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Mi hermana fue la próxima en abrir su carta.
La tarde siguiente cuando volvió a casa cansada de su trabajo en la perfumería, luego de bañarse y de preparar su humilde cena. Nunca fue de las mujeres que les gusta cocinar, por ello mismo siempre la molestaba diciendo que debía casarse con su ahora ex-novio, quién le preparaba cualquier cosa que quisiera comer con el amor y la paciencia de un santo (y vale la pena aclarar, le quedaba delicioso).
Ella buscó en la televisión el canal de las noticias y sentada en el sofá devoraba un sándwich de pollo, tomate y lechuga, mientras pensaba en si se encontraba lista para leer la carta o aún no.
¿Qué como sé ésto? ¿Estar en el limbo activó la capacidad de mi cerebro dormida, aquella que me permite leer las mentes? Lamento decepcionarlos pero... no.
Simplemente lo sé porque siempre me fue fácil descifrar sus expresiones y saber lo que cruza por su bella cabeza. O la mayor parte del tiempo.
Entonces tomó una decisión
Afuera de encontraba oscuro y mamá le había enviado un mensaje para avisar que llegaría tarde de su noche en el Bingo con su amiga, la cual disfrutaba y lograba distraerla de sus problemas una vez cada dos semanas.
Llegados a esto, mi hermana ingresó a su dormitorio con la perrita y conmigo siguiéndola detrás. Encendió su computadora y mientras esperaba que se iniciara, buscó en su bolso una agenda sacando un sobre blanco de entremedio de las hojas.
La carta.
De esta manera, sentada frente a su escritorio, sacó una hoja color celeste proveniente de uno de mis antiguos cuadernos y comenzó a desplegar el papel para leer.
"M###:
Hola mi querida, queridísima hermana. Hay tanto que quisiera decirte y tan poco tiempo...no es que me este yendo al otro lado del mundo, tampoco me iré para siempre, simplemente me agrada empezar con algo de dramatismo... teniendo una gran entrada y esas cosas, para captar tu atención. ¿Lo logré?.
En fin, solo serán unos días lejos de casa. Lo necesito. Necesito desconectar y volver a iniciar, algo así como encontrarme a mí misma y esas cosas cursi.
Mi pelea con nuestro hermano me hizo darme cuenta de que estoy dependiendo demasiado de ustedes. Inconscientemente tiendo a aceptar ciertas cosas sin protestar solo para no entrar en un conflicto, escondiendo lo que realmente pienso y siento, blah, blah, blah.
Ahora que tú estás con tu novio, ambos felices y contentos... yo no me encuentro de humor para ser la tercera rueda... Admítelo, a ustedes no les gustaría tenerme allí 24/7.
Estoy haciendo mi bolso, iré la playa unos días. Rompí mi chanchito y me pedí unas merecidas vacaciones adelantadas, no te preocupes. Realmente no te preocupes.
Hermana, sabes que te quiero y siempre te querré pero hay cosas que debo hacer sola... una de esas cosas es está.
No estoy enojada ni nada por el estilo, incluso puede que ya se me haya pasado el enfado con nuestro querido hermano una vez suba al autobús. Agradezco tu ofrecimiento de pasar los días en tu casa... pero entiende que tu novio debe tener un límite en el tiempo que quiere a su cuñada entrometiéndose entre ustedes.
Necesito un relax y desconectar un tiempo de los problemas de aquí.
Te quiero, te quiero, te quiero. No te preocupes por mí, estoy bien. Te quiero.
Con cariño.
#
"
Ahora recuerdo cuando escribí esta carta y me termina resultando una eternidad de tiempo atrás.
Lo que sucedió fue lo siguiente:
Había terminado el contrato de alquiler del pequeño departamento que me encontraba alquilando por un par de años algo cerca del centro. La finalización del mismo me llevó a discutir con mi hermano (pero eso es otra historia), en aquel tiempo él aún vivía en casa de nuestra madre y yo no quería volver allí para encontrarme con su cara de "te lo dije" todo el tiempo además del hecho de que dijo algunas cosas que no me gustaron. Soy una persona orgullosa para mí propio mal, quizás demasiado orgullosa. Y solo quería huir de ahí...
Como una buena hermana, ella se ofreció a dejarme dormir en el sofá de su casa (la cual compartía con su ahora ex-novio) por lo menos hasta que pudiese encontrar un nuevo lugar o hasta que hiciéramos las pases con mi hermano, hecho que parecía muy lejano en aquel tiempo. Nuestro problema yacía en el orgullo y la terquedad, puesto que el enfado al menos a mí se me borró con unas horas de sueño, un hermoso sueño reparador en el hotel frente al mar.
Así que preparé mi bolso, compré un boleto y tomé la decisión de irme unos días lejos, sola y tranquila. Está fue una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida ya que pude encontrarme a mi misma, entre otras cosas.
Volviendo a éste momento, ocurrió lo mismo que con mi madre, mi hermana acabó con lágrimas en los ojos y más preguntas que respuestas.
Pero la diferencia entre ambas erradica en que mi hermana me comprende mucho más de lo que me imaginaba, es eso o se ha vuelto loca pues luego de releer la carta dos veces, ríe secando las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas.
—No sé porque esperaba una carta de despedida, peque -suspira observando la hoja en sus manos—. Siempre fuiste la más rebuscada y calculadora... No nos lo pondrías nada tan fácil.
«¿Pero qué dices?» río viéndola fijamente. Ella se estremece y da una respiración entrecortada. «Bueno» admito «tal vez tengas algo de razón».
—Me niego a pensar... —una lágrima cae en la hoja mientras la dobla y vuelve a guardar en el sobre —. No...Estas no fueron tus cartas de adiós. Aquí hay algo más. Y lo voy a averiguar —se enjuaga las últimas lágrimas colocando el sobre en la mesa con decisión—. Me niego a pensar que te has ido.
«Te sorprenderías mucho al saber la verdad».
Para mí sorpresa, se levantó de la silla y se retiró del dormitorio tan deprisa que no me dió tiempo ni a moverme un centímetro. Ella regresó unos minutos después con mi caja de cartas entre sus manos.
— ¡Dios! Ese viaje fue hace años... ¿Cuánto tiempo llevan estás cartas guardadas ahí?.
Volví a reír y el ambiente se torno más cálido. Realmente son tan viejas que ni yo misma las recordaba.
Nuevamente en la silla frente al escritorio, ella fue sacando y pasando sobre a sobre, nombre a nombre... hasta que llega a una y frunce el ceño.
—¿Quién mierda es éste?—pregunta confundida.
Sorprendida y algo recelosa, me acerco a su lado para leer por encima de su hombro el nombre escrito en el sobre blanco.
¡Ay, mi Dios! Si cualquiera pudiese verme la cara en este momento no mentiría al decir que sería muy cómica, pues creo que es una mezcla de sorpresa y vergüenza.
«No te preocupes por ella» le digo como si pudiese escucharme. Quizás hablo más para mí misma, para convencerme a mi, que para ella...
«No creo que esa carta debiera estar ahí» continúo balbuceando.
—Estan todas cerradas, bien selladas.
A medida que murmura, lo primero que hace es estirar los brazos y colocar el sobre en lo alto enfrente del foco en el techo, de esa manera y a contraluz, intentar leer (sin éxito) lo que se encuentra escrito dentro. Luego, y ya frustrada por el fracaso, deja el sobre con el resto mirándolo con los ojos entrecerrados unos segundos.
Un recuerdo llega a mi mente. Una voz grave y dulce, unos ojos oscuros y brillantes. El sol de la primavera iluminando la terraza donde nos encontrábamos y su mano sobre la mía.
—Así que cartas ¿Eh? — su sonrisa se vuelve algo cálida e infantil —. Espero no escribas una para mí —bromea.
Mi hermana pasó sus manos por su cara tratando de quitar el cansancio de sus facciones y suspira. Un suspiro que te sale del alma y me trae de regreso al dormitorio.
De los tres, siempre fue la más correcta. Si mi hermano era el protector que no dejaba que sus amigos se acercaran a sus hermanitas cuando llegaban a casa luego de entrenar en la cancha de fútbol. Ella, siendo la del medio, era la ordenada y siempre correcta. Su dormitorio perfectamente impecable, sus notas con sobresalientes y su ropa sin una arruga, es decir, ¿Cuando tenía tiempo de planchar entre el estudio, el taller de pintura y la socialización?.
En cambio yo...
Yo era la menor, siempre la pequeña. Heredando ropa, heredando libros, obligaciones, metas. Todo lo que a ellos no les servía acababa para mí.
No era buena en los deportes como mi hermano, ni tan buena en el colegio como mi hermana. Simplemente yo, siempre buscando dónde encajar.
Aun así, viéndolo todo desde aquí y ahora, no importaban nuestras diferencias porque a la hora de la verdad, cuando realmente nos necesitamos unos a otros, estamos allí para decirnos lo que necesitamos oir. Al final de cuentas, nuestras diferencias son lo que nos unen. Y somos hermanos.
«Esto es muy duro para todos ustedes» comento viéndola alcanzar su celular y buscar el nombre de mi hermano en sus contactos «Es bueno que busques apoyo en familiares y amigos».
Siento a mi alrededor el murmullo de una risa musical que llega a mi de forma cálida. En mí mente, aparecen imágenes de aquella película de Disney donde el robot blanco como un malvavisco, le dice lo mismo al protagonista cuando éste se encontraba en duelo por la muerte de su hermano.
A su vez, llegan al mismo tiempo las imágenes de mis hermanos y yo viendo la película, como si de un corto se tratase, los tres recortados en la cama de mis padres comiendo snacks y tratando de descifrar quien era el villano, comentando nuestras descabelladas teorías.
Tal vez, y solo tal vez, mi hermana tenía razón y yo era la más rebuscada y calculadora de los tres. Continuamente me decían que podía decir quién era el villano de un libro o película mucho antes qué se revelara. Yo sonreía orgullosa de mí mientras pensaba: ¡Pero si era obvio!.
Mi hermano le contesta al tercer tono. Me arrimé al celular en su oreja para escuchar y tener los dos lados de la conversación, porque hasta ahora tener super oído no viene en el paquete de fantasma que me tocó.
—Hola, ¿Estás ocupado? —pregunta mi hermana cuando escucha el gruñido de saludo típico de mi hermano.
—No en este preciso instante ¿Qué sucede? ¿Todo bien?.
—Si, todo bien -contestó vagamente —. Verás, no sé si mamá te hablo de las cartas que encontré el otro día revisando el cuarto de la peque.
Silencio fue su respuesta, y luego algo de movimiento y estática.
—Si, creo que algo me dijo cuando la llamé en la mañana.
Mi hermana comenzó a mover los dedos en la mesa del escritorio junto a la caja y los sobres.
—Ajam, hay una para tí.
—Me lo imaginé —responde, luego se aclara la garganta—. Le gustaban las cosas a la antigua y escribir cartas es muy de su estilo.
En eso tenía razón, desde pequeña me gustó escribir cartas...cartas llenas de sentimientos. Pero lo que más me gustaba y me hacía ilusión era recibirlas.
Las cartas que yo escribía a mis amigas y amigos las hacía con la esperanza de recibir una a cambio. Pero al parecer nadie entendía mi indirecta, porque nunca recibí una contestación escrita a mano. Dado que estamos en la edad contemporánea es mucho más fácil enviar un sms, un email o incluso un sticker de carita feliz en el muro de facebook que decir feliz cumpleaños... No es una sorpresa que una carta sea esperar demaciado para está generación.
—¿Pasarás para buscarla y leerla?.
—Te mueres de curiosidad, ¿Verdad? -fue toda su respuesta, con un deje de burla. Ella hizo una mueca —. Me extraña que no le hayas hechado un ojo, aún.
—La verdad que sí, tengo curiosidad —contestó dignamente y levantando la barbilla—. Y nunca leería la correspondencia de otro... —luego murmuró con los dientes apretados y apenas audible —. Además están cerradas.
Se escuchó la risa estridente característica de mi hermano del otro lado de la línea. Ella tenía una mueca molesta y divertida a la vez en su rostro. La curiosidad es algo característico de nuestra familia, lamentablemente la mayoría de las veces ésto mismo nos ha puesto en muchos problemas.
—Lo lamento, pero vas tener qué esperar, tontita.
—¿Por qué? —se quejó.
—No voy a ir a casa hasta el fin de semana que viene...
—Esta bien, te la guardaré —toma dicha carta dejándola nuevamente en la caja —. ¿Crees que deba entregar las que restan a estas personas?.
—No lo sé —él murmura algo que no logro entender para acabar con un:— ¿Qué crees que querría ella?.
Ella se queda pensando antes de tomar una decisión.
Y así es como mi queridísima hermana se propuso entregar las cartas escritas por mi a sus respectivos remitentes.
«Y que tengan unos felices juegos del hambre» digo «¿Qué? ¿No era así? ».
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