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Llegaron al lugar cinco minutos antes de lo planeado.
Luego de descubrir el nombre y apellido del remitente de la séptima y última carta, para mis hermanos fue sencillo dar con él.
«Bueno, no es que estemos en la edad de piedra». Pienso «Hoy en día es más fácil encontrar a alguien gracias al internet, más sí ese alguien no tiene ni idea que lo buscan».
Tardaron una semana en llegar aquí. No. No porque el lugar se encontrara lejos de nuestra casa (solo está a treinta minutos en auto). Tardaron tanto porque son personas adultas responsables que tienen que trabajar para poder pagar sus cosas. Cuando lo encontraron intentaron ponerse en contacto pero él nunca respondió, por lo que investigaron más y lograron saber donde vive.
«Nota aparte: tenga cuidado cuando suben cosas a internet »
Luego se pusieron de acuerdo en el día en que irían a verlo y aquí estamos.
«Ustedes no tienen ni idea de lo nerviosa que estoy desde que salí de casa» murmuro viendo cómo ingresan al edificio y hablan con el portero.
Los espero frente al ascensor mientras intentan convencer al buen hombre que no son ladrones y que van desarmados. Luego de unos diez minutos los deja ir indicando el piso en que deben subir y qué número es.
«¿No hay música de espera en este ascensor?» pregunto mirando alrededor.
—No puedo creer que todo esté tiempo estuviera tan cerca — rompe el silencio mi hermana quejándose nuevamente por lo mismos sin disminuir su incredulidad —. Estaba frente a nuestras narices todo el tiempo.
—Te lo dije muchas veces, ella disfrutaba de una buena búsqueda del tesoro —sonrie mi hermano burlonamente. Me alegra informar que desde aquel día, ya no me siento mal a su alrededor y tengo la leve sospecha de que tiene más que ver con el hecho de que él se encuentra con un poco de paz luego de leer las cartas y no con la otra posibilidad, esa donde yo me encuentro un poco más cerca de la luz —. Aunque conociendola sabría las respuestas mucho antes de que hiciéramos las preguntas.
—Eso es cierto —bajan del ascensor al llegar a la cuarta planta —. Sospecho que donde quiera que se encuentre estará diciéndonos que ella lo hubiese descubierto mucho antes.
— Probablemente tengas razón —rié.
«No sería muy justo porque soy la que sabe todo» les respondo siguiéndolos «pero cuando tienen razón, tienen razón».
Caminan leyendo los números en las puertas.
“1D”.
“2D”.
«Las pistas estaban frente a ustedes. Pero siendo sincera, ustedes no sabían qué era lo que buscaban».
“3D”.
“4D”.
Se detuvieron frente a la puerta y mis nervios comenzaron a aumentar.
«Tal vez no está en casa, chicos». Les comunico a sus espaldas. Pero como siempre, no me oyen y puedo ver a mi hermana tocar la puerta y esperar unos minutos.
« ¡No está! Debemos irnos». Me doy la vuelta para marcharme cuando la puerta se abre con el sonido de una llave dando un click y escucho su voz.
«Mierda».
—¿Hola?.
Volteo aunque no quiero verlo. Volteo porque quiero verlo. Es parecido al sentimiento que tienes cuando tapas tus ojos para no ver pero espías por entre los dedos. La diferencia está en que si pudiera mis manos delante de mí rostro sería lo mismo que la nada.
Al abrir la puerta, él se encontraba con su cabello caoba mojado, un pantalón deportivo gris y una camiseta blanca. En otras palabras, igual de guapo que hace años.
«Doble mierda». Pienso dándole una segunda mirada «¿Por qué no podía estar gordo, con canas y entradas en el cabello? » me quejo. «No me hagan caso. Se me frió el cerebro...otra vez».
Antes de que mi hermana pudiera decir una palabra. Una perra negra medianamente grande sale de detrás de la puerta entreabierta y comienza a oler a mis hermanos.
—¡Mona! Adentro —ordena él y ella le escucha, hace caso e ingresa nuevamente. Yo por mi parte, doy gracias de que no me notara —. Lo siento por eso ¿Ustedes son?.
—No hay problema — dice mi hermana. Aclara su garganta algo incomoda antes de extender sus manos enseñándole el libro que sostiene en ellas —. Quería preguntarle si por casualidad usted escribió este libro.
Él observa el libro entre extrañado, sorprendido y confundido. Una sonrisa triste tira de la comisura de sus labios, como aquella vez conmigo y seguramente, como cada vez que habla del libro de su padre.
—Si...algo así —contesta evasivo y desconfiado —. ¿Por qué pregunta?.
—Queremos saber si usted conocía a nuestra hermana —mi hermano da un paso adelante. Hasta ahora simplemente permaneció en silencio con los brazos cruzados al igual que un guardaespaldas intentando intimidar. No creo que lo esté logrando muy bien, aunque tuvo una reacción al nombrar a “su hermana”, es decir, yo. Le enseña su celular.
Me acerqué a ver que es lo que le enseña. Veo una foto de mi sonriendo a la cámara.
No me distraigo mucho en eso, porque lo que realmente me interesa es él. Y quedé sorprendida al ver una sonrisa en su rostro cuando reconoce mi foto. Inmediatamente el ambiente se tornó cálido a nuestro alrededor porque seguramente me estaría sonrojado si pudiera. Tiene una hermosa sonrisa oculta detrás de la barba.
—¿Sucedió algo?—preguntó preocupado. Su mirada se desvía hacia mi hermana, siguiendo atentamente sus movimientos al sacar de adentro del libro un sobre blanco. La expresión en su rostro cayó e incluso sus ojos se llenaron de tristeza y pena justo antes de que los cerrará ocultando una mueca de dolor con su mano.
—Escribió una carta para mi... — susurró antes de que ninguno pudiera decir nada. Se volvió para mirarlos, a pesar de que sabía la respuesta.
—Sí —asintió ella suavemente —. Ella dejó ésto para el escritor del libro ¿Eres tú? ¿La conociste?.
Él tomó una respiración entrecortada antes de asentir.
—Si. La conozco.
El ambiente se torno un poco incómodo en la entrada de su departamento, ella le explicó lo de mi muerte y sobre las cartas de forma rápida. Él escuchaba y asenti, cuando una vecina salió al pasillo a chusmear, a los invitó a entrar con el rostro pálido y casi ausente.
El interior era muy acogedor. Los invitados se sentaron en un sofá desgastado mientras el dueño del hogar se ubicó en un sillón individual al frente.
—No puedo creer que muriera —murmuró saliendo del estupor. Mis hermanos solo asintieron sin saber muy bien que decir, ellos no sabían que tan cercanos éramos o si nos seguimos viendo después del viaje.
Un gato blanco saltó sobre el respaldo del sofá aterrizando al lado de mi hermano asustando lo un poco. Lo miró con desconfianza cuando se acostó a su lado como si no reconociera la presencia de los dos humanos intrusos.
La reconozco como Julieth, una de las gatas con su pelaje blanco pero principalmente por la zona de pelo negro alrededor de sus ojos como si de una máscara se tratase.
«Hola, pequeña». Saludé. Ella me observó con una expresión de superioridad antes de cerrar los ojos y volver a dormir. «Siempre fuiste mi favorita Julieth » le digo a pesar de que solo la ví por fotos « Aunque te hagas la difícil amas la atención».
—¿Tu la conocías? —pregunta mi hermano cuando creyó oportuno.
—Si, nosotros nos conocimos por casualidad hace unos años en la playa —explica pasando su mano por el cabello—. Bueno, en verdad fue en una librería. Nos encontramos... compró el libro, conversamos... —sonrió —. Luego, de una manera u otra nos seguimos encontrando ya que visitamos los mismos lugares turísticos. Salimos un par de veces más para conversar y nos mantuvimos en contacto por mensajes un tiempo después de eso...
—Luego dejaron de hablar —termina la historia mi hermana.
—Sí —una mueca se forma en su rostro—. Yo comencé una nueva relación con otra mujer y... bueno las cosas eran complicadas.
Caminé por el lugar observando la decoración, tiene una estantería con recuerdos de sus vacaciones y una foto con su familia, también hay una abrazando a una mujer mayor, su madre seguramente. Seguí el camino hasta una puerta que se lleva a una oficina.
Observé desde allí como el par continúan conversando-interrogando al hombre sobre el momento en que nos conocimos y él les devuelve las preguntas interesado en saber cómo fue mi vida después de que nuestros caminos se separaran y cómo fue mi muerte.
Ingresé a la oficina. La luz se encontraba apagada pero había una ventana con las cortinas descorridas que permitía la entrada de claridad.
Un escritorio con una computadora ocupan la mayor parte del lugar. Un archivador y una biblioteca están ubicados en una pared y en un rincón una mazeta con una planta.
Pase mis dedos sobre una mini pelota de básquet que rodó por el escritorio hasta chocar con el mouse.
«No era broma cuando dijo que le gustaba este deporte».
Volví con los demás en el momento en que mi hermana termina de explicar de forma resumida cómo encontró las cartas y la manera en la que logró dar con él.
Noté como hace una pequeña mueca casi imperceptible al escichar hablar de las cartas. Nunca fue un gran fan de que las escribiera.
Él tomó el sobre que anteriormente había dejado sobre la mesita, y frente a la expectante mirada de mis hermanos lo abre.
Quizás percibió la manera en que era observado, porque dejó el sobre en la mesilla nuevamente y se puso de pie.
—Voy a hacer un poco de café —les explicó —¿Quieren uno?.
Intentando ocultar la decepción en sus rostros con una sonrisa, ambos hermanos asintieron observándolo retirarse a la cocina.
«Un poco de suspenso no hace mal a nadie ¿No?» le digo a mi hermana que se encontraba en su límite; si él tardaba mucho preparando el café, ella saltaría sobre ese sobre y lo leería sin importarle nada. Lo seguí a la cocina. «Creo que si no apareces en cinco minutos ellos saltarán sobre esa carta». Comenté ingresando detrás de él. Seguía teniendo una linda espalda.
Me detuve de golpe al ver a Mona acostada en un rincón al lado de la heladera.
«Linda, Mona» le susurré viéndola levantar la cabeza y mirar en mi dirección. Levantó las orejas alerta «No soy mala» instintivamente me acerqué y escondí de su vista ubicándome detrás de él «Tu solo duerme un ratito ahí. Verás que ni me notarás por aquí».
Ella gruñó en advertencia. Por suerte para mi, él la calla dándole una galleta para perro. Mona volcán su mirada a dónde me encontraba a la vez que se concentraba en masticar su alimento. Al no haber más gruñidos, tomé eso como una buena señal e imaginé que significaba que me dejaría tranquila por un rato.
«No entiendo porqué sigo teniendo miedo a los perros». Empecé a balbucear. «uno creería que con el tiempo ya lo tendría superado ¿No?». Sin pensarlo, toqué su brazo con mi mano y el vello de este se puso en punta en ese mismo lugar .
«Es lindo saber que me recuerdas» seguí con mi balbuceo «Y sé lo que estás pensando. Sé que recuerdas que prometí no volver a escribir cartas ni guardarme las cosas para mí misma...» intento explicar sabiendo que él no me escuchará, que hablar no sirve de nada en esta ocasión. Pero ayuda a mi conciencia...un poco, supongo. «Quiero que sepas que seguí tu consejo y no lo he hecho más... Me costó al inicio pero logré aprender a defenderme a mi y a mis opiniones. Ya no temo decir lo que pienso...claro que en la medida de lo razonable. Mucha honestidad también lástima y no quiero ser ese tipo de persona» suspiro «bueno, no quería ser como ese tipo de persona antes...cuando estaba viva...ahora no sé ni qué soy».
Él no dice nada solo se concentra en preparar el café con el ceño fruncido y casi de manera automática. Hace años que no lo veo y en estos momentos que realmente está frente a mi lo único que deseo es abrazarlo por lo menos unos minutos, dos o lo que dura toda una maratón de friends.
«Realmente te extrañé ».
Sus pestañas largas dejan una bella sombra sobre los pómulos. Todavía conserva el estilo algo hipster con una barba prolijamente recortada. Esta me trae el recuerdo de acariciarla mientras estuvimos sentados frente al mar, solo para sentir su tacto en mis dedos; y el cosquilleo que dejó en mi piel cuando nos besamos. Observé sus labios. Sí, recuerdo ese beso.
Lo escucho soltar un profundo suspiro despertándome de mi ensoñación donde nos besamos en un reencuentro al estilo película de Hollywood. Tomó las tres tazas de café y haciendo equilibrio para no derramar ni una gota, regresa con mis hermanos dispuesto a saber lo que yo deseaba decirle.
Lo seguí y me coloqué en el brazo de sofá más cerca a él. Podía sentir la ansiedad que transmitían mis hermanos a pesar de que intentaban disimularlo tomando un sorbo de café o fingiendo interés por la gata dormida.
Él volvió a tomar el sobre, abrirlo (¿Por qué cada movimiento parecía hacerse en cámara lenta?) Y sacar la carta.
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