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[14]

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La historia es más o menos así:

Lo conocí en mi viaje.
Después de registrarme en el hotel, decidí salir a pasear. Sentir la arena bajo mis pies, ver y escuchar el mar.
Era una hermosa tarde soleada y a pesar de que no se encontraran en temporada alta para el turismo, en las galerías aún paseaban buena cantidad de personas comprando recuerdos y chucherías.
Caminaba algo hipnotizada por la sensación casi mágica que existe cuando llegas a un lugar nuevo y desconocido. Ya sabes, el momento en que vez todo con ojos de turista. Incluso el aire y la brisa se sentía diferente, quizás fuera yo la que me sentía diferente.

Ingresé a una librería. Un lugar completamente repleto de magia. Con el aroma a libros nuevos y rostros de personas concentradas mientras buscaban, con sonrisas cómplices al observar disimuladamente a otro comprador ojeando un libro que ellos ya leyeron.
Hay librerías grandes y pequeñas, está en particular era enorme a comparación con la que está en mi barrio. Con decirles que habían dos pisos. ¡Dos! Vaya, si que estaba impresionada.
Comencé a investigar, pasando mis dedos por algunos lomos y sacando alguno que otro que me llamara la atención el título.
Realmente perdí la noción del tiempo que estuve allí adentro explorando y deliberando qué libro comprar.
Porque definitivamente no podía irme de allí sin comprar aunque sea un libro.
De esa manera llegué a la segunda planta, en las estanterías donde se encontraban las historias de ciencia ficción de un lado y de suspenso en el otro del pasillo.
Estaba distraída leyendo cada nombre, incluso poniéndome de puntillas para leer los de más arriba, cuando encontré un título interesante.

“Su nombre”.

Lo tomé de la estantería y al dar un pasó atrás choque de espaldas contra alguien sin querer.

—Lo siento —comencé a disculparme incluso antes de acabar de estabilizarme y girar para enfrentarlo.

—No te preocupes. Fue mi culpa —su voz...su voz era una mezcla de dureza y suavidad, era la voz de un locutor leyendo un cuento de cuna. Extraño, lo sé, pero no encuentro otra mejor manera de describir cómo se siente escucharlo hablar.

Quedé sorprendida ya antes de levantar la vista, cuando mis ojos se encontraron con los suyos, estaba segura que el tiempo se detuvo literalmente. No era nada del otro mundo, eran simples ojos café rodeados de pestañas largas y oscuras; con cejas rectas algo pobladas, con una pequeña cicatriz sobre la izquierda.
Pero su mirada, sus ojos brillaban bajo la luz artificial del local. No un brillo espeluznante estilo película de terror blanco y negro; era más como una emoción que no se puede ocultar aunque se quisiera, y le daban a su rostro una expresión de tristeza y alivio a su vez. ¿Raro? Sí.
Se aclaró la garganta llevando su mano al cuello de su camiseta, como si tuviera la costumbre de acomodar una corbata y se diera cuenta a mitad de camino que no la tenía.
Él movimiento me ayudó a despertar de mi trance también.
No puedo creer que lo haya estado observando cómo estatua por tanto tiempo ¿O sí? Tal vez solo fueron segundos que parecieron una eternidad.

—¿Te parece interesante? —preguntó cuando estaba a instantes de dar media vuelta e irme. Lo miré sin comprender a qué se refería, por lo que él respondió señalando el libro en mis manos y dijo :—. El libro — por si no había entendido su señalamiento.

—La verdad no lo sé —conteste dando vuelta el libro para poder leer la sinopsis —. El nombre llamó mi atención y...

Me detuve al levantar mi vista y verlo completamente atento a mis palabras. Esta vez yo fui la que aclaró su garganta.

—Y la tapa es interesante.

—Mmm...— una de sus manos fue a parar a su mejilla con una barba bien recortada y se rascó pensativo .

—¿Tu venías por éste? — pregunto cuando noto que él no dirá nada más.

—Si. Es decir, no — se apura a retractarse antes de que pueda abrir la boca y ofrecerle el libro en cuestión —. Yo... —otro aclaramiento de garganta — ...ya lo he leído.

—Oh...err..

Hubo silencio mientras ambos miramos hacía otro lugar, tal vez fingiendo estar interesados en las estanterías a nuestros lados. Quizás solo yo fingía.

—Simplemente te ví tomarlo y no pude resistir a acercarme y... — me mira directamente un segundo antes de asentir y dar un paso atrás —. No importa, lo siento.

Entonces se alejó perdiéndose de mi vista al doblar la esquina y bajar las escaleras.
Todavía con el libro en la mano y algo confundida, regresé a lo que estaba haciendo sin embargo mi mente estaba merodeando en otro lado.
Ese fue uno de los momentos más extraños de mi vida, pensaba sin poder decidirme a dejar el dichoso libro en su lugar en la estantería.
No era tan grande, debían de ser unas doscientas o tal vez trescientas páginas. No. Trescientas no. Doscientas sesenta y cuatro páginas, dieciocho capítulos y un epílogo.

“Su nombre”.

La sinopsis decía que trataba de un hombre contando sus vivencias a finales de los años ochenta y comienzos de los noventa.
Pensándolo bien, no se encontraba en la sección correcta. A no ser que se tratase de suspenso aunque lo dudaba.
Miré alrededor un poco más y encontré un libro que había querido leer hacía algún tiempo. Con estos dos me dirigí a la caja.
Todavía no lograba comprender por qué me llevaba aquél libro, pero me conozco bien y estaba segura de que si no lo compraba estaría dándole vueltas toda la noche hasta que al día siguiente volvería a por el.

Ya estaba oscureciendo cuando salí y el aire cálido logró sacarme una sonrisa.
Caminé hasta la playa, no podría estar mucho tiempo como me gustaría porque no quería perder la hora de la cena en el hotel.
Llegué al inicio de la playa y tomando mis zapatos en mano, hundí mis pies en la, a esa hora no tan cálida, arena.
Se sentía como libertad.
Caminé en línea recta hasta llegar a la orilla esquivando a algunas personas qué cruzaban caminando y charlando.
Cuando la primera ola que acercó el mar a mis pies, y a pesar de que ya se habían acostumbrado a la arena fría,  nada me hubiese preparado para la temperatura del agua.
Di un salto atrás con un jadeo antes de reír por mi reacción y volver a intentarlo.
Era hermoso, encontrarme allí y escuchar el sonido del agua, ver el horizonte donde el mar se confunde con el cielo, sentir la arena hundirse entre tus dedos.
Simplemente hermoso.

Cuando volví al hotel, me informaron que la cena ya se estaba sirviendo en el comedor. Sin querer parar en mi habitación, fuí directamente allí.
Cuando llegue al comedor tomé un plato y me coloque en la fila para servirme.
No era un hotel cinco estrellas, mis ahorros no eran tantos como para pagar lujos repentinos. Sinceramente no me importaba, el servicio al estilo bufet no estaba mal tampoco.
Me sentía como en una película y no podía parar de sonreír por toda la experiencia.
Al acabar, busqué una mesa libre y me dirigí a degustar mi cena de pescado y ensalada.
Me encontraba tan concentrada en la comida que no me di cuenta sino hasta que llevaba medio plato vacío, que en la mesa a mi lado se encontraba mirandome de reojo el hombre de la librería.
Al verse descubierto me sonrió tímidamente. Le devolví la sonrisa algo incómoda, él pareció dudar un segundo antes de levantarse y acercarse a mi mesa con su plato, y vaso, y bueno...todo.

—Lo siento —se disculpó al tomar asiento frente a mi —. Juro que es una coincidencia el que nos encontremos nuevamente.

—Eh... Si.

—Compraste el libro — sonríe aparentemente contento señalando el mismo que se encontraba en la mesa.

—Si, parecía... interesante... —murmuré aún sin saber si confiar en él. Díganme paranoica, pero las principales películas de terror o de secuestro comienzan con un “encuentro casual” con una persona encantadora y amable. Si no me creen pregunten a la hija en búsqueda implacable o más clásico: Hansel y Gretel confiando en la señora que les regala dulces y al final solo quería devorarlos.

—Cuando lo ví en la librería estaba contento de que lo tuvieran, lo había buscado por lo que pareció toda la tarde — continuó hablando con una sonrisa algo contagiosa —. Estaba a punto de tomarlo cuando te ví a tí... —su voz se va a pagando. Rasca su cuello nerviosamente mirando su plato —. Lo siento, hay veces en que hablo demaciado.

—No hay problema — juego con mi vaso de jugo de naranja —. Yo... bueno, no soy tan buena socializando. Soy más de las que escuchan.

Él sonrió, tendió su mano y se presentó. Su nombre se me hacía ligeramente familiar, ignorando este hecho le devolví el saludo tomando su mano y presentándome.
Su mano sobre la mía era algo más grande y calidad.

—Entonces, ¿A ti te gustó este libro? — terminé el contacto tomando dicho libro y pasando las páginas.

—Bueno...

Y es en ese momento que me doy cuenta. Su nombre me sonaba porque lo había visto en otro lado.
Lo leí en la tapa de este libro, debajo del título.

—¿Eres...eres él? — pregunté tartamudeando un poco —. ¿O es una graciosa coincidencia?.

—Bueno, podría decir que es una coincidencia...pero mi foto está en la última página. Así que...

—Oh...

No sabía cómo actuar frente a él, busqué la foto y efectivamente eran la misma persona. No podía creerlo, pero tenía un poco más de sentido todo su balbuceo de antes. Solo un poco.

—Nunca me imaginé estar cenando con un escritor.

—Bueno — observó el libro en mis manos y su mirada se volvió algo triste —. Para ser sincero contigo, yo no lo escribí.

—¿Qué?.

—Lo escribió mi padre muchos años atrás —aclaró —. Yo simplemente se lo presenté al editor y dí mi nombre.

—Entiendo — murmuró —. ¿Tú padre...?

— Él falleció hace algún tiempo.

—Lo siento.

—El hubiera querido que lo publicará, así que lo hice hace ya un año — asentí sin saber que decir —. De vez en cuando me gusta buscarlo en las librerías. Es para constatar de que realmente lo he logrado.

—Comprendo, yo haría lo mismo — sonrío.

Comenzamos a hablar sin darnos cuenta. Me comentó que en verdad trabaja en una empresa de seguros de autos, le conté de mi trabajo como cajera en un supermercado. Me comentó que era el del medio de tres hermanos y que actualmente ellos viven fuera del país por lo que él se encarga de cuidar a su madre. Le conté de que era la menor de tres y que eso tenía sus ventajas y desventajas.
Estuvimos hablando hasta que se hizo tan tarde que cada uno volvió a su habitación.
Como no podía dormir por una emoción inexplicable, comencé a enviar las fotos que había sacado ese día a mi amigo contándole algunas cosas interesantes que había hecho, omitiendo el hecho de conocerle lo cual es de por sí un acontecimiento extraño ya que suelo contarle todo. Entre esas fotos, hay tres que él me tomó en la cena, una me encuentro sonriendo enseñando mis dos nuevos libros, en la otra escondo mi rostro detrás de estos y en la última me encuentro pensativa observando algún punto del otro lado del comedor. Probablemente me la tomó mientras lograba comprender cómo tomar las fotos desde mi celular.

La noche dió paso al día y nos encontramos nuevamente en el desayuno, planeamos pasear juntos por la playa y ver algunas tiendas de recuerdos. Él, al igual que yo, había viajado solo tomando algunos días de sus vacaciones.

Al pasar más tiempo juntos, comenzamos a confiar más en el otro y lo más sorprendente de todo es qué en verdad vivimos muy cerca el uno del otro en la vida real.
Vida real. Cómo notarán, lo he llamado de esta manera porque esos días me parecen como un sueño y mi vida cotidiana, la simple realidad.

No contaré todo lo que hablamos o los lugares a los que fuimos. Soy una firme creyente de esa frase cursi : las verdaderas historias de amor mueren con sus protagonista. Aunque ¿Fue realmente amor?.
No recuerdo bien en qué libro la leí de jóven ¿Uno de Nora Roberts, Susan Philips, Jonh Green o Kylie Scott?.
En fin, solo les comentaré lo importante para que comprendan porque escribí esa carta.

Una de las tardes fuimos a pasear por las galerías, compramos helado y nos sentamos en una mesa con vista al mar.
Conversamos de ésto y aquello, de alguna manera que no me explico llegamos al tema.

—¿Entonces odias los cambios? —preguntó tomando una cucharada de su helado de chocolate con chispas de más chocolate.

—Sí —hago lo mismo con el mío de vainilla—. No de forma exagerada ni nada como para llegar a ser un problema o algo al estilo TOC...

—Bien...

—Crees que estoy chiflada — río disimuladamente llenando mi boca con una gran cucharada de helado.

—No. No, nada de eso — sonríe.

—Me molestan los cambios significativos.

—Bueno, eso necesita una explicación más detallada — levanta las cejas esperando y yo ruedo los ojos.

—Es...— juego con mis manos buscando una forma de poner en palabras algo que nunca le expliqué a nadie, sin éxito—. Es...como...

—Esta bien — toma mi mano para que deje de balancearla de acá para allá—. Yo te ayudo a poner todo en orden. Veamos, dijiste que no le dices a la gente lo que realmente sientes por temor a cambios, cambios significativos.

—Correcto — sonrío avergonzada—. Sé que puede no tener sentido para la mayoría de la gente, pero me gusta  como están las cosas en general (o al menos la mayor parte del tiempo). Pienso que si digo algo las cosas podrían ser diferentes, sé que las cosas serían diferentes.

Él asiente a pesar de que sé que no me estoy explicando del todo bien.

—Ahora sí piensas que estoy chiflada — suspiré volviendo a mi casi acabado helado.

—Claro que pienso que estás chiflada — levanto la vista sorprendida. Sus ojos se llenan de diversión—. Nadie en su sano juicio pediría vainilla teniendo a su disposición una variedad de otros gustos mucho mejores.

—¿Cómo el chocolate?.

—Exactamente como el chocolate — negué con la cabeza y aproveché su distracción para robar una cucharada de su amado chocolate —¡Hey! Tú tienes la aburrida vainilla.

Suelto una carcajada al ver su fingida cara de ofendido y saboreo el chocolate y las chispas.

— Esto es así mi querido amigo — comienzo como si fuera a decir un discurso tan importante que cambiaría el mundo —. Siempre es mejor probar lo simple al inicio, de esa manera cuando tengas las chispas sabrán mucho mejor.

Él me observó cómo si le hubiera estado hablando en chino mandarín, pero a la vez quisiera entender las palabras. Su mirada pasó de mi boca al pote de 1/4 de helado en frente de mi. Estiró la mano y tomó una cucharada.
Mi respiración de detuvo por un segundo observando cómo su boca tomaba la vainilla y al final su lengua roja salió para saborear y humedecer sus labios. ¡Santa virgen de los romances clichés! ¿Desde cuándo la vainilla se volvió tan apetecible?.

—Según tú teoría — estaba diciendo mientras yo volvía de mis fantasías de besos sabor vainilla—, si ahora pruebo el chocolate sabrá más deliciosos.

Sí, si, lo que digas. Asentí ¿Realmente el sol de la primavera me había freido el cerebro?.
Volvió a llevarse la cuchara a la boca. Quisiera esa imagen en gif, por favor. No sabía si mirar su boca y esa sensual lengua o sus ojos que prometían cosas pecaminosas.

—Sigo pensando que el chocolate es mejor.

¡Vamos! Pon tus pensamientos en orden y presta atención, niña.
Aclaré mi garganta un par de veces ante la atenta y divertida mirada de él.

—No es lo mismo si primero tienes el chocolate — le digo, mostrando su pote casi vacío, en el momento en que encuentro mi voz—. Tienes que iniciar con la vainilla y luego el chocolate y las chispas...

Esta vez su garganta es la que se aclara mirando el horizonte y se mueve un poco incómodo en la silla.

—Lo siento, no puedo dejar de pensar en otras cosas cuando hablas de vainilla, chocolate y chispas...

—¿Eh? ¿Qué cosas? — realmente quería saber qué rondaba su mente. ¿Eran pensamientos como los míos? ¿Por ello había un poco de rubor en sus mejillas? ¿O todo eran imaginaciones mías?.
¡Que lindo!.

Él sonríe medio divertido por mi curiosidad pero sin voltear a verme a la cara. Luego de unas respiración profunda vuelve la vista a mis ojos.

—Mejor volvamos a los cambios...

—Luego me dices aburrida a mi — se encoge de hombros algo avergonzado mientras su mirada va de mis labios a ojos. Realmente la temperatura había subido unos cuantos grados aquí ¿Verdad?. Aclaré mi garganta e intenté recordar de que hablabamos —. Creí que lo había aclarado, aunque sí muy mal. ¿Qué más podría decir?.

—¿Qué haces con todos esos sentimientos que no expresas por miedo a que las cosas cambien? — pregunta inclinándose en sus codos —. No creo que guardarlo todo sea bueno para ti.

—Bueno, yo tengo esta cosa — respondí vagamente —...está cosa de escribir.

—¿A sí?...¿Cómo?.

—Escribo lo que siento, ya sea frustración, enojo, tristeza, culpa...— explicó nuevamente moviendo mis manos —. Generalmente son cartas y una vez que acabo, no sé, es como si los sentimientos se quedarán en el papel y ya no me encuentro mal. De manera que siento que ese sentimiento desaparece de mi.

—Entiendo — asintió seriamente.

Toma mi mano y le da un apretón antes de sonreír. Mi corazón comenzó a latir un poco más deprisa de lo que debería y  siento mis mejillas arder. Mi rostro debe encontrarse tan rojo como un tomate.

—Así que cartas ¿Eh? — su sonrisa se vuelve algo cálida e infantil —. Espero no escribas una para mí —bromea.


—Solo si rompes mi corazón —me burló intentando no sonar como una niña de quince años. Por suerte él suelta una carcajada.

—¿Yo? ¿Romper tú corazón? — niega con la cabeza —. Lo más probable es que tú rompas el mío.

Unos días después, mientras juntábamos caracolas (es decir yo juntaba y el sostenía la bolsa donde las guardaba), volvió a sacar el tema.

—Entonces me quedé con ella —terminó de explicar con un encogimiento de hombros.

—¿No tuviste problema con las otras dos consentidas?.

—No, por suerte las tres se llevan bastante bien desde el inicio — pasa una mano por su mejilla y barba de forma distraída.

—Es bueno que la hayas adoptado...

—¿Qué más podía hacer? — coloqué un par de caracolas en la bolsa—. Me había seguido hasta mi departamento y cuando baje a sacar la basura aún seguía allí.

—Aww...fue amor a primera vista.

Ríe y niega con la cabeza. Era tan hermoso en una camisa blanca con diseños de pequeñas palmeras azules y unos shorts negros. No tenía el cuerpo lleno de músculos y estaba segura de que no había rastro de una tabla de lavar en sus abdominales, pero tampoco existía una barriga cervecera. Tenía hombros anchos y estaba cien porciento segura de que si vistiera una chaqueta de cuero y manejara una Harley, pasaría por un miembro de algún MC como los protagonistas de algunos libros. A su vez, si vistiera jeans desgastados, una gorra de lana y lentes con marco de pasta. Mmmm... Sería un sexy hipster.

Una mano se agitó frente a mi rostro despertando me de mi ensoñación.

—¿Hola? — preguntó divertido—. ¿Te quedaste dormida parada?.

—¿Q-qué? — dije tartamudeando. Sentía que mis mejillas ardían por la vergüenza.

—¿No descansaste mucho anoche?.

Ayer por la noche habíamos ido a visitar un bar que era muy popular aquí. Bailamos y nos divertimos hasta las dos de la madrugada cuando decidimos volver al hotel.

—No. Estoy bien —sonreí sacando de mi bolso una toalla para sentarnos —. Fue divertido salir a bailar sin tener que preocuparme por estar sola, rodeaba de tantos desconocidos.

—Me alegra haberte acompañado. Además, yo también quería salir—encontramos un lugar apropiado y nos sentamos —. Hablando de esto y de aquello... —comenzó vagamente —... he estado pensando en lo que me dijiste el otro día.

—Dije muchas cosas— reí.

—Sobre escribir cartas.

—Ah. Eso —tomé una de las caracolas de la bolsa y la inspeccioné detenidamente, solo para tener mi mente concentrada en otra cosa que no fuera ese vergonzoso tema.

—Si y creo que no deberías hacerlo más — concluyó. Podía sentir su mirada clavada en cada uno de mis movimientos.

—Bien — respondo vagamente.

—¡Hey! —toma mi mano e inevitablemente termino encontrándome con su mirada oscura —. Lo digo en serio. En lugar de tragar todo y lidiar con ello tú sola, tienes que expresarlo...

—Es dulce que me lo digas— comienzo acariciando inconscientemente  la palma de su mano con mis dedos —. Pero no es tan fácil, hay veces en las que siento que las personas ni quiera quieren escucharme.

Aparté la vista pestañeando, intentando ocultar las lágrimas que comenzaron a aparecer en mis ojos fuera de la vista de él. Pensar en otra cosa. Eso es lo que debía hacer. ¡Mira que bonito vestido tiene esa señora! ¡Aww, un perrito!.

Pero la vida no es así de sencilla.

Nunca.

—Eso no puede ser cierto, eres una chica divertida, un poco sarcástica, pero lo más importante, inteligente.

—No creo que sea así.

—Mirame — me giré encontrándome con su mirada que me dice que habla en serio —. Eres una chica inteligente. Una chica inteligente que tiene muchas cosas interesantes que decir — él retira suavemente un rizo rebelde de mi rostro —. No deberías privarle al mundo el privilegio de escucharte.

Rió algo nerviosa, su rostro de vuelve borroso por las lágrimas que caen por mis mejillas. Nadie me había dicho algo tan hermoso nunca. ¡Dios! Que patética debo parecer.

—Entonces —siento sus dedos limpiar mis mis mejillas y sonreír tiernamente—. Cuando veas que te encuentras en una encrucijada entre decir como realmente te sientes y callar para no cambiar la forma en que la gente te conocé...

—¿Cómo es qué...? — lo interrumpí.

—Sume dos y dos —la comisura de sus labios se elevó en una sonrisa veloz—. Dijiste que todos creen que eres de una forma pero en verdad eres diferente...si mal no recuerdo usaste el término: mar de contradicciones.

—Realmente me prestas atención cuando hablo ¿No? — mis mejillas comenzaron a ruborizarse.

—Actuas de una forma, pero piensas de otra — continuó suavemente asintiendo —. Todos piensan que eres buena y linda pero en el fondo eres de carácter fuerte y aventurera.

—Bueno, bueno — le hago un movimiento con la mano para que pare —. No más cosas lindas sobre mi, que mi ego subirá a las nubes.

—De eso es precisamente de lo que hablo — tomó algunas caracolas y jugó con ellas mientras hablaba,¿intentando mantenerse ocupado como yo? —. Dices esos comentarios sarcásticos con las mejillas sonrojadas pero con el brillo en tus ojos que te delata.

—¿Me delata de qué? — mi curiosidad me obligó a preguntar.

—De que sabes que lo que estoy diciendo es verdad — concluye creando una montaña de arena a su lado —. Y en el fondo sabes que tu ego está perfectamente bien y en mi humilde opinión, estaría mejor si pudieras confiar más en ti misma.

Solté una carcajada ayudando en el castillo de arena que comenzó a construir de la nada.

—Ok, bien. Me atrapaste. Realmente soy la mejor chica del mundo y tengo la razón en absolutamente todo —dudo un segundo fingiendo pensar antes de continuar —. Bueno, no todo. Tengo un margen de error del 87%.

—¿87%? — pregunta con los ojos entrecerrados y una sonrisa siguiendo mi broma.

—Lo sé, es una desilusión. Pero no puedo ser lo suficientemente perfecta...opacaria a las demás chicas del mundo.

—El mundo es un lugar muy grande, serían muchas chicas tristes.

—Exacto. Y no hay nadie como yo.

—No hay nadie.

Él sonríe con una mirada embelesada, siento su rostro acercarse al mío incluso creo que me va a besar; pero solo fueron iluciones mías ya que se inclinó para tomar otra caracola y colocarla en el castillo.

Pasamos la siguiente media hora intentando crear un castillo medianamente decente entre risas y chistes. Él tuvo que levantarse a buscar agua dos veces para poder humedecer la arena y que las torres no se derrumben.

Al acabar volvió a hablar.

—A pesar de tus intentos por cambiar de tema y nuestro hermoso castillo de arena —murmuró—. Tengo buena memoria... digamos que con un rango de error del 87%.

—Hum- humm...

—Realmente lo decía en serio. Solo piénsalo, ¿Si?... Si no escribes las cartas y dices lo que sientes en el momento, el problema puede solucionarse y te ahorras el malestar.

—Eso es verdad.

—Además, las personas que tú quieres tienen derecho a conocer tu opinión, tu tienes derecho a expresarte y ser quién eres en verdad.

Ser quién soy en verdad. Bonito. Excepto que... ¿Quién era en verdad?.

Yo simplemente asentí sin saber realmente como responder a sus palabras. En el fondo de mi corazón sabía que él tenía razón, que era absurdo callarse todos los sentimientos malos y esconderlos pero era la única manera en la que siempre lidié con ello.

—Además — continuó —. Creo que tú miedo no es al cambio, sino a la confrontación.

—¿En serio? — inclino la cabeza a un lado pensando en eso.

—Podría ser ¿No? — se encoge de hombros.

—Si, quizás.

—Entonces...me prometes que la próxima vez que creas que necesitas deshacerte de esos sentimientos que te agobian intentarás enfrentarlos en lugar de esconderlos para ti misma...

—No sé si pueda hacer eso — desvío la mirada.

—Por favor, sé que será difícil y que ahora crees que tal vez no puedas lograrlo — toma mi barbilla obligándome a encontrarme con su mirada —. Pero tanbien sé que eres una mujer fuerte y valiente que puede con esas cosas que te asustan.

—No entiendo porque haces esto — susurro —. Nos conocimos hace menos de una semana.

— Porque quiero ayudarte.

—¿Por qué?.

—Me recuerdas un poco a mi cuando tenía tu edad — su sonrisa es algo triste —. Solo... Mira, la vida puede ser una perra algunas veces. Puedes enojarte con tus amigos o familiares, puedes sentir que todo a tu alrededor se derrumba...pero siempre abra una salida, una luz al final del túnel.

Él se acomoda mejor a mi lado y toma mi mano. El calor de su palma junto a la mía y la sensación del contacto piel contra piel logra hacer que sienta cosquillas por todo mi cuerpo.

—La vida es así, cambiante. Pero si no haces nada, solo obtendrás  nada. Un día se está y al otro ¿Quién sabe? No te guardes las cosas que tienes que decir, se valiente y aventurera como cuando cerraste los ojos y viniste aquí... ¿Pensaste en eso? — me preguntó alzando una ceja —. ¿Y si simplemente te hubieras limitado a escribir lo enojada que te encontrabas con tu hermano cómo hacías siempre?... No estaríamos aquí hoy.

—Siento que tienes un punto importante.

—Tal vez no lo entiendas ahora, hoy o mañana — su vista se dirigió al horizonte —. Es mejor arrepentirse de lo que has vivido y no de lo que te hubiera gustado vivir...

Me pareció muy tierno que se preocupara por mi. Y en el fondo sabía que tenía razón en una cosa, debía ser más valiente y enfrentarme a mis problemas. A demás, también tenía derecho a decir lo que pensaba de vez en cuando ¿No?.

—Lo prometo — le dije apoyando mi cabeza en su hombro contemplando el mar frente a nosotros —. No escribiré más cartas... Intentaré dejar de callarme las cosas y guardarlo todo para mí.

No me contestó, pero pude sentir sus labios en mi frente en un cálido y dulce beso.

...

A dos días de volver a casa, decidí llevar su libro a la playa para leer un rato y relajarme. No es como si pasáramos todo el día juntos, para ser sincera no tenía idea de a dónde había ido él, pero quedamos por mensaje en encontrarnos  en ese lugar en la tarde.

No leí mucho, me distraía fácilmente con la gente a mi alrededor por lo que cuando él llegó a mi lado solo había terminado el capítulo uno (y a dirás penas).

—¡Hey! Siento tardar.

—No hay problema — respondí dejándole un lugar en mi toalla.

—Mi mamá me llamó justo que estaba saliendo.

—Oh. ¿Cómo está?.

—Se encuentra bien — adiente rascando su mejilla con  barba —. Dice que me extraña pero está bien.

—Dijiste que eres el que más la cuida ¿No?.

—Si. Mis hermanos están lejos —suspira —. Solo hago lo que cualquier hijo haría. Ahora me llamó para comentarme lo que sucedió en la novela anoche — ríe.

—Se nota que te quiere... Y tú la quieres.

—Por supuesto, es mi madre.

—Lamentablemente no todos los hijos quieren ocuparse de sus padres.

—Eso es cierto — concuerda—. Siempre es uno el que termina haciendo todo el trabajo solo.

—Ellos se lo pierden — le sonreí alentadora —. Tú tendrás más buenos recuerdos que atesorar.

—Eso pienso yo — asiente —. Aunque lamento un poco haberla dejado está semana, ella me insistió en que debía hacer el viaje...y no le puedo negar nada a ella.

— ¿Así que ella te animó a venir?.

—Si. Estaba preocupada... por mi relación con mi ex — aclara su garganta —. A pesar de haber terminado cada vez que me llamaba yo acudía a ella.

—Oh. Eso es... — me quedé sin palabras.

—Lo siento. No quiero incomodarte con esta historia.

—No. No me incomoda — en verdad me daba curiosidad —. ¿Estabas enamorado de ella?.

—Si — suspira despeinado su cabello —. Salimos por dos años o quizás tres.

—¿Y ella te dejó?.

—Así es. Dijo que ya no sentía lo mismo, tomó sus cosas y se fue — se recostó en la toalla mirando el cielo —. Sé que voy a sonar como un idiota, pero después de todo lo que la ayude e hice por ella...

—Lo lamento...se vé que realmente te importaba.

—Ella volvió un par de veces diciendo algunas escusas y yo caía en sus juegos — me explica mirándome desde abajo —. Luego se enojaba con ella misma diciéndome: “todos los caminos me llevan a Roma”. Y se iba frustrada.

—¿Qué quiere decir? — pregunté sin comprender recostando me boca abajo a su lado, apoyando el peso en mis antebrazos para seguir viéndolo desde arriba.

—Qué siempre volvía a mi. Y eso la frustraba porque quería alejarse — jugó con un mechón de mi cabello distraídamente —. Por ello mi madre me sugirió alejarme un tiempo y relajarme.

—Una buena idea, supongo.

—Si — me miró significativamente — supongo que sí.

—Yo nunca me enamoré — corrí la vista primero —. Por lo que no sé cómo te sientes como para decir algo inteligente.

—No te preocupes — sonríe divertido —. Aún eres joven. Ya te enamorarás.

Nos quedamos en silencio un buen rato, yo intentaba concentrarme en leer pero su presencia a mi lado, acostado mirando el cielo o intentando dormir, me ponía nerviosa y toda confundida, hormonal mente hablando.
Por suerte luego de un tiempo, él rompió la tensión diciendo que si yo quería él podía sacarme una foto allí. Yo acepté posando con el libro y fingiendo leer para la cámara.

—Sé que técnicamente no lo escribí yo pero... — habla llamando mi atención, luego aclara la garganta algo avergonzado, ambos volvimos a estar sentados —...¿Te gustaría que lo firme?.

—Claro...— se lo entregue junto con un bolígrafo que busqué en mi bolso.

Él escribió:

“Para la chica que conocí por casualidad.
Nunca dejes de ser tú misma, sin importar lo que digan los demás.
Con mucho cariño.
M.C”

Gracias — sonreí azorada leyendo lo que escribió. Noté el flash de la cámara pero no le dí importancia.

Aunque quizás piensen de otra manera,  las cosas entre nosotros nunca fueron más allá de una amistad; no hubo encuentros sórdidos en una habitación del hotel o conversaciones fuera de tono.
La única vez en que realmente cruzamos el límite de conocidos/amigos a quizás algo más, fue el último día antes de volver.

Estábamos haciendo un último recorrido por la playa a la media tarde, caminando por la arena uno junto al otro. Cada tanto lo tomaba del brazo para esquivar a algún corredor o algún grupo de abuelitas caminando.

—No puedo creer que ya tengamos que volver a casa — me quejé observando el cielo.

—Es verdad — su calida mano tomó la mía y le dió un apretón, sentí como se me aceleraba el pulso—. Extrañaré salir contigo. Así... sin ninguna preocupación por si llego tarde al trabajo o a hacer otra cosa — mi cara ardía y de reojo pude ver cómo me observaba sonriendo —. Extrañaré tener todo el tiempo del mundo para estar contigo a cualquier hora del día.

—¿Por qué dices esas cosas lindas? — me quejé deteniendo me. Él me imita aún con nuestras manos entrelazadas —. Nos tendremos que separar y tal vez nunca nos volvamos a ver...

— Por ello estoy diciendo esto... — se acerca lo suficientemente para poder ver sus pestañas —... Sería un hipócrita si te dijera que digas lo que sientes en el momento en que lo sientes y no siguiera ese consejo.

—Tu...


—Te extrañaré a ti también — susurró con sus labios muy cerca de los míos.

Se movió lentamente, pasando una mano alrededor de mi cintura y entrelazando nuestros dedos con la otra. Podía sentir mi pulso acelerado, las manos sudorosas y un cosquilleo de anticipación por cada rincón de mi piel.
Sus labios tocaron los míos suavemente, como un leve roce tanteando el camino. Mis ojos se cerraron automáticamente respondiendo al beso. Sabía a naranja por los dulces que comimos antes de salir del hotel. Al principio todo fue suavidad, probando. Después, con un murmullo de satisfacción, intensificó el beso cuando entreabrí los labios. Mi mano libre fue a su hombro para poder mantenerme sujeta y en pie. Sentí su aliento en la boca y su pulso en el cuello bajo mis dedos que recorrían el camino hasta el cabello de su nuca.

Había besado a un par de chicos antes, y también había leído en libros muchas descripciones de diferentes tipos de besos desde los más inocentes hasta los más fogosos y libidinosos; pero nada se compara a con esto.

Podría decir que el roce de su barba me provocaba cosquillas, que su mano en mi cintura me hacía sentir pequeña y protegida y que debía pararme en la puntas de mis pies para alcanzarlo. Podría decir que el tiempo pareció a ir más lento a nuestro alrededor y nada importaba más que ese momento.

Si bien todo eso es verdad, fue el resultado de un análisis que hice luego en la noche mientras rozaba mis labios con los dedos recordando cada detalle. Pero cuando estaba en la playa aún abrazada a él y profundizó el beso...no tuve tiempo de pensar en nada. Literalmente mi mente estaba en blanco y yo era puramente sensaciones e instinto sin ningún rastro de pensamientos molestos.

Nos separamos respirando agotados, ambos con las mejillas sonrojadas y un brillo especial en la mirada.
Él beso mi frente sonriendo. Soltó nuestras manos entrelazadas para ahuecar mi rostro con esta.

—¿Por qué?— pregunté en un susurro.

—¿Por que, qué? —respondió acariciando mi mejilla.

—¿Por qué esperaste tanto para besarme?.

Sonrió mostrando sus hoyuelos. Era imposible que no le devolviera esa sonrisa. Me encontraba feliz en sus brazos mientras susurraba mi nombre con cariño.

— No era mi intención besarte — contestó —. Pero si no lo hacía me iba a arrepentir toda la vida.

—Fue un buen beso — respondí tímidamente entrelazando mis manos en su nuca.

—Si lo fue.

—Aunque eso no responde él por qué ahora — insistí —. No soy tan ingenua para no notar que no es la primera vez que quieres besarme ¿Qué diferencia hay entre antes y ahora? ¿El hecho de que en algunas horas nos separamos?.

—Si supieras desde que momento quería besarte...si lo hubiera hecho en ese entonces, tu estarías corriendo en dirección opuesta a mi incluso antes de acabar el primer día aquí y yo me encontraría con una orden de restricción, seguro.

Me aleje un poco para verlo a la cara, aún algo azorado y con los labios hinchados por el beso, pero serio en lo que decía.

—Aquí un último consejo de vida — me rodeó con ambas manos la cintura y me acercó a él. Apoyó su frente sobre la mía cerrando los ojos —.  Nunca olvides que en el mundo de las parejas y las relaciones, lo primero es la confianza y el placer es lo segundo. Siempre.

—Entiendo — murmuré.

—¿En verdad comprendes? ¿Comprendes por qué no hice esto antes?.

Si él se hubiera lanzado sobre mi el primer día de vernos, se me hubiera insinuado o coqueteado conmigo, nunca le habría dado ni la hora. Lo cual fue un alivio, conocerle en verdad fue lo que hizo este viaje tan divertido y divertido. En esta semana pude conocerlo bastante, por ello sabía que nunca me hubiera besado sin conocerme antes.
Me demostró que podía confiar en él y eso fue hermoso.

—Si. Realmente lo comprendo.

—No lo olvides — continuó tomando de mi mano y comenzando a caminar otra vez —. Si no hay confianza no hay nada.

—Confio en ti.

—Y yo en tí.

— Por cierto, voy a extrañar también.

—Podemos seguir en contacto por mensajes además tengo que pasarte las fotos que saque.

No hubo más besos, caminamos por la orilla una última vez y luego dimos una vuelta por las galerías antes de regresar al hotel donde cada uno regreso a su habitación para (por lo menos en mi caso) arreglar mis cosas y asegurarme de no olvidar nada cuando me marche.

Al día siguiente nos despedimos con un abrazo y un beso en la mejilla. Habíamos intercambiado números por lo que prometimos seguir en contacto y así fue... Por un tiempo hablamos por mensajes por al menos seis meses o más,  hasta que él dejó de contestar y yo dejé de intentar...

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