
Cruzamos la calle desierta y contemplamos la espeluznante casa.
Era una estructura de los años treinta, con la pintura que en su mejor momento fue ¿verde? ¿Celeste? Se encontraba repleta de humedad y moho. El césped estaba algo descuidado y el cartel de “se vende” oculto tras una rama que se había caído meses atrás después de una fuerte tormenta.
Entonces nos acercamos sigilosamente a la puerta principal, la cual se encontraba con la cerradura forzada.
Al ingresar nos encontramos con una habitación oscura y vacía a excepción del polvo y algunos trozos de muebles rotos.
Solo escuchábamos nuestras respiraciones mientras caminamos hacía lo que era antes la cocina; a la heladera vieja y oxidada le faltaba la puerta y los vidrios de la ventana rota se encontraban esparcidos por la encimera y lavadero.
Recuerdo el olor a humedad y el frío que ingresaba por las ventanas, así como el susto que nos dió el escuchar la madera del suelo crujir en la habitación contigua.
Nos agarramos fuerte de las manos y caminamos una al lado de la otra, paso a paso hasta llegar allí.
Ella abrió la puerta lentamente, está estaba pesada ya que la madera se había hinchado dificultando el trabajo.
Al entrar, la luz de la calle entraba por unos ventanales que iban de pared a pared facilitándonos la vista. Aunque no había más que un viejo sillón marrón frente a una chimenea de ladrillos.
Volvimos a escuchar el ruido, más cerca que antes.
Ella camino rodeando el sillón conmigo tomada de su brazo. Y al llegar frente a la chimenea vimos qué esa lo que hacía tanto ruido.
Un gato atigrado llevaba un mínimo de color negro de la chimenea al sillón donde lo esperaban dos pequeños más.
Solté una pequeña risa nerviosa y observé a mi compañera.
Él fantasma de la casa solo era una gata y sus tres hijitos.
Nos sonreímos más relajadas mientras luego de hacer mimitos a los pequeños, nos íbamos de regreso a mi casa.
Claro que al encontrarnos a unos diez pasos de la salida escuchamos pisadas que nos seguían y el ruido de un serrucho trabajar en la madera y el olor al serrín flotar en el aire.
Me había recorrido un escalofrío por la espalda y corrí a la puerta y al patio delantero, crucé la calle y me detuve cuando pude tocar mi casa al recuperar el aliento.
A mí lado mi amiga que me había seguido se reía mientras limpiaba lágrimas de sus ojos.
—Eso fue tan...— comenzó entre jaseos—... tan divertido y escalofriante.
—Estas loca — me reí caminando a la puerta de atrás para volver a mí calida y segura habitación —. Creo haber perdido diez años en menos de un minuto.
—Yo igual — susurró en mi cocina. Yo vigilaba que nadie estuviera levantado —. Pero fue emocionante ¿No?.
La observé con una ceja alzada diciéndo “claramente no.”
—Ok, bien —terminó levantando las manos en rendición —. Casi me da un paro cardíaco al final, pero eso no le quita la adrenalina al asunto.
—Volvamos al cuarto y brindemos con chocolate que al menos no despertamos al barrio con un grito de terror — le digo sonriendo.
—Apruebo esa idea.
Ahora, busco una forma de hacerle saber que estoy bien y lo encuentro al ver las letras en su heladera. Me acerco a ellas estudiando las. No son tantas como para poder formar una oración y son demaciado pesadas para moverlas de cualquier forma.
Tendré que confirmarme con unas palabras simples.
Me cuesta mucha fuerza moverlas por el imán que las fuerza a quedarse pegadas, tampoco ayuda no tener cuerpo físico y no poder ver donde están mis manos, por lo que tardo un poco. Pero cuando ella nota que algo se mueve en su heladera se acerca despacio y espera a que termine para leer.
“Todo ok”.
Me complique la vida con la palabra “todo" ,tuve que utilizar números en lugar de algunas letras para que quedara medianamente decente (demaciadas “o” juntas equivale a usar 0 y un 7 por T ).
Por lo que en verdad quedó:
“7od 0k"
Ella jadea y la veo sollozar con una sonrisa en la cara.
—Te quiero, amiga.
«Yo igual».
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro