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Me desplace lo más rápido posible por entre medio de la gente hasta llegar al edificio dónde en aquellos momentos llegaba una señora cargando una bolsa de compra hablando con el portero sobre el clima y lo caro que estaba todo. «Aquellos problemas de las personas vivas». Pero yo sentía que algo estaba cambiando en mi. Ya no podía conseguir centrarme lo suficientemente como para ingresar atravesando las cosas. Por lo que tuve que esperar a que ella abriera la puerta y

correr por las escaleras cuatro pisos. Llegué frente a la puerta e intentando tranquilizarme me concentré en ingresar. Lo logré luego de algunos intentos fallidos.
«malditos nervios».

Cuando logré ingresar al departamento y aún se encontraba vacío.

Todo quedó como una película en pausa, las tres tazas de café en la mesa; Julieth viéndome desde su cómodo lugar en el sofá, la luz de la cocina encendida y el hueso de juguete de Mona junto a la heladera.

El sobre con mi carta sobre la mesa como recordatorio de que realmente sucedió. Realmente él leyó mis sentimientos y entendió todo lo que esas cartas significaban aún sin que yo misma lo supiera... ¡Y todo ésto sin una mínima reacción en su rostro!.

¿Éste es el hombre por el cual suspiraba?. ¿Éste es el hombre que tomo mi mano en la playa y me contó sus secretos?. ¿Es el hombre que me regaló el beso más romántico de mi vida?
¿Realmente es él?

Y ya de paso que estamos de ofertas con interrogantes: ¿Mi hermano tendría razón?. Durante todo este tiempo de búsqueda ignore la pregunta de por qué realmente nunca quemé esas cartas. ¿Por qué razón las guarde en lo más profundo de mi armario en lugar de deshacerme de ellas?.
¿A quien quería engañar? No deseaba deshacerme de ellas porque en el fondo, muy en el fondo, quería entregarlas. Quería que supieran como me sentía a pesar de que el tiempo había pasado y ya nada podía cambiarse. Solo que nunca encontré el valor, el momento ni las verdaderas ganas de hacerlo.
Ahora, como mi hermano dijo, me siento un poco más libre. Más en paz conmigo misma.

Lo esperé sentada exactamente una hora y media dándole vueltas a todo este asunto junto a Julieth y Muni, una gatita anaranjada con algunas franjas amarillas que salió del dormitorio y se recostó junto a su compañera gatuna cuando yo llegué y registré el lugar por si se encontraba allí.

Y enos aquí. Morelos al 1406 esperando a que regrese el dueño de casa. Ese alguien importante.
Nuevamente al inicio, que en verdad es el final.

Cuando regresó, la primera que me vió fue Mona procediendo a gruñir en mi dirección.

«¡Vamos! No seas celosa » le reprocho poniéndome de pie, siempre segura detrás del sofá «Soy buena, no le haré daño».

Ella me mirá un segundo más siendo desconfiada antes de dirigirse rápidamente a la cocina seguramente por su plato de agua y para descansar.

Él llega a donde estoy después de dejar las llaves y buscar una cerveza en la heladera. Se encuentra cansado y con calor ya que afuera pareciera que el verano ya llegó.

Se sienta al lado de las gatas, justo en el lugar donde lo estuve esperando, y observa el sobre desde su posición.

«¿No dirás nada?». Le pregunté. Silencio. Otro trago de cerveza «Tienes que decir algo. Prácticamente te dije que me enamoré de tí. O que creía haberlo hecho» nada. «El punto es que me gustabas de verdad».

Solo inclina la cabeza en el respaldo del sofá y cierra los ojos.

-¿Querías olvidarme? - pregunta por fin con la voz ronca sorprendiendome.

«¡No! ¡Claro que no!» exclamo despertando a las gatas. Él suelta una risa sin humor.

-Tal vez eso fue lo mejor para los dos.

Estira la mano tomando el sobre para volver a sacar la carta y leerla en silencio.

Esta vez, a diferencia de cuando mis hermanos lo observaban, su rostro se transformó en un libro abierto. Pude ver cómo sentía la tristeza, angustia y ternura mientras leía. Y algo parecido al arrepentimiento.

Una sonrisa cálida se formó en sus labios. Una que me recordó cuando me sonreía de esa manera...

Terminó de un trago lo que quedaba en la botella de cerveza. Se levantó dirigiéndose a la oficina donde sacó un libro de la biblioteca y luego marchó a su dormitorio. Lo seguí, por supuesto.

Yo ya había estado aquí mientras lo esperaba, era una habitación de un tamaño justo. Entraban la cama de dos plazas, las mesillas a juego, un Placard, un televisor en la pared y lo más importante algo que no puede faltar en habitación, una silla con algo de ropa para doblar.

Él se sentó en la cama encendiendo el velador más cercano y observó el libro en sus manos.

Era una copia del que publicó hace años de su padre. Lo abrió en una página por el medio dónde una foto era utilizada como separador.

Me acerqué para verla aprovechando en momento en que él se quedó observandola unos minutos.

En la foto aparece él con una sonrisa que iluminan todo su rostro a pesar de su barba algo crecida seguía pareciendo un niño sonriendo así. A su lado y bajo su abrazo se veía a una joven de cabello oscuro y rebelde mente rizado, con las mejillas sonrojadas y sonriendo tímidamente.

Esa joven era yo.

«¿Tienes esa foto?» pregunté en un susurro emocionada.

Recuerdo cuando la tomó. Era el último día luego del beso, volvíamos al hotel y él me dijo que quería una foto conmigo.

-¿Quieres una foto? - pregunté.

-Si.

-¿Conmigo?.

-Si.

-¿Juntos?.

-Si - soltó una carcajada y se colocó detrás de mí con el celular en las manos -. Es un recuerdo para nosotros. - explicó-. Una prueba de que realmente nos conocimos... Sonríe.


En verdad nos tomamos algunas más aparte de específicamente está. Pero para ser sincera era mi favorita.

Lo observo mientras me ve y pasa los dedos por mi rostro como si quisiera sentir mi piel.

Estiro mis brazos. Quiero tocarlo pero no puedo hacerlo. Irónicamente es como tocar una fotografía, como si existiera un vidrio entremedio de ambos. Toma una respiración fuerte apartando la mirada, agarra el sobre guardando lo dentro del libro junto a la foto.

«Te extraño» digo intentando llegar a él. «Te extrañé ».

Dejá el libro en la mesilla y se inclina sobre sus rodillas tomando su cabeza con ambas manos.

-Te quiero -lo escuchó susurrar.

Al fin llegué a él. Pero siento como me estoy yendo, la manera en que mi energía se vuelve más ligera al pasar los minutos.

Lo abrazo sin importarme como se debe sentir la descarga que produzca el contacto en él, ni los escalofríos que le recorren el cuerpo.

Se tensa sentándose derecho.

«Ojala te hubiese buscado sin miedo a tu rechazo» le digo rápidamente «Ojala te hubiese dicho lo que sentía cuando tuve la oportunidad».

«Podría haberme enamorado de ti».

-Creo que también me habría enamorado de ti.

Le oigo decir. Lo suelto lo suficiente para ver sus ojos con oscuros inundados de lágrimas sin derramar. Y lo besó.

Siento sus labios tibios y suaves. Es un pequeño roce que ambos sentimos, lo sé por su expresión de sorpresa.

-Eres tan especial -susurra llevando una de sus manos a la boca rozando con los dedos sus labios -. Nunca te olvidaré.

-Gracias -le susurró veo mi mano borrosa acariciando su mejilla.

Y luego en un parpadeo todo se vuelve blanco. Cómo si una pared apareciese de la nada enfrente de mi cara.
De la misma manera en que ocurrió cuando ingresé al sueño de mi hermano, en este lugar blanco siento y veo mi cuerpo físico.

No me sorprendo mucho cuando una serie de números se dibujan en mi visión de esa manera desordenada y con diferentes tamaños. Los leo repitiendo las veces necesaroas hasta que desaparecen de la misma manera en que aparecieron en primer lugar, en un parpadeo.

Escucho una voz susurrando mi nombre: "Lissette". Lentamente una y otra vez. Y luego silencio. Un abrupto silencio.

El blanco a mi alrededor poco a poco se torna más brillante.

Brillante.

Y más brillante. Iluminando todo a mi alrededor.

El silencio se vuelve insoportable en mis oídos. Y aunque pareciera extraño tengo la sensación de que la blancura se acerca cada vez más a mi, encerrando me, consumiendo me poco a poco.

Mis piernas me fallan y me encuentro callendo de espaldas. ¿Alguna vez tuvieron un sueño donde caían y caían, y cuando despiertan sienten un dolor en el pecho como si les faltara el aire?.
Sentí eso. El problema es que no puedo despertar y el dolor se intensifica al igual que la falta de aire y lo blanco consumiendo todo con su brillo. Desvaneciendo cada parte de mi.

Preparada para el final, doy mi última respiración profunda.
Pero no me voy, el dolor del pecho disminuye y me encuentro jadeando por más aire.

En un momento entre todo eso, sin darme cuenta, el silencio ensordecedor es reemplazado por un lejano pitido de una máquina. A lo lejos se escuchan voces hablando de algo que no logro entender.

El blanco brillante me molesta la vista por lo que parpadeo antes de cerrar los ojos dándome por vencida.

El pitido lento se hace más fuerte y casi familiar.

Cuando al fin me doy cuenta de lo que se trata abro los ojos.

Abrí los ojos y el techo de durlos blanco de la habitación de hospital que se volvió tan familiar me saluda.

°
...Y el final se transformó en inicio...
°

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